Las espinas del referéndum. Sigue un militar en la jefatura del estado Imprimir
Monarquía - Felipe y Letizia
Escrito por José Juan Hernández / UCR   
Miércoles, 18 de Junio de 2014 03:48

Parafraseando uno de los arranques más famosos de la historia de las obras escritas, me atrevería a decir que un fantasma recorre el estado español. No, lamentablemente no es el fantasma del comunismo o siquiera del socialismo, pero si es un fantasma que produce cierta inquietud, que amenaza con agitar los sueños del joven Borbón.

 

El Borbón mayor dormía, voluptuosa siesta de vino y rosas, plácidamente arropado por las grandes mayorías del PP y el PSOE y las odas sonrojantes de los medios cortesanos (más del 90%). Esa burbuja familiar, entre un yerno chorizo con un suegro de gatillo fácil en mano larga, y unas redes sociales difícilmente Secuestrables (lo demuestran las portadas de El Jueves), aunque sí amedrentables, ha estallado. Y los reyes han quedado desnudos, hecho que no debería extrañar, pues su legitimidad viene de un acto que se realiza habitualmente de tal guisa.

El referéndum monarquía versus república, esa utopía de hace 10, 15 o 20 años (aún recuerdo la demonización de Anguita cuando en los 90, en un mitin por la fiesta del PCE, planteo la opción republicana como un futurible), si nos fiamos de las encuestas, es reivindicación mayoritaria que, según la de El País apoya un 62% de la población. El que haya dejado el terreno de la utopía no quiere decir que vaya a ser factible a corto o medio plazo. Incluso desde sectores afines a la idea republicana se plantea si interesa realizarlo ahora, pues se teme que el resultado fuera una indeseable victoria de las fuerzas, utilizando un término antañón, realistas.

El debate es interesante. ¿Hay que solicitar, que exigir, lo justo, lo aplazado durante decenios, o esperar, si se presenta, el momento adecuado? Aparte, existen otros dos tipos de opositores a la consulta mutuamente antagónicos: Unos dicen que la legitimidad de la corona quedo grabada en mármol con el referéndum constitucional del 78. este argumento es extremadamente débil y tramposo pues hablamos -y ellos son conscientes- de un lote variado que se adquiría completo, en el que se introdujo inexcusablemente, junto a libertades aherrojadas durante 40 años, una corona donada por un dictador fascista envuelta en una bandera rojigualda. En las antípodas a los anteriores, otros detractores del referéndum defienden que la república debe ser restaurada atendiendo a su legitimidad histórica, pues fue un régimen derribado por la acción criminal de un golpe militar fascista en el 36. Nunca he dudado de la legalidad de la 2ª República y la manera artera, a sangre y fuego, en que fue eliminada, pero ¿podemos traer la 3ª invocando sólo la legitimidad de la 2ª? Pienso que no. Si ya en el 76 las organizaciones de oposición al régimen, agrupadas en la Platajunta, planteaban el referéndum sobre el modelo de estado, obviando (quizás por aquello de que a la fuerza ahorcan) la legalidad republicana, hoy, con otros 40 años añadidos, no podemos pensar, salvo que la monarquía implosionara (no creo que tengamos fuerza para hacerla explotar), en ese argumento. La tercera podría llegar sin consulta por un desmoronamiento, no previsible, de las estructuras monárquicas, pero no creo que lo haga por invocar la legitimidad, absoluta, de la segunda.

Esta circunstancia pone en el eje central el ya no tan utópico referéndum y su hipotético veredicto. Una consulta no se realiza con la periodicidad de unas elecciones. Su resultado vincula, quizás, durante generaciones. Las encuestas estiman que la opción republicana sería derrotada. Dan sobre un 49 o 50 por ciento a la monarquía y sobre 34 o 35 a la república. ¿Ante este escenario guardamos la consulta para mejor momento? ¿Esperamos a que Felipe nos muestre sus flancos débiles? ¿Y si estos no existen y descubrimos un padre y marido ejemplar que considera que su bienestar económico es suficiente no necesitando la compulsividad comisionista paterna? No soy un suicida político, y si hubiera consulta quisiera ganarla, pero creo que esta es una reivindicación innegociable, esencialmente moral. Es necesario saber con certeza si la mayoría de la población quiere un jefe del estado vitalicio y hereditario o uno que no lo sea. Si el resultado refrenda la monarquía, mi decepción y mi hastío serán grandes, me lameré las heridas de sempiterno derrotado político, pero al menos todo el mundo se habrá retratado y sabremos que tanto por ciento (lo quieran o no) tiene alma de súbdito.

Esta situación trae al hilo otra pregunta. ¿Ante tan halagüeñas perspectivas por qué no nos convocan a las urnas? ¿Por qué renuncian a legitimarse de manera incontestable? La primera respuesta que me planteo es que no quieren cambiar de paradigma democrático. No pierden ocasión los poderes políticos de recordarnos que esta es una democracia representativa. Elija usted a una persona que se encargará de tomar todas las decisiones, obviando que hay temas de enorme trascendencia en los que es imperativo que cada persona tenga la opción de pronunciarse. Dejando de lado el argumento que acabo de exponer y haciendo un ejercicio de optimismo, creo que tienen temor. El treinta y pico por ciento que dan las encuestas al republicanismo (opción mayoritaria entre los menores de 45 años, lo que podría hacernos pensar en una solución biológica, a 20 ó 30 años vista, a un problema biológico) es una base de partida interesante. Un suelo desde el que ya creo que sólo podemos izarnos. Desde mi óptica un elemento sería crucial en esa votación: el alma republicana del PSOE enclaustrada en la torre del castillo monárquico. Si este partido le da rienda suelta, si la libera y la deja recorrer ciudades y campos, un escalofrío recorrería la espina dorsal de la corona. Si ahora, sin ellos, con todos los medios del capital, inmensa mayoría, cantando las loas borbónicas, estamos en más del 30%, ¿es disparatado pensar que si en la tesitura de un referéndum, liberándose de sus regios arneses, tuviera la valentía de apostar decididamente por la república, la victoria estaría muy cerca? Sé que me estoy manejando, por ahora, en el terreno de la ficción, pero desde luego la única definición que no podría tener el PSOE sería la indefinición.

Apunte final.

El 19 de junio de 2014 invisten como jefe del estado, el tercero consecutivamente desde 1939, a un individuo de uniforme. O sea, un jefe militar, perteneciente además a una estirpe que nunca ha sido, antítesis del canto de Kavafis, fiel a su pueblo. El nieto político de Franco, ese individuo preclaro que sabía bastante bien lo que decía cuando hablaba de que todo estaba "atado y bien atado". ¿Ustedes que opinan, lograremos ir aflojando los correajes?

 

Artículo también publicado en la página personal del autor: Blog de José Juan Hdez