Mélenchon, la manada y la dignidad Imprimir
Imperio - Unión Europea
Escrito por Jacques Sapir   
Jueves, 04 de Mayo de 2017 04:45

Desde que se conocieron los resultados de la primera vuelta de la elección presidencial, el último domingo por la noche, Jean-Luc Mélenchon debe enfrentar una lluvia de críticas tan indecentes como injustificadas. La causa es su decisión de no pronunciarse en relación al duelo entre la Sra. Marine Le Pen y el Sr. Emmanuel Macron.

Se lo acusa entonces de todos los males en un arrebato histérico en el que se manipulan los hechos de manera vergonzosa. Una vez más la jauría de periodistas a sueldo se desencadena. Se desencadena con una rara insolencia revelando en este sentido su preferencia por las opciones retrógradas defendidas por Emmanuel Macron.

Este «llamadismo», para usar el neologismo inventado por algunos periodistas demuestra la transformación masiva, pero desde luego no total, de periodistas en propagandistas. Habíamos tenido un anticipo durante la campaña para el referéndum de 2005.

A menudo he criticado a Jean-Luc Mélenchon, vía prensa o a través de este blog. Sigo y seguiré haciéndolo en una serie de puntos. Pero, quiero decir también que lo apoyo aquí frente a esta jauría que aúlla a la luna, que ladra y trata de morder. Lo apoyo porque defiendo su derecho a rechazar esta elección que se le presenta. Se puede criticar políticamente su posición y se puede discutir. Nada sin embargo justifica los ataques odiosos de los cuales es objeto ni la campaña salvaje de denigración de la cual él y su movimiento, la « Francia Insumisa» son hoy el objetivo.

Porque, cualesquiera que sean las críticas que se puedan hacer a la Sra. Marine Le Pen, y he hecho algunas en este blog, la decencia debería obligar a esta misma jauría de reconocer que no hay nada de «fascista » ni en su programa ni en el comportamiento de su movimiento. ¿Dónde están pues las milicias armadas que controlan las calles? Desde hace años vienen de otra tendencia diferente del FN.

Proclamar que el FN es «antirrepublicano» es exponerse a una contradicción evidente: si este movimiento pone en peligro a la República, debería ser prohibido y sus dirigentes encarcelados. Si no es el caso, es que este partido no es un peligro para la República.

Intentando encubrirse en la Historia, esta manada periodística y mediocre se tropieza con las palabras. El programa defendido por la Sra. Marine Le Pen es un programa populista, con sus buenos y también sus malos lados. Es un programa incluso soberanista, aunque no esté exento de derrapes, como en el tema del derecho del suelo y la protección social. Se puede cuestionar, incluso se puede rechazar. Pero, convertirlo en un espantapájaros es un absurdo completo.

No, no estamos en la Alemania de 1933. Tampoco estamos en la Francia de 2002. Las cosas han cambiado profundamente, excepto quizá la sucia inconsciencia de esta jauría babosa que nos está tocando) la misma partitura que nos había tocado en el referéndum de 2005. ¡Y, es necesario destacarlo, había sido derrotada en la época!

El programa de Emmanuel Macron, por su parte, da pocas ganas, y es lo mínimo que se puede decir. Es un programa de sumisión a la mundialización y a su brazo armado que es la política del Gobierno alemán. Es un programa de destrucción del derecho laboral, un programa de uberización de la sociedad. Además, es un programa que lleva un proyecto de sociedad en el que los individuos serian totalmente atomizados, entregados a la ley del mercado y a la regla del «frío pago al contado».

Este programa plantea grandes preocupaciones. Preocupaciones que son legítimas. Dichas preocupaciones prohíben votar por Emmanuel Macron. Que algunos consideran incluso que este programa haga correr a Francia un peligro más grave y más inmediato que el de la Sra. Marine Le Pen es comprensible y, en todos los casos, tenemos que ser capaces de oírlo.

Eso no hace de ninguna manera a los que defiende esta posición colaboradores de un fascismo aún más imaginario que es denunciado con un raro exceso. El Sr. Macron se pretende portador de “valores” radicalmente contrarios a las de su adversaria. Al hacerlo, pone de manifiesto que confunde los valores y los principios y que no sabe lo que dice. Esta histerización del discurso también preocupa enormemente.

No se trata, en este blog, de dar alguna consigna de voto. Además de que este no es el lugar, el autor no tiene legitimidad al no tener ninguna responsabilidad en la vida política, sindical o asociativa. Además, y hasta contar con más información, el voto es secreto. Precisamente uno de los « principios» de la República, y no un « valor» como sostiene Emmanuel Macron.

Pero, cuando alguien como Jean-Luc Mélenchon se ve injustamente atacado y descaradamente caricaturizado, cuando la mayor parte de la prensa se convierte en propaganda, lo cual denota que es un riesgo real de totalitarismo, pero cuyas fuentes están más bien entre los apoyos de Emmanuel Macron que de Marina Le Pen, entonces es de mi deber aportarle mi apoyo.

Eso no borra de ninguna manera las críticas que he podido hacerle, y es sin perjuicio de las críticas que podré hacerle en el futuro (e inversamente también es verdad, en cuanto a las críticas que me ha hecho y aquéllas que podría hacerme).

Su posición es digna, es valiente, es comprensible y esto incluso sin que sea necesario compartirla totalmente. Decirlo hoy no es sólo una cuestión de honor político, sino también de salubridad pública. Son los comportamientos de jauría de periodistas que hoy no lo son, y que suponen un verdadero riesgo a la democracia en Francia. Será necesario un día limpiar los establos de Augías*.

Nota

*Augías era un rey de la mitología griega cuyos establos, nunca habían sido limpiados hasta que lo hizo Heracles en un solo día en cumplimiento de su quinto trabajo

 

Jaques Sapir, economista francés

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Fuente: Socialismo 21