El laicismo clerical según Díaz-Salazar Imprimir
Laicismo - Crítica a la religión
Escrito por Javier Fisac Seco / UCR   
Sábado, 19 de Febrero de 2011 00:00

Laicismo clericalEn el nº 208 de la revista "Claves de razón práctica", pg. 6 y siguientes, Rafael Díaz-Salazar aborda, una vez más, el conflicto social, moral y político entre clericalismo y anticlericalismo, libertad de conciencia o imposición religiosa, en un artículo que titula "Laicismo y catolicismo. ¿Una nueva confrontación?". Y lo hace, como acostumbra, desde una perspectiva de creyente iluminado por la razón de la fe que, no estando de acuerdo con algunos comportamientos de la jerarquía religiosa pero sin cuestionar ni la moral ni los valores creados por la misma, se plantea quién es más cristiano si la jerarquía o sus súbditos.

 

 

El problema de Díaz-Salazar es que su problema no es nuestro problema. Aquí no se trata de salvar la religión y su moral cuestionando la autoridad. El problema está situado en otra perspectiva: ¿Cuál es la función social de las religiones monoteístas? ¿Cuál es su ideología, su moral, su conciencia de clase? Y, situados en esta perspectiva materialista, científica y progresista, dar una alternativa ideológica, moral y de clase a la moral religiosa. Ya que es totalmente imposible, por ser valores antagónicos, mezclar en un totum revolutum, como pretenden los laicos cristianos, mezclar la tradición con la ilustración, la libertad con la agresión religiosa. Y este asunto fundamental siempre lo eluden Rafael y cuantos autores cita en su artículo, en defensa de su tesis.

Utilizan como argumento de autoridad para conciliar contrarios que los "sentimientos religiosos" del pueblo, pobrecito, deben ser respetados con religiosa y caritativa observancia, cuando resulta que esos sentimientos son el mayor enemigo del propio pueblo. Es el mismo argumento que utilizan algunas feministas para justificar que las mujeres sometidas a las religiones machistas-monoteístas deben permanecer fieles a su tradición, esto es, sometidas a esos valores opresivos, para no herir sus "sentimientos religiosos". Ante estos reaccionarios argumentos sólo me queda invitar a la lectura de Bakunin cuando dice que la "religión forma súbditos para las necesidades de la clase dominante", en "Marx/Bakunin. Socialismo libertario, socialismo autoritario", pg.266, o "La psicología de masas del fascismo" de W. Reich donde éste explica las razones por las que los dominados tienen los mismos valores que quienes los dominan. Podría citarme a mí mismo porque soy algo más moderno y estoy más actualizado pero lo dejo para otro momento.

Habla, Díaz-Salazar, de una nueva confrontación, como si estuviéramos ante un escenario nuevo. Pero si esta confrontación viene desde muy antiguo, desde siglos. El problema es que no distingue entre laicismo clerical y anticlericalismo. Califica al exilio republicano de laico cuando fue anticlerical, como la IIª República. No tiene en cuenta el anarquismo, industrial o campesino, que fue radicalmente anticlerical. No entiende que la separación entre la Iglesia y el Estado, la sociedad, es fundamentalmente moral. Si bien es cierto, en su descargo, que todavía en ciertos ambientes laicos y ateos no se ha puesto el acento en que la separación entre la Iglesia y el Estado es fundamentalmente moral, legislativa y hasta penal porque en nuestro Código penal aún se condenan "delitos morales", de "conciencia". Y las sociedades viven tan tranquilas.

Y es tan antiguo este conflicto que muchos siglos antes de que yo naciera ya lo planteó, en el siglo XIV, Marsilio de Padua en su tratado "Defensor minor", donde exige la separación entre la ley divina y la humana, sólo reconoce como fundamento de legitimidad al pueblo y rechaza que los "delitos espirituales" puedan ser juzgados por tribunales civiles. Desde otra perspectiva, la defensa de la libertad de conciencia porque la conciencia es una espacio privado en el que ni Dios ni el Estado pueden intervenir, ya se lo plantearon autores como Spinoza, a finales del siglo XVII, en su tratado "Tractatus teologico politicus", o un siglo después coincidiendo con la explosión de la Revolución francesa, 1789, Bentham lo vuelve a plantear en sus "Principios de moral y legislación" y poco después lo hace Kant en su "Crítica del juicio" y mediando el siglo XIX lo vuelve a repetir Stuar Mill en su tratado "On liberty" y un siglo después lo repite Marcuse, refiriéndose a otro totalitarismo, en la segunda parte de su libro "El marxismo soviético", pg. 217, donde, utilizando unas bellas palabras, dice:... "La libertad de pensamiento y de conciencia exigen la libertad de toda interferencia en aquellos asuntos que pertenecen al individuo y no al Estado y a la sociedad"... "la libertad de pensamiento surgió como un derecho moral y político en la lucha contra el despotismo feudal y clerical. Incluso hoy, en aquellas democracias occidentales donde este derecho ha sido firmemente institucionalizado, su valor renace solamente en situaciones excepcionales en las que los grupos y políticas autoritarias invaden la esfera de lo privado."

La religión monoteísta, sea laica o clerical, niega la libertad de conciencia, no reconoce derecho individual alguno y no admite la existencia del individuo como fundamento de la sociedad ni como sujeto de derechos. Hasta ahí podrían llegar los dioses monoteístas. Sin embargo, como diría Kant en su libro "Qué es la Ilustración", la libertad de conciencia es tan necesaria que sin ella estaríamos siempre en el mismo sitio. No habríamos evolucionado ni científica, ni política, ni económicamente. Y, entonces, como deseaban Platón y la Iglesia católica, viviríamos en una especie de paraíso ideal en el que cada cual, bajo las órdenes de las mentes pensantes y religiosas, se limitaría a repetir, por la eternidad de los siglos, generación tras generación, su asignado y rutinario trabajo. Esta imagen, no he podido evitarlo, me trae a la memoria la inmensa película de Fritz Lang "Metrópolis.

Es imposible, en una sociedad que quiera ser libre y progresista, la coexistencia de valores basados unos, en los derechos individuales que podemos leer en la "Declaración Universal de Derechos Humanos" o en el Título 1º sobre Derechos y deberes de los ciudadanos de la Constitución española con otros valores basados en la moral religiosa monoteísta porque la función social de estas religiones, desde su fundador que empezó proclamando que al César había que darle lo que era suyo y recomendando resignación a los desgraciados por padecer persecución, por vivir en la miseria o por no tener qué echarse a la boca, a quienes les prometía a cambio de resignación en la vida un futuro bienaventurado. Les ofrecía, qué paradoja, la muerte como salvación. No en vano dirá Nietzsche que era una religión de esclavos. Y así hasta el día de hoy.

La función social de estas religiones, decía, no es otra que formar masas de súbditos que sirvan a los intereses de la clase que los domina en cualquier tiempo histórico. Son religiones autoritarias, patriarcales, antifeministas y homófobas. De ahí sus valores de resignación, obediencia, sumisión, exaltación del sufrimiento y ausencia de placer. Valores con los que ha construido su moral, su ideología, su conciencia de clase hasta el punto de que la explotación económica, la explotación política y la explotación sexual, entendida ésta como represión de la libertad sexual, están sublimadas como valores absolutos en la moral. De ahí que la moral monoteísta sea la ideología del Poder antidemocrático. Desde otra perspectiva, Marcuse, llega a las mismas conclusiones que yo en su libro "Eros y civilización".

Díaz-Salazar nos propone una serie de valores como la renuncia al "materialismo capitalista", esto es al Estado-sociedad de bienestar, con perdón del capitalismo especulativo que lo que está tratando hoy día es conducirnos a esa sociedad ascética y puritana que se contiene en el substrato de los valores cristianos citados por Rafael. El estoicismo y el puritanismo era una propuesta clerical, que ahora nos la propongan los laicos la verdad es que no cambia nada. En verdad, me veo obligado a recomendarle la lectura del libro "El miedo a la libertad" de Fromm donde explica razonablemente las causas del miedo al progreso y a la libertad que tienen las personas que necesitan, para dar sentido y seguridad a sus vidas, depender de un Poder Absoluto, pero entramos en otro terreno, el del sadomasoquismo. También necesario porque somos animales psicológicos.

Nos anuncia, en los comienzos de su artículo, que nos va a proponer la vía de purificación para llegar a ser laicos "inclusivos" (¿). Si no he entendido mal esto significa que los laicos deben aprender a respetar a los fundamentalistas y que éstos deben aprender a respetar a aquéllos. Esto es que todos podemos coexistir si nos respetamos mutuamente. Respetarnos para coexistir, este es el gran descubrimiento del planteamiento del laicismo clerical, según nos lo propone Díaz-Salazar y cuantos autores favorables a sus tesis cita.

¿Podemos coexistir con el fundamentalismo? y toda religión monoteísta es fundamentalista, siempre, porque sus valores son sencillamente totalitarios, incompatibles con los valores de los otros. Es que, sencillamente, no sólo los niegan sino que los combaten hasta destruirlos. No es necesario leerse la Biblia y el Corán, la doctrina cristiana o el derecho canónico para recordar que todos, desde que nacemos hemos sufrido la brutal agresión religiosa desde el momento en el que, totalmente indefensos, nos bautizan y nos marcan con la moral de su Dios.

¿Podemos, debemos, aprender a coexistir con el antifeminismo? ¿Podemos, debemos, aprender a coexistir, con la homofobia? ¿Podemos, debemos, aprender a coexistir, con el patriarcalismo? ¿Podemos, debemos, aprender a coexistir con el autoritarismo? ¿Podemos consentir que las gentes, en nombre de su moral y para no herir sus sentimientos, carezcan de libertad de conciencia? ¿Podemos consentir que las gentes, en nombre de su moral y para no herir sus sentimientos, carezcan de libertad religiosa? ¿Podemos consentir que las gentes, en nombre de su moral y para no herir sus sentimientos, carezcan de libertad de pensamiento? ¿Podemos, en una palabra, coexistir con quienes ni tienen derechos ni dejan que otros, otras, los tengan? Pero esto¿ no es indiferencia, pero esto no es miedo, pero esto no es mirar para otro lado? Yo creía que era más honrado comprometerse en la difusión de los derechos humanos sencillamente porque son universales. Pero Díaz-Salazar nos califica, en nombre de Dios, claro, de radicales por no dejar a los fundamentalistas agredir moralmente a sus súbditos. Es que se pueden enfadar con nosotros que vivimos en el Estado de bienestar.

Y para dar solidez a su tesis nos dice que hay muchas personas que practican la tolerancia con los "otros", con los que someten su voluntad a la voluntad divina, con los creyentes y sus pastores, demostrándose que la vía de la coexistencia de contrarios es la correcta. Se me ocurre, sin embargo, que este argumento de autoridad, apoyado en la cantidad de gente que cree en una cosa para que esa cosa sea cierta, es peligroso y sentaría un grave precedente. Porque es lo mismo que afirmar que Hitler como fue votado por 17 millones de personas estaba en lo cierto o que el Zar de todas las Rusias era amado por sus millones de súbditos porque no se rebelaban contra él. Las razones de por qué los dominados se someten a los dominantes ya lo han explicado Fromm y Reich, así que me limito a recomendar su lectura y reflexión.

La coexistencia de una moral monoteísta, por muy laica "inclusiva" que sea, con la moral ilustrada y progresista es, sencillamente, repúgnate, pero hay personas a las que les resulta imposible entender que no necesitamos de dios alguno ni de sus valores porque ya tenemos los nuestros, los derechos individuales. Y esto es lo que más me desconcierta de Díaz-Salazar que se dirige a los anticlericales, a los humanos, a los progresistas como si careciéramos de nuestros propios valores y nos ofrece, generosamente los suyos, que son los de su Dios. Pero este es su problema. No obstante termino con una cita de dos autores, Arendt y Hazard.

"Se trataba de saber si se creería o si no se creería ya; si se obedecería a la tradición, o si se rebelaría uno contra ella; si la humanidad continuaría su camino fiándose de los mismos guías o si sus nuevos jefes le harían dar la vuelta para conducirla hacia otras tierras prometidas...

Los asaltantes triunfaban poco a poco. La herejía no era ya solitaria y oculta; ganaba discípulos, se volvía insolente y jactanciosa. La negación no se disfrazaba ya; se ostentaba. La razón no era ya una cordura equilibrada, sino una audacia crítica. Las nociones más comúnmente aceptadas, la del consentimiento universal que probaba a Dios, la de los milagros, se ponían en duda. Se relegaba a lo divino a cielos desconocidos e impenetrables; el hombre y sólo el hombre, se convertía en la medida de todas las cosas; era por sí mismo su razón de ser y su fin. Bastante tiempo habían tenido en sus manos el poder los pastores de los pueblos; habían prometido hacer reinar en la tierra la bondad, la justicia, el amor fraternal; pero no habían cumplido su promesa; en la gran partida en que se jugaba la verdad y la felicidad, habían perdido; y, por tanto, no tenían que hacer sino marcharse. Era menester echarlos si no querían irse de buen grado. Había que destruir, se pensaba, el edificio antiguo, que había abrigado mal a la gran familia humana; y la primera tarea era un trabajo de demolición. La segunda era reconstruir y preparar los cimientos de la ciudad futura.

No menos impresionante, y para evitar la caída en un escepticismo precursor de la muerte, era menester construir una filosofía que renunciara a los sueños metafísicos, siempre engañosos, para estudiar las apariencias que nuestras débiles manos pueden alcanzar y que deben bastar para contentarnos; había que edificar una política sin derecho divino, una religión sin misterio, una moral sin dogmas. Había que obligar a la ciencia a no ser más un simple juego del espíritu, sino decididamente un poder capaz de dominar la naturaleza; por la ciencia, se conquistaría sin duda la felicidad. Reconquistando así el mundo, el hombre se organizaría para su bienestar, para su gloria y para la felicidad del porvenir...

A una civilización fundada sobre la idea de deber, los deberes para con Dios, los deberes para con el príncipe, los "nuevos filósofos" han intentado sustituirla con una civilización fundada en la idea de derecho: los derechos de la conciencia individual, los derechos de la crítica, los derechos de la razón, los derechos del hombre y del ciudadano".

(Paul Hazard, en "La crisis de la conciencia europea", A.U. Madrid, 1988, pp. 10 y 11)

"Como los Derechos del Hombre eran proclamados "inalienables", irreducibles e indeducibles de otros derechos o leyes, no se invocaba autoridad alguna para su establecimiento: el Hombre en sí mismo era su fuente tanto como su objetivo último. Además, no se estimaba necesaria ninguna ley especial para protegerlos, porque se suponía que todas las leyes se basaban en ellos. El Hombre aparecía como el único soberano en cuestiones de ley de la misma manera que el pueblo era proclamado como el único soberano en cuestiones de Gobierno. La soberanía del pueblo (diferente de la del príncipe) no era proclamada por la gracia de Dios, sino en nombre del Hombre; así es que parecía natural que los derechos "inalienables" del hombre hallaran su garantía y se convirtieran en parte inalienable del derecho del pueblo al autogobierno soberano."

(Hannah Arendt: "Los orígenes del totalitarismo", Alianza Universidad, Madrid,1982 p. 369)

Defender los derechos individuales porque además de ser nuestros derechos son derechos universales y defenderlos contra la agresión moral de cualquier dios, religión o laico clerical que nos quiera llevar por vericuetos bizantinos al mismo sitio, es el camino. Entender que la libertad es individual y sólo individual es necesario para entender que los derechos sólo los tenemos los individuos y que cuando Dios o el Estado nos pretenden, en nombre de su libertad, imponer sus valores es que están tratando de acabar con la libertad. Las "sensibilidades religiosas" deberán transformarse en "sensibilidades humanas". Este es el camino de la libertad, del placer y del progreso.

 

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Javier Fisac Seco es autor de: Dios es de derechas. Nazismo, franquismo y catolicismo: una alianza contra la libertad"