Maestros republicanos, del aula al paredón. Imprimir
Nuestra Memoria - franquismo y represión
Escrito por Eduardo García / La Voz de Asturias   
Miércoles, 17 de Noviembre de 2010 06:57

La Escuela de la II RepúblicaSe publica el libro:«La represión violenta contra los maestros republicanos en Asturias» de Leonardo Borque. Unos 700 profesores fueron represaliados durante la Guerra Civil y la posguerra en Asturias, según un estudio de Leonardo Borque

Inés Rodríguez era una romántica. Tenía edad para serlo: 23 años. Cuando estalló la Guerra Civil colaboró en la recaudación de fondos para poner en marcha orfanatos para hijos de milicianos fallecidos. Pertenecía a la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de Asturias (ATEA), y acabó siendo fusilada junto a cinco hombres en el puerto de Somiedo.

 Había una «terrible» acusación de por medio: había sido vista por la calle Uría, de Oviedo, con una insignia «de los rojos». Fue detenida cuando se presentó en la cárcel de Pola de Somiedo para protestar por la detención de su amiga Gabriela Lana. En aquellas horas de celda común las dos jóvenes sellaron el pacto de que quien saliera viva de la encrucijada pondría el nombre de la amiga a su primera hija. Gabriela cumplió la promesa.

Inés Rodríguez es una de los aproximadamente 700 maestros republicanos damnificados, en algún grado, durante la Guerra Civil en Asturias. Alto número, en torno a un 30% sobre un total de 2.500 maestros a los que les tocó la guerra en el ejercicio docente. Más de un centenar de ellos acabaron asesinados en «paseos» o ejecutados «legalmente». Algunos más murieron en la cárcel mientras esperaban destino vital y a otros muchos se les conmutó la pena capital.

El libro «La represión violenta contra los maestros republicanos en Asturias», de Leonardo Borque, que investigó durante años cientos de casos que en el libro (Ediciones KRK) se individualizan en toda su crudeza, aunque la labor aún no ha llegado a su fin. «Falta un estudio nacional sobre la represión de los maestros, y por eso nadie sabe la cifra de muertos en España», señala el autor, para quien la especial saña contra los maestros republicanos tiene explicación: «Eran un símbolo de las reformas de la República, y ya se sabe que se ataca siempre a los símbolos».

Pero Borque matiza que en esos años de Gobierno republicano «los maestros de izquierda en Asturias eran una rigurosa minoría. En los años previos a la guerra se había iniciado un discurso criminalizador hacia ellos, y ese señalamiento previo suele acabar en muerte».

Los que se libraron de los «paseos» organizados por falangistas acabaron frente a consejos de guerra «que en la mayoría de los casos se celebran sin ninguna formalidad jurídica». Haber quitado el crucifijo en el aula o haberse casado por lo civil eran «pruebas» que acercaban al pelotón de fusilamiento. Muchas de las acusaciones tenían que ver con la actuación de los maestros no tanto en el aula como en labores sociales y tareas de gestión durante la guerra, desde comités de abastos a gestoras municipales.

Algunos lograron exiliarse, como Miguel Díaz, el padre del que fuera vicealcalde de París, Díaz Ron, fallecido hace días. Miguel Díaz fue alcalde de Villaviciosa, un concejo en el que el enfrentamiento civil fue particularmente enconado. «Era de Izquierda Republicana y logró contener muchos excesos».

Los maestros de Izquierda Republicana, al menos en su gran mayoría, salvaron la vida. Ocurrió justamente lo contrario con los maestros de filiación socialista o comunista. «Se puede asegurar que ningún maestro que hubiera tenido el más mínimo contacto con una organización de izquierdas se vio libre de la violencia», señala el historiador.

Los «paseos» fueron especialmente numerosos en el Occidente. Quizá los casos más representativos fueron los del matrimonio formado por Ceferino Farfante (33 años) y Balbina Gayo (34). Él era primo del escritor Alejandro Casona. Ella, a tan corta edad, ya era directora del colegio público de Cangas del Narcea. La matan de un tiro en la nuca el 10 de septiembre de 1936.

Los que se quedaron, porque no pudieron o no quisieron poner tierra de por medio, soportaron en muchos casos años de cárcel. «Hacia 1942 comenzaron los indultos y reducciones de pena. La mayoría logró sobrevivir dando clases particulares o haciendo contabilidades, lejos de lo que era su trabajo. En los años sesenta hubo alguna readmisión, pero la mayoría no logró nunca reingresar en el cuerpo docente», explica Leonardo Borque, quien da cuenta en el libro de algunos casos sorprendentes.

Uno de ellos fue protagonizado por el maestro de Pruvia, en Llanera, Eduardo Menéndez. Detenido y encarcelado, sufrió un consejo de guerra en mayo de 1938 del que salió con una condena a muerte. Las acusaciones fueron muy variadas pero una de ellas hacía referencia a la quema de una iglesia en su localidad. Se le conmuta la pena por la de veinte años y un día y, con el tiempo, logra reunir diversos testimonios que probaban que él no estaba presente durante aquel verano de 1936, cuando ardió la iglesia. Prueba su inocencia pero no se le quita ni un año de prisión.

Leonardo Borque investigó en los archivos de Salamanca y Ferrol y en el Archivo General de la Administración del Estado, en Alcalá de Henares.

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