Alejandro Sanz, censor de la Democracia venezolana y halagador de la monarquía del 18 de Julio Imprimir
Monarquía - Casa irreal
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Miércoles, 12 de Octubre de 2011 00:00

 

Alejandro Sanz y la reina consorte del Borbón    Su majestad la reina católica nuestra señora, que Dios guarde, ha ido a Haití para ayudar a la reconstrucción del pobre y desdichado país, con el lucimiento de sus variados trajes de acreditadas firmas. Después cambió de panorama el domingo 9, al visitar el lujoso Miami, centro mundial de todas las corrupciones, según reconocen hasta los mismos gringos. Aquí inauguró un Centro Cultural Español, muy solicitado por los cubanos que controlan la mafia local.

 

   En tan solemne acto fue saludada por el cantante Alejandro Sanz, que se derritió hecho mieles ante su majestad etc. La definió como "una mujer muy comprometida", aunque no se sabe que haya realizado otro compromiso que el matrimonial con su real esposo, "una reina de la que estar muy orgullosos", será porque parió un heredero para propagar la dinastía, "que deja muy alto el nombre de España", porque aunque utilice como apellido el de Grecia de allí echaron a su familia a patadas, de modo que reina en el país que todo lo aguanta.

   Es sintomático que el cantante metido a político, residente en la gusanera de Miami, afirmase públicamente en 2004 que no le gusta el presidente Hugo Chávez, y desde entonces no haya perdido ocasión de censurar la democracia venezolana, representada por el presidente de la República elegido por la mayoría de los ciudadanos. Porque en las repúblicas los ciudadanos eligen periódicamente a sus jefes del Estado, les critican las actuaciones, y los juzgan si su comportamiento es indigno del cargo. 

El riesgo de cantar las verdades

    Culminó su disparatada actuación estelar en noviembre de 2010, al publicar un comunicado en twiter en el que expresó su deseo de ir a cantar a Venezuela, si el presidente Chávez le aseguraba "que nada va a pasar". Le respondió el presidente constitucional con una mesurada y documentada carta, en la que le preguntó: 

   ¿No te llamó nunca la atención que después que nuestro país se volcó a la izquierda, automáticamente se comenzaron a unir la mayoría de los pueblos de América Latina, en una clara señal de lo que querían? ¿Pides permiso para venir a cantar? ¿No te da vergüenza decir eso? ¿En un país democrático en donde cualquier persona puede decir lo que se le venga en gana, y no como te cuentan? 

  Después recordaba los nombres de algunos cantantes perseguidos, encarcelados o asesinados por las diversas dictaduras latinoamericanas, como Atahualpa Yupanqui, Víctor Jara, Mercedes Sosa, León Gieco, Guaraní, Nacha Guevara, Alí Primera, y hasta el tango Cambalache, vetado por la dictadura argentina.

   A ese ilustre listado los españoles podemos añadir el nombre del cantante rapero Pablo Hásel, detenido por la policía monárquica el pasado día 4, acusado de desacato y exaltación del terrorismo, por decir en sus letras lo que el pueblo comenta en secreto por miedo a la policía del régimen.

   Es curioso que al señorito Sanz le arrebate entusiásticamente la monarquía del 18 de julio instaurada por el dictadorísimo, y en cambio le moleste la República Venezolana. Es cierto que si le gusta uno de esos sistemas tiene que desagradarle el otro forzosamente, porque son incompatibles.

 

Una República popular

 

   Hugo Chávez Frías triunfó en las elecciones democráticas de 1998, y se posesionó de la presidencia de la República el 2 de febrero de 1999. Desde el primer momento impulsó una reforma constitucional para consolidar una República Bolivariana que tenga como finalidad el bienestar del pueblo. Dos referendos, el 25 de abril y el 15 de diciembre del mismo año, aprobaron mayoritariamente su propuesta.

   Volvió a ganar las elecciones el 30 de julio de 2000, con absoluta limpieza resaltada por observadores internacionales. Las fuerzas reaccionarias pagadas por la CIA dieron un ridículo golpe de Estado el 12 de abril de 2002 y lo detuvieron, pero el pueblo se echó a la calle para reclamar su libertad, por lo que dos días después recuperaba el poder, y los gringos comprendieron que Venezuela no volverá a ser una colonia para sus multinacionales.

   Es el único presidente que aceptó someterse a un referéndum popular para juzgar su actuación: el 15 de agosto de 2004 lo superó con holgada mayoría. Y el 3 de diciembre de 2006 volvió a ganar las elecciones presidenciales con un 63 por ciento de los votos. Un nuevo referéndum sobre la reforma constitucional, celebrado el 15 de febrero de 2009, demostró que los venezolanos confían plenamente en el comandante de la Revolución Bolivariana, al que siguen porque lo han elegido ellos, de modo que su voz es la del pueblo.. 

Una monarquía sin pueblo 

   Así evoluciona una república. Todo lo contrario que una monarquía, en la que el pueblo no es tenido en cuenta nunca para nada. El monarca es vitalicio y hereditario, es inviolable en su persona e incriticable en sus actos. Por si fuera poco, la actual monarquía española emana de dos sublevaciones militares contra regímenes republicanos: el traidor general Martínez Campos se sublevó el 28 de diciembre de 1874 contra la República y proclamó rey a Alfonso de Borbón, XII en la dinastía. El traidor exgeneral Franco se sublevó el 18 de julio de 1936 contra la II República, organizó un genocidio, estableció un régimen dictatorial, y el 22 de julio de 1969 propuso como sucesor de su régimen con el título de rey a Juan Carlos de Borbón. El designado juró al día siguiente lealtad al dictadorísimo y fidelidad a sus leyes ilegales ante el remedo de Cortes de la dictadura, y repitió el juramento el 22 de noviembre de 1975, tras la muerte por ancianidad de su promotor.

   Desde entonces es el rey Juan Carlos I de la dinastía, protegido por las mismas Fuerzas Armadas heredadas de la dictadura. El pueblo español sufre sublevaciones militares, padece  guerras, soporta dictaduras, sobrelleva los caprichos reales, y paga impuestos sin rechistar, porque policías y jueces garantizan la tranquilidad en el reino, y las cárceles acogen a los disidentes.

   El presidente de la República de Venezuela es elegido por el pueblo; el rey de España es designado por un militar traidor y transmite el poder a su descendencia. El presidente de la República de Venezuela se somete al referéndum de los electores; el rey de España es incuestionable e insustituible mientras viva. El presidente de Venezuela habla en nombre del pueblo que le ha conferido su representación; el rey de España impone su voluntad, e incluso pretende amordazar a quien se expresa en libertad, como hacía el presidente Chávez el 10 de noviembre de 2007 en Santiago de Chile, cuando Juan Carlos intentó hacerle callar, inútilmente, desde luego. Notables diferencias que los vasallos de las monarquías envidiamos a los ciudadanos de las repúblicas. Pero nosotros nos tenemos que callar, de orden del rey.

   Alejandro Sanz es un gran admirador de la monarquía española, y un feroz detractor de la República de Venezuela. Por eso vive en la gusanera de Miami. Allí está entre los suyos, haciendo de las suyas. Pues que se quede allí toda la vida.