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Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Julio Anguita   
Lunes, 21 de Marzo de 2016 06:45

Todo el mundo lo sabe, o en su caso lo intuye, fuerzas políticas, sindicatos, medios de comunicación, empresarios, intelectuales, etc. La UE, esta UE, la Eurozona y el llamado proyecto europeo en general, no sólo está agotado sino que en absoluto tiene nada que ver con las esperanzas “europeístas” manifestadas a principios de la década de los noventa. Por no hablar de las visiones de Jean Monnet, Robert Schumann o Altiero Spinelli. El propio Felipe González reconocía en el diario El País de 31 de mayo del 2012 que poner en marcha la moneda única sin haberla cimentado previamente en la unidad económica, había sido un error. Lo que resulta sorprendente es que tras esa afirmación todavía sigan, él y los otros cofrades del “europeísmo”, persistiendo en ese error.

 

Los padres del Tratado de Maastricht y siguientes tratados marcaron una deriva hacia la construcción de un monstruo antidemocrático y en total contradicción con los DDHH o documentos vinculantes como la Carta Social Europea de 1961. Un monstruo que ha succionado las soberanías nacionales y las ha sustituido por entes, organismos e instituciones carentes de respaldo democrático alguno. Pero al fin y a la postre ese producto de las ligerezas y frivolidades políticas y fundamentalmente de los intereses económicos y financieros de las oligarquías europeas y trasnacionales, ha devenido en la implantación del IV Reich alemán.

Nadie en privado defiende ya ese proyecto de UE, todo lo más que se oye de algunos es que “no se puede hacer otra cosa” o también que “cuando Maastricht nos engañaron”. ¿A quién?

Los dirigentes políticos y también sindicales, carentes ya de razones, argumentos o excusas mínimamente argumentables señalan “la solución”, afirmando con vacua solemnidad que “Debemos construir más Europa”. Esta última fabulación hubiera tenido éxito como slogan allá por los años noventa en los que muchas inteligencias fueron abducidas por la propaganda. Pero ahora, con lo que está ocurriendo, el slogan carece de fuerza y atractivo. ¿Cuál es la Europa que debe desarrollarse más, la de Maastricht o la de la Carta Social Europea? ¿Quiénes van a protagonizar ese desarrollo: las instituciones no democráticas o la ciudadanía y sus instituciones electas? ¿Sobre qué bases económico–sociales se quiere conseguir “más Europa” ¿Ese “más Europa” significa más de lo mismo o, por el contrario, es otra visión distinta?

Nuestro país necesita de políticos que le digan la verdad por dolorosa que pueda ser. Es más, decir la verdad, plantearla con todas sus aristas y crudezas abre un camino para la reconciliación de la Política con el pueblo. Claro está que esa reconciliación obliga a dimisiones y cambios de rumbo. Nuestro país debe oír la realidad de que, hoy por hoy, el problema se llama UE, Eurozona y euro. Y debe oírlo ya, antes de que el nuevo Gobierno se vea obligado a recortar los Presupuestos Generales del Estado, aprobados el año pasado, en nueve mil millones de euros y además implantar nuevas medidas laborales restrictivas y abiertamente anticonstitucionales.

Sé perfectamente que ni Rajoy, ni Sánchez ni tampoco Ciudadanos o los nacionalistas conservadores van a lanzar un mensaje que contradice toda su ejecutoria. Pero ¿Y los demás? ¿A qué esperan? ¿Temen a los medios de comunicación amaestrados? ¿No ven que adelantarse a los acontecimientos les colocará ante su pueblo como auténticos servidores públicos?

Yo, ateo convicto, no me resisto a reproducir una cita del Apocalipsis 3: 14 – 22 “Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca”.