La caverna de la historia PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - Cultura de la Memoria
Escrito por Diego Carcedo / El Comercio   
Lunes, 06 de Junio de 2011 05:25

Encuentro de Franco y Hitler en HendayaLa Historia es un asunto muy serio como para dejarlo en manos de 'hooligan' de las ideas o los hechos acaecidos. Lo estamos viendo estos días con el escándalo que se ha montado en torno al Diccionario Biográfico Español que ha elaborado la Academia de la Historia. La iniciativa era buena pero el resultado global, aunque incluya elementos positivos, que los incluye, ha quedado reducido a un disparate. 

 

Sabíamos que la Academia de la Historia es una institución decrépita y cavernícola, enrocada en sus filias y fobias al gremio de los historiadores modernos, y dominada por personajes del pasado, algunos con méritos pero otros encumbrados a posiciones relevantes por su capacidad hagiográfica hacia el antiguo régimen por la fobia que sienten, a menudo partiendo de falsedades creadas por la propaganda franquista, hacia quienes discrepaban del sistema. Lo que se conoce del Diccionario está salpicado de entradas rechazables simplemente por su falta de veracidad y por el recurso a opiniones subjetivas que pueden ser válidas para una columna de opinión pero nunca para una descripción histórica. Entre todas choca de forma especial la que presenta a Franco, y sorprende que se haga cuando son tantos los millones de personas que, conociendo su trayectoria, comparten juicios sobre su tradición sanguinaria y su saña represora de la que tenemos muchas víctimas vivas entre nosotros. 

No sorprende tanto el texto si se advierte a priori que su autor, Luis Suárez, es miembro de la Fundación Francisco Franco, encargada de velar por el buen nombre de quien a lo largo de cuatro décadas tantos motivos dio para rechazarlo, pero sí sorprende que tratándose de persona interesada en la defensa del personaje se haya aceptado su oferta para ser el redactor, sin ningún tipo de condicionamiento, de un texto que se trata de perpetuar como fuente histórica. Según Suárez, Franco fue autoritario pero no fue un dictador. Es decir, que haber encabezado un golpe de Estado contra un Gobierno legítimo, haber provocado una guerra civil con cientos de miles de muertos, haber hecho ejecutar a decenas de miles de personas una vez alcanzada la paz y haber gobernado 35 años como jefe único del Estado, del Gobierno, del partido y de las Fuerzas Armadas, además de mantener un duro sistema policial y una rígida censura de prensa, prohibir los partidos políticos, la actividad sindical, la libertad de reunión, no es suficiente para merecer el título de dictador. 

¿Qué fue Franco entonces? ¿Un ideólogo de la democracia, un defensor de las libertades, un defensor de la abolición de la pena de muerte? Claro que el señor Suárez y quienes como él opinan tienen ahora - con Franco en vida, no - el derecho de opinar y escribir lo que quieran. Faltaría más. Lo que no es admisible es que se aprovechen una de una institución pública para volcarlas en una obra que arremete contra la sensibilidad de una parte de los ciudadanos y que para mayor escarnio pagamos entre todos. 

El Diccionario cuenta con una subvención de más de seis millones de euros que aportamos entre los que opinan que Franco era una hermana de la caridad y estarán felices y los que piensan lo contrario, que no pueden por menos de mostrarse indignados. Puestos exponer sorpresas, hay otra coyuntural, y es la pasividad con que soporta el chaparrón el Presidente de Academia, el señor Gonzalo Anes, que no ha dimitido todavía. Quizás está contagiado por esa tradición política española: "dimitir, no, nunca".

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Diego Carcedo es periodista