Ojalá creyese en Dios PDF Imprimir E-mail
Laicismo - Ateísmo /Apostasía
Escrito por David Locoesta   
Domingo, 11 de Mayo de 2014 04:47
A veces pienso que mi vida sería mucho más cómoda si creyese en alguna religión. Vale, no pensaría igual y no vería la realidad tal y como es (y por tanto no podría pensar seriamente en transformarla), pero todo sería más sencillo. Mi vida no estaría en mis manos, sino en la de un ser superior. ¿Me deja mi novia? Habrá sido el karma. ¿Soy pobre? Da igual, no es culpa de nadie, ya me recompensarán en el cielo cuando muera. ¿Hay injusticias? Es la voluntad de Dios, qué se le va a hacer.
 
¡Todo sería más fácil!
 
¿Tienes problemas? No es culpa tuya. No puedes hacer nada al respecto. Tú tranquilo, reza un poco.
 
Decía Napoleón Bonaparte que la religión puede definirse como aquello que hace que los pobres no maten a los ricos. Esta frase es muy buena y también demasiado inexacta y simplista, pero quedémonos con lo primero. En realidad, ¿te has preguntado alguna vez para qué sirve la religión?

La religión tiene muchos fines. Podemos diferenciar dos tipos de fines religiosos: los fines sociales y los fines individuales.

Los fines sociales se refieren a aquellos objetivos que cumple la religión en provecho de ciertos sectores sociales. La religión como droga que adormece (como el opio) sirve obviamente para mantener a la población tranquila y ajena a su realidad, de forma que no se cuestione su situación y se resigne a luchar. Probablemente a esto se referían Napoleón y Karl Marx. Para tal misión la religión se ha inventado cosas como que pobres y ricos acaban en el cielo (o sea que da igual que tengas una vida miserable porque tras tu muerte vivirás cómodamente) o la difusión de una mentalidad sumisa que sirve de forma impecable a los sistemas jerárquicos.

Los fines individuales, los que me hacen pensar que quizás sería bueno creer en Dios, son muy distintos. La religión es también en sentido individual una suerte de opio, de droga que nos duerme, que nos hace irresponsabilizarnos e irresponsabilizar a los demás (no es culpa mía ni de nadie, es que Dios así lo quiso). Es, y perdónenme los creyentes, una especie de cobardía que implica explicar los acontecimientos de forma que su autor (Dios, el karma, algo superior e intocable) sea impune y por tanto no merezca la pena luchar contra ello.

Irresponsable es aquel que reza para que acabe la crisis o que cree que hay cosas malas que pasan "porque así lo ha querido" tal o tal otro Dios. Pero no se confundan: de opio estamos todos hasta las cejas. Porque creyente no es sólo el que va a misa los domingos, es también el que "reza" antes de un exámen o el que cree que su buena suerte dependerá de alguna casualidad (como eso de "si encesto en la papelera, me saldrá todo bien; o "si voy por este camino en lugar de por este las cosas serán distintas")

Todo consiste en evadirnos de nuestra realidad y en negar nuestra responsabilidad. Pero eso, aunque es muy nocivo, también es muy reconfortante. Por ello a veces pienso que ojalá creyese en algún Dios.

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Fuente: Les Communards