La fosa del olvido en un pueblo de Navarra Imprimir
Nuestra Memoria - Las fosas de la Memoria
Escrito por Un paseo por la memoria   
Jueves, 27 de Febrero de 2014 00:00

larragaVamos a recordar una historia similar a tantas otras ocurridas en la Guerra Civil Española. Tuvo lugar a mediados de agosto de 1936 en un pueblo de Navarra llamado Larraga. Una niña de siete años llamada Josefina dormía cuando de repente aporrearon la puerta de su casa en mitad de la noche. La Guardia Civil, un falangista y un requeté, venían a buscar a su padre Vicente Lamberto por haber pertenecido a la Unión General de Trabajadores durante la Segunda República.

 

Su hija, una jovencita de 14 años llamada Maravillas, quiso acompañarle para asegurarse de que estaba bien. Los llevaron al Ayuntamiento y allí encerraron a Vicente en los sótanos. A Maravillas la llevaron a secretaría y la violaron entre todos una y otra vez. Después ambos fueron fusilados. A Vicente le enterraron en una fosa, pero el cuerpo de Maravillas fue encontrado sin ropa en medio de un descampado. Los perros la habían mordido y los campesinos la rociaron con gasolina y la quemaron.

 

A partir de ese momento, Josefina, su hermana Pilar y su madre Paulina, fueron despreciadas por todos sus vecinos. Sus tierras fueron expropiadas y les despojaron de todas sus posesiones. Un año después no aguantaron más y abandonaron el pueblo. Mientras lo hacían, Josefina vio lo que un día había sido su hogar y recordó la última vez que fue feliz: su padre volvía de trabajar el campo y ella fue corriendo a encontrarse con él en el camino. Vicente la aupó y la subió a su querida yegua. Ahora su padre estaba muerto y su yegua se encontraba en el establo de sus asesinos.

 

15Josefina, de rosa, contempla la prospección llevada a cabo en Iruñela para intentar hallar los restos de su padre. Foto: El Informador

A partir de entonces, sumidas en la pobreza, si querían llevarse algo a la boca tenían que ampararse en las limosnas o ir a un comedor social en el que debían cantar el “Cara al Sol” antes de que les sirvieran la comida. Josefina decidió meterse a monja cinco años más tarde porque quería ayudar a los niños necesitados. Su madre nunca lo comprendió. Su padre era uno de los “rojos” de la lista confeccionada por los curas de Larraga. Josefina tardaría años en comprenderlo y arrepentirse, de modo que siguió adelante. Por sus antecedentes familiares fue trasladada a un convento de Pakistán y las monjas la trataron como a una esclava durante más de cuarenta años. En su lecho de muerte su madre quiso despedirse y reconciliarse con ella, pero Josefina no llegó a tiempo. Nunca pudo pedirla perdón.

Tras morir Franco, Josefina quiso comenzar la búsqueda de los restos de su familia asesinada. La superiora del convento no se lo permitió porque alegaba que “algo harían para haber sido fusilados”. En 1992 Josefina perdió su vocación religiosa y desde entonces no ha cesado en su empeño por intentar enterrar a su padre y a su hermana. Hasta ahora no lo ha conseguido. Siempre ha sido ignorada y nunca ha recibido una subvención. La Ley de la Memoria Histórica no le sirvió de nada y la poca ayuda que ha recibido ha sido privada. Ha perdido toda esperanza, pero la causa emprendida contra los crímenes del franquismo por la justicia argentina le ofrece un leve consuelo.

homenaje-larragaJosefina Lamberto, ante el monolito que honra a los 47 asesinados de Larraga. Foto: El Informador

Los descendientes de aquellos que ordenaron asesinar a Vicente y Maravillas continúan estando en el poder. Las tierras que robaron a la familia Lamberto hace 78 años les siguen perteneciendo.

A mediados del año pasado el monolito conmemorativo de Larraga sufrió un acto vandálico y apareció con pintadas alusivas a ‘El chato de Berbinzana’, uno de los criminales de guerra más sanguinarios de la Nafarroa de 1936.

Por su parte, el diputado del Partido Popular Rafael Hernando declaró lo siguiente en una tertulia de 13tv unos meses después:

Ver el vídeo

------------

Fuente: Un paseo por la memoria