Sumisión y maternidad PDF Imprimir E-mail
Mujer y Feminismo - Mujer y feminismo
Escrito por Adrián Massanet   
Martes, 07 de Enero de 2014 00:00

Esto va para vosotras. Las mujeres. Sobre todo las españolas. Que sepáis que se acabó eso de tomar decisiones sobre vosotras mismas, sobre vuestros cuerpos, sobre vuestro futuro o vuestra salud. Os habéis quedado sin poder de decisión, sin independencia, sin calidad de ciudadanas. Hasta que no seáis madres no seréis casi nada, menos que casi nada, porque seréis menos que una célula somática, o menos que un embrión de ser humano que no pidió venir y al que todavía no se le puede preguntar si su madre merece ciertos derechos.

 

       Solo os queda la sumisión y la maternidad, y suerte tenéis de que todavía no se ha prohibido el condón, porque cuando llegue el momento, que llegará, ni siquiera tendréis el derecho a estar protegidas contra infecciones de transmisión sexual. Total, para algunos solo servís si dais a luz una nueva vida, y que ni se os ocurra pensar que podéis aspirar a algo más.


        Hay segmentos de la sociedad o de la humanidad que son sistemáticamente masacrados, humillados, aplastados desde hace milenios. Y a nadie le importa una mierda. Los negros, los pobres, los locos, las mujeres. Las mujeres. Negras, indias, blancas, pobres o locas. De cuando en cuando, amanecemos con una noticia monstruosa sobre la destrucción, física, emocional o moral, de uno de estos grupos, y nos provoca estupefacción y desolación, pero seguimos con nuestras vidas. Lo aceptamos como algo inevitable, algo predestinado, cuando son crímenes de lesa humanidad. Cada vez que nos enteramos de que una mujer ha sido violada, o violada y asesinada, por un grupo de retrasados mentales, no podemos creer en la bestialidad del ser humano, nos quedamos conmocionados, hablamos de las cosas terribles que pasan en este mundo. Pero seguimos con nuestras vidas. Porque todo, ya, importa una puta mierda. Incluso nuestras mujeres. Porque se aprueba una nueva ley sobre el aborto, absolutamente demencial, y no nos plantamos y decimos “no”.


         En realidad, forma parte de una misma realidad. La de hacer a la mujer una víctima de su propia condición, que la vuelve dependiente de las decisiones de los demás. Entre obligarlas a ser madres y terminar violentamente con su vida media un abismo, pero es el mismo, sinuoso, concepto de la vida. El de volver al otro, al diferente (en teoría), un objeto sin poder, sin capacidad de vivir su vida. Y es que hay muchas formas de violencia. La evidente y la oculta, la que se silencia. Entre Rajoy y Franco media un abismo, pero están secretamente, subterráneamente conectados, porque pertenecen a la derecha a la que los oprimidos, los afligidos, los débiles, no están dispuestos a liderar, sino a prohibir, a aherrojar, a enjaular entre los barrotes de sus mentes subdesarrolladas. Pero, en verdad, la obligación de toda sociedad civilizada que se precie consiste en proteger a los que más sufren o los que más pueden sufrir. No en prohibir, sino en legislar de forma eficaz, escuchando a todas las partes, aprendiendo de los errores, conociendo cuánto sufrimiento y dolor ha traído obligar a las mujeres, o a cualquier grupo de personas, a hacer algo que sólo ellas saben cuántas cosas supone.


         Pero han declarado la guerra a las mujeres. Desde la Iglesia, desde el Gobierno, desde el empleo, desde casi cualquier frente de la vida moderna. Cierto que hablan por los codos y que a menudo es difícil adivinar lo que piensan, pero qué coño (nunca mejor dicho) sabe un cura de sus sentimientos, de sus cuerpos y de sus emociones. De follar, de tener hijos y de tener familias. ¿Por qué diablos los que menos saben son los que obligan a los demás a vivir como ellos piensan? ¿Hasta cuándo la aquiescencia o simplemente la docilidad y mansedumbre de las que van a dejar de usar las sartenes para cocinar y las van a emplear para abrir cráneos? Como diría mi admirada Estitxu, ¡basta!

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Fuente:  La Columnata