El Valle de los Caídos Imprimir
Nuestra Memoria - franquismo y represión
Escrito por Gregorio Morán   
Domingo, 14 de Mayo de 2017 00:00

El acuerdo de todos los grupos parlamentarios españoles para exhumar los restos del Caudillo, Generalísimo Franco, del Valle de los Caídos me parece una de las estupideces más notables de una clase política aburrida, corrupta y desfachatada. No tiene valor de ley, ni hay presupuesto, lo que en el fondo no le interesa a nadie. De lo que cabe deducir que no harán nada.

No he estado en mi vida en el Valle de los Caídos, pero no me cuesta trabajo imaginar que ese esperpento que empezó a construirse en 1940, en una zona privilegiada de la Sierra, Cuelgamuros, cuando entonces Franco era un apasionado hitleriano, y que se terminó en 1958, cuando ese mismo Franco constituía un bastión norteamericano frente al comunismo, es la representación quizá más genuina de un régimen inicuo. Lo construyeron presos comunes, en su mayoría; también políticos, y currantes que trataban de superar el hambre.

Allí metió Franco cadáveres de la guerra civil, sin excluir a un puñado de asesinados por su propio Ejército. No creo que haya  en el mundo cosa tan desvergonzada y estrafalaria, sin contar los monumentos  hitlerianos que le eran tan queridos, y que hacen de esa construcción un monstruo coronado por una inmensa cruz. No hay niño de mi edad que no sufriera todos los Nodos –documentales de propaganda- con constantes referencias al monstruo.

Me parece de una candidez histórica digna de los tiempos que vivimos, lo de exhumar el cadáver de Franco. Primero, en el fondo nadie lo va a hacer, y luego dónde lo metan será otro lugar que la familia usurpó a la sociedad española ¿El Pazo de Meirás?

Retirar la subvención

Yo apuesto por una proposición más sencilla. Que se deje todo como está. Eso sí, que se retire hasta el último céntimo de subvención a los frailes que por allí pululan, a los funcionarios, en fin, a todos, y que se vaya dejando como una ruina del tiempo, como hay tantas en España. Una especie de monasterio para nostálgicos, que hay muchos, y un cementerio donde algunas viudas y viejos combatientes cascados depositen flores u ositos de navidad. Los restos de republicanos me temo que no harán muchas visitas. En diez años no quedarán más que un ajado residuo de la historialgún hijo consecuente con las ideas de su padre, en peregrinaje, que lo haga. Ya se cansará o morirá de aburrimiento.

Ni piscinitas ni mierdas. Que se vaya cayendo solo, tal y como fue la historia del franquismo. Unas ruinas que condicionaron nuestra historia y que sería excesivo enumerar las exequias, los rituales, los grandes desfiles. En Alemania, con buen criterio, aún queda algún lugar de estos. Sencillamente dejarlos que se mueran por el tiempo y la memoria. En dos décadas apenas quedará nada. Moho, enredaderas, y unos tipos salidos de un sórdido pasado, llorando ante aquella miseria que dona la pobreza y el abandono.

 Pero ni un duro más de los muchos que se derrocharon en los crímenes que arrastraron en la construcción más inaudita de España. Olvidarlo. Dejar el Valle de los Caídos para convertirlo en una ruina, donde se puedan hacer actividades de fin semana –la sierra tiene mucho encanto- y gozar del placer de una barbacoa, orinar al aire libre, fumarse un puro, poner una tumbona y comerse una paella. Hasta que se vaya desmoronando.

Pero que el cadáver lo dejen allí. La losa es demasiado pesada y costaría un riñón trasladarle con subsidios del estado. Si quieren, que hagan una colecta y lo corten en trocitos para recuerdo familiar; sugiero, en una cornucopia,  al hombre que cometió más asesinatos en una historia de España que abunda en ellos. Yo soy partidario de no tocarlo, porque la memoria conserva mejor que cualquier hueso, la huella de una herida que tardaremos más de un siglo en cerrar y que aún supura.

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Fuente: Bez