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Nuestra Memoria - La Transición
Escrito por A. Zugasti   
Lunes, 08 de Noviembre de 2010 05:54


Cuando en este país se tranquilice el tema, habrá que hablar de muchas cosas. Haremos terapia colectiva pensando en cómo pudimos soportar aquellos años del plomo en el que no había jornada sin funerales, atentados y secuestros. Barbaridades como para anular la sensibilidad. Habrá que hablar también de eso que se ha venido a llamar "la culpa colectiva", un totum revolutum que cumple la función de enmarañar la realidad y paralizar cualquier ejercicio de señalar con el dedo, cuando son nombres y apellidos quienes mataron y torturaron a seres semejantes.

Porque no es verdad que todos seamos culpables por igual y porque si hablamos de culpas, mejor graduarlas y empezar por el que apretó el gatillo, en ese repaso tendrá que haber un capítulo dedicado a Rodríguez Galindo. Hay algunos a los que la cabeza se les ha quedado ladeada para siempre de tanto mirar para otro lado. Los hay de todos los colores, y de entre ellos, destacan los amigos de Galindo y sus boys. El hombre de las cloacas, el acusado de trata de blancas y narcotráfico. El destinatario de medallas y reconocimientos. El que más sabía y más bocas era capaz de callar. La mano que mecía la cuna y firmaba los permisos. El general con los galones más ansiados y los actos más abyectos. Medalla al Mérito Policial con distintivo blanco, Cruz de Oro de la Orden del Mérito de la Guardia Civil y once distinciones más. La firma que autorizó la compra de la cal que cubrió los cuerpos de Lasa y Zabala y terminó pidiendo amparo al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Condenado a 71 años y sólo cuatro en el trullo. De todo esto también habrá que hablar algún día, ¿no?

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Fuente: http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2010/11/07/opinion/mesa-de-redacción/gal-indo