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Monarquía - Casa irreal
Escrito por Luciano G. Egido   
Lunes, 06 de Marzo de 2017 00:00
Tengo ochenta y cinco años y, gracias a Dios, no he perdido todavía mi capacidad de sorpresa e indignación. Me explico. Toda experiencia histórica acaba desembocando en los diccionarios. La fácil confirmación de este axioma está en el hecho de que la creciente marea del feminismo haya empezado a resquebrajar el fuerte machismo del Diccionario de la Real Academia Española, cuyo ejemplo más notorio es la definición del ser humano, como género, con la palabra “hombre”, de indudable referencia masculina, aunque trata de abarcar también a la mujer, que es también un ser humano (¿o no?).
Esta obvia digresión lingüística viene a cuento para advertir a los académicos de la RAE que deberían ir preparándose para rectificar la definición de la palabra “justicia” y hacerle un hueco a una discriminación fundamental, que se está haciendo evidente, por días, entre la palabra “justicia”, con minúscula, y la palabra “Justicia”, con mayúscula, que exigen una definición aparte, lo mismo que la palabra “Virgen”, con mayúscula, es una cosa y la palabra “virgen”, con minúscula, es otra muy diferente, con la distancia que va de un dogma de fe a un estado anatomo-fisiológico.
El reciente caso del Sr. Undargarin clama al cielo de la Justicia, con mayúscula, aunque sea un caso más de la justicia, de todos los días. Hay mucha tela cortada en el asunto para distinguir entre Justicia y justicia. El caradura del Sr. Undargarin, marido de la infanta doña Cristina de Borbón, en la lista de espera de los herederos de la Corona Real española, y por tanto posible futuro Rey de España, es el primer condenado por un tribunal de justicia, que yo sepa, al que no se le retiene el pasaporte, como es habitual con los delincuentes de su pelaje, y se le permite cumplir el requisito penitencial de presentarse mensualmente a las autoridades judiciales, en su exilio dorado de Suiza. Está claro que una cosa es la Justicia y otra cosa la justicia, sin que medie un problema tipográfico. ¿Tengo razón para estar sorprendido e indignado? Que Dios nos coja confesados.

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Fuente: CTXT