Memorias del Proceso de Nuremberg PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - II Guerra Mundial y Nazismo
Escrito por Dmitri Babich / RIA Novosti   
Martes, 14 de Diciembre de 2010 06:26

El Juicio de Nuremberg La vacuna de Nuremberg contra el nazismo. El pesado fardo de la memoria histórica, 65 años después del fin de la II Guerra Mundial

La Agencia rusa de Información Novosti es uno de los pocos medios de comunicación que tiene el privilegio de disponer de información de primera mano sobre el Proceso de Nuremberg, que se celebró hace 65 años.

 

El actual jefe de redacción adjunto, Enver Mamédov, fue enviado al famoso proceso contra los criminales nazis por la Embajada soviética en Italia en calidad de intérprete.

A pesar de que para ese entonces contaba con apenas 22 años, combatió  durante dos años en varios frentes de la Gran Guerra Patria, al comando de un escuadrón y hacer un curso para traductores militares.

Posteriormente, después de haber sido trasladado al ministerio de Asuntos Exteriores, nuestro protagonista participó en el establecimiento de relaciones con el nuevo Gobierno italiano y las autoridades militares aliadas anglo-estadounidenses en Italia. Recibió entonces un nuevo encargo: traducir del inglés al ruso para los representantes de la Unión Soviética en el proceso de Nuremberg y ayudar al principal representante de la acusación por parte de la URSS, el futuro Fiscal General de la Unión Soviética, Román Rudenko.

El principio de la responsabilidad individual

En la actualidad, Mamédov tiene 87 años, pero recuerda con sorprendente viveza incluso los detalles más insignificantes de aquel proceso judicial y describe minuciosamente el comportamiento de cada uno de los acusados. Eran 24 y estaban entre las personas más despiadadas del siglo XX.

Entre los acusados se encontraban el Comandante Supremo de la Luftwaffe, Hermann Goering, el Jefe de la Gestapo, Ernst Kaltenbrünner, el General Gobernador de Polonia, Hans Frank... En la memoria de todos los asistentes al proceso estaban las ciudades de Varsovia, Rotterdam y Stalingrado, literalmente reducidas a cenizas, los campos de trabajo y exterminio, las ciudades polacas y bielorrusas que perdieron hasta tres cuartas partes de su población antes de la guerra, todo eso fue obra de aquellos hombres sentados en el banquillo de los acusados.

El joven intérprete Mamédov miraba, ansioso, sus caras, pues uno de los principales postulados del Proceso de Nuremberg era la responsabilidad individual de los acusados por delitos de acción u omisión. Es decir, los jueces del Tribunal no aceptaron alegaciones del tipo de que "era una ápoca así" o "simplemente estaba cumpliendo una orden".

Creo que uno de los mayores avances del Tribunal fue la definición del concepto de agresión y la proclamación del principio de la responsabilidad individual de los representantes de un Estado por las acciones delictivas de ese Estado, señala Enver Mamédov. En la actualidad se pueden oír opiniones en el sentido de que el Proceso de Nuremberg no fue más que un acto de venganza de los vencedores. Pero esa es una opinión equivocada. Aquellos hombres no fueron juzgados porque perdieron la guerra, sino por cometer  acciones que causaron la muerte de millones de personas; y, además, una muerte horrorosa.

"Si no hay ley, no hay delito", este antiguo adagio jurídico fue utilizado por los acusados en el proceso de Nuremberg como argumento de defensa. Era como si los macusados nno comprendieran que cometieron un delito al enviar  niños, ancianos  mujeres a las cámaras de gas, o dejando morir de hambre a los prisioneros de guerra y usando el trabajo esclavo de miles de personas.

El Tribunal Militar Internacional (TMI) pudo romper aquella "última línea de defensa de los líderes nazis" (así era como llamaba la prensa a los abogados de los acusados). En aquella ofensiva jurídica se aplicó el artículo 6 del Estatuto del TMI.

De acuerdo con el mencionado artículo, eran competencia del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg "el asesinato, la exterminación, esclavización, deportación y otros actos inhumanos cometidos contra la población civil antes de la guerra o durante la misma; así como también la persecución por motivos políticos, raciales o religiosos... independientemente de que fueran o no  una vulneración de la legislación interna del país donde se perpetraron".

El artículo 6 tenía bases jurídicas bastante sólidas: el Convenio de La Haya de 1929, los tratados internacionales sobre el trato de prisioneros de guerra y la población civil, los tratados de no agresión, que los nazis pisotearon sin vacilar... Sin embargo, el principio más importante de todos, el de "no matarás", resultado de la tradición milenaria de la civilización europea. Parece que este concepto, simplemente, no existía en las conciencias de todos los acusados.
 
Un arrepentimiento que nunca ocurrió

"Observé que los acusados, cuando escuchaban los testimonios de los supervivientes, es decir, de sus víctimas, desviaban la vista o fingían estar muy ocupados en los papeles que tenían delante", cuenta Mamédov. Sus rostros no reflejaban ninguna manifestación de arrepentimiento, sólo indiferencia o fastidio. En un momento dado, se apagó la luz y se proyectaron las imágenes de los bulldozers amontonando cadáveres en los campos de concentración. Daba miedo mirar a la pantalla. Las caras de los acusados estaban iluminadas desde debajo y otra vez no vi ni rastro de arrepentimiento, aunque uno o dos aparentaron  que se les salían las lágrimas".

La impresión era que las personas sentadas en el banquillo de los acusados en sala del Tribunal en Nuremberg, eran lo que el filósofo ruso Piotr Bitsilli llamó "degenerados morales". Para ellos el asesinato no era más que la interrupción mecánica  de un proceso biológico. Y sólo anhelaban una cosa: que ese proceso biológico, que les mantenía vivos a ellos mismos, no se interrumpiera. Reconociendo con facilidad a otros como "lebensunwert" (indignos de vivir", así era el término jurídico criminal empleado en el Reich), nadie lo consideró aplicable a su persona. Todos a su manera insistían en que eran inocentes.

Durante el proceso, Goring adoptó la pose del heredero de un Hitler vencido, pero decidido a no rendirse -sigue contando Mamédov. Y el ex Presidente del Banco Central, Hjalmar Schacht, quien había llevado a cabo el rearme de la Wehrmacht en los años 1933-1937 y quien en 1933 convenció al presidente Hindenburg de que nombrara canciller a Adolf Hitler, optó por distanciarse de los otros acusados y mostrarse algo retraído.
 Esta actitud irritó a otros recluidos en la Prisión de Spandau, centro penitenciario donde fueron recluídos  los líderes nazis: era como si en el poder hubieran estado todos juntos y en la cárcel cada uno trató de ir por su lado.

Es bien conocido que Schacht fue absuelto, porque supuestamente no informó a Hitler sobre un intento de conspiración contra él, ocurrido en 1944. El objetivo de aquella conspiración era transferir el poder en Alemania a las tropas aliadas, que se estaban acercando desde occidente.

Seguramente por eso los ingleses y los norteamericanos le "perdonaron la vida" a Schacht, quien murió en 1970 a la edad de 93 años, rodeado de todo tipo de comodidades.

Acabar antes de la Guerra Fría

Mamédov, a pesar de su juventud, se dio cuenta del extraño comportamiento de los aliados. Posiblemente, la Humanidad tuvo mucha suerte de que el proceso de Nuremberg acabara un año antes de que se hiciera inevitable la Guerra Fría entre la Unión Soviética y sus antiguos aliados de la coalición anti-hitleriana.

"Mi impresión era que si el proceso hubiera durado otro año, muchos de los criminales nacis juzgados en Nuremberg, no habrían sido ahorcados, manifiestó Mamédov. -Los ingleses, de hecho, le salvaron la vida a Rudolf Hess, que había volado hasta Inglaterra pilotando un avión, sentenciándole sólo a cadena perpetua. Faltó poco para que otros líderes nazis corrieran la suerte de Hess o fueran sentenciados a unas penas todavía menos severas".

Los representantes de la URSS en el Tribunal de Nuremberg -el juez Iona Nikitchenko y el fiscal Roman Rudenko- expresaban "opiniones más rigurosas", exigiendo para los acusados unas condenas más severas. Un caso curioso éste, en el que un abogado contemporáneo estaría de acuerdo con un Fiscal de la época soviética; sobre todo ahora, que se conocen los horrores del holocausto y los planes de los nazis de exterminar 30 millones de eslavos y todos los gitanos.

Por supuesto, Rudenko estaba cumpliendo en Nuremberg las directrices recibidas del Comité Central del PCUS y personalmente de Iosif  Stalin. Sin embargo, su anhelo en ver castigados a los verdugos nazis era sincero. Su ayudante de aquellos días, Enver Mamédov, está seguro de ello.

"Rudenko estaba bien protegido de la presión por parte de los servicios secretos controlados por el sangriento ministro del Interior, Lavrenti Beria.

Su coraza consistía en el contacto directo con Stalin. Merece la pena recordar también que posteriormente fue él quien presentó acusaciones a los generales fieles a Beria. Rudenko había podido ver las huellas de la barbarie nazi en Ucrania, donde desempeñaba el cargo de Fiscal General. Aquellos crímenes se conocían por todos de primera mano o por los relatos de los testigos. Así que muchas preguntas que aparecen hoy tanto en la prensa occidental como en la nacional simplemente no se podían siquiera plantear en aquella época".

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Fuente: http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20101211/148043391.html