Eusebio González Pedreira, el último superviviente de los guerrilla lucense Imprimir
Nuestra Memoria - La Guerrilla antifranquista
Escrito por Javier Rivera/El Progreso (Lugo)   
Miércoles, 01 de Diciembre de 2010 19:41

Eusebio Gonzalez Pedreira en FranciaEusebio González Pedreira es, a sus 94 años, el último superviviente de los guerrilleros que operaron en el norte de Lugo y A Coruña durante la Guerra Civil y en los años 40. Este vicedense, que huyó a Francia a bordo del pesquero Santa Teresa a finales de 1946, permaneció nueve años en el monte y guarda en su memoria hechos trasdecentales de la historia de la guerrilla en el norte de Lugo. Su testimonio es el único capaz de deshacer entuertos y aclarar situaciones que van más allá de la prosa judicial y revanchista que puebla los archivos de la represión franquista. Es la memoria viva del maquis lucense, primero en el grupo dirigido por los hermanos Neira, encabezada por el anarquista José Neira, herrero de profesión, y después por el comunista Marcelino Rodríguez Fernández, Marrofer,

 


«Os irmáns Neira eran da zona de Ortigueira e andaban máis ben pola parte de Cabanas e Ortegal. O noso grupo actuaba en Viveiro e Ourol, pero tamén por toda a área operativa da Terceira Agrupación, segundo as necesidades. Íamos a Mondoñedo, Palas de Rei, Ourol, Betanzos, Vilalba, Ortigueira, Ferrol, As Pontes. Moviamonos dende a fronteira de Asturias ata A Coruña e Pontevedra», cuenta este antiguo maquis desde su residencia de la población francesa de Castres, a 70 kilómetros de Toulouse

La partida de Neira era una de las más organizadas y sirvió de base para crear en otoño de 1944 la Cuarta Agrupación Guerrillera. Sus integrantes tenían contactos en Moeche y Ferrol, lo que les permitía refugiarse en casas de apoyo durante largos periodos cuando estaban heridos.

González Pedreira, natural del lugar de Humeiros, en la parroquia de Mosende, tenía veinte años cuando estalló el alzamiento militar. No militaba en ningún partido político, pero sí estaba afiliado al sindicato CNT de Viveiro. En 1942 se sumó a la disciplina del Partido Comunista.

Uno de los misterios que aún hoy rodea a la guerrilla lucense fue la muerte de Neira, que algunos atribuyeron a una lucha de poder entre anarquistas y comunistas en el seno de la guerrilla. González Pedreira precisa que, a raíz de la caída de una serie de compañeros en 1942, «plantexouse xa a necesidade de xuntar diñeiro para comprar un barco e fuxir a Francia. Neira e Xosé Castro foron para Ferrol a buscar máis diñeiro e, pasados tres ou catro meses, só regresou Castro, «que nos dixo que se separou de Neira e non volveu a velo. Non soubemos nada máis del. As circunstancias da súa morte seguen sen clarexarse».

El sucesor de Neira, el asturiano Marcelino Rodríguez Fernández, intentó organizar los grupos guerrilleros de modo que «desen máis golpes, sen pensar que cada vez que había enfrontamentos producíanse mortos e feridos que falecían aos dous ou tres días por non poder atendelos. Para nós era vital protexer o corpo se queríamos sobrevivir», precisa Pedreira. Otro de los riesgos era actuar o mantener escaramuzas en la comarca de origen. «Se nalgunha acción armada participaba xente coñecida na zona mataban ou torturaban a toda a familia».

El Santa Teresa
Tras la victoria de los aliados llegó la gran decepción. «Nin os americanos, nin os ingleses quixeron botar a Franco. Preferiron ter un ditador amigo que instaurar un réxime democrático, por medo ao risco de que o país se alíase coa Unión Soviética», explica Eusebio González. La consecuencia fue una nueva etapa de resignación para los escapados de la comarca, que se vio agravada por la caída de 1946, que debilitó la estructura del Partido Comunista. «Quedamos sin expectativas de poder democratizar o réxime a curto prazo e xa pesaba o tempo que levábamos escapados. Non estábamos dispostos a vivir como raposos eternamente», manifiesta.

El dinero recogido para financiar la escapada se consiguió con «o cobro de impostos revolucionarios e pola contribución de persoas con posibles que non deixaron de axudar aos do monte, xa fóra por ser simpatizantes da República ou por medo, por pensar que valía máis ficar vivos mesmo sen diñeiro». El coste del viaje era de 60.000 pesetas, a las que se añadían otras 50.000 que se guardaron «en caso de que houbera mortos, feridos, represalias ou combates, para axudar a viúvas ou orfos».

A bordo del Santa Teresa, un pesquero de 16 toneladas con base en San Cibrao, partieron hacia Francia 22 personas, entre guerrilleros, enlaces, el patrón del barco y dos tripulantes.

La odisea comenzó a las tres de la madrugada del 15 de septiembre de 1946. «Saímos dunha zona situadas despois do porto actual de O Vicedo, en dirección a Viveiro, despois dos criadeiros de peixe. Non foi na Abrela, como aseguran algúns historiadores», subraya este vicedense al hablar de una costa que conoce con precisión. El día anterior intentaron embarcar en la cala de Toxoso, pero el barco no pudo acercarse a causa del oleaje «e tivemos que volver ao monte».

El mismo día 15 llegaron a Gijón, hacia las once de la noche, para abrigarse de la fuerte marejada y para reparar una pequeña avería en la caldera. Estuvieron 36 horas en el puerto gijonés de El Musel, encerrados en el barco, para partir hacia Baiona el día 18 «e desembarcar ao mencer do 19 en terra descoñecida», cuenta Eusebio González. El viaje fue una odisea, no sólo por el oleaje, sino por la niebla. «A partir de Bilbao non se vía a dous metros por diante da proa».

González Pedreira dejó a su esposa en España. El matrimonio se reunió de nuevo once meses después. Su mujer llegó al país galo el 18 de octubre de 1944, acompañada de las esposas de los sancibrenses Antonio Paleo Saavedra y Laureano Pérez Rubiños. Las mujeres se desplazaron en coche de línea hasta Lugo y desde ahí en tren a Santurce. «Unha lancha rápida da rede clandestina vasca levounas dende alí ata Saint Jean de Luz, onde as recolleou Laureano para traelas en tren ata Castres», rememora el viejo guerrillero. Los escapados se adaptaron, poco a poco, a la vida en Francia, donde permanece Eusebio González.

El contingente
Cuando el Santa Teresa recogió a los guerrilleros ya estaba a bordo Antonio Paleo Saavedra, junto con Laureano Pérez Rubiños, patrón del barco, el maquinista Victoriano Mosquera y el marinero José Souto, Pepe dos Osos. Allí embarcaron los integrantes del grupo de Viveiro Eusebio González, conocido como Juan o Juanito Amá; José Antonio Franco, O Caudillo u Manchego; Francisco Gómez, Trostki o Penabad; Vicente Lage, O Chicharro; Antonio Molíns, Noi, O Catalán; Evaristo Candela, O Andaluz; Evangelina Pigueiras, esposa de Molíns; Antonio Manuel Piñeiro, Manolo do Menor o José; Ramón Vizoso, Vigo; y el lucense Domingo Vilar Torres.

Los ferrolanos
Los siete ferrolanos eran Amador Barcia, Xicos; Manuel Rodríguez Pérez, O Galán; Antonio e Higinio Vilar Pereira, Manuel Vilar Pazos y Evaristo Eive.

En Francia
Tras su llegada a Bayona, los tripulantes del Santa Teresa fueron enviados a una zona limítrofe con Suiza, donde posaron en esta fotografía, con ropa nueva. La vida comenzaba para ellos en un país donde permaneció la mayoría tras la llegada de la democracia a España.

Vínculos
Buena parte de los escapados siguieron manteniendo contacto entre sí en Francia, como demuestra esta foto, en la que aparecen, de izquierda a derecha, Evaristo Candela, Gómez Núñez y Eusebio Pedreira. Los tres se mantuvieron fieles al ideario comunista.

Testimonio
Ésta es la última foto de José Antonio Franco Basanta , con boina y erguido en la primera fila, poco antes de su muerte. La imagen es una de las pocas que conserva su familia de él. La consiguieron a principios de esta década a través de familiares de Antonio Paleo Saavedra.