Los alcaldes de la represión Imprimir
Nuestra Memoria - franquismo y represión
Escrito por Vanesa Silván   
Viernes, 06 de Octubre de 2017 04:34

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) reclama al Consejo Comarcal del Bierzo un reconocimiento público para estos hombres que fueron paseados, condenados a muerte, encarcelados y desterrados por defender la democracia y la República

No todos corrieron la misma suerte. Unos fueron directamente paseados, otros encarcelados, condenados a muerte o desterrados, hasta alguno pudo huir e, incluso, quien fue procesado y absuelto. Lo que está claro es que la gran mayoría de los alcaldes del Bierzo fueron perseguidos y represaliados tras el golpe de Estado de 1936, pagando de una forma u otra su defensa de la democracia y de la República. «El Consejo Comarcal debería tener en cuenta a todos estos alcaldes y hacerles el reconocimiento público que se merecen» , reclama el vicepresidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Marco Antonio González, que recuerda que precisamente esta institución fue la primera en condenar el franquismo en España y en declarar por unanimidad su apoyo a las familias de las víctimas en el 2000.

En torno a dos tercios de los alcaldes bercianos fueron represaliados, advierte González, que señala que aún tienen pendientes de revisar algunos casos. Más de una decena pagaron con su vida ese cargo y sus lazos con el Frente Popular. Una lista que encabezan aquellos que fueron directamente paseados, sin juicios ni posibilidad de defensa. Ese es el caso del que era alcalde de Castropodame, Nemesio García Álvarez, que fue asesinado en Sobrado y su cuerpo buscado junto a otros dos hombres por la ARMH en el paraje ‘Xan Carballo’. «Encontramos varios casquillos, pero no a ellos», recuerda. Así encontró también la muerte el primer edil de Folgoso de la Ribera, Marcelino Rodríguez, cuyo cadáver apareció cerca de Villadangos del Páramo, con un «traumatismo craneoencefálico con hemorragia». Esa misma suerte corrieron los alcaldes de Fresnedo, Florentino Enríquez, y de Peranzanes, Blas López, ambos paseados y enterrados en algún lugar de Cabañas de la Dornilla en septiembre de 1936. En ese mismo mes, el de Igüeña, Avelino Diez, fue asesinado por disparos de arma de fuego «en la cabeza y otras partes del cuerpo » en Colinas del Campo, a manos de la fuerza nacional y la Guardia Civil y dejando, a sus 35 años, mujer y cuatro hijos. Y unas semanas después, ya en octubre, le seguía el de Toreno, Andrés González Balboa, del que nada se sabe sobre el paradero de su cuerpo, confirmado con una raya que sigue, en el acta de defunción, a la frase: «y su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de…». Otro alcalde que perdió la vida en esos primeros años de la Guerra Civil fue Germán Ramón, al frente del gobierno local de Peranzanes, que fue paseado en Trascastro a finales de 1937. Su muerte, por disparo de arma de fuego, no fue registrada hasta 1980. Cada uno tiene su historia, pero comparten la causa de la muerte: la lucha nacional contra el marxismo.

CONDENA A MUERTE

Hubo otros alcaldes que no fueron paseados, pero que dieron igualmente la vida por sus ideas democráticas, tras juicios sumarísimos o de dudosa instrucción que se resuelven con una condena a muerte. Ese fue el triste destino de los alcaldes de Ponferrada y Villafranca del Bierzo, Juan García Arias y Antonio Gabelas, y también de los de Bembibre y Corullón, Arturo García y Juan Fernández Faba. Cuando apenas se habían cumplido los primeros diez días de la sublevación, los militares ejecutan el primer juicio sumarísimo y el fusilamiento de los primeros cargos públicos, encarnado en la figura del joven alcalde de Ponferrada, Juan García Arias, que apenas contaba con 32 años. No hubo tiempo para nada, pasó por el tribunal militar el día 29 y por las armas en la madrugada del 30 de julio de 1936. Encarcelado en San Marcos en León, aprovechó sus últimas horas para despedirse de su mujer y sus hijos a través de una emotiva carta, con algunas letras emborronadas por sus lágrima, que empezaba: «Mi queridísima Mercedes y mis queridísimos hijos: No tengo ánimos para nada más que para deciros adiós con toda mi alma».

Igualmente triste es la historia de Antonio Gabelas, que fue fusilado junto a otros ocho concejales de su corporación municipal el 21 de septiembre de 1936, o de Arturo García, uno de ‘Los 20 de Bembibre’ que fueron condenados a muerte en la ‘macrocausa’ abierta contra 36 personas para juzgar la resistencia de la villa del Boeza, siguiendo su «tradición revolucionaria», durante los días siguientes al golpe de estado y que fallecieron el 5 de mayo de 1937. Una causa similar a la abierta contra el alcalde de Corullón, Juan Fernández Faba, junto con otros siete hombres del municipio y Villafranca. Se le acusaba de haber dirigido un grupo de revolucionarios que, en la noche del 18 de julio de 1936, «recogió armas por medio de amenazas en varias casas de personas de orden en Corullón». Con 44 años, su sentencia fue a muerte «por adhesión y auxilio a la rebelión» junto a Serafín, Elio y Benigno Morcelle. Finalmente, les conmutaron esa pena por reclusión perpetua a todos menos a Juan.
Otros alcaldes bercianos salvaron la vida aunque pasaron tiempo entre rejas, con condenas por auxilio a la rebelión que iban de los 30 años de prisión a Avelino Fernández Peral (Arganza), que luego fue conmutada por 20, y Martín Valtuille (Camponaraya) a los 20 años de reclusión dictados por el tribunal militar para Darío Álvarez (Cacabelos), José Rodríguez (Noceda), Nicanor Alonso (Paradaseca), Nicasio Astorgano (San Esteban de Valdueza) -preso en la isla de San Simón (Pontevedra), donde falleció de tuberculosis en 1942- y Francisco Pérez Librán (Sancedo) o los 12 años que cumplieron Ricardo Basante (Cacabelos) y Manuel Senra (Villadecanes- Toral).

Algunos alcaldes incluso fueron absueltos como los de Benuza, Berlanga del Bierzo, Cubillos del Sil y Oencia. Llama la atención el caso de Daniel Martínez Gago, de Carracedelo, que pasó de ser alcalde del Frente Popular a miembro del requeté de Ponferrada -un cuerpo de voluntarios que luchaba en defensa de la tradición religiosa y en contra del marxismo- antes de que finalizara el año 36, con su «trilema permanente: Dios, Patria, Rey». La denuncia contra él se saldó con una una multa 2.000 pesetas.

DESTIERROS Y HUIDAS

El destierro también era otra forma de condena, que conoció el que fuera alcalde de Camponaraya entre 1931 y 1936, Pedro Méndez Valtuille, que huyó y estuvo escondido durante la Guerra Civil hasta que fue apresado y juzgado. La sentencia le llevó a ser desterrado a La Coruña, aunque pudo regresar tras ser indultado en 1942. El que no quería esperar a ver qué podía pasar fue Santos Fernández Blanco, que estaba al frente del municipio de Los Barrios. Desde el balcón de su casa habían dado mítines y en su bodega guardado armas de milicianos y ahora veía cómo la mayoría de sus «camaradas» habían sido fusilados o huido al monte, como los hermanos Girón. Dejó a su familia y huyó primero a Portugal, para después exiliarse a Francia. No era la primera vez que salía de España, con sólo 14 años ya había emigrado a Estados Unidos como polizón en un barco -se alistó en el ejército y tras sufrir un accidente en el que una bala le atravesó su cráneo obtuvo una pensión gracias a la mediación de un hijo del vigésimo séptimo presidente norteamericano, al cual había salvado de morir ahogado-. Santos pudo reunirse con su mujer y su hija en Hendaya en 1950, aunque cuentan que ya había rehecho su vida en el país vecino, donde falleció dos años, en 1952, después de un ataque al corazón.

DEPORTADO A UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN

El alcalde de Palacios del Sil, Elpidio González González, acabó en el campo de concentración de Gusen (Austria) tras la Guerra Civil. El primer berciano en llegar a este lugar, el 24 de agosto de 1940 según los datos del Portal de Archivos Españoles (Pares) del Ministerio de Cultura, en uno de los primeros trenes de la muerte que transportó deportados desde Francia a los campos nazis. Apenas resistió un año a la pesadilla del campo de concentración, donde falleció el 24 de septiembre de 1941. Una carta certificaba su muerte y se la comunicaba «en francés» a su familia, en una carta dirigida a Araceli González González. No fue el único berciano que acabó con sus huesos en campos de concentración nazis. En el listado de deportados españoles aparecen también los nombres de Agustín Ovalle, Manuel Crespo, José Pérez Canedo, Ceferino García, Eduardo Samprón, Antonio Abella, José Alonso y Rogelio Canedo en Mauthausen-Gusen y Eulogio González en Buchenwald. La mayoría de ellos sobrevivió al horror y fallecieron entre los años 1941 y 1942, apenas unos meses después de su llegada. Solo dos fueron liberados, Rogelio Canedo Yebra, de Carracedo (Carracedelo) y que llevó el número 3868 a su llegada el 14 de marzo de 1941, siendo liberado dos meses después, y José Alonso, que vió la liberación de Mauthausen por las tropas estadounidenses el 5 de mayo de 1945. Él era de San Andrés de las Puentes (Torre del Bierzo) y tenía tan sólo 27 años cuando llegó a ese lugar, donde permaneció casi cuatro años viviendo en el horror continuo de Mauthausen-Gusen, por donde pasaron cerca de 10.000 republicanos españoles -una treintena procedentes de la provincia de León.

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Fuente: El día de León