¿Qué pasa con los jueces cuando se meten con el sexo? Imprimir
Mujer y Feminismo - Violencia contra la Mujer
Escrito por Iñaki Bernaola   
Miércoles, 02 de Mayo de 2018 04:16

En cierta ocasión contemplé un grabado inglés, creo que del siglo XVIII, en el que se representaba una escena doble: en la parte izquierda, bajo el título de "Before", se veía una pareja de hombre y mujer en una alcoba. El hombre insistía, mediante la utilización de la fuerza física, en mantener relaciones sexuales con la mujer, a lo cual ésta se oponía firmemente. En la parte derecha, con el título de "AfterA, ocurría lo mismo pero a la inversa. La mujer intentaba obligar al hombre a seguir manteniendo con ella relaciones sexuales, mientras que éste, quizás exhausto por la actividad desarrollada anteriormente, rehusaba como podía la propuesta.

 

Probablemente casi todo el mundo entenderá que lo que allí se representaba era, en realidad, el reflejo de una concepción sustentada por muchas personas, sobre todo hombres, acerca del significado y del desarrollo de la relación sexual entre personas de sexos diferentes; y que a la vez suponía el refuerzo, llamémosle propagandístico, de una determinada concepción de la sexualidad y de la relación sexual.

Una concepción que, explicada en términos vulgares, vendría a ser algo así como que las mujeres son en un principio unas estrechas, y que hace falta que el macho (el hombre si se prefiere, para no herir sentimientos) actúe con firmeza y autoridad en una primera fase hasta doblegar la resistencia de la mujer; lo cual es algo que, de una forma u otra, es lo que ésta desea, pues pese a los remilgos iniciales en el fondo las mujeres no sin sino unas desvergonzadas (y lo de desvergonzadas lo pongo a título de eufemismo).

Incluso hay quien, yendo todavía más lejos, pretende que corresponde al hombre aplicar un severo correctivo a la mujer a causa de su naturaleza frívola e inconstante, y que ese correctivo no puede ser otro que obligarla a mantener con él relaciones sexuales, lo cual podría incluso ir acompañado de otras acciones «correctoras» como por ejemplo propinarle unos buenos azotes. O incluso hay quien, viéndose a sí mismo como un conspicuo depredador, interpreta la relación sexual con una mujer en términos similares a lo que podría ocurrir, por ejemplo, con un lobo que se dedicase a cazar ovejas.

Todas estas actitudes, que numerosas personas considerarían, acaso con toda la razón del mundo, aberrantes, forman parte del acervo de fantasías sexuales que tienen muchísimos hombres; a la par que, antes más que ahora, las hemos visto reflejadas en multitud de producciones de ficción, bien sean novelas, películas o imágenes de todo tipo.

No soy la persona más adecuada para enjuiciar o criticar las fantasías de índole sexual que pueda abrigar cada persona en su interior. Pero sí que puedo afirmar que aquella persona que plantea su relación con el resto de seres humanos obedeciendo únicamente a sus propias fantasías, que en absoluto tiene en cuenta la situación objetiva y subjetiva de las otras personas, y consecuentemente que en ningún momento las ve como sujeto de derechos, entre ellos el de que su integridad física y moral sea respetada, es un auténtico psicópata, y se coloca en riesgo de delinquir gravemente a la primera de cambio.

Hace poco he leído un titular de un conocido periódico en el que se afirma que, a raíz de lo ocurrido con la sentencia del caso de la mujer agredida por cinco hombres en las fiestas de San Fermín del año 2016, el Gobierno español quiere plantear la revisión del texto del Código Penal en lo referente a los delitos contra la libertad sexual de las personas. No me parece mal que se intente mejorar los textos legales, aunque a veces, por desgracia, lo que se hace es empeorarlos, y el ejemplo de la LOMCE, Ley Orgánica de Educación, es un caso clarísimo. Pero sin embargo creo firmemente que, en el caso que nos ocupa, el principal problema no es tanto la letra del texto legal sino la interpretación que se hace del mismo, o mejor dicho, la forma en que se interpretan unos hechos determinados a la luz de dicho texto legal.

Y lo digo por varias razones: la primera, porque me parece que dicho texto, por si alguien no lo sabe, en sus artículos 178 y 179 especialmente establece claramente en qué consiste una violación, lo llama expresamente de esa manera, y además establece como agravante el que se haya perpetrado por dos o más personas, es decir, en manada. Las penas máximas que plantea van de los doce a los quince años. Supongo que si en el caso de he mencionado tanto la fiscalía como la acusación particular solicitaron penas mayores ello podría deberse a concurrir otras circunstancias, o bien a que percibieron igualmente la comisión de más delitos en los hechos ocurridos.

Pero si bien leer un papel es hasta cierto punto sencillo y, además, unívoco en su significado, a la hora de la verdad lo que ocurre en una sentencia judicial es que una o más personas, jueces en este caso, «juzgan» una conducta de una forma determinada, a la luz, eso sí, de la tipificación que se establece en el correspondiente texto legal pero también, quiérase o no, basándose en su propia subjetividad, es decir, en su ideología, en sus sentimientos, en su experiencia propia y, acaso, también en sus intereses.

Esto es completamente normal, porque los jueces podrán ser más o menos imparciales pero no infalibles, como de hecho ocurre con el resto de seres humanos. Y valga como ejemplo de esto, sin entrar en asuntos turbios, que frecuentemente las sentencias emitidas por uno u otro tribunal sobre casos sensiblemente análogos difieren de forma notoria, y más aún: que en un proceso de apelación una sentencia emitida en primera instancia más de una vez acaba siendo refutada por otra instancia judicial de rango superior.

En resumen: que a lo mejor lo más importante no sea volver a redactar determinadas leyes, sino que los jueces afinen su sensibilidad a la hora de analizar e interpretar conductas en las cuales las mujeres son víctimas de delitos sexuales. De hecho, no es la primera vez que la falta de sensibilidad demostrada en tales casos por tribunales penales es de tal grosería que causa la alarma en amplios colectivos de la sociedad.

Así, llama poderosamente la atención, por ejemplo, que en un país en el que el victimismo está a la orden del día, y en el que ir de víctima vende mucho mejor que el ir de honrado, de trabajador o simplemente de inteligente, resulte tan complicado que en los casos de delitos sexuales a los jueces les cueste tanto empatizar con la persona que ha sido víctima de tal delito, y que más de una vez se empleen a fondo retorciendo determinados argumentos hasta el absurdo con tal de demostrar que la tal víctima fue en realidad menos víctima de lo que en realidad ocurrió.

Resulta incomprensible que si una mujer mantiene relaciones sexuales con cinco hombres en un portal; que sin su consentimiento éstos graban lo ocurrido en vídeo y lo difunden; que al poco se encuentra a dicha mujer en estado de shock tirada en la calle; que un análisis forense confirma la realización de múltiple acceso carnal; y que dicha mujer posteriormente denuncia a las personas que mantuvieron con ella relaciones haciendo frente al coste objetivo y subjetivo que supone llevar adelante una denuncia de esas características, que después de todo eso todavía haya un juez que no vea la comisión de delito por ninguna parte.

No sé si lo que pretende el Gobierno planteando la reforma de los textos legales obedece a la mejor intención, o por el contrario lo que pretende en el fondo es echar balones fuera en lugar de echar un chorreo a determinados jueces que, al parecer, se dejan llevar demasiado por una concepción de las relaciones sexuales que se parece demasiado a los ejemplos que he mencionado al principio de este artículo, y que por esa razón se empeñan hasta el máximo en ver consentimiento sexual por parte de la mujer donde claramente no lo ha habido.

Hay países, sobre todo aquellos que tienen un clima riguroso y una población escasa y diseminada, en los que jamás se dejan las puertas de las casas cerradas con llave, porque en un momento de apuro encontrar una casa abierta, aunque esté vacía, supone salvarse de una muerte por hipotermia. Nosotros, por el contrario, siempre que salimos de casa cerramos ésta con llave, por una razón muy simple: para evitar que mientras tanto alguien entre y nos robe. Pero si por un casual se nos olvida hacerlo y entonces nos roban, el no haber cerrado con llave no supone atenuante ni mucho menos eximente: entrar a robar en una casa es un delito, independientemente de que la puerta esté o no cerrada con llave.

Tampoco es atenuante ni eximente en un delito sexual la ropa que lleve una mujer, o el transitar por determinado lugar a determinada hora. A lo más la nocturnidad podría ser un agravante más que lo contrario. Ello no quita que el tomar determinadas precauciones, sobre todo en cuanto a lugares y horarios, sea recomendable, a pesar de que, sin lugar a dudas, todo el mundo, mujeres incluidas, tiene derecho a ir por donde le dé la gana cuando le dé la gana.

Tienen derecho también las mujeres, tal y como últimamente se está repitiendo con profusión, a decir que no. No es no, ya se sabe. Sin embargo, yo pienso que el no, por sí mismo, no es nada. Me explico: no existe el no sin el sí. No sirve de nada saber decir que no, si no se sabe también decir que sí. Quizás todo esto no valga en absoluto para los psicópatas, ya que a éstos lo que diga la otra persona les importa un comino. Pero para las personas normales, y aún más, para las personas jóvenes que están en fase de aprendizaje de las relaciones sexuales, es fundamental aprender a decir que no y a decir que sí, a la vez que lo es el entender cuándo te están planteando un no, y cuándo un sí. Porque, de hecho, el no solamente tiene existencia al lado del sí, y a su vez éste al lado del no.

Lo que veo más difícil de todo es lo de los jueces. Hasta tal punto que, más de una vez, he pensado si no sería mejor sustituirlos por una especie de software en el cual, introduciendo hechos, pruebas, testimonios, textos legales, etc., nos apareciera escrita la sentencia en la pantalla del ordenador.

Y ojo, que lo de Altsatu está todavía por llegar.

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Fuente: Gara