Dilapidando las joyas de la corona Imprimir
Opinión / Actualidad - Economía
Escrito por Manolo Saco en Público   
Sábado, 12 de Marzo de 2011 07:18

Privatización de empresas públicasCuando el sindicalismo del XIX conquistó sus derechos y métodos definitivos de lucha, con la huelga como instrumento, apenas existía una clase media. Los frentes estaban entonces perfectamente delimitados entre patronos y obreros. Con la sociedad de consumo, un tercer actor entró en escena, la clase media, que trastocó el paisaje del campo de batalla.

 

Ser sindicalista hoy es una labor de encaje, pues el tercero en discordia exige también sus derechos, no siempre en sintonía con los de los trabajadores en huelga. El caso más llamativo es el de las huelgas en el transporte público, donde las patadas dirigidas al patrón van a parar inevitablemente al culo de los usuarios del servicio.

 

En el caso de la huelga anunciada por los sindicatos de AENA, en lucha contra una privatización parcial de la empresa que podría alterar las condiciones de trabajo de sus empleados, subsiste un motivo añadido: el criterio utilizado por el gobierno para deshacerse, una vez más, de las joyas de la corona del Estado, la venta de empresas públicas, como sucedió con ENDESA, Tabacalera, REPSOL, Telefónica y Argentaria.

En las conversaciones comenzadas ayer, los sindicatos exigen que se respeten las actuales condiciones laborales y salariales de los trabajadores. Todavía no hay acuerdo, pero ni el gobierno puede permitirse el colapso de la industria turística en las fechas clave del comienzo de las vacaciones de Semana Santa y de verano, ni los sindicatos pueden pagarse el tener en su contra a toda la opinión pública. Cuando se pongan de acuerdo en las condiciones de trabajo, que lo harán, no me cabe duda, ¿abandonarán entonces el otro frente, el de la defensa de la empresa pública?

Meditación para hoy:

Ayer hablábamos de expertos. Por ejemplo, de Ana Botella, concejala de Medio Ambiente del ayuntamiento de Madrid, que tiene una idea lejana del problema del calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero. Pero lo mejor estaba por venir.

Ayer, en la Asamblea de Madrid, el Consejero de Transportes (a ver, que estáis un poco dispersos, repito: el Consejero de Transportes, no el de Deportes o de Sanidad) ¡no sabía que en Madrid existe un abono de diez viajes conocido como Metrobús! Para mayor torpeza se mofaba del socialista Modesto Nolla, que se había quejado de la negativa de la Comunidad a abaratar un 5% el precio del abono. En un estilo que debió de parecerle ingenioso, a juzgar por el tono de chanza que empleó, se oyó la voz del experto en aquel inmenso templo de la política: "¿Qué título utiliza usted para coger el transporte público? Creo que no lo coge nunca porque el Metrobús yo creo que no existe, y entonces, si usted tiene el título del Metrobús... ¡Pues nos vamos todos!... ¡Qué no existe!"

Lo más tremendo (del latín, que hace temblar de miedo) es que sus compañeros de escaño, en lugar de avisarle disimuladamente con tosecitas nerviosas, pataditas en la espinilla o alguna chuleta oportuna de que estaba metiendo la pata hasta el corvejón, optaron por reírse a grandes carcajadas y celebrarlo a palmetazos en la espalda y aplausos toreros. Una fiesta, vamos. El club de la comedia en plena ebullición. Quizá la mejor representación de la conjura de los necios. Entre los que más celebraban la ocurrencia bochornosa estaba la élite del gobierno regional, el vicepresidente Ignacio González, el consejero de Presidencia, Justicia e Interior, Francisco Granados, y la presidenta, Esperanza Aguirre. ¡Ninguno de ellos conocía el Metrobús! ¿Cómo van a rebajar, se preguntaban ellos entre risotadas, lo que no existe?

Definitivamente, los expertos nos tienen rodeados. Como decía el marxista Groucho, si nos encuentran estamos perdidos. Pero, ¿cómo vamos a estar perdidos si nos encuentran?