Nuestro enemigo socialdemócrata PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Jorge Alcázar   
Martes, 03 de Mayo de 2016 05:13

Podemos e IU, junto con todos los movimientos políticos regionales, deben establecer confluencias programáticas, tácticas y estratégicas que vayan en este sentido.Machaconamente, el argumento oficial se repite una y otra vez. Podemos es el culpable de que en España no vaya a haber un gobierno del cambio. Nuestros medios tradicionales así como cierto sector de la política y de la intelectualidad (para mí, pseudo) española, pretenden poner el cartel de malo de la película a la formación morada, justificándose en la negativa de estos a dar su apoyo al pacto establecido entre Sánchez y Rivera, y situando de paso a PSOE y Ciudadanos como supuestos factores del cambio. Ésta, nos dicen, era la única posibilidad para formar una alternativa de gobierno que lograra desalojar a Rajoy de la Moncloa. Tan sencillo y falaz es el argumento que desde Ferraz (PSOE) y desde el Paseo de Recoletos (Ciudadanos) se utiliza. Tan básico e insultante el razonamiento que desde Prisa, Unidad Editorial, Atresmedia, etc., se nos pretende inculcar. Tan ruin y mezquino el discurso que desde las poltronas acomodadas de los exministros socialistas, los opinadores a sueldo y el pensamiento adocenado, se nos lanza.

 

Así, este ejército reaccionario pretende situar intencionadamente una cuestión tan compleja como la de la actual España, su sociedad y necesidades, en el plano de la mediocridad intelectual, pues parece, según nos dicen, que desalojar a Rajoy de La Moncloa es la llave que abrirá el camino de una nueva modernidad. Para estos, Rajoy es sinónimo de precariedad laboral, paro, desahucios, deuda, morosidad, falta de democracia, impunidad, corrupción o injusticia. Y hasta aquí, nada objetaré. Sin embargo, ellos resuelven la ecuación que plantea los grandes males que como ciudadanía padecemos sólo con la eliminación de Rajoy, sin asumir, de forma intencionada, que son las políticas, y no los nombres, aquellas que han traído los males anteriormente relatados, y que estas políticas se manifiestan a un lado y otro de Rajoy, del PP y de la Moncloa, también en tonalidades naranjas o en espinosas rosas. Y aun yendo un paso más allá, muchos de estos mismos, mañana, ante la posibilidad de eliminar a Rajoy del escenario, verían con buenos ojos “demócratas” un gobierno de populares, naranjas y socialistas, una vez caído el ídolo agotado.

Y digo lo anterior porque estimo que muchos de los problemas que están hoy encima de la mesa proceden de la construcción y posterior desarrollo de lo que se ha venido a llamar “modélica transición” y “Régimen del 78”, pues nuestra Transición y el régimen que la alumbró han demostrado con creces jugar en favor de las élites económicas tan bien parapetadas, y en contra de los intereses de una mayoría social cada vez más arrinconada, construyendo un escenario actual plagado de nepotismo, corrupción, desigualdad, injusticia, elitismo y privilegios, en donde Justicia, instituciones políticas y economía se funden en un todo en forma de aparato de estado que preserva, cada vez con mayor virulencia, el poder cortijero de nuestra rancia oligarquía.

Dejando de lado el invento que los poderes reales del estado (grandes fortunas y multinacionales) han fabricado como antídoto naranja contra el veneno del cambio, y situándonos en el plano de la izquierda, que es lo que hoy más que nunca nos interesa, cuando de abordar la cuestión de ls transformación política, económica y social de nuestra sociedad se trata, hemos de hablar en voz alta del papel que el PSOE ha jugado en todos los años que ha gobernado y ha hecho oposición desde aquel 78. Conviene traer a colación que han sido políticas socialistas las que han contribuido progresivamente a mermar los derechos de los trabajadores a través de las sucesivas reformas laborales que pusieron en marcha y que daban respuesta a las demandas de la patronal española e internacional (1983, 1984, 1992, 1994, 2006 y 2010), con el consiguiente deterioro de los derechos laborales y de la vida de las familias; quienes han lanzado a la calle a miles de familias con sus políticas de desahucios al servicio de la gran banca (370.000 desahucios sólo durante el gobierno de Zapatero); o las que han posibilitado la concentración de la riqueza y del poder en grado jamás visto. Han sido gobiernos socialistas quienes han vuelto una y otra vez la cara a la corrupción institucionalizada de la cual han sido partícipes (ERES, GAL …) y han creado leyes de amnistía fiscal (1984 y 1991) para amparar a los grandes defraudadores, a la par que configuraban una administración tributaria que ponía el ojo certero en las clases trabajadoras y bizqueaba frente a las grandes fortunas y multinacionales. Estos, los González, Almunia, Zapatero, Bono, Salgado, Solana, etc., referentes de la rosa y el puño, son los representantes de “izquierdas” que han vuelto de Bruselas con políticas, acuerdos y tratados que han conllevado el subsidio del campo, la desindustrialización del país, el sometimiento a las políticas extranjeras, la participación en guerras imperialistas, el endeudamiento masivo de las familias, las pequeñas y medianas empresas, y del estado en su conjunto, diciendo una cosa en campaña para luego hacer otra en la acción de gobierno, poniéndose una y otra vez a las órdenes del dictamen alemán o norteamericano -pues el capital no entiende de nacionalidades-, en ocasiones tan dolosas como la reforma del artículo 135 de la Constitución o la traición de la OTAN. Han sido socialdemócratas quienes han confabulado contra las clases trabajadoras que depositaron su confianza en ellos arbitrando medidas contrarias a nuestros derechos y necesidades, dilapidando empresas públicas estratégicas para entregarlas a manos de la oligarquía nacional e internacional (80 empresas nacionales que iban desde SEAT o Marsans, hasta Endesa, Repsol, Argentaria o Telefónica). Son las políticas socialistas y sus políticos quienes han suscrito, potenciado y sostenido acuerdos con la Iglesia Católica para consolidar el imperio de ésta, y quienes han potenciado el desarrollo de los conciertos educativos y sanitarios, la privatización de los servicios sociales o la invasión de la banca en cuestiones tan trascendentes como las pensiones.

Por tanto, ¿qué nos quieren decir con un gobierno del cambio? ¿Serán estas mismas políticas las que traigan el cambio? ¿Qué es para ellos el cambio? ¿Es por eso que tan rápidamente se han puesto de acuerdo en lo económico con los continuadores liberales del PP y representantes del IBEX para configurar un pacto vergonzoso de gobierno que siga protegiendo los intereses de la oligarquía española? ¿A favor de quiénes juegan? ¿Será que, como cantaba Krahe, “Tú mucho partido, pero ¿es socialista, es obrero, o es español simplemente? Pues tampoco cien por cien si americano/alemán también, gringo/alemán ser muy absorbente?”

La cuestión aquí es otra. La versión oficial debe construir un relato que salve el mito de la socialdemocracia tan necesario para el sostenimiento del status quo actual, pues en el imaginario colectivo se ha construido la imagen de la alternativa democrática en políticas que suponen lo mismo en lo sustancial y lo diverso en lo cosmético. Socialdemócratas y populares, aquí, en Francia, en Portugal, en Estados Unidos, o donde quiera que sea, coinciden cuando se trata de dirimir y apostar por políticas al servicio de la mayoría o al servicio de las élites económicas. Es por ello que, en los momentos de la verdad no dudan en ponerse de acuerdo y actuar en consecuencia, como muestran los numerosos ejemplos dados en todos estos años y cuya manifestación más rotunda se está produciendo hoy en los pasillos y salas ultrasecretas de Bruselas con respecto a negociaciones y medidas tan trascendentes como el TTIP.

Pero al igual que caemos en un error si pensamos que sólo eliminando a Rajoy o al PP el cambio está dado, sería un error plantear que las visiones liberales y socialdemócratas se dan solamente desde estas siglas. Ciudadanos hoy supone la alternativa que el capital ha diseñado para que el entramado se sostenga desde la visión más neoliberal, y de la misma forma, la socialdemocracia parece que querer abrirse paso en otras formaciones políticas que sí pueden ser fenómenos de cambio real (véase Llamazares en IU o Errejón en Podemos). Por ello, se hace imprescindible definir y señalar a los socialdemócratas y a sus políticas al objeto de derribar este mito tan dañino para la clase trabajadora.

Sin duda, el gran reto que la izquierda real y alternativa de nuestro país y de Europa debe plantearse hoy es el de desenmascarar a la socialdemocracia para sustituirla en el imaginario político de la calle. Vencer la hegemonía que ha ostentado en favor de la clase capitalista y ocupar su espacio, produciendo alternativas económicas, sociales y políticas que operen como factores de transformación más amplios en beneficio y representación de la mayoría. Y en estas, desde lo social y desde lo electoral, el momento puede entenderse como clave. Podemos e IU, junto con todos los movimientos políticos regionales, deben establecer confluencias programáticas, tácticas y estratégicas que vayan en este sentido. Y de la misma forma, la masa social organizada en torno a las Mareas, las Marchas de la Dignidad, Stop Desahucios, etc., deben trabajar la movilización activa y pasiva, tomar las calles, las plazas y las escuelas, para constituirse en el soporte y empuje crítico que materialice una nueva pedagogía que se imponga a los dogmas establecidos, vigilando a la vez el discurrir que desde las instituciones de gobierno nuestras fuerzas políticas desarrollen. Esto es, construir el doble contrapoder real.

Desde mi punto de vista, estamos hoy más cerca que nunca de producir el sorpasso que permita derribar el muro mitológico que tanto daño ha producido y produce a nuestros intereses y necesidades, muro construido a fuerza de partidos y políticas socialdemócratas, de ahí que todos los miembros activos en este sentido debamos producir las condiciones oportunas que creen las confluencias para el cambio real, que no nominal. El momento y las necesidades lo exigen, y estamos obligados a trabajar en este sentido, pero el futuro, acechante, también nos avisa, pues ante nuestros ojos, el fascismo empieza a brotar de las entrañas mismas del sistema capitalista que lo apadrina, y la historia ya nos ha avisado en demasiadas ocasiones.

 

 

Colectivo Prometo. FCSM