Iglesia S.A. Dinero y poder de la multinacional vaticana en España PDF Imprimir E-mail
Laicismo - Crítica a la jerarquía católica
Escrito por Clara Mallo / Ángel Munárriz   
Lunes, 17 de Junio de 2019 04:00

https://www.izquierdadiario.es/IMG/arton132137.jpg

La Iglesia mantuvo la continuidad del Franquismo a través de sus instituciones, el Concoerdato firmado en 1953 entre Franco y el Vaticano nunca fue derogado sino enmendado por unos acuerdos de 1976–1979, los privilegios de la Iglesia hoy que con bajo el franquismo.

Los 11.000 profesores de religión del sistema público son elegidos, contratados y despedidos por la Iglesia, pero sus salarios corren a cuenta del Estado

El periodista Ángel Munárriz analiza a fondo la Institución católica en el Estado español en Iglesia S. A. Dinero y poder de la multinacional vaticana en España (Akal, 2019).

A lo largo de siete capítulos Munárriz muestra la conformación de los privilegios de la delegación de la Santa sede en España, su trabazón con el Estado urdida durante siglos, la barra libre de dinero público -que merecería un libro aparte, los detalles en la mayor área de influencia de la Iglesia que es la educación y todos sus negocios privados que van desde la especulación hasta la banca.

Publicado por Akal en febrero de 2019 va por su segunda edición, un bombazo editorial que no le estará haciendo mucha gracia a la Iglesia española. Porque más allá de su prepotencia lo cierto es que a la Iglesia le gusta pasar desapercibida. El mejor estado para la Santa institución es parecer que no está, pero sí está y muy presente, más de lo que nos gustaría. En este libro Munárriz nos lo recuerda.

La Iglesia ejerce en el Estado español un poder inmenso. Un poder que hoy no es todo el que le gustaría, pero más del que nos imaginamos. Su influencia y dominio son históricos, comienzan hace siglos, allá cuando Recadeo se convirtió al catolicismo en el año 589. Más de catorce siglos en los que la Santa institución ha ejercido un poder omnipresente en todas las esferas de la sociedad gracias a la estrecha vinculación con el Estado. A pesar de los cambios políticos y de todos los regímenes que se han sucedido, la Iglesia se ha mantenido en esencia inmutable en su poder e influencia, algo que nos hace pensar en la profundidad de sus cimientos y en la trabazón con el poder político.

Pero Ángel Munárriz no pretende hablarnos de historia, el periodista ahonda en la actualidad de esta Institución y su conexión con el Estado, porque hablar de la Iglesia, es hablar del Estado. Esta idea, por si quedaba alguna duda, es la que Munárriz desarrolla en toda su profundidad en este libro.

Ante un aparente paso atrás de los valores cristianos y de la propia institución que los sostiene, se hace necesario recordar y actualizar lo que obispos, curas y ministros pretenden dejar oculto bajo sotana. Muchos son los que anuncian hoy la pérdida de influencia de la Iglesia, en una época marcada por las leyes del mercado, el consumismo y la liberación sexual. Pero esta es más bien una afirmación aún sin demostrar, sostenida quizá por aquellos a quienes no les interesa que veamos su poder real y ahondemos en las cloacas de la Santa sede, muchas de ellas conectadas con las propias del Estado.

Una tesis sostenida gracias a la opacidad, característica que ha acompañado a la Iglesia durante toda su historia. Y precisamente sobre esa opacidad avanza Munárriz. En Iglesia SA encontramos uno de los mayores trabajos de investigación sobre los actuales negocios de la Iglesia, su sistema de financiación por la vía púbica, sus vínculos institucionales y sus áreas de influencia. Porque la Iglesia es muy oscura, ¡uy¡, sí que lo es. Una oscuridad que podemos encontrar en cada uno de los asuntos que toca.

Hablar de oscuridad es hablar, por ejemplo, de la imposibilidad de que investigadores accedan a sus archivos históricos en los que hay una enorme cantidad de documentación sobre la Guerra Civil y el franquismo que ayudaría a encontrar a miles de asesinados, hoy aún desaparecidos. Porque la Iglesia colaboró con el Franquismo en la represión y desarrolló la más extensa red de espionaje, simple pero eficaz, los confesionarios. Pero sería pedir una confesión autoinculpatoria, porque como señala este trabajo durante el franquismo «la participación de la Iglesia en la represión alcanza niveles de atrocidad sólo explicables desde el ánimo vengativo».

Cuando se trata de hacer cálculos también nos damos cuenta rápidamente de la falta de claridad. Un asunto grave porque del dinero con el que se sustenta la Iglesia, que es mucho y es público, nada se sabe. Los emisarios de Dios no tienen por qué rendir cuentas a nadie, suponemos que en todo caso a Dios. Sin embargo, Munárriz arroja un poco de luz sobre este asunto, avanza en una estimación contra la opacidad. Nos habla de inmatriculaciones, de sueldos a sacerdotes, entradas a monumentos, subvenciones, del mercado de la caridad y exención de impuestos. Nos habla de cómo la Iglesia solo respecto al IBI −impuesto que no paga− se ahorra 700 millones de euros al año. Pero esta es solo una estimación porque “la Conferencia Episcopal Española afirma desconocer cuántos bienes exentos de impuestos posee la institución”, y por supuesto “el estado no hace nada para despejar esta equis”. Munárriz también nos habla del IRPF, su vía de financiación directa, un sistema complejo que ayuda a esa opacidad pero que en este trabajo se desgrana minuciosamente. También devela cómo Cáritas −solo una de las entidades sociales de la Iglesia− obtuvo por la vía de las administraciones públicas 88,4 millones de euros en 2016.

Y hablar de opacidad nos vuelve a llevar a la relación Iglesia-Estado. Toda esta opacidad no podría mantenerse sin su colaboración. En lo referente a la cuantificación de los bienes inmuebles de la Iglesia, Munárriz deja claro la escasa colaboración del Estado en las investigaciones, y es que ¡con la Iglesia hemos topado! “La única vía para intentar desbrozar el tema [cuantificar los bienes inmuebles] es solicitar los listados de bienes exentos a los ayuntamientos, que rara vez, colaboran.» Y esto es solo un ejemplo. El libro está repleto de ellos.

Volvamos a la tesis de que la Iglesia ya no tiene tanta influencia. Quienes la sostienen, la hacen coincidir con el fin del Franquismo y la llegada de la Democracia parlamentaria y el Régimen del 78. Sin embargo, pensar en esta idea nos lleva a lo que Munárriz señala como otra de las características de la Iglesia: su pragmatismo, una de las claves que le ha hecho sobrevivir y mantener sus intereses durante siglos. Por ello le fue tan fácil pasar de franquista a constitucionalista. Así en el cambio de régimen: “La Iglesia escenificó un distanciamiento con un régimen amortizado y se apresuró a establecer una entente cordiale con los nuevos protagonistas del escenario político a fin de contribuir a la democracia sin veleidaes marxistas ni nostalgias republicanas que le permitieran mantener intactos en lo esencial sus privilegios.”

Pero el nuevo régimen mantuvo una continuidad con el Franquismo a través de sus instituciones, y la Iglesia es una de ellas. Un dato en el que insiste Munárriz es que el Concordato −que regula la relación de la Iglesia con el estado− firmado en 1953 entre Franco y el Vaticano nunca fue derogado sino enmendado por unos acuerdos posteriores (1976 – 1979). Así que la base de los privilegios de la Iglesia hoy es la misma que bajo el franquismo.

Aún así, si bien sería imprudente decir que la Iglesia tiene exactamente el mismo poder e imbricación social que bajo el Franquismo, lo cierto es que la Iglesia aún mantiene una de sus áreas de influencia más golosas: la educación. La educación permite a la Iglesia mantener su influencia social y su capital simbólico. Munárriz nos detalla su participación en el sistema público a través de la asignatura de Religión. Nos habla de cómo los 11.000 profesores de esta materia en el sistema público son elegidos, contratados y despedidos por la Iglesia, pero sus salarios corren a cuenta del Estado. También nos informa que el Estado dedica 6000 millones anuales a la educación concertada, católica en su mayoría. Y que el Estado destina cada vez menos dinero a la red educativa pública y más en la concertada (privada subvencionada). De cómo esto ayuda a reforzar la influencia de la Iglesia en la educación, ayudando al empobrecimiento del sistema público, y haciendo “imprescindible” esa red concertada. Porque una cosa es clara, la Iglesia se refuerza como institución cuanto más se empobrecen los servicios públicos. El Estado, por tanto, no solo ayuda a la Iglesia directamente, algo desgranado en este trabajo, sino que también refuerza su papel social por otra vía, la de debilitar y desacreditar la red de servicios públicos.

Ángel Munárriz es periodista y en su trayectoria ha trabajado en distintos medios de prensa escrita y televisión. Actualmente forma parte de la redacción de Infolibre, donde publica artículos de investigación, muchos de ellos dedicados a la Iglesia. Hoy nos presenta un trabajo en el que se ha sumergido a fondo para descubrir las claves de la financiación de la Iglesia Católica en España. Con este libro se actualiza, profundiza y confirma el hecho de que “la Iglesia es un gran poder conservador a cargo del erario público.”

______________

Fuente: Izquierda Diario