Galicia, laboratorio franquista Imprimir
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Escrito por Manolo Rodríguez   
Jueves, 16 de Abril de 2015 05:48

La comunidad fue utilizada tras la Guerra Civil como un banco de pruebas en el que ensayar estrategias de control y apoyo social que después se establecieron en otras zonas del Estado

La rapidez con la que se produjo la sublevación militar franquista en Galicia y la presencia de un numeroso sector de la población contrario al levantamiento, otro que se mantuvo indiferente y otro que lo apoyó provocaron que la comunidad se convirtiese en un laboratorio donde se desarrollaron fórmulas para controlar a los descontentos y otras con las que se pretendía generar apoyo social y acatamiento al régimen. Después, estos ensayos se extendieron al resto de poblaciones según eran liberadas. Este planteamiento lo recoge el libro dirigido por Julio Prada ‘No solo represión. La construcción del franquismo en Galicia’

 

“Frente a la propaganda oficial, que insistía en mostrar un país unánimemente identificado con la obra redentora del Caudillo, se alza una realidad compleja y poliédrica, en la que las inquebrantables adhesiones se entremezclan con importantes segmentos de oposición y con una multiforme masa de pasivos y no comprometidos a los que el régimen intenta atraer por las más variadas fórmulas”.

Estas frases, extraídas del libro coordinado por el historiador ourensano Julio Prada No solo represión. La construcción del franquismo en Galicia, revelan lo que sucedió en la comunidad gallega tras el golpe de estado de Franco. A través de una decena de ensayos, escritos por otros tantos autores, se aborda desde diferentes perspectivas que el franquismo no se impuso “exclusivamente por el ejercicio de una despiadada violencia”. Hubo más.

“En Galicia tenemos muy bien estudiada la represión franquista y nos parecía el momento de pasar a otros temas distintos a la represión. El título del libro resume una idea central que queremos transmitir y es que el franquismo en Galicia y en el resto del estado no solo se edifica gracias a la represión, sino también por su actuación en determinados aspectos: desde unos importantes apoyos sociales, hasta la propaganda, la escuela, el apoyo de la Iglesia? Solo con represión no se puede construir un sistema político”, resume Julio Prada.

El libro, que será presentado mañana en la Facultade de Historia de la Universidade de Santiago en un acto organizado por el grupo de investigación Hispona, aborda el proceso de implantación, consolidación y posterior evolución del régimen franquista en Galicia entre 1936 y 1957 desde diversas facetas: la política; el cine; la iglesia; la infancia; los sindicatos; la propaganda, los medios de comunicación o la sección femenina de Falange.

Una idea que se repite en la decena de capítulos es que la comunidad gallega fue utilizada como un banco de pruebas. Un laboratorio en el que se diseñaron fórmulas de control y de generación de apoyo social hacia el régimen que después se establecerán en otras zonas del Estado conquistadas con el avance de la Guerra Civil.

“En Galicia, transcurrida una semana, caemos dentro del bando sublevado. Desde el principio aquí se ensayan estrategias a través del ensayo-error que luego se extrapolan a otras zonas”, explica el profesor, quien matiza que en otros territorios del Estado sucede algo similar, pero no presentan esa dualidad que existe en Galicia a favor y en contra del franquismo. “Esto no es Valladolid, Salamanca o Navarra donde hay miles y miles de personas que se identifican en cuerpo y alma con lo que representan los que dan el golpe de estado y apenas había una oposición. Aquí hay una dualidad muy marcada”, reconoce.

Según Julio Prada existen varios ejemplos de que Galicia fue utilizada como un laboratorio: en la creación de los ayuntamientos; en el desarrollo de las milicias; en el papel de la Iglesia; en el ámbito sindical?

“En el poder local, aquí se ensayan distintos modos de cómo van a crear los ayuntamientos, qué gente tiene que entrar en los ayuntamientos? Los que entran dos días después del golpe de estado no son los que luego, una semana después, con el bando de la Junta de Defensa Nacional, van a estar en los ayuntamientos”, afirma.

En el ámbito de las milicias, hay zonas de Galicia, como por ejemplo en Ourense, donde las autoridades militares tienen un control absoluto, férreo, “en donde casi no se les escapa nada”, mientras que en otros lugares el ámbito de actuación y autonomía de estas milicias es mayor. “E incluso son un contrapoder con respecto a los propios militares”, confirma Prada.

La Iglesia también fue utilizada como un banco de pruebas. Sobre todo por la lucha existente entre la Iglesia tradicional, que viene de la época de la Restauración, y la de la época de Primo de Rivera.

Y cuando el franquismo destruye todo el tejido asociativo que procedía de la Segunda República, se ensaya con la posibilidad de contar con personas vinculadas a los antiguos sindicatos.

¿La idiosincrasia gallega afectó a este laboratorio del franquismo? “No es algo que aparezca, pero en el ámbito del poder local o del asociacionismo sí que es relevante la realidad geográfica y social de Galicia. Aquí, la vida de la gente en los años 30 en el mundo rural, y hay que recordar que Galicia era un 80% rural, gira alrededor de la parroquia”, afirma Prada. Por eso, los diferentes poderes, los sindicatos, el asociacionismo, la Iglesia? se tuvieron que adaptar a esta realidad parroquial que es diferente a la que existía en otros lugares de España donde la parroquia no funcionaba como eje de la vida de las personas.

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Fuente: La Opinión A Coruña