Ciencia y religión: ¿de verdad razonamos? Imprimir
Laicismo - Crítica a la religión
Escrito por Jon Apalategi Lasa   
Domingo, 27 de Agosto de 2017 00:00

El interesante debate sobre la compatibilidad del razonamiento y los mitos religiosos se encuentra en permanente actualidad. Anteriormente a los crímenes de Catalunya he tratado de indagar en la última homilía del obispo Sr. Munilla, la del 15 de agosto en Donostia.

Considero muy importante que las personas contrastemos nuestras ideas en cuanto a las creencias e ideas filosóficas, dado que sus implicaciones son fundamentales en múltiples facetas de nuestra vida cotidiana.

Desde mi posición de médico me veo obligado diariamente a reflexionar y posicionarme respecto a temas en los que la religiosidad ha imbuido su base doctrinaria. Temas relacionados con la salud física y psíquica: el sentido de la vida y la enfermedad, fertilidad y anticoncepción, el mito del alma, la muerte o el mito también de «un juicio final y una vida en el más allá». Por todo ello, no dejo de buscar el debate razonado al respecto, siempre desde el ámbito del respeto a las ideas y creencias personales. Así era en la escuela filosófica de Mileto, en la Grecia anterior en 600 años a Cristo, afirmando mediante la reflexión crítica y el razonamiento hipotético, (la base de la filosofía) y abandonando los mitos y religiones de su tiempo.

Asimismo considero necesario aclarar los términos ciencia y religión, a fin de coincidir en los análisis. Así, diríamos que seguir los principios lógicos, la observación, el razonamiento y la experimentación sería la base de la ciencia, mientras que la religión trataría de un sistema de cosmovisión, comportamientos, ética y organización social, que relaciona a la humanidad con una categoría existencial. Se añade un sistema de credo o creencias, a menudo «verdades reveladas por un dios». Quien argumente «teorías o creencias y vivencias propias» o una religiosidad «a la carta», quedaría fuera del concepto.

La base de las religiones cristiana y musulmana tienen elementos comunes y una de ellas fue primordial en el origen y desarrollo de las mismas: el dogma de la salvación por la fe, el advenimiento con el juicio final a corto plazo y la condena a los no creyentes. Este componente autoritario y radical, tuvo en origen un impacto fundamental, superior incluso a los valores morales recogidos de las enseñanzas de Jesús, pero fue perdiendo fuerza con el tiempo, al incumplirse tales profecías. El fanatismo que exigen estos dogmas de fe a sus miembros les impide desarrollarse en valores, y los hace dependientes del poder eclesiástico. Éticamente deberíamos estar de acuerdo en que la prioridad religiosa se debería relacionar con las ventajas de sus doctrinas ético-morales y no en la supremacía dogmática o el miedo a la condena eterna (argumento de beneficio un tanto egoísta).

Respecto al control, censura y represión hacia el desarrollo científico por parte de los rectores del cristianismo, creo que no precisan ser detalladas. Son ejemplos recientes la enérgica condena al uso de anticonceptivos, técnicas de fecundación, educación sexual, sedación terminal, aborto, crítica al sistema de libertades, planteamiento de imposición obligatoria de la doctrina católica en la enseñanza y otros.

Las teorías de la creación del mundo por un dios, constituye un principio fundamental para los creyentes católicos, tratando de adaptarse o contrarrestar los descubrimientos científicos. De ahí el rechazo a ideas como las de Stephen Hawking , al señalar de forma clara que «no es precisa ni hay pruebas de la existencia de un dios para entender la existencia del universo actual». La nada como ausencia de todo elemento físico –energético– sustancial nunca pudo existir porque, primero, es contradictoria con el concepto de existencia. Además, en la nada tampoco existiría un dios. Seguimos pensando pues en leyes físicas y no en un sujeto «todopoderoso, omnipresente y todo bondad».

Por qué deberíamos creer en un dios y ser religiosos? Para algunos y algunas no son necesarios los motivos. No se preguntan por la racionalidad de los mismos, han asumido que sus creencias les valen. Pero dado el desarrollo de los conocimientos alcanzado en el siglo XXI, es lógico pensar sobre si realmente ocurrieron los hechos relatados; o sobre la superioridad moral ética de su doctrina. Hay quienes defienden que todos y todas sentimos la activación transcendental o de creencias en dios al contemplar un cielo estrellado, por ejemplo, pero el hecho es que no es cierto, cada cual percibe y siente según sus ideas aprendidas.

Extrañamente, ni siquiera la existencia de Jesús es demostrable a la luz de los textos y referentes históricos actuales. Siguiendo a G.A.Wells, el hecho es que los evangelios canónicos fueron escritos entre 40 y 80 años después de la supuesta vida de Jesús, por autores desconocidos que no tuvieron trato personal con él. Las epístolas paulinas no dicen nada sobre varios aspectos considerados dogmas de fe, dato muy llamativo. Además, las versiones cristianas, romanas o judías, difieren. Muchos de los sucesos atribuidos a Jesús: encarnación, virginidad de María, crucifixión o resurrección… se atribuyen a otros personajes legendarios . Y por último, no se consideraron dogmas del credo hasta varios siglos después. Hoy por hoy, y a pesar de autores como Habermas, se debate sobre si existió Jesús realmente (no hay una biografía reconocida y validada) o fue una leyenda formada a partir de tradiciones y leyendas más antiguas.

En cuanto a la importancia y preponderancia de los componentes éticos de la doctrina de Jesús, se plantean en primer lugar, dudas acerca de si realmente conocemos sus enseñanzas y si estas se corresponden con los textos de los evangelios sinópticos. En segundo lugar, son cuestionables algunos aspectos: sus exigencias de abandono de bienes, obediencia ciega y humildad extrema, por ejemplo. También hay que hacer constar las carencias respecto a una toma de posición clara sobre la esclavitud que ya existía, sobre la negación de la salvación a extranjeros y, desde luego, el que no aporta instrumentos para encarar los nuevos problemas éticos de nuestro siglo: derechos y libertades, conflictos inter-étnicos e inter-religiosos, migración, corrupción política, explotación obrera, feminismo o drogas. Volviendo al Sr. Munilla, en su homilía lanza críticas al sistema de libertades «liberales» en una sociedad de «adictos». Supuestos comportamientos y valores de personajes bíblicos milagrosos como María, son para él modelo de verdad y amor. No aparece ningún argumento que nos permita concretar y profundizar el tema, pues el uso místico y personal de la homilía, lo convierte en un texto un tanto inútil a la sociedad en general y supongo que también a los cargos políticos allá presentes.

 En conclusión, hoy en día en nuestra sociedad, es cuestionable le defensa de la necesidad de tener como referente a los elementos éticos cristianos.

 

Jon Apalategui Lasa es médico de familia

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Fuente: naiz.eus