Desde hace siglos, los franceses mantienen vivo en su espíritu el culto de dos pasiones, tan profundamente ancladas en la mente, que han ganado tanto el respeto de la razón como los impulsos del corazón: culto de la monarquía y culto de la revolución. La consagración del poder absoluto y el triunfo de la masacre de todo poder. Esto parece contradictorio, síntoma de un ataque de crisis esquizofrénica, pero las dos pasiones viven juntas, se suceden de generación en generación y forjan la Historia de este pueblo.