Los 'fugaos' PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - Semblanzas / Biografías
Escrito por Raúl del Pozo en El Mundo   
Martes, 11 de Octubre de 2011 04:16

Gerardo IglesiasLos candidatos agujerean el cemento del cohecho recordando que somos hijos del sol a sol. Rajoy, en Málaga, ha dicho que su padre se levantaba a las cinco para ayudarle a preparar oposiciones. Rubalcaba ha prometido: un político, un sueldo o adelgazar las administraciones. Los dos partidos tienden a esconder las tarjetas doradas de sus presidentes, jarrones de la dinastía Ming. Apenas se inició el veranillo del membrillo hicieron striptease con sus garajes. El gobernador del Banco de España por fin vio que los que desvalijaron las cajas se pusieron pensiones astronómicas.

¿Acaso todos, políticos, putañonas y boticarios, son iguales? No. Algunos se pasaron la vida arrastrándose para estar de pie. He ahí Gerardo Iglesias, ex minero, ex diputado, ex dirigente del PCE, fundador de Izquierda Unida. Éstos son sus bienes: un interminable dolor neuropático. Nació minero, morirá inválido. Fue guaje tamborilero de Novecento, cuando los pájaros cantaban madrigales rojos en Hunosa, después trabajó en la política, luego otra vez la mina; por último, seis operaciones de columna.

 

Ayer salió del pozo del dolor, empujado por sus compañeros de partido, para presentar un libro sobre los fugaos en la boca del lobo de la mina, por donde salían tiznados con los ojos de muertos y la luz en la frente. Ha metido pólvora en un libro para homenajear a los enterrados en los basureros de la Historia. Los aniquiló Franco, pero los dirigentes de dacha jugaron con esos peones al ajedrez en los hoteles del frío, abandonándolos en las tapias cuando Stalin dio la orden de acabar la guerrilla. Gerardo narra en un gran libro para la Historia, para la ONU, para la universidad, la verdadera historia de los fugaos sin cruz y sin piedra.

Hablo con él horas antes de que presente en La Tejera, Langreo, Por qué estorba la memoria. Represión y guerrilla de Asturias, 1937-1952. Explica que es un abrazo a las víctimas. «Muchos de los sucesos pasaban cerca de mi casa, que era un punto de apoyo». En el viaje descarnado hacia atrás cuenta cómo las víctimas callaron por miedo, porque incluso los partidos de izquierdas asumieron que no había que hablar del pasado. En las 22 biografías de guerrilleros, enlaces y familias, escondidos en hórreos y cuadras, descubrimos cómo les aplicaban la ley de fugas o los mataban a palizas.

El libro es escalofriante, riguroso. Menos mal que Gerardo me recuerda que no todo en su vida ha sido dolor. Evocamos con melancolía sus noches de Madrid cuando al llegar el alba no tenía otra bandera que una sábana. Lo oigo en la nostalgia cantando «¡Dispierta ricura, / paxarín del alma, / que yá se ximielga / ner corral la vaca¡». Apenas bebía un cubata en el Bocaccio y Carrillo lo llamaba borracho. Sólo era un guerrillero de alcobas. Junto a Paco Rabal y Cuco Cerecedo, el más grande seductor que he conocido.