Carlos Álvarez, testigo de la Transición PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - Cultura de la Memoria
Escrito por Arturo del Villar / UCR   

altCarlos Álvarez, "Las mentiras de Homero y otros comentarios", prólogo de Carlos Hermida, Madrid, Aurora 17, 415 páginas, 18 euros.

   Por tercera vez recoge Carlos Álvarez en un volumen textos en prosa que en su día fueron artículos periodísticos, mítines o conferencias, unos de carácter literario y otros político. Las recopilaciones anteriores se titularon "Volver a la patria y otros comentarios" (1987) y "De palabra y por escrito" (1990), a las que debe añadirse un libro misceláneo de verso y prosa, "Entre el terror y la nada" (1989), cuya segunda parte está integrada por artículos político-literarios insertados antes en la página cultural del diario Mundo Obrero, aquí colocados entre poemas literario-políticos.

 En otros libros de versos ha incluido escritos en prosa, pero de carácter poético. En la escritura de Carlos Álvarez el verso y la prosa cumplen una misma función: denunciar las situaciones inhumanas, de modo que la prosa vale bien su verso, como diría Rubén.


   Este último libro también incluye artículos aparecidos en Mundo Obrero, desde 1977 a 1981; en Nuestra Bandera, desde 1982; en Vanguardia Obrera, desde 1991; en Política, desde 1994, y en otros periódicos, en los que no ha sido tan constante su colaboración como en estos cuatro, más las intervenciones orales en diversos lugares tan distintos como el Cementerio Civil y el Ateneo de Madrid, entre otros.
   Son 76 textos, fechados entre el 25 de mayo de 1977 y el 1 de octubre de 2005, a los que se incorporan un prólogo autobiográfico sobre sus estancias en la cárcel de la dictadura como preso político-poético, y un epílogo con dos comentarios recientes, inspirados por la misma inquietud que los anteriores.

 CRÓNICA DE LA TRANSICIÓN

   Entre la primera fecha y la última, de 1977 a 2010, han transcurrido 33 años, que corresponden casi exactamente a los de la transición desde la dictadura fascista, tras la muerte del dictadorísimo por vejez en 1975, para vergüenza de cuantos sufrimos su tiranía, incapaces de actuar como se hace contundentemente en la América hispana y en África contra sus dictadores. Una transición que Carlos Álvarez denomina postpredemocracia, y que solamente puede concluir con la recuperación de la legalidad constitucional interrumpida por el triunfo de los militares monárquicos sublevados en 1936. Por eso puede afirmase que este libro contiene la crónica de la transición, redactada por un testigo de cargo que la está sufriendo todavía.
   Por ser así, desgraciadamente, se constata que escritos publicados hace treinta y más años conservan toda la vigencia del momento en que fueron compuestos. La monarquía instaurada por el dictadorísimo quedó atada y bien atada, como él advirtió con su despotismo habitual, para perpetuar sus leyes ilegales. Son las leyes que el sucesor designado por él mismo juró en dos ocasiones guardar y hacer guardar a sus vasallos, para que nada cambie en el reino.
   Estos escritos tienen como tema principal la monarquía del 18 de julio, según la denominó el dictadorísimo al instaurarla, pero se refieren también a las aventuras bélicas sucedidas en otros lugares, a veces con la intervención de militares españoles, dada la dependencia del Imperio gringo aceptada con júbilo por los dirigentes del reino, y consentida por el sumiso pueblo engañado y resignado, drogado con el fútbol acaparador de todas las conversaciones. 

LOS POETAS ANTE LAS GUERRAS

   El título del nuevo libro, Las mentiras de Homero y otros comentarios, repite en su primera parte el de un artículo impreso en 1991, en el que se reactualiza la lectura de la Ilíada homérica. Según el poeta español, lo que hizo el griego fue disfrazar líricamente la realidad económica motivadora de la guerra. Todos los conflictos bélicos derivan de ambiciones económicas, según demuestran los historiadores, pero esa verdad no es propicia para el verso. La tarea del poeta épico reside en hacer lírico el mercantilismo, y no es sencilla. Homero tuvo la habilidad de mezclar a dioses, héroes y guerreros para conseguir que la guerra de Troya originase un poema superador de los tiempos y las culturas (aunque bastante pesado, preciso es reconocerlo, para nuestro sentir actual, poco propicio a dioses, héroes y guerreros).
   Carlos Álvarez glosa la guerra de Troya, comparándola con otra encendida todavía, la de Irak organizada por el emperador Bush I, de perenne memoria. Si el rapto de Helena fue la disculpa lírica para organizar la guerra de Troya, la invasión de Kuwait por orden del dictador Sadam Hussein fue la excusa política para desencadenar la de Irak. Mintió Homero, en su propósito de embellecer poéticamente un conflicto debido al afán de dominio de un pueblo. Mintió Bush I, en su pretensión de justificar el deseo de controlar los pozos petrolíferos en Oriente Medio. Y mintió Bush II, en la estela de su padre, al explicar que organizaba una nueva guerra en Irak para anular  unas armas de destrucción masiva que solamente él mismo poseía, y empleó despiadadamente, por más que la aventura esté resultando negativa para el Imperio y sus colonias, y terminará como la de Vietnam, con la huida apresurada de los soldados imperiales, derrotados por un pueblo mal armado, pero decidido a impedir la dominación extranjera para preservar su libertad.
   Los poetas cuentan las guerras en verso, a su estilo. La guerra europea librada en España entre 1936 y 1939 tuvo rapsodas en ambas trincheras, y algunos empuñaron las armas para defender su libertad con la misma pasión que emplearon las plumas estilográficas. Se ejemplifica en la confesión de Machado a Líster, resumen de la actitud ética de un escritor impedido físicamente para combatir en el frente, aunque se coloca en primera línea para salvaguardar su libertad.

EL COMPROMISO POÉTICO-POLÍTICO

   Carlos Álvarez ha pagado duramente su compromiso ideológico con el ideal de conseguir que el tirano cayese, y liberar al mundo siervo para hacer ley a la igualdad entre todos los seres humanos. En la cárcel se forjó su temple revolucionario, y en sus paredes empezó a escribir los poemas inspirados por el deseo de consolidar la libertad de los individuos y los pueblos, según reclama La internacional.
   Conoció el terror desde su niñez, puesto que su padre fue fusilado por los militares sublevados cuando él tenía dos años y medio, y después la angustia de saberse perseguido por su ideario. Opinaba, y continúa sintiéndolo así, que el escritor debe actuar en su vida pública conforme a su ideario. En una "Carta abierta a Abd al-Wahhab al-Bayati", poeta iraquí que sirvió como diplomático al dictador Hussein, inserta en este libro, se plantea la cuestión de esta manera:

   El problema reside en la autoexigencia del poeta. Si éste ha asumido su condición de hombre revolucionario, y expresa con palabras de inimaginable polisemia, que adquieren en la conciencia de cada posible receptor de su mensaje un significado distinto, cuán alcanzable es un mundo mejor y más digno del ser verdaderamente humano, debe, quizá, intentar que éste nunca sea equívoco. Y, muchas veces, la palabra se reviste de una característica que para quien la escucha puede depender de una dimensión extraña a ella: la que atribuye a quien la pronuncia su propia necesidad de fe, no en el sentido irracional, religioso, del término. ¿No se desprende de ese razonamiento la necesidad de la coherencia interna, de la consecuencia pública, para quien voluntariamente se ha erigido en movilizador de conciencias ajenas? (Página 160.)

   Siempre ha sabido poner en práctica esa coherencia interna, a pesar de todas las dificultades. Superó el adoctrinamiento feroz al que nos sometió la dictadura, mayor en su caso al ser huérfano de un rojo ejecutado por oponerse al glorioso alzamiento nacional, dicho sea según la jerga oficial propalada por los pemanes y los ridruejos de la dictadura.

DEL MIEDO A LA ESPERANZA

   En un emocionado artículo escrito en 1985, "Casi un cuento de miedo", rememora  las dudas incongruentes de su niñez, cuando se le obligaba a escuchar que su padre había sido un malvado al que los buenos tuvieron que matar. Oía hablar también de una mujer perversa, según la consigna de los triunfadores, suma de todas las iniquidades, con la que le asustaban tanto que se le aparecía en los terrores nocturnos inevitables en los niños sensibles. Pese a todos los ritos del adoctrinamiento fascista, no se dejó contaminar por la propaganda oficial, y desde que entró en el uso de la razón práctica supo que no iba a tolerar más deberes sin derechos, por lo que se obligaba a realizar él mismo el esfuerzo redentor.
   En 1958 se hallaba internado en la cárcel de Carabanchel, un edificio que permanecerá en la memoria de todos los españoles demócratas, por más que los herederos de la dictadura lo hayan derribado para asegurar que nunca existió. Allí y entonces tuvo lugar su ingreso formal en el Partido Comunista, al que de hecho pertenecía ya por la identificación con su programa revolucionario.
   Y un día se encontró en Moscú con aquella mujer de la que oyó contar tantos horrores durante su infancia huérfana. Evoca así, en tercera persona, con distanciamiento brechtiano, aquella primera reunión de dos exiliados ansiosos por vivir en la libertad imposible en la patria, y hace un retrato al instante de Dolores Ibarruri con trazos rápidos y concisos:

   Unión Soviética... Moscú... y la silueta inconfundible de una mujer a quien ha visto muchas veces en fotografías, como alguien hasta el momento intangible y lejano: alta, serena, elegante en su luto sencillo, rostro bello y acogedor, mirada inteligente y limpia que ahora le descubre a él mismo, sobresaltado y confuso, sin saber qué hacer. A él, que se acerca hasta la mujer que la Historia ha convertido en leyenda. Con un gesto tímido extiende despacio la mano derecha. Ella abre los brazos, sonriente,... y es así como aquel antiguo niño asustado advierte cómo se le nublan los ojos al abrazar por vez primera a quien fuera en otro tiempo el objeto de sus terrores nocturnos. (120 s.)

   Sucedió en 1966, cuando Carlos Álvarez tenía sus versos traducidos y editados en Dinamarca, Noruega, Suecia e Italia, pero no se podían imprimir en su patria encarcelada. Él mismo había sufrido ya para entonces dos experiencias carcelarias, de las que salió con el ánimo fortalecido para seguir junto a los parias de la Tierra hasta la lucha final para que el mundo cambie de base. En su caso, utilizaba como arma la poesía, un arma cargada de futuro, según la definición de su amigo y camarada Gabriel Celaya.

DOS FORMAS DE COMPRENDER LA POESÍA

   En su razonada opinión, hay dos formas de comprender la poesía, una lógica y otra mágica. Así lo explica en el artículo de 1982 titulado "Evocación de César Vallejo con fondo musical de Shostakovich", título que en el lector atento evoca el de un poema perteneciente a su libro de poesía Memoria del malentendido (1993), que dice: "Evocación de Blas de Otero con versos de Shostakovich y música de César Vallejo". El artículo concluye citando a Blas de Otero, y será una delicada tarea comparar los dos escritos, la prosa y el verso, para desentrañar sus coincidencias estilísticas, éticas y estéticas. Por cierto: Memoria del malentendido es el último libro de versos editado por Carlos Álvarez, que parece haber abandonado su trabajo lírico desde esa fecha ya demasiado lejana.
   Pero de momento vamos a examinar las dos maneras de entender la poesía, según se expone en el artículo citado, con ejemplos ilustrativos para la mejor compresión de la teoría. Una forma es la inteligible para todos los lectores a través del razonamiento lógico, "una poesía al alcance del hombre llano". Como ejemplo imagina a Antonio Machado, meditando solitario un atardecer a orillas del Duero: "no hace otra cosa que filosofar en verso, describir algo que puede ser inmediatamente asimilado por cualquier adulto mental". Lo que escribe es poesía lógica, comprensible por toda persona con algo de cultura.
   Añade Carlos Álvarez: "Hay otra que nos llega por diferentes antenas sensoriales, que entendemos a través del deslumbramiento que una mente en ebria vigilia y un corazón sobresaltadamente receptivo propician: a través de lo onírico, del sueño, de la magia." El ejemplo para ilustrar este método creador es César Vallejo, "que pretende expresar sentimientos comunes (nunca mediocres) a través de un lenguaje genial... lo que, irremediablemente, lo aleja de la inmensa mayoría a la que, paradójicamente, pretende llegar: lo convierte, aunque no le habría hecho gracia imaginarlo, en poeta exclusivamente para poetas" (p. 87).
   La primera de estas dos formas es la utilizada por Carlos Álvarez en su escritura poética, aunque a menudo su lenguaje aproveche imágenes visionarias aceptadas ya en la poesía, como herencia de los movimientos vanguardistas sucedidos en el primer tercio del siglo XX.  Continúa esa línea reflexiva y razonadora que tiene en Quevedo su más insigne representante, y llenó un período largo en la última posguerra, desde el tremendismo a la poesía social.

LA ELECCIÓN DE LECTOR

   A comienzos de los años sesenta, cuando él empezó a escribir en verso, coincidían dos manifestaciones opuestas en el panorama literario español, denominadas con intención despectiva el sándalo y la berza, es decir, lo exquisito y lo popular. Mucho después, en 1995, rememoró aquella circunstancia literaria:

   De la peyorativamente bautizada como "Generación de la Berza" por los exquisitos de costumbre se recibió una herencia, que dicho sea de paso es la herencia, y el mandato, la orden, recibida por los escritores de todos los tiempos y que los más grandes aceptaron: dar testimonio, si  bien fuera éste filtrado por la subjetividad del escritor para enriquecerlo con la plusvalía del arte. [...] Ninguna muestra literaria que no se haya entroncado en el análisis de la sociedad de su tiempo ha conseguido llegar a ser, en el sentido dialéctico en el que únicamente puede entenderse la palabra, eterna. Es muy difícil ser universal si no se ancla la raíz  en lo que puede directamente conocerse, imposible perdurar en el tiempo si no se habla  de lo que está pasando en el ahora de cada autor. (219.)

   Lo malo de este programa es que desde 1939 España se hallaba sometida a una dictadura fascista, que decretó desde el primer momento la censura para todas las publicaciones. De modo que hablar de lo que estaba pasando en el entonces mismo de cada autor comprometido con su gente y su tiempo tenía como consecuencia lo que le sucedió a Carlos Álvarez, ser condenado a prisión.
   Pese a ello, ha permanecido fiel a su compromiso político-poético, sin importarle el peligro entrañado por su actitud opositora al régimen represor. Escribió sobre el pueblo con las palabras del pueblo, con las que habla a su vecino, según el viejo y prudente consejo de Berceo, iniciador de un estilo en la poesía castellana que tiene notables seguidores. Lo mismo que su amigo Blas de Otero postulaba, Carlos Álvarez quería escribir de cara al hombre de la calle, con las palabras cotidianas, pero el poso de sus lecturas suele dejarse notar con un acentuado culturalismo.

REFERENCIAS AJENAS INTERCALADAS

   Los artículos de esta recopilación confirman esa manera culturalista, al intercalar en su escritura frases de verso o prosa debidas a otros autores, no como citas ajenas, sino como parte integrante de su discurso. Son frases muy conocidas por cualquier lector culto,  lo que suele llamarse préstamos literarios, con los que hace una suerte de recordatorio de otras voces y otras situaciones relacionadas con las suyas, y al mismo tiempo constituyen un homenaje a los escritores afines que le precedieron.
   He aquí una relación, seguramente incompleta, de esos préstamos: Blas de Otero, "árboles abolidos, volveréis a brillar" y "redoble de conciencia" (42). Antonio Machado, "torpe aliño indumentario" (49), "en el buen sentido de la palabra bueno" (158), "desde el rompeolas de todas las Españas" (185), y "los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa" (228). Rubén Darío, "aquel que ayer no más decía el verso rojo y la canción profana" (53),  con ese significativo cambio del color azul original, y "cisnes unánimes en el lago de azur" (390). Vázquez Montalbán, "Un caso para Pepe Carballo" (71). Cortázar está invisiblemente presente entre los cronopios y los famas (98 ss.). Borges, "Historia Universal de la Infamia" (147). Miguel Hernández, "con quien tanto quería" (155). Juan Ramón Jiménez, "la inmensa minoría" (157). Manrique, "los que viven por su mano" (208). Quevedo,  "por más que, con el dedo ya tocando la boca, ya la frente, silencio avisaran o amenazaran miedo" (224). Benavente, "la ciudad alegre y confiada" (235). Delibes, "la forma del ciprés, que como todo el mundo sabe es alargada" (280 y 402). Góngora, "mientras pisa la dudosa luz del día" (281) y "el campo de plumas donde se desarrollan las batallas de amor" (368). El autor de unas repelentes coplas cantadas por Concha Piquer, cuyo nombre ignoro, "una dalia crecía en Sevilla en el parque de los Montpensier" (291). Faulkner, "mientras agonizo" (301). Mitchell, "desde que el viento se llevó el esclavismo" (304). Buero, "una tejedora de sueños" (365). Martín Santos, "tiempo de silencio" (385). Vélez de Guevara, "reinó después de morir" (395).
   Si no son sus autores predilectos, por lo menos resulta indudable que los ha leído tanto que frases suyas se introducen sencillamente en su escritura.
   Algún despiste hay que corregir, como la vacilación entre Nicolás y Jorge Guillén (142 y 303), la equivocación al citar el nombre del coronel rimador de versos Luis López Anglada (311) y el apellido de Félix de Azúa (322). Más criticable es la bromita sobre "la Revolución de Octubre, que como todo el mundo sabe fue en noviembre" (361 s.): lo que sabe casi todo el mundo es que Rusia se regía por el calendario juliano, que está trece días atrasado respecto al gregoriano seguido en Occidente desde 1582. Por este motivo la revolución del 25 de octubre según el cómputo juliano equivale al 7 de noviembre gregoriano, pero como se hizo en Rusia fue llamada con toda razón la Revolución de Octubre. La Unión Soviética adoptó el calendario gregoriano el 14 de febrero de 1918, con lo que terminó esa disparidad.
  
OPINIONES POLÍTICAS

   El compromiso político del poeta se desarrolla ampliamente en los artículos de esta recopilación. Como ha quedado dicho, a pesar del tiempo transcurrido desde su escritura mantienen su vigencia, porque el calendario parece no cambiar sobre los conflictos mundiales que afectan a toda la humanidad.
   En un asunto se adelantó a los acontecimientos. A comienzos de 1984 se originó una polémica sobre la presunta homosexualidad de un alto cargo de la Organización Terrorista del Atlántico Norte (OTAN), porque se decía que estaba expuesto al chantaje por parte de los enemigos comunistas. Entonces propuso Carlos Álvarez la aceptación social de la homosexualidad, que no lesiona derechos a terceros, como medio para evitar los motivos de un chantaje (108 s.). En la actualidad muchos países civilizados reconocen legalmente las uniones homosexuales, y los militares del Imperio gringo pueden declarar sus preferencias sexuales con entera libertad, de modo que la tesis de Carlos Álvarez resultó asumida por los gobernantes de varias naciones, aunque en el momento de exponerla parecía imposible. Como lo sigue siendo todavía en muchas naciones.
   La cultura es una de las incitaciones principales en esta recopilación,  para meditar sobre sus consecuencias. En el transcurso de una conferencia pronunciada en 1993 se planteó las posibilidades de adquisición de cultura por parte de unas personas que deban primordialmente conseguir un pan para alimentase y un techo para guarecerse. Expuso y denunció que la cultura en nuestra sociedad sigue estando reservada para las clases dominantes, como a lo largo de la historia humana (198).
   Abordó también el caso de la dependencia cultural como previa a la colonización total. Primero llegan la música y el cine, después la dominación política, es decir, económica y militar. El Imperio gringo se adueña así pacíficamente del mundo (200). El capitalismo se les impone como modelo de vida a personas carentes de ningún capital, que se limitan a admirar los dispendios de las llamadas estrellas del espectáculo. Se les dice que eso es lo normal en el capitalismo, por lo que deben olvidarse de pensar en el experimento fracasado del socialismo, y aspirar a integrarse en una sociedad capitalista. Es una cultura dirigida, con alcance mundial, parece ser que imparable, porque infecta a los jóvenes de cualquier parte del mundo. La droga contagia a los pueblos más distantes geográficamente.

EL FRACASO SOCIALISTA

   La desmembración de la Unión Soviética significa efectivamente el fracaso del modelo socialista implantado en su territorio. Se achaca al exceso de burocratismo, aunque es pronto aún para hacer un análisis completo de sus causas. En cualquier caso, Carlos Álvarez lanza una advertencia a sus lectores:

   Pero si es cierto que los países mal llamados socialistas han fracasado, los mismos que con razón lo proclaman se olvidan de señalar el estrepitoso fracaso del Capitalismo, que sigue produciendo el hambre entre los dos tercios de la Humanidad, el analfabetismo como telón de fondo donde más cruelmente pisotea el imperialismo que de su semilla nace, y, de cuando en cuando, como ahora mismo y cuándo no, modelos para que cualquier posible pintor genial se entretenga retratando los desastres de la guerra. (203.)

   Como hicieron Goya y Picasso, por ejemplo. En otro escrito achaca el fracaso del socialismo real a las aberraciones cometidas en su nombre, pero añade una aclaración pertinente para cuantos opinan que ese fracaso supone el triunfo del capitalismo:

   (Porque en el sistema socialista ha habido, y habrá, espantosas aberraciones, coyunturales por profundas que sean, en lo que se diferencia del sistema capitalista que es, esencialmente, una aberración.)  (351 s.)

   Lo indudable es que el fin de la Unión Soviética ha propiciado el atrevimiento descarado del imperialismo gringo, que ahora puede invadir impunemente cualquier país poseedor de riquezas petrolíferas o minerales, como Irak y Afganistán, por ejemplo, y amenazar a quienes buscan la manera de defenderse precisamente del colonialismo agresivo gringo, como Irán y Cuba. Nadie en el mundo escuchará a un poeta que denuncie esa injusticia intolerable, como hace Carlos Álvarez.

EL CASO DE ESPAÑA

   La máxima preocupación de las reflexiones políticas agrupadas en este libro tiene como referente a la España actual, a la monarquía del 18 de julio instaurada por el dictadorísimo. Quiso instaurarla, y  puesto que su poder era omnímodo, lo hizo, y no sirve de nada airear su ilegitimidad. Al producirse el relevo, por causas naturales, en la Jefatura del Estado, se modificó la forma del Estado, pero no su estructura. Lo explica de este modo el poeta en su faceta de comentarista político:

   Porque se aceptó al rey se aceptó el continuismo en las instituciones, no se modificó ni siquiera depuró el aparato del Estado, y los mismos que habían ejercido abiertamente la represión contra el pueblo pudieron seguir ejerciéndola, más discretamente, bajo el manto de una supuesta fórmula democrática a que la Monarquía le daba, o le da, una también supuesta y altamente paradójica legitimidad que en modo alguno le concedió el pueblo, al que se le impuso, porque la aspiración del pueblo a la muerte de Franco fue, era, confío en  que siga siendo, volver a disfrutar de las  posibilidades que una República concede, [...] (242.)

   La primera de esas posibilidades consiste en elegir periódicamente al jefe del Estado, en la persona considerada mejor capacitada para ostentar el cargo, y deponerla si no es así. Además, como los presidentes de las repúblicas no lo son por la gracia de Dios, se les puede criticar e incluso juzgar, porque son responsables de sus actos ante el pueblo soberano. Es cierto que el actual rey de España no lo es por la gracia de Dios, sino por la del dictadorísimo que lo designó sucesor suyo, pero dado que el dictadorísimo lo era por la gracia de Dios, según aseguraban las monedas con su efigie, se supone que la gracia se hereda. La Constitución consagra la irresponsabilidad real.  No obstante, según constató Carlos Álvarez en 1991, algo cambia en la opinión popular, pese a estar contaminada por unos medios de comunicación de masas adoctrinadoramente monárquicos hasta la saciedad:

   El caso es que, desde hace algunos, muy pocos años, empieza a notarse un flujo de la marea republicana, un reflujo del arrobo monárquico en que cayó el país durante los primeros tiempos de la llamada Transición. Ahora ya no es imposible, y por algo será, que, de cuando en cuando, podamos leer en los periódicos alguna crítica  --y, en algún semanario de poca difusión, sin  ningún velo-- a la institución monárquica y al rey, de quien la gente empieza a sospechar que es un  ser de carne y hueso, no un efluvio divino, y que, como tal, vive –y muy bien, por cierto-- y está por tanto expuesto, como cada hijo de vecino, a que los demás pensemos en él y analicemos lo que representa, lo que cuesta –lo que nos cuesta--, y, sobre todo, cuál es su función social, para qué sirve. (175.)

   Ahora mismo asistimos a la promoción continuada del heredero, llamado a suceder a su padre según la Constitución. Los diarios, las revistas y las cadenas de televisión se esfuerzan por tenerlo a todas horas en primer plano de la actualidad, sea porque asiste a la toma de posesión de un jefe de Estado elegido por el pueblo, sea porque pasea con sus hijas por el parque. Siempre insisten en que está muy preparado para ocupar el trono, por ser hijo de su padre. El pueblo traga y calla, y además paga. Pero Carlos Álvarez piensa que es el momento de opinar, de comparar la situación española a la mayoritaria en la Unión Europea, y de actuar en consecuencia:

   Sí importa en nuestro país abogar por la Monarquía o la República. Lo primero significa aceptar el inmovilismo, que, por cierto, permitió continuar en sus puestos de poder y represión, cuando se inició la Postpredemocracia, a los que nos habían pisoteado durante el franquismo; lo segundo, optar por la evolución acompasada con el ritmo de la Historia. E importa ser republicano, que no consiste exclusivamente en preferir que sea uno de nuestros conciudadanos libremente elegido por sus iguales a un rey procedente de una familia de infausto recuerdo quien nos presida y represente ante otros pueblos, sino que presupone estar en posesión de una tendencia vital proclive al respeto a los demás y al entendimiento con ellos. (398 s.)

    Así es, o así debiera ser, y así sería si la conciencia popular no estuviese drogada por unos gobernantes deseosos de mantener la situación actual, porque les beneficia. Se promociona a la llamada casa real, que es la más irreal de todas las del reino, y en cambio se silencia todo cuanto incita a pensar en el devenir político del Estado. Es seguro apostar que este libro de Carlos Álvarez no será tenido en cuenta por los medios de comunicación más importantes del país. Por eso debemos encargarnos de recomendarlo, con los medios limitados de que disponemos, quienes participamos de su opinión sobre la monarquía impuesta, y sobre la urgencia de terminar la transición y recuperar la legalidad cercenada por unos militares golpistas en 1939, para que su herencia bastarda no siga corrompiendo la historia de España.

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Carlos Álvarez (Jerez de la Frontera, 1933) fué militante del Partido Comunista de España. Fué detenido en 1958 por repartir propaganda y encarcelado siete meses enla prisión de Carabanchel de Madrid. Fué detenido de nuevo en 1963 y en 1974. A lo largo de esos años de lucha, persecución y cárcel, Carlos Álvarez va elaborando una obra poética -traducida a varios idiomas- que es inseparable de su militancia politica y compromiso.

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“Las mentiras de Homero” y otros comentarios, por Carlos Álvarez

Edita: Aurora 17

ISBN: 978-84-613-5668-3

Pedidos a Aurora 17

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Arturo del Villar es Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio
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