Manuel Fraga y el asesinato de Grimau PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - franquismo y represión
Escrito por Salvador López Arnal / UCR   
Martes, 03 de Mayo de 2011 04:26

Sin Ítaca, memorias 1940-1975       Juan-Ramón Capella ha publicado recientemente en Trotta unas memorias suyas: Sin Ítaca [1]. Abarcan los años entre 1940 y 1975.

     En el capítulo V del libro –"Viaje de Grumete"-, el catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona cuenta su estancia en París en los años sesenta. En la página 136 se refiere a la detención y tortura de Grimau: "Julián Grimau, dirigente comunista detenido en Madrid, había sido tan salvajemente torturado que para disimularlo la policía le había arrojado por una ventana de la Dirección General de Seguridad. Grimau había sobrevivido y un tribunal militar la había condenado a muerte".

 

     El autor de Las sombras del sistema constitucional español recueda que aquellas salvajes torturas horrorizaron a la opinión pública francesa. La condena de lo sucedido era generalizada.

La policía francesa y la administración educativa le habían advertido que no podía intervenir políticamente. A pesar de ello "participé en una primera manifestación de protesta". Era enorme recuerda.

     Cuando se acercaba la fecha fatídica, el día en el que Franco y su gobierno podían dar el "enterado", y con él, el inmediato fusilamiento de Grimau, la ciudadanía de París hervía de rabia e indignación. "Se respiraba en el metro y en los titulares de la prensa. Los diarios daban cuenta de las manifestaciones en toda Europa, y De Gaulle, el Papa y otros gobernantes solicitaban el indulto".

     Juan-Ramón Capella, señala él mismo, pensó que dada la amplia movilización no era imposible, podían verse obligados a conceder el indulto dada la enorme presión popular internacional. Habló con Jordi Borja, entonces exiliado en París. Se lo comentó, veía posible evitar el asesinato de Grimau. La respuesta de Jordi Borja, de muy buena fuente, le dejó helado: Ángela Grimau, la compañera del dirigente comunista, "había telefoneado a Fraga, el aperturista ministro de Información, pidiendo clemencia". El ministro franquista, sin ningún asomo de duda, le contestó "que le iban a ejecutar".  

El ex ministro de Franco, el ex embajador de la España franquista, sigue siendo presidente de honor (o reconocimiento afín) de un partido político que dice ser democrático y, por si fuera poco, el principal partido de la oposición parlamentaria. Cuando el tiempo pase y al final estemos, oiremos voces que hablarán del pasado reformista y democrático del ministro que firmó penas de muerte. Recordaremos entonces a Julián Grimau, a los trabajadores asesinados en Vitoria en 1976 y el grito fraguista de guerra: ¡la calle es mía!

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Notas

[1] Juan-Ramón Capella, Sin Ítaca. Memorias 1940-1975. Editorial Trotta, Madrid, 2011.