Entrevista a Ambrosio Ortega 'Brosio' , “el pintor de los mineros”. Imprimir
Nuestra Memoria - franquismo y represión
Escrito por Fulgencio Fernández / la Crónica de León   
Martes, 17 de Mayo de 2011 05:41

“Fue muy duro, pero nunca me arrepentiré de haber luchado".

Impresiona su mirada y su fuerza de voluntad. Impresiona su convicción moral de haber hecho lo que tenía que hacer. Pobre, minero, enlace con el maquis donde estaba su hermano, fue el español que más años estuvo en las cárceles franquistas, 23, pero no se arrepiente de nada. “Nuestra época fue así pero ¿no vivis mejor vosotros? Pues eso”. Se hizo pintor en la cárcel y ahora está casi toda su obra en el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León con sede en Sabero. Era inevitable que llegara allí pues Brosio es “el pintor de los mineros”. Y de la dignidad.¿Ambrosio, Brosio?
Soy el mismo.

¿Qué era de pequeño?
Pobre.

¿Mucho?
Trabajó desde niño, en casa con el ganado, en lo que saliera, había que ganarse el pan.

¿Iba a la escuela?
Fui lo que pude. Y me gustaba pintar, se me daba bien. Reproducía cuadros que veía en los libros de la escuela, dibujaba lo que veía y ya comencé a pintar cosas de la mina.

¿Por qué lo abandonó?
No estaba la vida para pinturas.

¿Y entró a la mina?
Nada más que pude, a los 16 años.

¿Cómo era aquella mina?
Muy dura. Lo he dicho, que la mina y la cárcel son la oscuridad, las dos caras de la misma moneda aunque con una gran diferencia: la libertad. Son mundos dramáticos en los que la supervivencia resultaba muy penosa.

Después de un tiempo en la mina llegan las detenciones, la cárcel, las penas de muerte ¿Pero qué hizo?
Ser hermano de un maquis, de Mariano Ortega, uno de los fundadores de la guerrilla en el norte de Palencia y colaborar con él, convertirme en lo que llamaban un enlace.

¿Por su hermano?
Por mí, yo lo que quería era haber huido al monte con él, pero no me quiso llevar, sólo era un niño y me tuve que quedar, pero soñaba conacompañarle.

También era un poco ingenuo, mira que pedir para los maquis en la plaza del pueblo en aquellos tiempos.
Yo creía en lo que ellos había, no veía la maldad, todo lo contrario, y no hay porqué esconderse para hacer aquello en lo que uno cree.

Y acabó en la cárcel.
Y acabé en la cárcel.

23 años, se dice pronto.
Fui el español que más tiempo en cárceles franquistas por motivos políticos.A causa de la presión internacional el régimen de Franco tuvo que promulgar una ley que decía que el tiempo máximo de estar en prisión por causas políticas era de veinte años. Lo que ocurrió es que yo cuando llevaba tres años participé en una fuga y cuando me volvieron a coger decidieron que aquellos tres años anteriores no contaban y que debía empezar desde cero, cumplir otros veinte años. Y los cumplí, muy a mi pesar.

De nuevo a la oscuridad, a esos mundos sin luz que ha llevado a sus cuadros, a la supervivencia penosa ¿Fue la pintura su válvula de escape?
Sí, y, curiosamente, regresé a ella después de aquel gusto de la escuela de casualidad. A un compañero le enviaron unos pinceles y material para pintar y me dijo: “Toma, mira a ver si tu haces algo con esto”. Me dio la vida.

La pintura ocupó sus noches (en la cárcel no había días), se puso en contacto con grupos de pintores en el exterior, pintaba y pintaba, mineros y presos, la mina y la cárcel, también los sueños. De esa época es una de sus frases más repetidas y celebradas, el título de uno de sus cuadros ¿me la dice?
Nunca podréis encadenarme el alma.

¿Ni siquiera en lugares como Burgos, Santoña o El Dueso?
El alma nunca estuvo en Burgos, Santoña o El Dueso; para ella no hay cárcel.

Entró siendo un niño y salió ya en 1970, un paisano hecho y derecho, con media viva vivida.
Con media viva sin vivir, quemada, pudriéndome, como tantos allí.

Como Buero Vallejo, como Agustín Ibarrola, como Marcos Ana, como Horacio ‘El Paisano’ y todos aquellos que forraron libros prohibidos con otros títulos y crearon la ‘Universidad de Burgos’.
Allí no había nombres, había sueños de escapar.

Brosio salió con graves secuelas. Así lo describía el legendario comunista José Manuel Nebot, una especie de cicerone suyo en libertad. Decía él: “Brosio casi no sabía caminar, no se acostumbraba a la luz, hablaba en voz baja como temiendo ser escuchado”.
Así lo cuenta y así lo era. ¿Ves cómo la mina es como la cárcel? Lo de la luz es lo mismo que le ocurre a las mulas cuando las sacan después de muchos años, que se dan cuenta de que están ciegas.

Usted al menos conservó la vista para poder pintar.
A medias, he tenido muy graves secuelas, pero había que pintar y había que vivir.

Es curioso, más bien ilustrativo de cómo es Brosio, nada más recobrar la libertad regresó a su pueblo, a Barruelo de Santullán, al Partido Comunista de Palencia...
Ya lo he dicho, no había hecho nada malo, luchaba por aquello en lo que creía y jamás me arrepentiré de haber luchado.

No tenía para usted y parte de lo que pintaba era para financiar el Partido en aquellos tiempos de pre democracia.
Ya, ¿qué quieres que te diga?

¿Nunca le preocupó de qué vivir?
Sí, pero siempre pensé que era más importante cómo vivir.

¿Ahí llega lo de ‘de pie’ y ‘de rodillas’?
No llega nada, yo he vivido así, otros han vivido de otra manera.

Y ha pintado. Cuando recobra la libertad le llegan los reconocimientos, incluso fue una especie de mito de la Transición, su famoso autorretrato se convierte en el cartel de la petición de Amnistía...
Fue otro paso más. Ya he dicho que jamás me he sentido ni olvidado ni arrinconado, pero aquella España era la que era. Cada biografía es fruto de una época y la mía es fruto de la mía.

Reconocerá que no ha tenido mucha suerte, cuando mejor le iban las cosas, después de muchas exposiciones, de ser el único artista no vasco que participa en un proyecto vasco, la crítica le recibe bien, entabla relaciones con gentes del mundo de la cultura, el genial fotógrafo Schommer lo inmortaliza en un recordado retrato, le contratan para ir a Nueva York y...
Y me sobreviene una terrible enfermedad. Hice un viaje en avión, regresé a casa bien, mi mujer y mi hija se fueron a otro piso y yo quedé en el estudio. Al día siguiente, al ver que no contestaba al teléfono, fueron allí y me encontraron casi muerto, tumbado en el suelo, sin conocimiento.

Una rara enfermedad.
Creo que se llama encefalopatía vascular, aunque en principio me diagnosticaron otra cosa. Me llevaron a Palencia, no me encontraban la causa, estuve tres días en coma, muy extrañados de que no muriera. No acabó ahí, nunca pensé en volver a pintar pues creí que nunca volvería a andar, que sería un vegetal. Perdí hasta la facultad de escribir, un día fui a firmar y no pude hacer más que un borrón, incluso me llevaron ante un juez pensando que era fruto de que tomaba drogas o similares. Fue muy duro todo aquello.

Pero se recuperó.
Fue muy duro, pero sí, tenía que pintar, tenía que vivir, no tenía otra cosa, no la tengo.

¿Y no se siente abandonado, olvidado después de 23 años de cárcel?
(Silencio).

¿Cree que mereció la pena?
Sí, seguro, siempre merece la pena luchar, siempre