La profunda incidencia vaticana en la política española PDF Imprimir E-mail
Laicismo - Crítica a la jerarquía católica
Escrito por Enric Juliana / La Vanguardia   
Martes, 30 de Agosto de 2011 03:18

El PadrinoQuizá sirva esta reseña para entender mejor el inminente viaje de Benedicto XVI a Madrid, en un agosto inquietante en el que Europa se halla en el interior de otro bucle peligroso. Veinte años después de la desaparición de la URSS.

En un momento dado, la voz del Papa subió de tono y se hizo audible en la antesala. Karol Wojtyla tenía enfrente al cardenal que había dirigido los movimientos de la Iglesia durante el cambio de régimen en España, por expreso deseo de Pablo VI, Giovanni Battista Montini, el gran intelectual católico de los años setenta. En un momento dado, el enérgico Juan Pablo II se aproximó a su interlocutor y con gesto de disgusto le presionó el hombro con la mano. No fue ni un golpe, ni un empujón. Fue una señal de largo recorrido. Primavera de 1982.

 

 

Para el hombre que había acudido a Roma a presentar la preceptiva dimisión como arzobispo de Madrid -por los 75 años recién cumplidos-, aquel palmetazo significó una triple herida. Censura, desaprobación y reproche. "Usted será el responsable de que el catolicismo retroceda en España, mientras nos esforzamos para doblegar al comunismo, cada vez más débil". Don Vicente Enrique y Tarancón salió consternado de la audiencia y pidió a su chófer que le llevase a las afueras de Roma, a las amables colinas albanas de Tívoli y Frascati. El hombre al que tantas veces los franquistas habían insultado al grito de "¡Tarancón, al paredón!" estuvo paseando durante una hora en la más absoluta soledad. Intentaba comprender.

Aquel mismo día, el enérgico Papa polaco recibió a otro de los eclesiásticos que habían desempeñado un papel moderador en la transición española, el cardenal José María Bueno Monreal. Nadie sabe lo que le dijo Wojtyla, porque al cabo de unas horas, el hombre que en 1957 había sustituido al impetuoso cardenal Segura en el arzobispado de Sevilla, se vio afectado por una afasia irreversible. No podía articular palabra. Un infarto empeoró su salud, con la consiguiente renuncia al arzobispado.

Al cabo de unos meses, Juan Pablo II viajó a España. Aterrizó en Barajas el 31 de octubre, tres días después de las elecciones legislativas que habían dado una victoria sin precedentes al Partido Socialista Obrero Español. Visitó Madrid, Ávila,Salamanca, Sevilla, Granada, el País Vasco, Navarra, Zaragoza, Barcelona, Valencia y Santiago. En Madrid fue vitoreado y tuvo noticia de ETA. El4 de noviembre, los terroristas ametrallaron al general Víctor Lago Román, jefe de la división acorazada Brunete. Aún no habían pasado dos años del 23-F. En Barcelona exhibió una gélida frialdad con el nacionalismo católico catalán - Jordi Pujol lo recuerda en sus memorias-,muy influido por el cardenal Eduardo Martínez Somalo, entonces número dos de la secretaría de Estado del Vaticano. El arzobispo de Barcelona, cardenal Narcís Jubany, había sugerido un encuentro del Papa con intelectuales catalanes y Martínez Somalo se opuso de manera tajante: "Si lo quieren ver, que vayan a misa al estadio".

En Sevilla fue obsequiado con claveles, la flor que los socialistas suelen regalar en sus mítines. Durante una comida, Wojtyla hizo la siguiente observación: "El clavel tiene un perfume amargo". En todas partes fue aclamado y en Santiago tuvo lugar una decisiva reunión con el arzobispo ÁngelSuquía, a la que también asistió Martínez Somalo. Suquía sería el nuevo titular de Madrid, con la perspectiva de sustituir a Gabino Díez Merchán - línea Tarancón-en la presidencia de la Conferencia Episcopal. Su puesto en Santiago lo ocuparía el obispo auxiliar Antonio María Rouco Varela, canonista que había compartido estudios en Munich con el cardenal Joseph Ratzinger. En un par de años, arribaría a España un nuevo nuncio vaticano, Mario Tagliaferri, especialmente seleccionado para reorientar los nombramientos episcopales, mantener a raya al gobierno socialista, promover la beatificación de los católicos asesinados durante la Guerra Civil y sumar fuerzas. Diplomático de primer nivel, Tagliaferri hizo honor a su apellido. Cuando en 1995 abandonó España, el Partido Popular ya estaba a punto de ganar las elecciones.

Así se hizo la Rectificación. Juan Pablo II no añoraba el franquismo, pero tenía una cartografía distinta a la de Pablo VI y los grandes obispos conciliares de los setenta. Tarancón quería la pacificación de España. Deseaba un final incruento de la dictadura y puso a la Iglesia al servicio de esta causa. La mayor parte del clero le siguió. La apertura de compás de la Constitución de 1978 no se acaba de entender sin su figura y sin el hálito de Pablo VI.

Karol Wojtyla - elegido en un rapto geoestratégico del Espíritu Santo-llegó a Roma con el fundado convencimiento de que a la URSS le quedaban pocos años de vida. No entendía - ni aceptaba-la cohabitación católica con el marxismo, y su prioridad era el renacimiento de una Europa cristiana, desde el Atlántico hasta los Urales. El día del palmetazo en el hombro, el Papa nacido en Wadowice le recriminó al valenciano Tarancón que no hubiese fomentado la presencia de un partido católico en la joven democracia española; aquella Democracia Cristiana que tuvo tan escaso éxito en 1977 por falta de apoyo de la jerarquía eclesiástica.

Quizá sirva esta reseña para entender mejor el inminente viaje de Benedicto XVI a Madrid, en un agosto inquietante en el que Europa se halla en el interior de otro bucle peligroso. Veinte años después de la desaparición de la URSS. 

 

 

La  profunda incidencia  vaticana en la política española (II)

 

Ciudad del Vaticano, lunes 19 de mayo del 2008. Benedicto XVI recibe en audiencia al comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española (CEE). El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, acaba de ser elegido por tercera vez presidente, evitando un segundo mandato del obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, prelado de perfil pactista. La costumbre es que el Papa reciba a los presidentes y vicepresidentes de los colegios episcopales tras la renovación de los mismos, pero en esta ocasión se ha cursado invitación a todos los miembros del ejecutivo. El cardenal Rouco comienza a hablar en alemán, en señal de complicidad con su antiguo compañero de estudios de Teología en Munich. Joseph Ratzinger le escucha y le responde: "Será mejor que hablemos en italiano". Y en el idioma de Dante - que comprenden todos-,Benedicto XVI les transmite un consejo. Un encarecido consejo.

Les pide que afinen los mensajes ante la política laicista del Gobierno socialista. Que eviten el lenguaje agresivo, sin perder la firmeza, y busquen más complicidad social ante el laboratorio ideológico que pretende laminar la identidad católica de España.

Al concluir la audiencia, los prelados almuerzan con el embajador ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, socialista católico y ex alcalde coruñés. Sentados en el comedor de la más vieja legación diplomática en Roma, el ecónomo de la conferencia episcopal, Fernando Giménez Barriocanal, recibe un mensaje en su móvil.

"Me informan desde Madrid que la Cope acaba de renovar el contrato a Federico Jiménez Losantos", dice en voz alta. Se produce un silencio y el cardenal valenciano Antonio Cañizares, todavía molesto por cómo se ha producido la renovación de la cúpula episcopal, mira a Rouco y le dice: "No es esto en lo que habíamos quedado".

Madrid, junio del 2008. Mariano Rajoy asiste a una cena en casa de la periodista Cristina López Schlichting, directora del programa de las tardes de la Cope. Una cena en lugar discreto con el cardenal Rouco Varela. El líder de la oposición acaba de perder por segunda vez ante Rodríguez Zapatero (en marzo) y un sector de su partido pretende defenestrarle en el congreso que el Partido Popular tiene previsto celebrar el mes de julio en Valencia. Lidera la maniobra Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, con el activo apoyo del diario El Mundo y la emisora Cope, propiedad del episcopado. Rajoy pide al cardenal que la Iglesia sea neutral en el delicado momento del PP. Ambos son gallegos, pero no se entienden. Rouco, que considera que Rajoy es un tibio, no se compromete a nada. Pese a la campaña en su contra, el de Pontevedra resiste y logra vencer el congreso. Entre el 2008 y el 2009, mientras la crisis económica va tomando cuerpo, el PP recupera Galicia, reemerge en el País Vasco y gana los comicios europeos. Rajoy se consolida. Aún hoy, cuando le nombran al cardenal Rouco Varela, frunce el ceño.

Martes, 3de febrero del 2009. El secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Tarcisio Bertone, llega a Madrid en visita oficial. Se entrevista con el rey Juan Carlos y con el presidente del Gobierno, pronuncia una conferencia en la sede del episcopado y toma nota de la información que le transmite el nuncio del Vaticano en España, el prelado portugués Manuel Monteiro de Castro, insólitamente hostigado desde la Cope, que le acusa de blandengue. Al cabo de unos meses, la emisora da por finalizado el contrato con Jiménez Losantos. La Moncloa se queda sin una voz amiga. El equipo de comunicación de Zapatero, pilotado en sus inicios por Miguel Barroso - un buen estratega medíático-,siempre consideró que el radiofonista turolense era un regalo del cielo. "Si aún dudas, escucha la Cope", llegó a escribir el PSC en sus carteles electorales.

En Roma, el cardenal Bertone sabe que la crisis pondrá en dificultades a Zapatero y dibuja un cronograma: el Vaticano estará más presente en España. En abril del 2010, él mismo oficiará en Barcelona la beatificación del capuchino Josep Tous. Seis meses después, el Papa viajará a Barcelona para consagrar el templo de la Sagrada Família. Rouco tiene conocimiento del viaje de Benedicto XVI a Catalunya cuando ya está decidido. El embajador Vázquez mueve Roma con Santiago y consigue incluir el año jacobeo en la agenda. La liturgia de la Sagrada Família, en la que el catalán y el castellano comparten rango, deja estupefactos a los duros del episcopado español. Bertone envía un sutil mensaje a Rouco, el Papa de España,según la coalición mediática que quería echar a Rajoy. El mensaje - implícito, por supuesto-dice lo siguiente: la línea la marca Roma.

Y con una visita vaticana a España cada seis o siete meses, logra interceptar la agenda legislativa del Gobierno, a su vez atenazado por la crisis. De la legislación sobre la eutanasia - anunciada en septiembre del 2008 por el ministro Bernat Soria al diario El País-nunca más se supo. Y la nueva ley de libertad religiosa, que prometía abrir un gran debate sobre los símbolos religiosos en el espacio público, queda bloqueada. El cardenal Bertone gana por goleada cuando Zapatero remodela el Gobierno en octubre del 2010 y encarga los asuntos religiosos a Ramón Jáuregui, el socialista vasco que en el 2004 ya le advirtió que se estaba equivocando con la Iglesia (y la Moncloa le reprendió por manifestarlo en La Vanguardia).

El cronograma sigue su curso y el Papa viaja a Madrid en agosto del 2011 para presidir la Jornada Mundial de la Juventud, que el cardenal Rouco ha preparado con gran tenacidad. La organización - pilotada por Yago de la Cierva-funciona como un reloj y no se priva de nada en el plano simbólico. Los legionarios acompañan al Cristo de la Buena Muerte en el vía crucis de Recoletos. España eterna y más de un millón de personas en Cuatro Vientos. Benedicto XVI habla a los jóvenes y evita referencias explícitas a la política española. La línea de Roma. El Gobierno tiene dificultades para controlar la Puerta del Sol y Alfredo Pérez Rubalcaba se sumerge como un submarino. No habla desde hace tres días.

 

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Fuente: El Periódico