Nuestra sociedad vive instalada en una cultura de la desmemoria que pesa como una losa PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - I República
Escrito por Sheila Vélez   
Sábado, 06 de Diciembre de 2014 00:00

Nuestra sociedad vive instalada en una cultura de la desmemoria que pesa como una losa

Hace un par de días leía en la prensa que en Berlín se debatía sobre nuestra memoria. Bajo el título Silenciar o recordar, un auditorio esencialmente alemán abordaba las diferencias entre España y Alemania a la hora de enfrentar los crímenes ocurridos durante nuestras recientes dictaduras. Desde la perspectiva alemana, decía el artículo, existe en España un gran déficit hacia la superación de nuestro pasado.

 

La publicación coincidía con un encuentro entre FIBGAR y la Fundación alemana Elisabeth Kasemann para hablar, precisamente, del modo en que nuestras sociedades hacen memoria de su historia. Conversamos sobre la responsabilidad colectiva de reparar a las víctimas de graves abusos y la construcción de una democracia asentada en los principios de verdad y justicia. Al trazar paralelismos encontrábamos abismos.

Nuestra compañera alemana no alcanzaba a comprender que los crímenes ocurridos durante la guerra civil y el franquismo no fueran tema de estudio en los centros educativos de nuestro país. Le ofrecimos un dato obtenido de los talleres Jóvenes y Derechos Humanos: Conociendo Nuestra Historia que FIBGAR ha impartido en 15 institutos de la Comunidad de Madrid. De los 900 alumnos que participaron, el 91% consideraba que es esencial saber sobre nuestra historia personal y colectiva, a la par que reconocían desconocerla.

Durante uno de los trabajos en grupo con los estudiantes, resultó muy interesante ver las respuestas cuando se les presentó una vivencia personal que ejemplificaba la vulneración de un derecho fundamental, como el derecho a la educación de las mujeres o la libertad de expresión. Se les pidió que identificaran en qué lugar y momento podría haberse dado esa situación. La gran mayoría apuntaba a lugares remotos y siglos pasados, mientras descubrían con sorpresa que esas situaciones se habían dado en su propio país y no ha mucho tiempo atrás.

Nuestra sociedad vive instalada en una cultura de la desmemoria que pesa como una losa. Las nuevas generaciones sufrimos lo que el historiador hispano-alemán, Carlos Collado Seidel, llama “el silencio consensuado”, fruto de una transición vendida y revendida como un “olvidar para hacer frente al futuro”, o un “hacer lo que teníamos que hacer por el bien común”. Pero ese miedo impuesto en un comienzo y la posterior aceptación del silencio por parte de todos nos ha traído más desgracias que beneficios. La ocultación, el rencor, el discurso de los bandos, de izquierdas y de derechas, una sociedad dividida llena de heridas por cerrar e incapaz de hacer realmente lo que tiene que hacer… Todo esto ha venido de la mano del “silencio consensuado”.

Tenemos la obligación como sociedad de que este silencio no se enquiste y nos siga doliendo. 150.000 desaparecidos es un número insoportable para cualquier sociedad que se dice democrática. No seríamos los primeros ni los últimos que exigiendo nuestro derecho a saber, individual y colectivo, pidamos higienizar nuestra memoria, mirar de frente a nuestro pasado y reparar nuestro presente. Argentina, Chile, Guatemala, Colombia, son solo algunos ejemplos envidiables.

Cada día, desde FIBGAR trabajamos en la educación y en la cultura de la memoria como agente de cambio y garantía de no repetición. Resulta esperanzador ver a esas chicas y chicos de 16 o 17 años pensar en otros términos, acercando nuestro pasado para hacerlo presente y despojando el asunto de toda ideología para darle el marco que le es propio: los Derechos Humanos.

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Fuente: fibgar.org