Gas, burbojas y geopolítica PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Ecología y Medio Ambiente
Escrito por Medio ambiente Sol   
Martes, 13 de Mayo de 2014 06:03

Parece que Europa abre sus puertas al fracking. Esta polémica técnica de extracción de petróleo y gas, de la que nadie había oído hablar hace apenas diez años, parece ser la panacea con la que EE.UU. alardea de independencia energética, y que pone los dientes largos a Europa, cada vez más dependiente del gas ruso.

 

Como ya sabréis, el fracking consiste en inyectar en el subsuelo enormes cantidades de agua combinada con arena y productos químicos bastante agresivos para fracturar el estrato rocoso que encierra el gas o el petróleo, favoreciendo así su salida hacia el exterior. Quienes defienden la implantación de esta técnica en Europa aseguran que en EE.UU. el fracking ha supuesto una auténtica revolución, que ha situado al país al borde de la independencia energética y que supuestamente le permitirá pasar de ser importador a ser exportador neto de petróleo y gas en un futuro cercano, con todas las consecuencias económicas y geopolíticas que ello conlleva. Sin embargo, algunas veces los grandes medios no tienen más remedio que hacerse eco de las consecuencias que la técnica acarrea, como la grave contaminación de los acuíferos en Texas, donde el agua subterránea es el único agua potable. Merece la pena recordar, ya que España es un país semiárido, que un acuífero se mueve a una velocidad media de un metro al año. Es decir, que si un acuífero es contaminado, la humanidad no vivirá para verlo limpio y poder usarlo.

De hecho, muchos de los acuíferos españoles más productivos ya están contaminados. Un claro ejemplo es la huerta del levante: consta de dos acuíferos, uno superficial, otro subterráneo. El superficial está lleno de pesticidas y fertilizantes por la industria del cítrico, por lo que es inservible. Por lo tanto, los levantinos han de extraer el agua (agua de boca,  uso agrícola, etc.) nada menos que de mil metros de profundidad.

Imaginemos que un proyecto de fracking llega a Castellón. Si el acuífero profundo se contaminase, no habría más naranjas levantinas por los siglos de los siglos. Amén.

Y es que no se trata de fracking sí o fracking no, se trata de para qué queremos ese gas, y qué estamos dispuestos a arriesgar por ello.

Dejando de un lado la parte ambiental, existen serias dudas sobre su rentabilidad económica. Y esto no lo dicen sólo los grupos ecologistas, sino también la propia industria: En agosto de 2012 Rex Tillerson, consejero delegado de Exxon Mobile, denunciaba en The New York Times que en el negocio del gas de fracking “todos hemos perdido hasta la camisa”, y en 2013 era Peter Voser, en el momento de cesar como consejero delegado de Shell, quien reconocía al Financial Times que de lo que más se arrepentía era de haberse metido en el fracking. Como dice Antonio Turiel en su blog The Oil Crash, “en el frenesí del fracking en los EE.UU. se ha priorizado el cash inmediato por encima de la rentabilidad a largo plazo, asumiendo unas condiciones económicas (que los costes irían bajando y que los precios irían subiendo) que finalmente no se han dado”.

Así pues, si la explotación de gas mediante fracking no es rentable a largo plazo, ¿por qué los medios de comunicación y ciertos técnicos nos siguen vendiendo las supuestas maravillas de esta técnica? ¿Por qué nuestro ministro de Industria, José Manuel Soria, defiende a capa y espada la implantación del fracking en España? Pues porque sí, el fracking generará dinero a corto plazo, como lo generaron el oro durante su fiebre, o la inmobiliaria con su burbuja, pero lo que no nos cuentan, es lo que pasará depués de que todo se desinfle, que lo hará. ¿Podría ser que la llamada “revolución del fracking” sea sólo la última burbuja financiera orquestada por Wall Street, como lo fueron los créditos subprime? Al igual que en la venta de inmuebles, el negocio no estaría en la casa en sí, sino en la hipoteca, y no en la extracción del gas, sino en la especulación en las concesiones y compra de tierras, en atraer capitales y hacer subir el valor de las empresas y el precio de las tierras en cartera, o en la producción masiva de nuevos productos financieros “fracking” (Barclays, mayo de 2011) para colocarlos en los mercados de inversión. Al desinflarse la economía estadounidense, los especuladores estarían tratando ahora de inflarla de nuevo en Europa. Sin embargo, los macro-proyectos de perforación en el Reino Unido (46.000 pozos) o en Polonia, están siendo rápidamente abandonados, puesto que las empresas concesionarias ya empiezan a darse cuenta de su baja o nula rentabilidad.

Por otro lado, cabe la posibilidad de que el impulso que se pretende dar al fracking en Europa forme parte de un intento desesperado por parte de EE.UU. de reducir la dependencia europea del gas ruso (el 26% del gas y el 40% del petróleo que consume Europa viene de Rusia). Esta dependencia es especialmente notable en los países de Europa del este, y está propiciando el aumento de la influencia rusa en toda la región, amén de una buena inyección de divisas que coloca a Rusia de nuevo en el ranking de los países ricos. Y eso no gusta.

Gracias al gaseoducto ruso South Stream, que previsiblemente estará en funcionamiento en 2015, Hungría, Serbia y Bulgaria han estrechado sus relaciones con Moscú. Para tratar de evitar esto, EE.UU. proyecta también la exportación de sus propios excedentes de gas de fracking a Europa, lo cual implicará realizar costosísimas inversiones para construir las instalaciones de licuefacción del gas que permitan su exportación a Europa en buques metaneros. La guerra del gas está servida…

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Fuente: amas15m.wordpress.com