Del gran talento empresarial del presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, ya sabían los trabajadores de sus empresas, Air Comet, Viajes Marsans, Seguros Mercurio, Aerolíneas Argentinas, la mayoría de ellas en quiebra, o disueltas, o en suspensión de pagos, o expropiadas, o investigadas por la Fiscalía de la Audiencia Nacional, pero ahora el resto de los mortales podemos, gracias a la longanimidad verbal del personaje, conocer su fórmula para poder hundirnos todos, con ellos, en la miseria: trabajar más y ganar menos.

 En relación a los parados, que ni pueden trabajar ni ganar menos, de momento no se le ha ocurrido nada, salvo incrementar su número en la medida, no pequeña por cierto, de sus posibilidades. Ahora bien; pese al desconcertante hecho de que a un ciudadano de estas características se le permita montar y gestionar empresas, no convendría precipitar el juicio y suponer que Ferrán carece de cualidades como portavoz de los empresarios españoles. Si acaso, le sobra una: la sinceridad. Porque, qué desgracia más grande, una buena parte de éstos no tienden sino al enriquecimiento personal, importándoles un ardite la suerte de sus trabajadores, y, desde luego, suscriben del todo la receta de su representante, que por eso, porque piensa como ellos, fue elegido para que les representara. El escaso, o cuando menos insuficiente número de empresarios eméritos, esos que curran como el primero, que reinvierten los beneficios y crean puestos estables y dignos de trabajo, que tratan como personas a sus empleados o que, cuando vienen mal dadas, son los últimos en abandonar la nave, saben, por su relación permanente e inevitable con los colegas chungos, que para salir de la crisis lo mejor que se podría hacer es prescindir de éstos.

Trabajar más y ganar menos, tal es la filosofía del negrero, del cómitre, del arráez, del señorito de naipe y Casino, del explotador en suma. Como filosofía, tenebrosa, pero tal vez insuperable, definitiva, como dieta para adelgazar.