Alberto Garzón: “Tenemos el fascismo a las puertas” PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Entrevistas
Escrito por Sato Díaz   
Viernes, 26 de Abril de 2019 05:07

Entrevista al coordinador federal de IU y candidato de Unidas Podemos por Málaga España

Último día de campaña electoral. Escenario abierto. Terremoto en las derechas con la batalla desatada por Ciudadanos contra el PP esta última semana, tanto en los debates televisivos como con el fichaje del tránsfuga Ángel Garrido, expresidente de la Comunidad de Madrid, por parte de los de Albert Rivera. En las izquierdas, repunte de Unidas Podemos en las últimas encuestas y brillante último debate de Pablo Iglesias. Por otro lado, Pedro Sánchez, algo desdibujado en el plató de AtresMedia, no se atrevió a dejar claro que el PSOE no pactará con Ciudadanos si dan los números, a pesar de los ataques del dirigente naranja y de las constantes preguntas directas al respecto de Iglesias.

Para cerrar las entrevistas de campaña de cuartopoder.es, hablamos con Alberto Garzón (Logroño, 1985), coordinador federal de IU y cabeza de lista de Unidas Podemos por la circunscripción de Málaga. Unidas Podemos aspira a poder formar gobierno con el PSOE, evitando así que las derechas y ultraderechas lleguen al mismo. La coalición izquierdista cierra hoy su campaña en un acto en Madrid, en el Parque Lineal del Manzanares, a las 20:30 horas. Un acto en el que intervendrán los principales candidatos.

— Curiosa campaña en la que se ha hablado más de los debates que de otra cosa. ¿Qué le ha parecido?

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— Es una campaña anómala, tuvimos la Semana Santa en medio. El PSOE la diseñó así para matarla de sueño. Al final, ha despertado y a través de los debates se han puesto de relieve las diferentes propuestas de las formaciones. Esto es algo que el PSOE no quería, pero finalmente se ha abierto paso. Creo que nos está yendo bien y que hay motivos para ser optimistas.

— La mala educación ha sido la tónica de la campaña y los debates. ¿Hacia ahí se dirige la política en el futuro?

— Creo que la derecha ha sido muy irresponsable en los últimos años, especialmente este último, al introducir un discurso beligerante y belicista que ha superado todas las fronteras del respeto y ha normalizado la barbaridad. Eso ha abierto la puerta a la extrema derecha explícita de Vox, pero ha difuminado las diferencias entre PP, Ciudadanos y el propio Vox.

Cuando se tiene ese tipo de discurso normalizado, se generan una serie de perversiones en el sistema democrático que han hecho que hayamos visto mucho nerviosismo en esa derecha de los debates. Creo que al final, tenemos que ser capaces de enfrentarnos a eso e imponer una cultura política basada en el respeto y en la diferencia, algo que la derecha parece decidida a no hacer.

— ¿Hasta qué punto este tono de crispación en el que se está convirtiendo la política está relacionado con determinados programas de televisión sobre política? ¿Hasta qué punto participar en ellos hace que crezcan estas formas de hacer política?

— Hay una retroalimentación. El otro día alguien decía alguien que Pablo Iglesias había perdido en el primer debate orque había sido aburrido, no creo que fuer así. Cuando se copian las lógicas de los programas de espectáculo y se buscan los zascas antes que el intercambio de reflexiones y propuestas, se contamina la política de una lógica muy perversa en la que todo caduca muy pronto. Nosotros queríamos salir de esto en el debate, Iglesias hizo un debate magnífico en el que expuso muchas propuestas sin entrar en ese tono.

El mundo del periodismo tiene que hacer su reflexión de cómo sirve de canal a posiciones políticas absolutamente basadas en el odio irracional. Aunque den audiencia y dinero, evidentemente comprometen no solo a la democracia, sino también al propio periodismo.

— Esto ha ayudado a exacerbar un clima de crispación política y social. El otro día, junto a un cartel electoral suyo en Puebla de Almoradiel, aparecieron 16 animales muertos colgando

— Tengo la sensación de que está despertando un franquismo sociológico que estaba latente dentro del PP y Ciudadanos. Ahora se ha venido arriba y es contemporáneo de la hora reaccionaria que asola a todo el mundo, desde Trump, hasta América Latina, Europa… Se trata de gentes que desprecian lo nuevo, los avances sociales, el matrimonio entre personas del mismo sexo, al aborto, a las mujeres feministas… Todo eso se está articulando en torno a un vector, el nacionalismo. Esta puerta la han abierto Ciudadanos y PP, pero la está rentabilizando la extrema derecha, que es coherente con sus principios como un modelo según el cual todo lo que no caiga en su estrecha definición de España, es la antiespaña, el enemigo interior y el traidor.

Esto lleva a acciones como esta. Hay más, no son pocas. Nos han pintado las sedes de Antequera en Málaga y de otros muchos sitios, nos han boicoteado propaganda colocada en farolas. Dejarnos los animales muertos es un mensaje de que, para ellos, somos gente que puede ser excluida y nos ponen al mismo nivel que ponen a los animales. Es un peligro muy grande, tenemos el fascismo a las puertas.

— Frente a esto, desde IU han propuesto una campaña que versa sobre «el hilo rojo de la historia». ¿Cuál es el grosor de ese hilo rojo ahora mismo? 

— Creo que hay que entender que nuestra candidatura, Unidas Podemos, aglutina distintas tradiciones políticas pero es representante, en última instancia, de largas décadas de luchas, hilos de luchas que han peleado por un avance social, por derechos sociales, económicos y laborales. El hilo rojo es fuerte.

Además, se entrecruza con el morado del feminismo, el verde del ecologismo y se fortalece gracias a ese mestizaje. Esa unidad que hemos construido entre Podemos e IU y otros actores es irreversible e irrenunciable. Cualquiera que defienda lo contrario está haciendo un favor indirecto a esa derecha y fascismo que está a las puertas.

— Vox está llenando sus actos de campaña. ¿Cree que hay un voto oculto que va a sorprender? 

— Creo que en el ecosistema de la derecha hay placas tectónicas que se están moviendo. Hay mucho reaccionario, porque nuestro país ha estado gobernado a través de un sistema político en el que el franquismo no había sido destruido, había mutado y se había camuflado. Ahora mismo, está emergiendo con una fuerza enorme y está dando muchos problemas a las estructuras de los partidos tradicionales de las derechas, PP y Ciudadanos.

Existe un voto oculto, se nutre de muchos factores, pero no cabe ninguna duda de que hay instituciones de la sociedad civil, entre ellas instituciones muy reaccionarias de la Iglesia Católica, que están maniobrando porque se han sentido ofendidas por la gestión del PP en cuestiones como vender el Banco Popular al Banco Santander. Todo esto está operando y tenemos que estar preparados para un escenario mucho más peligroso del que nos habíamos imaginado.

Aún así, con cautela, sabemos que llenar lo mítines no es una garantía suficiente de un gran resultado electoral. Aunque eso suceda, las cosas pueden cambiar rápido. Nosotros estamos haciendo una campaña en positivo, explicando nuestras propuestas y dejando claro que Unidas Podemos es la mejor candidatura para defender los derechos de la clase trabajadora y frenar a ese fascismo.

— Tras las elecciones andaluzas, en la comparecencia conjunta que hicieron Iglesias y usted para valorar los resultados, Iglesias llamó a crear un frente antifascista. ¿Cree que hay que prepararse para eso?

— No creo que sea necesario usar esos términos. Precisando, Vox no es un partido fascista como tal. Lo exacto sería llamarle neofascismo, no hay que hacer un drama si se le llama fascismo, tal y como me estoy refiriendo a él en esta entrevista. No es un problema de etiquetas, está emergiendo una derecha reaccionaria no solo en España, sino en todo el mundo. Aquí tenemos esta expresión política, Vox. Tenemos que dar la batalla contra ese movimiento político independientemente de cómo lo llamemos. Exactamente, fascismo es un movimiento político concreto con unas características peculiares que corresponden al siglo pasado, pero, sin duda, esto se le parece mucho y es muy peligroso.

— Iglesias durante esta campaña ha hecho referencia a que «las cosas se cambian con el BOE en la mano» expresando la voluntad de entrar en un gobierno con el PSOE. ¿IU entraría en este gobierno?

— Nosotros nos presentamos para gobernar. No tenemos la ambición de presentarnos para ocupar una posición en el Congreso, simplemente. Queremos gobernar y nuestro objetivo es gobernar teniendo la mejor correlación de fuerzas posible. Eso es algo básico de comprender.

Ahora mismo no manejamos ningún escenario hipotético sobre qué pasaría el día de después. De momento, vamos a tratar de sacar el mejor resultado posible y, a partir de ahí, valoraremos las opciones. Me temo que el PSOE, antes de la posibilidad de gobernar con Unidas Podemos, está planteándose seriamente una alianza con Ciudadanos para tratar de repetir lo que no consiguieron en el 2016.

— En la XI Asamblea Federal de IU, cuando usted resultó elegido coordinador federal de IU en el verano de 2016, hablaba de que tenían que dejar de ser la izquierda del sistema para ser una fuerza impugnatoria del sistema. Ponían como ejemplo que el gobierno compartido en Andalucía entre el PSOE e IU no había funcionado. ¿Al haber cambiado el escenario político, sigue manteniendo esto?

 

— Ha cambiado el escenario político, pero seguimos diciendo que no tenemos que ser la izquierda del régimen, entendiendo el régimen como una articulación de poderes, no solo institucionales, sino orgánicamente en el país. Nosotros somos algo que se sale de los estándares tradicionales por los que se ha movido la política desde hace 40 años, porque denunciamos la situación corrupta que existe en las relaciones entre las grandes empresas y partidos políticos, dentro de la judicatura, denunciamos a la monarquía, denunciamos a instituciones consolidadas que representan ese orden de las cosas que hemos convenido en llamar Régimen del 78.

Sería hacer un análisis trivial y caricaturesco pensar que esa visión de impugnación al régimen se traduce en la necesidad de volver a una especie de cueva y aislamiento puritano que nos impida gobernar. Tenemos que estar abiertos a cualquier posibilidad. Sigo pensando que el gobierno conjunto de Andalucía se hizo mal, no tanto porque fuera un acuerdo de gobierno, sino por el contexto concreto, la correlación de fuerzas que existía y una serie de elementos que no son extrapolables a ningún otro momento histórico, ni previo ni anterior. Ahora mismo, hay que ser conscientes de que nuestro objetivo no es entrar en gobiernos, sino en conseguir la fuerza suficiente para que, al día después, tomemos la decisión que tomemos, tengamos capacidad de intervención.

— ¿Es hoy revolucionario defender la Constitución del 78?

— Esto es un punto necesario. En algunos sentidos, sí. Las constituciones son la cristalización de la correlación de fuerzas en algún momento histórico determinado. La Constitución del 78 no es un producto homogéneo, es un producto muy contradictorio en algunos puntos. Es la expresión de una fuerza que era poderosa, como la del movimiento obrero y una fuerza democratizadora que conquistó derechos sociales como la sanidad pública, la educación, el derecho a la vivienda o el derecho al trabajo en la propia Constitución, pero al mismo tiempo había una fuerza también lo suficientemente poderosa como los estertores del franquismo, que aportaron un peso muy específico a la hora de la plasmación en la Constitución del 78.

Con el tiempo, lo que ha prevalecido, es decir, lo que llamaríamos constitución material, han sido los requisitos y condiciones que puso el régimen franquista y no se han cumplido los aspectos sociales. Esto, desde la Constitución del 78 y los Pactos de la Moncloa, siempre ha sido la misma historia. Ahora, tenemos un discurso que dice que queremos cambiar la Constitución, derogar el artículo 135 e ir hacia una forma federal de Estado, sin monarquía, republicana. Al mismo tiempo, hacemos pedagogía diciendo que es una hipocresía que algunos se llamen a sí mismos constitucionalistas cuando hay muchos artículos que si se cumplieran, ya estaríamos avanzando en gran medida, aunque no sería la resolución de todos los problemas políticos.

— También en la XI Asamblea Federal hablaban de superar IU. ¿Son las últimas elecciones en las que IU se presentará antes de haber mutado en otra cosa? ¿Cómo ve el proceso de superación de IU?

— Hablamos de superar IU como partido político. Yo he repetido durante muchos años que lo importante es la revolución y no las siglas desde las que se haga. Todo es una metáfora de que, al final, tenemos que transformar la sociedad, que el instrumento sea lo mejor posible. Por eso, hemos estado cambiando y adaptando IU para que esté más conectada con los movimientos y conflictos sociales, algo más allá que ser un partido político que se presenta a las elecciones, aunque lógicamente somos un híbrido entre ambas posiciones, porque también tenemos el objetivo de capturar el mayor espacio institucional posible.

Volvemos a subrayar, todo depende de los contextos y de la correlación de fuerzas, pero nuestro objetivo es decir que la unidad es irrenunciable e irrevocable. Hemos visto algunos procesos que no han avanzado tanto como nos gustaría en el ámbito de la unidad electoral. No nos contentamos con la unidad electoral y creemos que tiene que haber una unidad más allá de las elecciones. Desde luego, hemos visto algunas situaciones críticas, en los últimos meses, de posibles rupturas de la unidad. Conmigo no se va a contar para fragmentar más la izquierda.

— Hablaba de superar la forma de partido político. Vemos cómo en los barrios obreros, los barrios populares, es donde mayor abstención hay. La campaña la están dirigiendo, en gran parte, en dirigirse a estos sectores populares. ¿Hasta qué punto la izquierda no ha penetrado en estos barrios? Y, más allá de la campaña, ¿qué se puede hacer para penetrar en ellos?

— Entender que la política no se constituye solo en el ámbito electoral, aunque tiene su importancia y su fuerza, sino que también se constituye en el espacio de la sociedad civil. Esto la derecha lo sabe muy bien, y no ha necesitado leer a Gramsci. La derecha lo ha hecho muy bien con la existencia del Opus Dei, de redes económicas, políticas y sociales que alcanzaban desde el Banco Popular, hasta redes de colegios e institutos. España es un país con gran presencia del pensamiento franquista porque la derecha tiene conquistados grandes espacios de la sociedad civil.

La izquierda, en cambio, que tenía una gran fuerza en la sociedad civil a través del movimiento obrero, de los sindicatos o de las asociaciones de vecinos, ha ido relegando las fuerzas y determinados espacios hacia el ámbito electoral, perdiendo un elemento imprescindible para transformar la sociedad. Tenemos que ser conscientes de que no estamos ante un problema coyuntural, es estructural la desarticulación de redes de activistas de izquierdas en los barrios populares. Tampoco idealicemos el pasado, en el franquismo tampoco existía esto y, de hecho, no se rompió con el franquismo porque estas redes no eran lo suficientemente fuertes. El objetivo político tiene que ser complementar lo electoral con una lucha en la sociedad civil y, al mismo tiempo, que esta alimente la lucha electoral.

Esto es muy importante y desde IU Federal hemos defendido siempre este trabajo y somos contrarios a posiciones izquierdistas de renuncia a la lucha institucional o a posiciones carrillistas de renuncia al espacio de la sociedad civil. Somos conscientes de que hay que trabajar en ambos espacios.

— Vemos cómo las derechas y ultraderechas agitan el fantasma de la inmigración. ¿Hasta qué punto la inmigración es fundamental, por ejemplo, para sostener las pensiones

— Una cuestión es el ámbito de la racionalidad, de los datos objetivos de lo que ha ido sucediendo, y otra cosa es la cuestión subjetiva, esencialmente propagandista. En España, tenemos unos niveles de inmigración extraordinariamente bajos, tanto en comparación con Europa como en comparación con el año 2006. Aún así, se sobredimensiona el efecto de la imigración porque tiene un objetivo de naturaleza política para articular fuerzas reaccionarias.

Nosotros decimos, al mismo tiempo, que la realidad no es la que vende la derecha, pero, sobre todo, defendemos que la inmigración es necesaria en nuestra sociedad porque, entre otras cosas, nosotros no hacemos distinciones por el lugar de nacimiento de las personas, sin, por ello, excluir que somos conscientes de las tensiones sociales que se pueden generar por los choques culturales. No se puede admitir, de ninguna manera, la idea de «no cabemos todos», que abren la puerta a la xenofobia. El sistema público de pensiones, por ejemplo, no tiene ninguna relación con la inmigración, ni en positivo ni en negativo, tienen relación los salarios altos para las cotizaciones altas, independientemente del origen de quienes coticen. Cuanta más gente mejor, por lo tanto, en ese caso, se podría decir que la inmigración podría tomar un rol positivo en ese punto.

— Ayer, en El País, el comisario de Asuntos Económicos y Financieros de la UE, Pierre Moscovici, hablaba de que es el momento de subir los salarios. ¿Cómo valora esta iniciativa y que, además, venga de él?

— Fundamentalmente, la UE es la principal responsable del proceso de empobrecimiento de la sociedad y de la rebaja salarial que hemos vivido en las últimas décadas. Esto es consecuencia de una línea política e ideológica que consiste en pretender que España sea competitiva por la vía de los bajos salarios. Eso lo dicen el Banco de España y las instituciones internacionales. Esta voz de Moscovici, vamos a pensarlo en términos positivo, parece que surge como un reconocimiento de errores. Si está dispuesto a asumir con coherencia esta afirmación, tiene que ser capaz de criticar el modelo de austeridad neoliberal impuesto desde hace tantos años.

La lógica es imperiosa, los salarios han subido un 0,8% y los beneficios empresariales un 63%. Esto significa que ha aumentado en nuestro país la desigualdad de clase de una forma tremenda y que la solución pasa por mejorar los salarios entre otras cosas.

— Hay índices de que llega una nueva crisis económica internacional. En España, además, vemos cómo el consumo eléctrico está bajando, el nivel de exportaciones también… ¿Estamos preparados para afrontar lo que viene? 

— Se está gestando una crisis desde hace unos años como consecuencia de la burbuja ocasionada por las políticas monetarias del Banco Central Europeo, que en vez de atender a los problemas reales de la economía productiva, resolvió poniendo parches a la crisis a través de una política monetaria de financiación al sistema financiero, fundamentalmente, en vez de financiar a los estados para que pudieran trabajar contra el desempleo o la precariedad. Lo que hizo fue incrementar las actividades de financiación del sistema financiero, aumentando la deuda pública. Eso ha ayudado a acelerar un proceso especulación financiera, pues se han multiplicado los activos financieros en Europa, y eso explotará tarde o temprano.

Hay otros factores que influyen, como la guerra comercial entre Estados Unidos y China, los precios del petróleo, la crisis energética… No cabe ninguna duda de que cuando llegue esa crisis, España no estará preparada porque no ha hecho los deberes. Los gobiernos del PP se han dedicado a bajar los salarios para buscar competitividad al modo chinarizado, hasta China ha cambiado estas políticas. Vamos a un escenario de crisis que tendrá implicaciones políticas fundamentales y me temo que, en última instancia, será una batalla política entre un ecofascismo y el socialismo.

La derecha, mediante el ecofascismo, intentará hacer un cierre social, un concepto de Max Weber que implica la protección de determinados grupos frente a los exteriores. Ya lo estamos viendo en Estados Unidos, donde los más ricos pretenden cerrar las fronteras frente al cambio climático, una nueva consciencia ecologista desde posiciones reaccionarias excluyentes. Eso se abrirá paso en Europa tarde o temprano. Frente a eso, lo único que queda es socialismo, es decir, ser capaces de hacer procesos colectivos tanto en los medios de producción como en la vida cotidiana.

— Para terminar, en campaña proponen garantizar los derechos sociales. Desde las derechas y ultraderechas les rebaten diciendo que todo eso hay que pagarlo y que su propuesta es subir los impuestos a las clases medias. 

— La propaganda de las derechas siempre ha sido la misma: negar el papel que tiene el sistema impositivo en la financiación de los servicios públicos. Nosotros proponemos bajar los impuestos a las clases populares, por ejemplo, bajando el IVA. Desde luego, proponemos subir los impuestos a las clases altas mediante el IRPF y el impuesto de sociedades, así como evitar los beneficios fiscales por los que las empresas pagan tipos reducidos.

Por otro lado, somos partidarios de igualar las rentas del capital a las rentas del ahorro, es decir, un sistema fiscal totalmente progresivo de forma integral y que sea capaz de defender los servicios públicos a través de una financiación suficiente. Esto hay que acompañarlo con la reversión de las subcontrataciones, de los conciertos privados, etc. Todo ello, tiene que confrontarse con ese discurso propagandístico de la derecha que pretende ignorar que, cuando una persona pobre tiene tres euros más en el bolsillo porque le han hecho alguna rebaja, lo que está perdiendo es en la calidad de las pensiones, sanidad, educación…

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Fuente: Cuarto Poder