La ética de los republicanos Imprimir
Nuestra Memoria - El exilio republicano
Escrito por Iris M. Zavala / Insurgente   
Miércoles, 20 de Abril de 2011 05:40

El exilioY el 1 de abril de 1939 tuvieron que salir... con el trasfondo de un réquiem y del grito de victoria—venceréis más no convenceréis—, y al cruzar la frontera iban miles de miles, los españoles del éxodo y del llanto... Aludo a la 'España peregrina', aquella tuvo que exiliarse con el triunfo del franquismo en la abatida España republicana en una diáspora trágica....España se quedó muda y en silencio. "No lo olvides hijo, son los mejores del mundo"...dice Max Aub en El laberinto mágico...Y Unamuno fue tajante: No son unos españoles contra otros –no hay aquí anti España--sino toda España, una, contra sí misma. Suicidio colectivo. Con ellos se extinguió un mundo de valores éticos... queda el vacío de esa memoria histórica todavía por recobrar y quizás imposible de recuperar. República apoyada en un sentido democrático, laico y antifascista, y en una ética responsable.....enterrada para siempre.       

 

Los invito a un viaje al pasado, recorreremos los momentos traumáticos de la historia reciente íntimamente ligada por un acontecimiento que ha determinado nuestro presente: la Guerra Civil Española. Nuestro viaje aborda una ética, estilo de vida que decían los krausistas. Digamos que es un saber al servicio del trabajo de civilizar el que estos jóvenes republicanos desempeñaban. Con el exilio vino la violenta destitución de todo un concepto de la vida de quienes habían transitado por una experiencia y sus límites. Propongo calibrar las aportaciones sobre la identidad y la memoria en un "antes" y "después" de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española, sin duda acontecimientos del siglo XX. La única manera digna de honrar a los asesinados por los fascistas es mediante un ejercicio permanente de memoria. George Orwell escribió que quien controla el pasado controla el presente y el futuro, frase que un texto de Giorgio Agamben nos aclara. Coincide con Adorno y el novelista Imre Kertész en que desde Auschwitz los seres humanos debemos librar la batalla por la Humanidad, para defender la democracia y el interés de la supervivencia del más apto contra de la institucionalización del asesinato.

El exilio republicano es portador y heredero de un proyecto ético y laico, de aquel concepto de vida surgido en una crisis de la sociedad occidental: la modernidad. Esta no puede en ningún caso convertirse en el instrumento de una adaptación del ser humano a la sociedad. Puesto que nació de un desorden del mundo, esta ética está de alguna manera condenada a vivir en el mundo pensando el desorden como un caos del orden simbólico. La palabra invita a resolver el enigma de la condición humana. Este proyecto, bajo el nombre de memoria nos permitirá intentar hacer ciertos señalamientos; pienso en la reducción al silencio de esta memoria, y en la necesidad de la irrupción de la palabra para recomponer aquel acontecimiento traumático trágicamente enmudecido.  

No por azar he comenzado por enunciar algo que, espero, nos permita recuperar un mensaje ético. Nuestro recorrido será hacia el pasado para desenredar nudos en torno a la ética de la memoria. Se me permitirá un arco audaz para unir la política de la memoria a la ética. La interpretación que nos dibuja Bajtin en el acto ético ha de sumergirnos en la tarea del pensar en todo su despliegue, con la conciencia de que es imposible agotar la realidad ni el conjunto de los problemas. Tampoco he de repetir que la lectura responsable ha de poner en tela de juicio el fondo de creencia que constituye el orden de lo comúnmente aceptado, o, "los itinera­rios estableci­dos". He de repetir cómo debemos establecer conexiones que induzcan al lector a percibir todos los elementos del plano general, para no quedarnos encerrados y ahogarnos "en la prisión de comprensio­nes estereotipadas"- Y no me pierdo por el camino; tomaré un atajo... Las siguientes palabras de Borges permiten distinguir la lectura que intento precisar: "estamos hechos para el arte, estamos hechos para la memoria, estamos hechos para la poesía o posiblemente estamos hechos para el olvido". Señalemos de qué se trata: la interpretación no es un proceso espontáneo. Está ligado con lo más esencial de la persistencia del pasado. La interpretación es algo en acto, hay algo creador, si nos dejamos llevar por la fuerza arrolladora del tiempo que nos conduce del presente al pasado, del futuro anterior a la memoria. 

Se trata de un legado y un duelo; con la idea de modernidad que inició la Republica se ha pasado una página de la historia. La memoria no salda la deuda, sólo la hace presente, y ese simple hecho conmociona la existencia de las generaciones posteriores, cuestiona nuestro hoy, construido sobre el olvido. Nos podemos engañar con nuestro presente, pero no la memoria de quienes recuerdan. Prosigamos estas curvaturas y el diálogo con la ética republicana con el trasfondo de la voz de Bajtin, que se resume en la máxima "en el ser no hay coartada"; ése es justamente el acto ético. Significa una responsabilidad, y el acto proviene del yo como centro arquitectónico, orientado hacia el otro. Bajtin establece una coherencia entre el mundo de la cultura y el de la acción humana; del acto que se rige por la responsabilidad. La vida humana es ese acto único de autocreación, que nos invita a tomar en cuenta la carcoma de lo heterogéneo, a "escuchar" los antagonismos. El acontecimiento, la memoria, prefiguran el futuro.. Y todo en retroactividad, buscando aquel futuro anterior que todo texto articula, invitándonos a desescribir el pasado para hacernos nuevos futuros; en este giro creador es imprescindible la política de la memoria.                                                  

Permítaseme ahora deslizarme por mis recuerdos, por mi autobiografía, y recordar el mundo donde nací y la universidad que me abrió los ojos, y me enseñó a dudar. Nací entre dos guerras cruentas—la II Guerra Mundial y la Guerra Civil Española-- que se inició el 18 de julio de 1936, día que se rompe a pedazos la legalidad constitucional contra la II República Española proclamada el 14 de abril de 1931, una opción ética, democrática, laica y renovadora en suelo español. De pequeñísima, mi hermano seguía los triunfos republicanos en un mapa de España que tenía en la pared. No sabía hablar, pero miraba ese mapa, y desde entonces amo a España, y con España aprendí a valorar una historia de triunfos y fracasos, y a respetar a los republicanos, de cualquier ideología o denominación, y el liberalismo que esta II República Española representaba; el liberalismo de las Cortes de Cádiz, con sus contradicciones, pero liberal etimológicamente significa liber alles, libertad de todos, en particular de reunión y de credo, fuera este religioso o político.

Y ahora dos recuerdos imperecederos con amigos republicanos en el exilio.. Era una jovencísima estudiante de humanidades, y todos los días, a las 5 de la tarde pasaban caminando frente a mí dos venerables ancianos, Federico de Onís y Juan Ramón Jiménez; el primero, salmantino, de la Residencia de Estudiantes, alumno de Unamuno y de Lorca, uno de mis grandes maestros y amigos, el otro el gran poeta, para quien se creó una cátedra especial en la Universidad de Escritor Residente. ...La discreción y la elegancia iluminaba como un nimbo, un aura, a la pareja de ancianos. Los veía y me preguntaba de qué hablaban estos dos seres que emanaban sabiduría—pero no la de datos, la cuantificable, tan reputada hoy día--, sino la sabiduría profunda que se puede definir cómo saber hacer con la vida. Los seguía con mi mirada adolescente, ávida e interrogante. El blanco cabello de ambos mostraba esa edad señera, y sus rostros la actitud de profundo respeto y aceptación del hecho de vivir. Con sus palabras, aprendí con el tiempo a distinguir entre el sabio, el erudito, y el charlatán...

Onís, a quien debemos indirectamente Poeta en Nueva York, pues fue él quien invitó a Lorca a esa ciudad, es un destacado miembro de esa generación que perdimos o se diseminó con la Guerra Civil. Este exiliado, el primero en emplear el concepto de posmodernismo, se había ido a jubilar a la Universidad de Puerto Rico, entonces regida por Jaime Benítez, que abrió las puertas de la institución a los exiliados republicanos, argentinos, norteamericanos que huían del macartismo, a judíos que escapaban de los nazis y de los progroms. Muchos fueron mis maestros, los portadores de ese concepto que hoy invoco. Antes habían estado la gran filósofa María Zambrano, Américo Castro y el otro gran filósofo, José Gaos (de quien volveré a hablar), Vicente Lloréns, Pedro Salinas...y muchos más. Lloréns –mi admirado amigo valenciano, el gran maestro del romanticismo y de los liberales del siglo XIX, ha dejado escritas páginas imborrables sobre los avatares de ese exilio, que viajó primero a Santo Domingo, y de ahí a Puerto Rico.

Y ahora dos recuerdos imperecederos que revelan la ética que persigo. A la Argentina emigró el entonces joven catedrático de Derecho Político y letrado del Congreso Republicano, mi querido amigo, el gran cuentista y novelista granadino Francisco Ayala... pero también recordaré como exemplum al gran poeta Rafael Alberti. Ayala, el último en fallecer de su generación, se enteró de la sublevación por un diario de Buenos Aires, e inmediatamente regresó a España con su esposa e hija, Nina.  Ya en 1939 emigraron todos, al finalizar la Guerra Civil, y fueron primero a Cuba y poco después a la Argentina. Ayala fue a Puerto Rico solo, y tras recibir la invitación a quedarse como profesor, y decidir que la isla sería lugar ideal para toda la familia, la trasladó de Buenos Aires. Quiero subrayar que fue el redactor de la Constitución de la República, hecho poco conocido. Dos de sus hermanos fueron ejecutados por los franquistas, me dijo alguna vez, cuando lo visitaba en su casa familiar en Marqués de Cubas. Fuimos amigos hasta su muerte, y comigo recordaba ese pasado.

En segundo lugar, una experiencia única con Alberti. El 23 F estaba en Nueva York, en una reunión que organizó mi amiga, Bobbie Ortiz—directora de la editorial de izquierdas Monthly Review Press. Estábamos hablando Alberti y yo, y se entera del golpe, en ese momento me dice consternado: Tengo que volver a España, me necesita, no puedo permanecer al margen. Su deseo es expresión directa de esa ética a la que aludo.

Pero recordemos otros hechos poco difundidos: durante el exilio se designa a las instituciones republicanas en el exterior que seguían representando al Estado español surgido de la Constitución de 1931, después de la victoria del ejército sublevado que dio pie a la Guerra Civil Española. Los exiliados mantuvieron la continuidad de esa representación y presidencia de la República de 1939 a 1977. La sede del gobierno en el exilio se ubicó primero en México para trasladarse el 8 de febrero de 1946 a París. Entre otros fue presidente el historiador Claudio Sánchez Albornoz en 1945, cargo reconocido por el gobierno mexicano. Su hijo Nicolás, también lucho por la Republica, y sufrió cárcel. Huyó a la Argentina, y luego vivió en Nueva York. Otros emigraron a Chile, o a Bolivia...y otros dieron el salto desde Puerto Rico a los Estados Unidos, como Ayala, Salinas, Jorge Guillén, Joaquín Casalduero...

No puedo olvidar al gran historiador Javier Malagón, que legó su biblioteca a su Toledo natal, ni a al gran Andrés Segovia, a quien alguna vez oí tocar la guitarra acompañado por Llorens. ¿Cómo no recordar la imagen y la intensidad luminosa de Victoria Kent-, a quien años después conocí en Nueva York donde dirigía la importante revista republicana, Ibérica, que duró más de 20 años? La Victoria Kent del Pichi...diputada en las Constituyentes en 1931 y directora general de Prisiones durante la II República, el primer cargo directivo público de una mujer en España y, como si fuera poco, la primera mujer abogada en el mundo en defender un caso ante el Tribunal Supremo. No puedo dejar de lado a Clara Campoamor, que con Victoria Kent fundó la Asociación Nacional de Mujeres Españolas en 1918, a favor del sufragio femenino. La figura de Clara Campoamor merece recordarse, defensora de los derechos de la mujer y principal impulsora del sufragio universal en España, logrado en 1931. Sabido es que el debate fue extraordinario y finalmente, la aprobación del sufragio femenino se logró con el apoyo de la minoría de derechas, la mayoría del PSOE y algunos republicanos. Por desgracia, el voto a la mujer fue muy negativo para la izquierda debido ala control que la Iglesia ejercía sobre las mujeres en aquella España... Es preciso subrayar que durante la II República las mujeres tuvieron un lugar destacado en la vida intelectual y política, que el feminismo no lo inventamos ayer, y tiene una larga y honrosa historia desde el siglo XIX con socialistas, librepensadoras, anarquistas y comunistas. Aún con sus errores. Recordemos que Campoamor publicó, en mayo de 1935, Mi pecado mortal. El voto femenino y yo, un testimonio de sus luchas parlamentarias. Al estallar la guerra civil se exilió, vivió Paris, Buenos Aires, intentó regresar a España a fines de la década de 1940, pero se encontró con que estaba procesada por pertenecer a una logia masónica. Finalmente, en 1955 se instaló en Lausana (Suiza), y murió de cáncer en abril de 1972.

Y quiero recordar la magnífica y continua labor de Les donnes del 36, de Barcelona, compuesta por mujeres que eran niñas o jovencitas al estallar la guerra, y hubieron de exiliarse con su familia. Mermada hoy día por muertes y graves enfermedades de las mayores, continúa la labor mi gran amiga Josefina Piquet Ibañez, entonces una niñita—la llamaban la "nena del 36". Cuando tenía cinco años quedó atrapada entre las ruinas que originaron el bombardeo que sufrió el centro de la ciudad por los aviones fascistas italianos. Pocos meses después, cruzaba la frontera a pie, con su madre, entre miles y miles de exilados, en el duro invierno del 39. Regresa después de 11 años de exilio. Su valiente posición es "no nos vencieron, solo ganaron la guerra".

Y no sigo....a primera vista les podrá parecer un catálogo de nombres; pero no, es historia vivida, pasado siempre indemne a esa fragilidad propia de todo testimonio humano. A mis ojos infantiles y adolescentes, y ahora maduros, la conquista de estos mis héroes trágicos olvidados es una necesaria victoria ganada sobre la intolerancia. Con estos maestros todos tenemos una deuda, los puertorriqueños, los latinoamericanos y los españoles; deuda que Los espectros de Marx, gran obra de Derrida, aclara y puntualiza. Sostiene ante todo que necesitamos sabiduría. Esta es la ética; la justicia, que no puede reducirse ni a la ley ni al derecho. Pero no puede haber justicia sin una política de la memoria; solo con así nos son presentes y vivientes aquéllos con los que dialogamos, aunque ya hayan muerto. La manera en que trabajan los fantasmas es el asedio. Habitan asediando: invadiendo un lugar sin ocuparlo. En este sentido, podría distinguirse el imperativo ético que propone el filósofo: aprender a vivir con los fantasmas, aunque nunca estén presentes, aunque no existan. Dejo al lector la responsabilidad compartida de mi enunciado. Prosigo.

Intento rescatar e invocar el modelo de lo que fue pensable para una época dada, a partir de las categorías de percepción, de conceptualización y de expresión encargadas de organizar la experiencia colectiva e individual de todos nosotros. En el escenario de este teatro los rostros, voces de estos exiliados surgen como gladiadores ajenos a todos los lugares comunes y a todos los prejuicios. Todavía sus nombres traen la peste, contra este mundo mediático y estrafalario trabado con lo real inexorable.

Repito una y otra vez que no es por nostalgia que los invoco, sino como testimonio de una identidad de la cual no tengo el deseo de privarme ni de privarlos. Esta ética es nuestro patrimonio de saber; muchos de los personajes han sido amigos personales, mis maestros directos o indirectos...y las diversas voces sociales expresaron sus puntos de vista y culturas. Con ellos y ellas hemos aprendido generaciones de latinoamericanos a pensar la sociedad y la totalidad del hecho social desde una perspectiva ética, y nos llevaron—al menos a mí—a repensar más tarde cada una de las disciplinas y categorías como "nación", "cultura", y redefinirlas.

A mí—y pienso específicamente en mi Ayala-- me llenó de incertidumbres e interrogantes ricos en desafíos, con su palabra, su conversación, continuada años después de irnos de Puerto Rico, en Nueva York o en Madrid. Todos los maestros republicanos que rescato fueron grandes conversadores, tenían el arte de la palabra, y fueron trabajadores de la palabra hablada y la palabra escrita. Tomaré ahora otro sendero, pues todos pueden leer las memorias Lloréns sobre este exilio, las de Ayala, Azaña y los trabajos de José Luis Abellán, Manuel Aznar Soler, Mary Nash, entre muchos otros.

Retomo a don Federico. Todavía existe una sala con su nombre en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, con material único para rescribir la historia de España: cartas de Lorca, manuscritos de Unamuno y una fundamental correspondencia entre Onís y Gabriela Mistral, pues ambos ayudaron a abrirle puertas a esos republicanos en todas la tierras americanas, cuyo obligado éxodo dejó a España huérfana de ideas, y que yo, al menos, siempre he aspirado a reintegrar como memoria simbólica a lo largo de mi vida como escritora y lectora. Aprendí allí a pensar la universidad como el templo del saber, idea extinta hoy. Ahora el excremento y el desecho y el detritus del fenómeno de la transnacionalización de la economía y las prácticas culturales, y el imperio del implacable mundo financiero deja—como Atila—solo campos yermos, la muerte y la desolación. Si se me permite un andalucismo: España quedó más apagada que las ascuas de la candela en el verano.

Pero no evoco aquella ética a la sombra de los pesimismos de este nuevo siglo que se ampara en la supuesta muerte de la historia, muerte de las ideologías, muerte del intelectual orgánico.... No la invoco como una vasija vacía, sino como una revalorización que nos libera del cómputo y el cálculo para anular el valor de mercancía de todas las cualidades humanas. No hay lápiz, sino su uso, y esta vanguardia tuvo una causa común, y la sensación de una motivación colectiva contra lo que mostraba ya sus fauces: el capitalismo triunfante, la acumulación infinita de la riqueza bajo la forma abstracta monetaria. No evoco a ests maestros como ascéticos y quejumbrosos, sino como guerrilleros de la palabra y las ideas, que yo—joven bayadera—escuchaba, y así aprendí—lo sé ahora—a preguntarle a la esfinge, que siempre responde con interrogaciones.

Cuarta escena de esta película noir de los años 50. Mis cursos con Francisco Ayala, en el anfiteatro de la Universidad, que vio representar El público de Lorca, por primera vez en el mundo. Para mí, su figura, como la de muchos compañeros suyos en la Residencia de Estudiantes, es la de un dandy... pero un dandy con una autodisciplina, invariablemente literaria ante la vida... Las construcciones ontológicas que articula son distintas, pero se despliegan en la complicidad de un pensamiento amigo que tiene en vistas la pregunta por la posibilidad de pensar de otra manera, tal vez para escribir para un pueblo que falta...

Con los años, me ha parecido que los exiliados abordaban en su conversación y su escritura, el concepto de la vida como laico, clave para entender su propuesta ética. Confieso que estos extensos diálogos a lo largo de medio siglo me han formado como lo que he llamado "trabajadora de la cultura", cuyo mayor acierto sería volvernos al objeto de pensar, a la autoridad del saber. "El filósofo tiene hoy el deber de desconfiar, de mirar maliciosamente de reojo desde todos los abismos de la sospecha", escribió Nietzsche, y ese deber ha de ser nuestro horizonte. Socavar los prejuicios de una historia de la cultura marcada por lo que Derrida llamaría fetichización de la palabra que ha propiciado asimismo una referencia constante a la escritura. Esta condena de la fetichización de la palabra ha propiciado asimismo una referencia constante a la escritura. Ante todo poner el peso en una crítica de las categorías tradicionales de la cultura occidental.

La tarea a que me invitaron estas voces de mis maestros y amigos del exilio fue pensar el presente, como quería Hegel, y Nietzsche llevó a término. Aquí también expreso mi gran deuda con dos amigos: Gaos y Lloréns. Poco a poco, entendí que se trata de cuestionar toda una tradición, de formular los mismos problemas de un modo semejante, en donde la solución es lo único diferente.

Ayala y otros amigos exiliados, también reforzaron la importancia del arte de "repensar", que consiste en tomar los fenómenos en su dispersión diacrónica, para desvelar el orden sincrónico que los causa.. Esta generación supo percibir con nitidez lo que nos enseña "el malestar en la cultura" freudiano.. Sin olvidar que la ética ligada a nuestra condición de seres sexuados, deseantes, y marcados por la diferencia entre los sexos. Aludo, claro está, a la relación entre los hombres y las mujeres, el respeto a la mujer, al margen de programas y leyes sobre la igualdad.

Porque la República fue obra de hombres y mujeres, y éstas tuvieron enormes responsabilidades políticas. Quiero recalcar que es imposible olvidar que la ética implica un comportamiento que se gobierna por un conjunto de normas y valores que tienen como idea central el amor al conocimiento, y el amor a la verdad. Todo esto se exterioriza en una conducta y saber estar de permanente cuestionamiento, que significa estudio, indagación y esclarecimiento, y que configura un comportamiento ético relacionado con el camino para la acción correcta.

Todo se me aclara hoy, y comprendo con nitidez que muchas de las conversaciones con mis amigos trataban sobre la libertad, con la conciencia de que no se puede hablar de la libertad como si se hablara de cualquier otra cosa. En principio porque la condición humana supone la libertad de morir. De modo que, para esta generación, la libertad implicaba una responsabilidad ética, en la medida en que significa hablar de la condición humana en relación con la muerte. Esta conciencia se apoya en el vínculo entre ética y estética, al cervantino modo. Según Hanna Arendt. "La autoridad implica una obediencia—dice--en la que los hombres conservan su libertad". El poder puede imponerse, mas sólo la autoridad sabe hacerse obedecer. La autoridad se obtenía por tradición (transmisión), sus raíces se encontraban en el pasado, pero en pasado vigente, y se aceptaba sólo por el reconocimiento de jerarquía, es decir, por el reconocimiento de la grandeza del otro.

Aludo y recuerdo a las vanguardias desplazadas, despedazadas, pero con un sentido ético que nos (me) transmitieron. Ellos afianzaron mi temprano amor por la lectura, la búsqueda de la verdad, la integridad de lo que significa ser intelectual, o trabajador de la palabra...son mi legado, y el de todos, uno por uno y cada uno de estos itinerantes forzado. Nos han dejado un legado que la memoria histórica ha hecho desvanecer en el aire. Vuelvo a mi ritornello: no es nostalgia, sino una invocación a la ética. Y si evoco a estos maestros, se debe a que estamos en deuda, y como eslabón en la cadena, siento el impulso de pasarles a ustedes esta convicción del discurso ético para que lo continúen. Intento mostrarles las variaciones que estos maestros han experimentado en mi ser. Muchos yacen enterrados en su tierra americana de acogida—como mi gran maestro y amigo José Gaos, que hace mucho tiempo me enseñó la profunda diferencia que existe entre amar y querer, en aquellas tardes mexicanas que pasé en su casa en el Alto de los Pájaros, mientras hablábamos, mas bien lo hacía él, de filosofía. Entre textos de Hegel, de Voltaire, de Heidegger, Gaos me regalaba su saber, preciosa joya deslumbrante de sabiduría. Y recuerdo sus últimas palabras cuando nos despedimos: Iris, soy un gachupín con pasaporte mexicano. De los que invoco, algunos yacen en suelo español—pero no ha quedado en el recuerdo la memoria de sus hazañas.

Solo he mencionado a aquellos que me han formado, cuya voz todavía me inunda de vibraciones y de sabiduría. Sí sabemos que con el exilio o los exilios, sobre España cayó la espesa nube del duelo, pese a la palabra invocante de otra gran mujer exiliada en Rusia: La Pasionaria y su "No Pasarán". Por desgracia sí pasaron....y quien sabe si no siguen pasando.

La II Repúbica y la Guerra Civil son acontecimientos que nos han marcado a todos en suelo español y en todo Occidente—pues se trató de un levantamiento militar contra un gobierno republicano constituido democráticamente; y un acontecimiento es un decir, pero no un decir superficial, no un momento de conocer; está en el efecto de lo que nos determina.. Por tanto, no es nostalgia, lo que me hace recordarlos, sino retomar un acontecimiento, y un acto ético, una forma de estar en el mundo que forma parte de la ética republicana que recoge el pensamiento krausista, y las enseñanzas de la Institución Libre de Enseñanza...aquel saber hacer a que he aludido, un saber que se transforma en sabiduría con el tiempo. Un estilo de vida, una forma de estar con el otro, de respetar al otro, que en nada se parece al multiculturalismo y pluralismo actuales, que añaden otra voz mediante sus mecanismos de opresión. Y como siempre paro en seco.

Permítaseme añadir un par de anécdotas para mostrarles esa sabiduría y ese saber que son nuestros. A mi admirado amigo Vicente Llorens le escuché más de una vez unas palabras estremecedoras; este gran maestro del liberalismo decimonónico ético fue un joven oficial del Servicio de Inteligencia en el ejército de la II República, y con Joan Corominas—el catalán universal del diccionario—se ocupaba de traducir los partes de guerra, dado el gran conocimiento de lenguas que tenían ambos jóvenes. Pero a Llorens le tocó cerrar la frontera ese malhadado día de 1939, en que las turbas fascistas conquistaban a sangre y fuego toda la península, y ya cerrada aquella, se escuchaba el ruido aterrador de ametralladoras y cañones. En eso, don Américo Castro, que había sido el director con Ramón Menéndez Pidal de lo que fuera con la República el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, al trasfondo de las bombas y balas, le dice a Azorín con enorme pesadumbre: "Y nosotros que queríamos enseñarles sensibilidad". No echemos en saco roto ese término: sensibilidad, es decir, ética, puesto que con la sensibilidad se obra para civilizar. Volveré para terminar sobre la relación entre el texto ético y el arte, antes otra parada.

Al científico catalán Juan Roura-Parella, le escuché una estremecedora frase de Antonio Machado (que también murió en el exilio). Otra vez la frontera: allí se encuentra aquel joven catalán, y le quiere dar paso al gran poeta andaluz. Este lo mira con dolorosa serenidad y le dice: "No, pase usted, que a mí me espera la eternidad". El viejo poeta de Campos de Castilla, aquel que le escribió a Leonor, "entre tú y yo, Leonor, la guerra", daba paso a la juventud. Porque estos mis maestros y amigos, víctimas de aquella diáspora, eran entonces jóvenes, que empalmaron con un pasado cultural e intelectual, y hemos de recuperar su gigantesca labor científica, literaria, artística y filosófica que siguen siendo contemporáneos. Es preciso subrayar que durante la II República las mujeres tuvieron un lugar destacado en la vida intelectual y política, que el feminismo no lo inventamos ayer, y tiene una larga y honrosa historia desde el siglo XIX con socialistas, librepensadoras, anarquistas y comunistas.

No es, pues, por nostalgia que invoco este coral de voces, esta polifonía de acentos; intento recobrar algo de historia oral, confiando que quede esculpida en la letra en las generaciones venideras que desconocen lo que es este templo del saber que invoco, y están satisfechos con la informática y la tecnología. He intentado describir lo que es el esplendor de la enseñanza de estos maestros. Con los años he enriquecido sus voces, añadiendo otras a mi orquesta sinfónica interna, y he pulido los tonos y los instrumentos. Uno por uno de ellos me ha instado a izar velas, o no temerle a las tempestades y tormentas, y todos y cada uno de ellos es mi contemporáneo.

Con estas voces nació un nuevo lenguaje, una nueva forma de habitar la lengua, con su dolor traumático, y este nos invita a historizar el pasado en el presente, porque ha sido vivido en el pasado. Esa es justamente mi invitación a ustedes. Les hago notar que la lectura de estos maestros tiene algo muy sorprendente y adecuado para retenernos. Siempre ponen en juego la verdad, abren brechas, crean rupturas, equivalen a nuevas formas de habitar la lengua. Nos enseñan—si los escuchamos—a tratar con la escoria y la semilla del veneno del propio ser y del vínculo social y todos nos invitan a desescribir el futuro-, que ya estaba escrito en el pasado.

Si el tomar la palabra supone un conjunto de acciones, relacionadas con las ideas de saber, deber, ser, verdad, falsedad hemos de analizar la posición de sujeto en el espacio de la universidad, donde se debe aprender a "leer" el texto de la historia y los textos de aquella historia, dándoles su lugar relacional en un sistema dialógico, como una polifonía de voces que se han ahogado y reducido al silencio. De alguna manera (y sin forzar demasiado las analogías), si no aprendemos aquí a retomar un proyecto ético, y la duda y no hacemos preguntas responsables, aceptaremos el discurso del Amo o hegemónico, la del intelectual complaciente.

Y lean los textos de este legado—ni ellas ni ellos fueron complacientes, no estuvieron al servicio del Amo, sino que emprendieron una aventura contra la pulsión de muerte—aquel "Muera la inteligencia" de Millán Astray. Sabían como Unamuno, que toda guerra es incivil. Y freno. Soy consciente que estos héroes del exilio republicano molestan, perturban, y se los ha intentado domesticar, pero a mí se me hace siempre evidente que todos caen a los conformistas como una camisa blanca a un cuervo. Su ética está vinculada al deseo..

Y retomo su legado. Si un silencio profundo ha caído sobre sus voces, y sobre esta España heroica y trágica, quiero recordar que aquello que fue excluido (y me amparo en Benjamin) se abre hacia la redención y el apocalipsis--cuando hasta los muertos sufrirán una segunda muerte. En sus palabras: "ni los muertos estarán a salvo del enemigo si este vence" (tesis VI). Palabras que en este contexto significan un impulso a marcar otro acontecimiento textual. No se trata entonces de escribir como ellos o de pensar como ellos, sino de verlos como creadores de nuestra humanidad, de leerlos escuchando, y coger cada uno de sus conceptos y romperlo, y sacarle el fruto y convertirlo en semilla y tratar de responder a las preguntas que no hicieron, y buscar repuestas a las que nos dejaron en el aire como herencia, y que estas no sean semillas que se lleva el viento.

El saber de estos intelectuales estaba asentado en una ética desmitificadora, inseparable de lo que se llama una ideología, y no la del intelectual villano consumado, que es el señor de todo el mundo, y que a final de cuentas es un canalla. Tampoco son representantes del moralista tradicional que recae invenciblemente a persuadirnos de que el placer es un bien. Conocieron el malestar en la cultura—legado póstumo de Freud escrito entre 1936 y 1939—que surge de esa insondable agresividad del ser humano, que intentaron confrontar con la sensibilidad a la que aludió don Américo Castro. Y no es confort intelectual, sino un principio ético. .

Etica, entonces—y no nostalgia--, es el saber que reivindico: crear para civilizar, enseñar para hacer saltar las dudas y las preguntas, desarrollar el pensamiento crítico. La reflexión ética está en el centro de nuestro trabajo como estudiantes universitarios, profesores académicos, obreros, amas de casa... y converge desde ambos lados. Se trata de no ceder ante el deseo de saber, conscientes que este no es el bien aristotélico, ni kantiano. La ética que invoco es en sí misma un acto de resistirse a la dominación.

Estas voces nos invitan a ser realmente modernos, contemporáneos, clásicos, pues todos estos virgilios —cada uno a su aire, y con su trabajo—me ha ido enseñando a explorar las manifestaciones del bien y del mal en el punto de intersección de la subjetividad singular y de la organización social en una dimensión nueva de la condición humana: los trastocamientos del vínculo social. Nos invita a una sociedad que incite a recoger ese malestar de la cultural, ese estar mal en el mundo, esa incomprensión, esa maldición por ser humanos –"fieramente humano" --, que siempre convierte nuestro destino en trágico. Y termino con mi ritornello: no es por nostalgia que recuerdo este exilio republicano, sino porque en lectura retroactiva se nos agiganta la labor que todos ellos y ellas nos han dejado en herencia, un acto ético que debiéramos hoy día, más que nunca, reforzar. Fueron héroes y heroínas trágicas que no cedieron en su deseo de una España democrática, republicana y ética. Sin olvidar que la tarea del saber no es interpretar el mundo, sino cambiarlo.