70º Aniversario de la liberación de Mauthausen (I) PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - Campos de concentración
Escrito por Luis Díez   
Sábado, 04 de Abril de 2015 00:00

"70 años después España sigue ignorando el exterminio nazi de los republicanos"

Entrevista a Benito Bermejo, el historiador que confeccionó la relación de los españoles en los campos de concentración

Deposita el casco de ciclista en una silla y saluda con voz tímida, como si no quisiera interrumpir el ruido. Es el historiador Benito Bermejo, trabajador infatigable de la causa contra el olvido de los más de 10.000 republicanos españoles que sufrieron en los capos nazis de exterminio. Más de cinco mil murieron apaleados, fusilados, de hambre, enfermedades y agotamiento en el complejo de Mauthausen-Gusen, sin que ni ellos ni los supervivientes, a los que la dictadura franquista desposeyó de la nacionalidad española, hayan sido reconocidos todavía por el Estado español como defensores de la democracia y las libertades frente al nazi-fascismo.

 

"Han pasado setenta años y el Estado español los sigue ignorando; es como si no hubieran existido", dice Bermejo. Cuando se van a cumplir 40 años de la desaparición física del dictador y el próximo 3 de mayo se celebrará el 70º aniversario de la liberación de Mauthausen, cuartopoder dedica una trilogía a honrar su memoria. Los ciudadanos hemos de agradecer a Bermejo y a la también historiadora Sandra Checa, ahora sanitaria en África, la formidable tarea de rescatar del olvido y de décadas de desprecio oficial los nombres, apellidos, fechas y lugares de nacimiento, deportaciones y muerte o supervivencia de casi todos aquellos españoles refugiados en Francia tras la Guerra Civil. Gracias a su impresionante Libro Memorial, miles de familias han podido conocer el terrible destino de sus abuelos, padres, hermanos, tíos, primos, novios y seres queridos.

– ¿No es peligroso circular en bici por Madrid? –digo para romper el hielo.

– No me da miedo.

– ¿Cómo prende en ti el interés por los republicanos españoles deportados por los nazis?

– Cuando era estudiante salieron dos becas para Francia, pedí una y tuve suerte. Era una buena beca, mejor que las erasmus actuales. Aunque era para un año, me quedé dos, 1987 y 1988. Tuve suerte y me salió trabajo de profesor de español. Yo acostumbrado a Salamanca, que era un poco el reparto de la miseria, me sentía feliz. Y ahí empiezo a conocer a alguna gente del exilio como el librero Antonio Soriano, un tipo muy importante. Es el primero que publica la Historia de España de Pierre Vilar en castellano y otros libros tan extraordinarios como Guerra y Vicisitudes de los Españoles, de Julián Zugazagoitia. Este hombre no había estado en los campos, pero conocía a varios supervivientes y es el primero que me habla y me presenta a algunos de ellos.

– Y ahí comienza tu labor.

– Empieza un poco más tarde, cuando en 1993, aquí en Madrid, surge la posibilidad de hacer con la Universidad de Educación a Distancia, la UNED, un documental sobre el exilio español en Francia. Con la profesora Alicia Alted realizamos una larga serie de entrevistas con decenas de exiliados, ya de nacionalidad francesa, entre los que había numerosos supervivientes de los campos. Bajo el título Exilios, han pasado el documental alguna vez en TVE.

– ¿Aparte del proyecto de la UNED, tenían alguna ayuda oficial, algún patrocinio?

– Ninguna. En la época de la UNED yo tenía una beca de investigación con Javier Tusell, y aparte podía realizar esta tarea. La verdad es que el tiempo histórico de la investigación coincidía, pues el tema era la propaganda del primer franquismo para mentalizar a la población de que íbamos a entrar en la guerra europea al lado de Hitler y de Mussolini.

– Luego el dictador limita su saldo de sangre a la División Azul.

– Intervienen los ingleses y las cosas cambian.

– Siempre me ha llamado la atención que algunos republicanos se alistaran en la División Azul.

– Se dieron situaciones curiosas como la del padre del dirigente del PCE Francisco Frutos, que fue a parar a la División Azul mientras el hermano de aquel hombre acabó en Mauthausen. Sobrevivió. En muchos casos era bien cierto lo que contaba Luis García Berlanga, que se apuntó a la División Azul, en parte porque su padre estaba represaliado y a ver si eso le daba crédito. Frutos me contaba que su padre le dio detalles durísimos de lo que vio en Rusia sobre los crímenes brutales de los alemanes contra la pobre gente inocente.

– ¿Había una predisposición, un adiestramiento propagandístico para fomentar el odio racial?

– No solo eso; Leon Trotski le llamó "materialismo zoológico". Esa gente, los nazis, habían teorizado y puesto en práctica la eugenesia. Hay dos teorías: una, que tenían un plan de limpieza de los judíos desde el principio, incluso deportándolos a Madagascar, y otra que dice que la "solución final" de trasladarlos a Polonia y matarlos en las cámaras de gas surge sobre la marcha, en plena guerra, a partir de 1942. Lo cierto es que 1939 ya estaban aplicando la forma de matar con gas letal a los enfermos mentales a partir de toda una literatura de los teóricos de la eugenesia que hablaban de "vidas indignas de ser vividas" y justificaban la liquidación con el argumento de que eran una carga para la sociedad y un peligro para la raza.

– ¿Cómo fue eso?

– Ponen en marcha las matanzas de enfermos mentales el 1 de septiembre de 1939, el mismo día que desencadenan la guerra. Le llaman Operación T-4, un nombre en clave que significa calle del Zoológico, número 4 –en alemán, Tiergarten Strasse, 4–, que era la sede central del dispositivo en Berlín. Organizan una red de doce centros para gasear a los enfermos –uno de ellos en Hartheim, en Austria, a unos 20 kilómetros de Linz y 40 de Mauthausen– y les mandan gente para exterminar.


– ¿En las cámaras de gas?

– Si, mediante gaseamiento. Los dos principales métodos que usaron eran el monóxido de Carbono y Zyklon-B (ácido cianhídrico). En Hartheim (la mayor parte de los presos de Mauthausen que fueron gaseados lo fueron allí) usaron el primero. Pero no hay que olvidar que a la mayor parte de la gente de Mathausen y Gusen la mataron de hambre y agotamiento.Las matanzas de enfermos mentales duran hasta el verano de 1941 y dan la orden de pararlas porque surgen rumores sobre lo que están haciendo y hay algo decisivo como es la protesta pública en forma de carta pastoral del Obispo de Münster, en agosto de 1941. Paran, pero no cierran esos centros, sino que empiezan a enviar gente de los campos. Así, a las instalaciones de Hartheim envían prisioneros de los campos de Mauthausen, de Gusen y también de Dachau para que los liquiden en la cámara de gas.

– Empiezan por los enfermos mentales, siguen con los judíos, los gitanos, los republicanos españoles que combaten en la resistencia francesa y son hechos prisioneros. ¿Por qué los españoles?

– Fíjate que la Wehrmacht (Ejército nazi) aplica las reglas de guerra más o menos aceptadas por la comunidad internacional a los todos los prisioneros, incluidos los judíos franceses, y acepta la supervisión de la Cruz Roja. Sin embargo, a partir de septiembre de 1940 hay una orden de Hitler de separar a los españoles y enviarlos a los campos de exterminio. No dice a cuáles. Sólo ordena que a "los combatientes de la España roja se les envíe a un campo de concentración". Esta orden sale de Berlín firmada por el Füherer el 25 de septiembre de 1940. Y esto sucede, ¡oh casualidad!, al día siguiente de que el representante y cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, se entrevistara en Berlín con Hitler y otros miembros de su gobierno.

– Cabe afirmar que la decisión de someterlos a trabajos forzados hasta liquidarlos fue solicitada por el dictador español.

– Sin duda, o por lo menos consultada, pero eso no consta en acta. La mayor parte de ellos son enviados a Mauthausen, en Austria. Hay un grupo muy numeroso de prisioneros en un campamento cerca de Hannover, en la Baja Sajonia, que son enviados a ese campo de exterminio, al que ya han mandado a otros españoles unas fechas antes, en el mes de agosto. Entre los primeros en llegar está Ramiro Santiesteban, que afortunadamente todavía vive. Tenía 17 años y fue deportado con un grupo en el que estaba su hermano Manuel y su padre, Nicasio Santiesteban, del que he podido encontrar tres fichas en el Archivo de Salamanca. Eran de Laredo (Cantabria) y Nicasio figura como responsable de la agrupación socialista de La Pesquera. Fue evacuado a Francia tras la liberación y murió en París un par de semanas después. Entonces tenía 58 años, es decir, que era alguien viejísimo para las condiciones de los campos nazis. Ramiro siempre recuerda que si su padre llegó vivo hasta la liberación fue porque, todavía en el campo, intervino Francisco Boix y consiguió que colocaran a aquel hombre en una situación menos dura. Manuel volvió a España y murió en un enfrentamiento en el norte con la Guardia Civil. No se sabe donde está enterrado.

– ¿Cuántos españoles integran aquel primer contingente de prisioneros?

– Son unos 350. Los trasladan desde un campamento cerca de Munich y llegan el 3 de agosto de 1940. Después, a partir de la orden de Hitler, van llegado al complejo de Mauthausen-Gusen unos 7.300 españoles. Uno de los grupos más numerosos es el de Angulema. Son unos 400 hombres. Los suben a un tren en el que ya han cargado a unas 400 mujeres y niños. Bajan a los hombres en Mauthausen y el tren sigue hasta Hendaya, donde entregan a las mujeres y a los niños a las autoridades franquistas. Éstas les ordenan que regresen a sus pueblos, pero cuando llegan no tienen nada, sus casas han sido incautadas y los que tenían alguna tierra se han quedado sin ella.


– ¿Cuanto tiempo llevas dedicado a esta investigación?

– Más de veinte años, no constantemente, pero sí continuamente. Se puede decir que empecé hacia 1997. Después no ha sido una dedicación constante, pero en realidad es un tema que nunca he abandonado del todo. El tema te atrapa, y en eso ha tenido mucho que ver la relación personal con bastantes de los supervivientes y también con algunos de sus familiares.

– Por cierto, ¿te agradeció el jefe del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero el aviso de que Enric Marco, que presidía la Amical de Mauthausen y fingió que había estado en aquel campo nazi, no figuraba entre los prisioneros?

– No, en absoluto; ni él ni nadie de lo que llaman "su gabinete". Eché en falta que en los días previos a la visita a Mauthausen alguien me dijera que habían tomado nota y que actuarían en consecuencia. Porque de eso no hubo nada y recuerdo que yo viví los días que precedieron con bastante angustia y sólo empecé a ver motivos para el alivio en la antevíspera de las conmemoraciones, cuando iba en un vuelo a Viena y leo en El País que Marco se ha sentido indispuesto el día antes y ha regresado a Barcelona. Hasta que no vi eso, yo no paraba de pensar que no había que excluir cualquier cosa. Viví con angustia aquella situación porque no sabía qué hacer para lo de Marco, que habría sido un escándalo, un escarnio para los deportados y un descrédito como país, precisamente en el momento en que el Gobierno de España iba como tal a estar presente en los actos de Mauthausen.

– Supongo que no sería facil desenmascarar a esa persona que luego inspiró a Javier Cercas la novela El impostor.

– No cabe duda de que Marco trabajó mucho y dio mucho impulso a la Amical de Barcelona. Pero en realidad eso tiene lugar a partir de 1999-2000, porque Marco esperó, para entrar allí, a que los deportados en vida fueran muy pocos y que no hubiera nadie en condiciones de hacerle sombra... y de hacerle preguntas incómodas. Yo -creo que hacia marzo de 2005- había tenido noticias de que era posible que Zapatero estuviera presente en las conmemoraciones. Cuando eso se fue confirmando, yo cada vez iba viendo más peligrosa la situación. Parecía cantado que Marco estaba destinado a tener su momento estelar, y efectivamente después ya todo indicaba que iba a ser así. Yo escribí a Marco diciéndole que tenía motivos para poner en duda la biografía que él pretendía tener. Él me respondió, diciendo que estaría contento de aclararlo todo conmigo. Que me llamaría y aprovecharíamos una de sus venidas a Madrid para encontrarnos y dedicar un tiempo a eso. Pero el tiempo pasaba y esa cita no se concretaba. Creo que fue en abril cuando le escribo diciéndole que no dejáramos pasar mucho tiempo para hacer lo que me había prometido. Marco responde que debido a las preparaciones de las celebraciones en Mauthausen será imposible hacerlo hasta que eso pase. Entonces veo claro que no se puede esperar y que hay que hacer algo, o de otro modo no me lo perdonaría nunca a mí mismo. Dicho sea de paso, todo esto lo compartí con cierto número de personas. Por ejemplo, varios deportados y varios familiares de deportados. Algunos incluso eran socios de Amical. Nadie tenía la fórmula mágica, pero todos parecían de acuerdo en que no había que callar. Recuerdo por ejemplo las palabras de Jordi Riera, un amigo y alguien admirable, hijo de un deportado que murió en Mauthausen. A mi pregunta de ¿qué hacemos? él contestó: "No sé, pero desde luego no se puede dejar correr".

– ¿Cómo surge el proyecto de recabar los datos personales de todos los españoles que fueron deportados a los campos de la muerte?

– La iniciativa surge a título particular. Yo he trabajado mucho en varios proyectos con Sandra Checa, historiadora y que empezó a trabajar en estos temas cuando estaba en la Universidad de Málaga. Tampoco es un caso de carrera académica estupenda. Ella, que tenía el Grado en Historia, acabó convencida de que por este lado no se le iban a abrir muchos horizontes. Se ha especializado en emergencias y en este momento está trabajando en un proyecto en Guinea Ecuatorial. En 2004 nos planteamos la conveniencia de elaborar un repertorio riguroso y sistemático de todos los españoles que murieron y sobrevivieron a los campos de concentración. Recuerdo que lo propuse a la Fundación Pablo Iglesias, pero no lo veían. Entonces a una persona del Ministerio de Cultura, José Ramón Cruz Montero, que había asumido la subdirección de Archivos Estatales, le pareció muy bien.

– Una tarea titánica.

– Sí, aunque con la ventaja de que el 80% de los españoles fueron al campo de Mauthausen y estaba excepcionalmente bien documentado, pues así como los nazis destruyeron toda la documentación de los campos, los españoles que estaban en la administración de Mauthausen se las apañaron para ocultar y conservar muchísima información. Además, ya en mayo de 1945, en las semanas que siguen a la liberación, un grupo de supervivientes se dedica a completar y depurar los datos de los deportados españoles. Por procedencia geográfica nos quedaron unos 500 sin determinar. Algunos se han ido aclarando después de la publicación del Libro Memorial en 2006. Yo me he encontrado gente con algunos errores, por ejemplo, con el apellido cambiado. Había un hombre que se llamaba Joaquín Salvo Bellmunt y aparecía mal en las listas. Era natural de Villarreal (Castellón). Años después de sacar el libro encontré una carta que dirigieron una señoras de Barcelona a la Federación Española de Deportados e Internados Políticos, que estaba en París, pidiendo datos sobre él porque pensaban que le habían llevado a algún campo. Les contestaron que no había aparecido nada. Cuando leí aquella carta, los apellidos me sonaban, de modo que a través de la guía telefónica pude localizar a un pariente suyo que me dijo que aquel hombre había tenido dos hijas y un hijo y que nunca habían conseguido saber qué fue de su padre. Esta misma persona (que era sobrino del deportado) me puso en contacto con un primo suyo, nieto de la persona que murió en Mauthausen, quien me dijo: "Hijos de mi abuelo solo queda mi tío Pascual, que vive en Curitiba (Brasil)". El caso es que contactaron con él y le transmitieron la información sobre el trágico destino de su padre.

– El Ministerio de Cultura puso el sello oficial y publicó vuestro Libro Memorial, una obra única e imprescindible para rescatar la memoria de los más de nueve mil españoles martirizados en los campos nazis. ¿Se puede saber cuánto os pagó el Estado por vuestro trabajo?

– Realmente lo que se nos pagó fue por el mes de trabajo que ocupó el preparar la base de datos de modo que fuese consultable por internet y también hacer el contenido publicable como libro.La verdad es que nos dábamos por contentos con que fuese publicado y pusieran la base de datos disponible para la consulta por todos los ciudadanos. También, por ejemplo, enviaron un ejemplar a un buen número de Ayuntamientos (creo que quinientos), los más representados por número de deportados.

– Entiendo esa satisfacción tras siete décadas de silencio oficial.

– Después hemos hecho unas setenta entrevistas con los supervivientes, son unas 200 horas de grabación. Las últimas las hicimos en 2011. La penúltima la hice en Amberes (Bélgica) con Silvio Cohen Escaloni, un judío sefardita al que internaron con sus padres en el campo de Bergen-Belsen cuando tenía cinco años. Sobrevivió y salió dos años después.

– ¿Has calculado a cuántas personas habéis podido ayudar con vuestro trabajo, incluso económicamente?

— Sé que ha habido varias iniciativas. Por ejemplo, por parte de la Amical de Barcelona. También desde la Junta de Andalucía. Yo he tenido contacto con unas trescientas y pico familias, que serán quinientos y pico hijos. También me consta que una mujer de Sevilla que se llama Pilar Pardo ha ayudado a unas doscientas personas. Supongo que otros también han contribuido. El caso es que entre unos y otros se ha hecho lo posible para que gente que tenía ese derecho lo conozca. Te diré que el Libro Memorial se publica en 2006 y que la ley francesa de indemnización a las víctimas se promulga en 2004. He conocido casos de descendientes directos de las víctimas que tenían derecho a recibir esa compensación económica y no lo sabían, el último, hace solo un mes, de una mujer de Segovia.

– Sin ánimo de reducir el sufrimiento a cifras, ¿cuál era la cuantía de la compensación?

– La indemnización importante fue la que pagó Alemania en los años sesenta. Con independencia de la satisfacción moral de que nuestro trabajo haya servido para que miles de familiares españoles tengan la información de lo que ocurrió con sus antepasados, que a un hombre de 75 u 85 años –los descendientes más jóvenes de los republicanos deportados nacieron en 1939– que vive en Brasil le compensen por la muerte de su padre con una pensión de 500 euros al mes o con 27.000 euros de una sola vez, pues también es una satisfacción.

– Supongo que has conocido esa mezcla de dolor y emoción.

– Me impresionó mucho el caso de unas mujeres de un pueblo de Albacete que nunca supieron qué había ocurrido con su padre. Acudieron incluso a aquel programa de Paco Lobatón en busca de ayuda y no obtuvieron ni un dato, ni una pista. Su madre había rehecho la vida con otro hombre y vivió siempre atormentada porque un día apareciese su marido. Esta mujer se suicidó. El caso es que sus hijas, ya con más de 80 años y en esta década, pudieron saber que su padre había muerto en Mauthausen a principios de los años 40.

– ¿Hay alguna actuación especialmente criticable por parte de las autoridades de este reino del olvido?

– Bueno, mira, curiosamente en Francia los 27.000 euros de compensación están exentos de impuestos, pero aquí se consideran incremento de patrimonio y pagan el 30%. En 2010 hablé con el diputado socialista de la comisión de justicia, Alvaro Cuesta, haciéndole saber que ese tratamiento me parecía injusto. Él consultó al Gobierno y me envió una respuesta según la cual no veían posible establecer la exención. Me parece increíble.

– Aparte de estampar el sello sobre vuestro trabajo y de cobrar impuestos, ¿te consta alguna otra iniciativa oficial para honrar la memoria de los españoles que sufrieron y murieron en los campos de exterminio?

– Sí, verás, en 2010 se hizo una exposición en Salamanca con pinturas, esculturas, maquetas y otros trabajos artísticos realizados por los supervivientes de Mauthausen en Francia. Muchos de ellos eran artesanos y artistas y habían recuperado el sentido de la vida después de sobrevivir al horror. La exposición se llevó a Vitoria. Eran tres camiones con aquellas obras debidamente protegidas en vitrinas. Y de Vitoria se volvió a Salamanca y quedó almacenada. Eso fue todo. Presenté una propuesta para que se exhibiera en la sala del Instituto Cervantes en Madrid y me contestaron con cierta displicencia que era un tema muy específico para ponerlo allí, que mejor proponerlo (a los Centros correspondientes) para que se expusiera en Viena o en Bruselas. De este modo sólo han podido verla cuatro mil personas cuando en Madrid esa cifra habría que multiplicarla por mucho.

 

En la imagen superior el historiador Benito Bermejo

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Fuente: Cuarto Poder