El adoctrinamiento: Una forma gravísima de pederastia PDF Imprimir E-mail
Laicismo - Estado Laico
Escrito por Antonio García Ninet / Laicismo.org   
Martes, 15 de Febrero de 2011 06:07

Religión, ¡fuera de la escuela!Al hablar de educación conviene diferenciar entre los conceptos de formación y adoctrinamiento: La formación hace referencia a las acciones combinadas de suministrar información de carácter científico y cultural, y de incitar al ejercicio de la capacidad racional aplicada al análisis crítico de la información recibida. Por su parte, el adoctrinamiento hace referencia a la acción de inculcar doctrinas mediante la presión psíquica ejercida por la "autoridad" (?) de quien las presenta, al margen de que se correspondan o no con auténticas verdades. 

 

 Mientras la educación como formación intelectual es el modo correcto de aprendizaje, el adoctrinamiento determina la negación de dicha formación en cuanto promueve una mentalidad sumisa y dispuesta a aceptar lo que le ordene la autoridad paterna, docente, política, religiosa o ideológica en general, tratando de suprimir el desarrollo de la racionalidad crítica de niños y jóvenes a fin controlar sus pensamientos, creencias y acciones. El adoctrinamiento religioso va unido a un enfoque dogmático del aprendizaje, que se pretende imponer por encima de la razón y valorando la fe como justificación de la supuesta verdad de las doctrinas que se pretende inculcar. El enfoque dogmático es gravemente negativo para la formación intelectual del niño en cuanto conduce a la atrofia de su capacidad crítica potencial y a la fácil manipulación consiguiente, que le conducirá a aceptar cualquier doctrina por absurda que sea. A las preguntas que el niño pueda formular, en último término se le responderá: "Debes creer; hay misterios que tu inteligencia no puede comprender; sólo la fe te dará la paz; sin la fe no hay salvación". Y así, a quien fue un niño naturalmente receptivo se le va convirtiendo en un adulto inmaduro, artificialmente sumiso y mentalmente castrado.

 Por ello y a fin de evitar la conversión del niño en hombre racional y libre, se somete su infancia a un proceso de troquelado doctrinal hasta que sus "educadores" (?) consiguen que cualquier reflexión racional autónoma llegue a producirle vértigo: "No debo ser tan orgulloso como para pensar que mi débil inteligencia pueda resolver estos problemas; debo creer en mis superiores. Ellos saben dónde está la verdad".

 En consecuencia y para evitar agresiones tan perversas, la enseñanza dogmática de la Religión debe desaparecer de los centros educativos, protegiendo así a la infancia de esa agresión contra su dignidad y su racionalidad, pues mediante este procedimiento dogmático, del mismo modo que los nazis llegaron a moldear las tristes juventudes hitlerianas, las religiones manipulan la mente de la infancia, dejando el terreno abonado además para la aparición de instituciones aberrantes y destructivas, como la santa Inquisición, los guerrilleros de Cristo Rey, el Opus Dei y una larga serie de sectas que han ido surgiendo del caldo de cultivo de las otras sectas cristianas mejor estructuradas, y de muchas otras agrupaciones políticas o religiosas. Los dirigentes de tales agrupaciones llegan a rechazar abiertamente el valor de la razón, repudiando de modo insultante, como fue el caso del señor K. Wojtyla, el pensamiento de filósofos y de movimientos filosóficos tan valiosos como los del Racionalismo, el Empirismo y la Ilustración –con pensadores de la categoría de Hobes, Hume, Rousseau, Voltaire y Kant-, hasta el punto de llegar a considerar sus teorías como precursoras de las modernas "ideologías del mal"2por haber defendido la razón como la herramienta imprescindible para escapar de la ignorancia3, confiriendo en su lugar un valor especial a planteamientos como el de Tomás de Aquino y su absurda valoración de la fe como un criterio superior al de la razón para alcanzar la verdad.

 Por otra parte, el interés de la Iglesia deriva de su ambición, consciente o inconsciente, por incrementar su poder político, social y económico, mediante los resultados que a largo plazo pueda conseguir de la manipulación de las mentes infantiles, y no de una preocupación especial por "la salvación de sus almas" –¡¿de qué tenía que salvarlas?! -.

El artículo 20 de la Constitución, reconociendo el derecho a la libertad de expresión y a la libertad de cátedra, indica igualmente que

"...estas libertades tienen su límite [...] en el derecho [...] a la protección de la juventud y de la infancia" (Art. 20, 4),

y en este sentido, la enseñanza religiosa, en cuanto es adoctrinamiento y no enseñanza, debería desaparecer de los centros educativos.

 Pues, ¿qué debe entenderse con la expresión "protección de la juventud y de la infancia"? Las heridas físicas son fáciles de ver y, por ello mismo, de tratar hasta culminar su curación, que tal vez sólo deje cicatrices superficiales. Pero ¿qué sucede con las heridas psíquicas, ésas que son invisibles para los ojos, pero que implican muchas veces un daño mental irreparable por lo que se refiere al desarrollo pleno de la racionalidad humana? ¿No es acaso una obligación de los gobernantes la de proteger a niños y jóvenes de tales agresiones que, aunque incruentas, están llenas del veneno del dogmatismo y del fanatismo contra la razón?

 La Secta Católica es conocedora de la importancia psicológica del adoctrinamiento durante los años de la infancia y de la juventud, y ése es el auténtico motivo de que haya intentado en todo momento hacerse con el poder en los centros de enseñanza, y no el "altruista" (?) deseo de colaborar con la sociedad en la sana formación de la infancia y de la juventud. ¿Por qué será que no colabora en otras tareas, como la de barrer las calles o la de bajar a las minas? Ésas sí serían tareas inequívocas de apoyo a la sociedad. Y más lo serían si, en lugar de realizarlas en nuestro país, las realizasen en lugares como Sierra Leona, Níger o Burkina Faso, los países más pobres del mundo, cuyos habitantes son tan dignos de ser atendidos como los grandes países visitados por el Gran Jefe de la Secta Católica.

 Y, aunque resulte "comprensible" (?) que la jerarquía de la Secta Católica luche por sus intereses "tan nobles" (?), lo que al menos no deberían consentir los gobernantes ni las instituciones de ningún estado soberano es que el los dirigentes de cualquier religión, como sucede en España con la católica, mantengan la serie de privilegios de que gozan desde tiempos inmemoriales, y, de manera especial, su "derecho a envenenar" y a atrofiar las mentes de los niños mediante sus absurdas doctrinas.

Contra esta situación y en cumplimiento del citado artículo 20 de la Constitución Española, hay que exigir a nuestros representantes

LA DESAPARICIÓN DEL ADOCTRINAMIENTO EN LA TOTALIDAD DE LOS CENTROS EDUCATIVOS ESPAÑOLES, Y EN LOS DEMÁS LUGARES,

SEAN IGLESIAS O CATEDRALES.

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Antonio García Ninet es Doctor en Filosofía