El falso becario, el trabajador "a coste cero" y otras estafas a la juventud PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Laboral
Escrito por Sara Montero   
Viernes, 14 de Julio de 2017 03:15

En España es fácil tener trabajadores sin cobrar. Y además, es legal. En verano, algunas empresas se llenan de becarios, que producen durante varias horas (en ocasiones, cubriendo tareas de compañeros contratados que se han ido de vacaciones) por una pequeña prestación económica, por los gastos de transporte o, simplemente, por la experiencia. Solo hace falta un breve vistazo al apartado de “becas” del portal Infojobs para que aparezcan ofertas con “salario sin especificar”. En un Congreso fragmentado y con el voto joven como un jugoso caladero electoral, surgen las primeras propuestas para acabar con la figura del “falso becario” y del “becario no remunerado” desde partidos como PSOE o Podemos.

 

Desde el inicio de la crisis, crecen de manera preocupante las figuras laborales con el apellido “falso”, desde los “falsos autónomos” a los “falsos becarios”, un adjetivo que precariza y desvirtúa por completo las condiciones laborales de estos sujetos en el mercado. Hay hasta seis tipos de prácticas “no laborales” con distintas condiciones. Las que más problemas generan, según las fuentes sindicales consultadas, suelen ser las prácticas universitarias (ficha 6 del gráfico posterior), en las que el alumno puede recibir “una aportación económica”, pero no es obligatoria. Esto significa que las empresas no están forzadas a pagar nada al becario. Esta regulación laxa y genérica hace que bajo este paraguas quepan muchos tipos de prácticas distintas, desde las curriculares (que forman parte del plan de estudios y son obligatorias) hasta las extracurriculares, que son voluntarias. Según el informe ‘The experience of traineeships in the EU’, de la Comisión Europea, el 61 por ciento de los alumnos españoles en prácticas no percibe ninguna compensación económica.

Cuadro de becas y prácticas en el sistema español.

Gráfico elaborado por CCOO donde se muestran las figuras de prácticas. / CCOO

“Mandé el currículum ofreciéndome a trabajar en verano. Me dijeron que de prácticas me pagarían unos 200 euros”, cuenta Eva, una joven periodista que asegura que durante su época de becaria entraba a las 10 de la mañana y salía “cuando acabase, que solían ser las 20.30 de media con descanso a medio día”. “Me ofrecieron hacer un convenio, pero luego al final me dijeron que no podían pagarme. Yo siempre me he negado a trabajar gratis, pero ese verano las cogí porque necesitaba hacer currículum”. Cinco años después, Eva está mucho más concienciada sobre los perjuicios de trabajar sin cobrar: “La culpa también la tiene el que acepta esas prácticas. Yo lo cogí porque era la única baza que yo tenía para coger experiencia”.

Aunque las condiciones de los becarios parecen de sentido común, en la práctica se diluyen: estos convenios no siempre los gestiona una universidad, la figura del tutor solo existe en el papel, ya que no hay una tutela efectiva, y los horarios a veces no se cumplen. La línea roja también está en las tareas: se supone que tienen que estar orientadas a la formación y no pueden ser parte fundamental de la estructura empresarial. Si estas condiciones no se respetan, como sucede en muchos casos, el becario se convierte en simple mano de obra barata. No es un problema que afecte solo a los estudiantes, el resto de trabajadores son la otra cara de la moneda: no se contrata a otras personas para cubrir las vacaciones y el resto de empleados se ven arrastrados por las condiciones laborales: siempre será más barato un becario, que además no se queja ni tiene derechos sindicales.

La vocación se ha convertido en una “trampa” para muchos estudiantes, una zanahoria que justifica jornadas largas y trabajo sin remunerar. En el caso de Virginia, que es arquitecta, fueron las ganas de acumular experiencia las que le impulsaron a trabajar en un estudio de un pueblo de Segovia, cercano al suyo, sin haber firmado ni un solo papel. El dueño era conocido de la familia y fue ella quien se ofreció. En su caso, trabajaba de 9 a 14 horas sin remuneración ni créditos. Otros estudiantes llegan a estas becas a través de anuncios en las redes sociales o en portales de internet. También a través de los servicios de las universidades, donde sí hay convenios firmados, aunque estos tampoco aseguren una remuneración. 

El abanico de posibilidades de los becarios universitarios, la escasez de inspectores de trabajo que vigilen estas irregularidades y la penetración tan grande que tiene esta figura del falso becario, tanto en empresas privadas como en instituciones públicas, ha hecho que los abusos se multipliquen durante la crisis y que cubran puestos de trabajo durante las vacaciones o el resto del año. El resultado son responsabilidades por encima de su cualificación, jornadas eternas, trabajadores de facto con nulos derechos laborales y empresas que se sostienen a base de becarios o precarios. La recuperación económica de la que presume el Gobierno no ha servido para atajar este problema: algunas becas se han convertido en bolsas de fraude, especialmente en empresas más pequeñas donde no existen los comités de empresa. Tampoco hay un máximo de becarios que una empresa pueda contratar sea cual sea su plantilla: hay total barra libre. 

Aún así, los tribunales no dudan a la hora de señalar estos abusos. En junio de 2016, el Tribunal Superior de Justicia de Galicia cofirmó la relación laboral de un becario y la empresa denunciada y reconoció que “la diferencia entre las becas y las relaciones laborales es absolutamente difusa, ante la falta de definición normativa”.

Los sindicatos como Comisiones Obreras han hecho guías muy útiles sobre los tipos de becas que existen y los derechos que las acompañan. Incluso, el 20 de febrero hubo una Huelga Mundial de Becarios que este sindicato, junto a otras organizaciones juveniles, respaldó con un manifiesto propio en la que pedían la “elaboración de un marco regulatorio que garantice su calidad, su carácter estrictamente formativo y la existencia de una contraprestación económica suficiente”. En este documento, alertaban de que “la figura de la práctica no laboral se ha convertido, en definitiva, en un inmenso contenedor de abusos, fraude y explotación”.

Podemos: un proyecto de ley contra la precariedad

“Siguiendo los datos de la Comisión Europea, nosotros calculamos que habrá 150.000 becarios en total, aunque no se puede saber exactamente porque no están todos registrados”, asegura Segundo González, portavoz de economía de Podemos. Este diputado conoce bien los problemas de los becarios. Antes de militar en la formación morada fue activista en las organizaciones Juventud sin Futuro y en la Oficina Precaria. En marzo de 2016 se llevó a la Comisión de Empleo del Congreso una Proposición No de Ley que pedía suprimir las prácticas no laborales y las prácticas extracurriculares. Además, pedían una remuneración acorde con el Salario Mínimo Interprofesional y proporcional al número de horas trabajadas. También fijaban un límite del número de becarios en las organizaciones de un 5 por ciento sobre el total de la plantilla. A pesar de que esta propuesta fue recibida de manera positiva en grupos como el PSOE y Ciudadanos, finalmente quedó en papel mojado, como ocurre con muchas propuestas no vinculantes que se aprueban en el Congreso. “Ahora estamos preparando una proposición de ley para evitar que las becas se conviertan en una puerta de salida de los derechos laborales y que los becarios universitarios tengan unas condiciones mínimas”, explica González sobre esta iniciativa que registrarán en las próximas semanas en la Cámara Baja. En mayo, la cifra oficial de becarios en España ascendió a 80.000, aunque este número solo corresponde a aquellos que cobran y, por tanto, cotizan.  

Ciudadanos, Podemos y PSOE están de acuerdo en el diagnóstico: las empresas abusan de los becarios y hay una bolsa de fraude importante en las prácticas no laborales. Sin embargo, las soluciones difieren: “Ante la propuesta de Podemos, nosotros pedimos unificar criterios bajo el paraguas del ‘estatuto del becario’. Estudiar qué rasgos en común tienen estas prácticas no retributivas y delimitar claramente qué es estudios y qué es trabajo”, explica Sergio del Campo, actual portavoz de la Comisión de Empleo que, antes de meterse en la política, fue Subinspector laboral de empleo y Seguridad Social,  por lo que también pone el acento en la falta de inspectores para controlar el fraude. Sin embargo, hay una línea en la que el partido naranja no estaba de acuerdo: “Nosotros no estamos a favor de eliminar el actual modelo de becario, sino de combatir su abuso”.

Con los tres grandes partidos de la oposición a favor de combatir la figura del falso becario, todo parecería indicar que sería posible una negociación en el Congreso que terminase con este problema. Sin embargo, hay que tener otra variable en cuenta: las administraciones públicas (gobierne quien las gobierne) también tienen becarios no remunerados en sus filas, desde ministerios a ayuntamientos. “En el consistorio de Madrid ya estamos trabajando para eliminar esta figura”, responde González preguntado por una información publicada en ABC.es que asegura que bajo el Gobierno de Manuela Carmena se encuentran más de 200 universitarios trabajando 20 horas semanales sin recibir ninguna retribución económica.

La solución del PSOE: potenciar el contrato en prácticas

Con el rescate a la juventud que propuso Pedro Sánchez aún sin concretar, desde las filas socialistas en el Congreso surgen las primeras ideas. “Es indignante que se pueda tener trabajadores a coste 0”, asegura Rocío de Frutos, portavoz socialista en la Comisión de Empleo. Además de acabar con los becarios no remunerados, otra de las posibles soluciones que plantea esta diputada es la potenciación del contrato en prácticas a los jóvenes, “el gran desaprovechado de nuestro mercado laboral”. Este tipo de acuerdos que permite insertar en la empresa a una persona ya formada, tiene un descuento del 50 % de bonificación para el empresario. Sin embargo, ha caído en desuso porque rivaliza con otro tipo de vínculo parecido, “el contrato de formación”, que tiene una bonificación del 100%. 

Aunque en principio este último estaba pensado para jóvenes que no tuvieran titulaciones, desde 2012 el Gobierno permite que accedan a él también personas ya formadas, tal y como argumenta el PSOE en una PNL que presentó en el Congreso el pasado marzo. Esto explica, según la diputada, que entre 2012 y 2014 estos contratos aumentaran un 131%. Para De Frutos, esto hizo que este tipo de acuerdo careciera de sentido y abriera la puerta a trabajadores cualificados a hacer trabajos muy por debajo de sus titulaciones. Por ejemplo, haciendo un contrato de formación en tareas administrativas a un ingeniero aeronáutico. Es decir, le convierte en mano de obra barata: “Hay una estadística que dice que solo un 2% de los trabajadores con contrato de formación que trabajan en empresas se quedan en ellas”, explica De Frutos.

Hay una frase con la que una buena parte de españoles carga: “Estudia para tener un buen trabajo”, especialmente aquellos con menos de 35 años. Por una parte, a los padres les pesa en la conciencia haber prometido a sus hijos algo que finalmente resultó ser falso. Por otro, a los vástagos cuyos años de universidad han desembocado en decepción por haberse estancado un trabajo precario tras años de deambular por distintas becas. Aunque los grupos políticos parecen moverse para atajar esta situación, aún queda un largo camino por recorrer en el plano legislativo.

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Fuente: Cuarto Poder