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"La democracia para lo único que ha servido es para que los trabajadores dejen de actuar de una forma revolucionaria" |
Nuestra Memoria - La Transición |
Escrito por Ángel Escapa / UCR |
Jueves, 03 de Marzo de 2011 05:30 |
Una vez más por estas fechas tan "entrañables", esta vez con casting de lujo y guión cocinado en la Casa, acabamos de sufrir sufrir ese culebrón que ya viene siendo todo un clásico por estas fechas, como en el pasado lo fueran las torrijas, la música sacra en la radio, los santos velados en los templos y las pelis de leones devorando cristianos por Semana Santa.
Los partidos de fútbol y las grandes concentraciones del estadio Santiago Bernabeu, para que el personal no acudiera a las concentraciones no autorizadas de la Glorieta de Atocha y olvidara definitivamente que el Día de San José Obrero ya no era el Iº de Mayo del pasado: jornada de lucha y de reivindicación para el obrero, entre otras cosas porque, al fin, el Glorioso Movimiento Nacional había triunfado sobre las hordas marxistas y había desterrado la lucha de clases: ya no existían los obreros ni la explotación. De un solo plumazo, dejábamos de ser esclavos para, sin exclusión alguna, convertirnos todos en productores, por la gracia de diós, que moraba en El Pardo, según consta en las monedas que aún circulan por ahí.
Más allá de las frases hechas, lo que sí es evidente es que, si algo hay que reconocerles a unos y a otros: a estos "machangos" de Suresnes, y a tantos otros que pudieron estar allí en aquellas jornadas tan gloriosas para el socialismo español, es que todos ellos hicieron una buena inversión: desterrando el marxismo de sus discursos y de sus análisis y aceptando la Monarquía como forma de gobierno. Y todo entre citas de don Antonio Machado y acudir (el 22 de febrero de 1979) a su tumba, aunque sea entre gritos de ¡¡viva la república!! del FRAP y sus simpatizantes, que una foto es una foto y la vida currículo es. Es más que evidente que las imágenes que prometen los de la casa no van a comprometer el buen nombre de la Real familia. Todo quedará como si de un cumple más del Señor de la Zarzuela se tratara. Ninguna sorpresa que altere la feliz existencia de esta joven democracia: nada te altere, nada te espante.
Quizás la diferencia esté ahí, en que no lo aceptamos como mal menor. En que no aceptaremos jamás una Constitución clavada por el primero que pasaba por allí tras la muerte del extinto. Que ya fue bastante bochornoso para los antifascistas ver como la vida de aquel traidor general se extinguía en una cama, rodeado de médicos y de los más sofisticados medios de que disponíamos para prolongarle la vida que, por lo visto, no había sido lo suficiente larga como para liquidar a los sempiterno enemigos de España, que eran muchos y se reproducían como las serpientes de Alertes; sin haber comparecido ante ningún tribunal internacional que le obligase a rendir cuentas por sus numerosos crímenes. Si todo esto no fue suficientemente humillante, además teníamos que apechar con que el laureado general se permitiera el gesto de señalar a su sucesor en la persona de uno de los miembros de aquella familia que fue expulsada por indeseable un día de abril de 1931. Que muchas gracias, pero ya teníamos una Constitución: la misma que habían conculcado los generales del 36, con el apoyo económico de Alfonso XIII y las simpatías, como no podía ser de otro modo, de Juan de Borbón.
Cuánto más honesto, a la muerte de Franco digo, no hubiese sido formar un Gobierno Provisional y haber convocado unas elecciones libres. Pero esto mismo nos lleva directamente al tema de la Constitución, porque, en realidad, durante los años del franquismo habíamos vivido bajo las leyes emanadas de los golpistas del Glorioso Movimiento Nacional del 18 de julio de 1936, y lo que en justicia procedía, al extinguirse éste, era que se restableciese la legalidad republicara de 1931, que no fue impuesta por la fuerza de los tanques ni por la punta de las bayonetas. Ni más ni menos que se restableciese la legalidad salida de la voluntad de estos pueblos, libremente expresada en las urnas. A esto, señores constitucionalistas y leguleyos, se le llama educar en valores. ¿O es que la Constitución, la bandera de un país, por las que los ciudadanos trabajan, mueren, si esto es preciso, en los frentes o ante los pelotones de ejecución del ejército enemigo, sea éste interno o foráneo, no merece mayor respeto que ese ejemplar de el diario El Mundo que arrojamos al contenedor del cartón cuando alguien nos lo ofrece? Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los que colaboran en ésta y otras Webs parecidas no votaron la actual Constitución, y si lo hizo fue por la coacción de determinados partidos. Por eso ésta, para muchos, no dejará de ser más que la Constitución del miedo. Votada bajo la coacción de los sables y los cañones de las pistolas de los carniceros de aquella otra España que no sobrevivió a la borrachera de sangre de los 4 generales de la canción. Carecemos de datos de lo que realmente aconteció en aquellas largas horas en que los generales, como ya es tradición en estas tierras, tuvieron en sus manos los destinos del País. Lo que realmente aconteció en aquellas largas horas hasta el momento en que Juan Carlos tomó la decisión de grabar su breve discurso, vestido con el uniforme de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, es algo que se nos escapa a los ciudadanos. Una vez más hemos de aceptar la historia oficial como verdad absoluta. Tal vez no seamos más que unos mal pensados, gente de mala fe que, en el fondo, lo que nos pasa es que leemos demasiado y por el contrario vemos poca tele. O tal vez si que triunfó el Golpe y tan solo vivimos en el sueño de la libertad. Porque si no, a estas alturas ya debería haberse producido alguna enmienda en aquella Constitución. Tras finalizar la performance, que dicen los modernos, nada que no fuera lo que tantas veces se nos ha repetido se dijo allí. Ni una sola sombra que empañase la noble imagen del joven estadista que juró fidelidad a los Principios Fundamenta del Movimiento. Él, que prometió no abandonar a su suerte a las gentes del pueblo saharaui, como parte integrante del territorio nacional, hasta derramar la última gota de sangre española. Él, que malamente sobrevive con poco más de 500 euros mensuales, como el que esto escribe. Al final de todo esto queda lo que Peter Weis llamó "la estética de la resistencia, la resistencia del diamante"...y las imperecederas palabras de todos los poetas leales juntos, que es un valor más sólido que la cuenta más fiable en el banco suizo. Y es aquí, sobre todos los discursos de los falsos profetas del ya fenecido y caduco Eurocomunismo, sobre la demagogia de los hechos, donde cobran todo su actualidad y toda la dimensión las palabras de Gabriel Celaya:
Sí, verdaderamente somos mucho más que toda esa multitud que a estas mismas horas desfilará en los Carnavales, ante el alcalde que se embolsó su buen chorro de millones de dinero público con la Operación de la Playa de las Teresitas. |