Rusia (antes la Unión Soviética) y el fascismo Imprimir
Imperio - Rusia
Escrito por José Juan Hernández/ UCR   
Jueves, 13 de Marzo de 2014 00:00

Ningún país entregó tanto en la lucha contra el monstruo fascista como Rusia, en aquel momento histórico liderando a la extinta Unión Soviética. 25 millones de muertos no son un tributo baladí. Son una llaga fresca, sangrante, en la memoria de un pueblo que conoció como ningún otro (quizás exceptuando a los judíos) la criminalidad nazi. Lo reiteraré: sin la URSS, interminables filmografías de heroicos estadounidenses aparte, Hitler difícilmente habría sido derrotado. Si hubieran sucumbido Moscú y Stalingrado, los enormes recursos económicos, sobre todo en materias primas y energía, habrían hecho del líder nazi un elemento casi invencible en territorio europeo. Ese "espacio vital" habría sido una bomba de oxígeno infinita. Pero el proyecto de gigante encontró en la Unión Soviética una resistencia férrea a la par que, nunca faltan, colaboracionistas.

 

El nazifascismo, con voluntad mendaz, tergiversadora, se muestra como la acción de un iluminado mayor (Hitler) y de un acólito menor, añorante de las glorias del Imperio Romano (Mussolini). Lamentablemente, el asesino de andar por casa (Franco), queda arrinconado, casi desapercibido, en esa "historia universal de la infamia".
El fascismo es más que unas cúpulas o que el plan de emergencia de las oligarquías cuando el poder se les escapa de las manos. El fascismo fue un fenómeno de masas (a cuantos les habría gustado hacer desaparecer fotos que testimonian su pasado). Probablemente eso es lo más espeluznante, que esa ideología encontró (y encuentra) adeptos en muchos lugares, encandiló a mucha gente del pueblo. En los años 30, por ejemplo, hubo desfiles nazis en Central Park. En Francia fueron tantos los colaboracionistas como los resistentes (o acaso más). En Ucrania, ese país que quizás mucha gente recién está aprendiendo a situar en el mapa, los nazis encontraron en los nacionalistas anticomunistas importantes aliados. Veinte años antes, el Ejército Rojo había derrotado a los rusos blancos apoyados por una coalición de estados burgueses (EEUU, Inglaterra y Francia entre otros) atemorizados por un posible contagio revolucionario tras la hecatombe que supuso la Primera Guerra Mundial. Pero derrotar al enemigo no significa que éste desaparezca. Eso explica que la invasión nazi fuera bien recibida por sectores de la población soviética. En la parte occidental de Ucrania esa colaboración fue considerable. Y los combatientes del Maidan, las fuerzas de choque bien organizadas y respaldadas que pusieron en fuga al cobarde de Yanukovich (ganador legítimo de unas elecciones), son herederos de los racistas colaboracionistas ucranianos. Rusia, aunque ya no sea un país socialista, sabe quiénes están llevando las riendas del nuevo e ilegítimo gobierno ucraniano. Pienso que entre los rusos que viven en la parte oriental y sur de Ucrania, y más en concreto en la península de Crimea (territorio ruso hasta 1954) ha funcionado una memoria histórica que les ha traído, viendo las maneras de muchos sujetos del Maidán (francotiradores incluidos), el temor a un rebrote fascista que les ponga en el punto de mira.

El temor a un conflicto abierto pienso que es infundado. Hace 100 años comenzó la Primera Guerra Mundial. No creo que conmemoremos ese infausto aniversario con el estallido de la Tercera, no porque piense que exista hoy en día mejor criterio, los abismos sociales siguen siendo enormes, sino por el simple hecho de que los arsenales nucleares disuaden una conflagración generalizada, lo que casi podría considerarse un suicidio colectivo de la especie. No obstante, Putin sabe que la cobardía, la pasividad, mandaría un mensaje erróneo a EEUU y su lugarteniente alemán (los demás son sargentillos y cabos). Un país tan grande como Rusia, que construye gran parte de su orgullo nacional alrededor de la derrota de las fuerzas fascistas, llamando a la Segunda Guerra Mundial la "Gran Guerra Patria", siempre será, con momentos de distensión o enfriamiento, un rival para el dominio estadounidense-alemán de Europa.

La "conquista" de Ucrania se ha encontrado la piedra en el zapato de Crimea. Esta región autónoma probablemente decidirá mediante referéndum, debido a que el 60% de su población es de origen ruso, su reincorporación a la Federación Rusa. Y si así ocurre será un acto democrático, pues, al contrario que en el Maidán, no hablaremos de un acto de fuerza. Siempre que todos los habitantes de la península puedan votar sin coerciones, será la decisión de un pueblo que ha visto como una camarilla ultraderechista ha tomado el poder mediante la violencia extrema, atacando con especial saña a militantes y sedes del Partido Comunista de Ucrania. Curiosamente, la UE y los EEUU, que apoyaron el derribo de Yanukovich, elegido en las urnas, critican el uso de las urnas para dirimir la situación de Crimea tachando dicha consulta de antidemocrática.

En una foto tomada en una plaza de Crimea se veía un cartel que ponía en castellano, con una esvástica tachada en rojo, "No pasarán". Nos queda el consuelo de que los viejos y necesarios lemas antifascistas fluyen, más allá de las lenguas y de los territorios, como patrimonio moral de la humanidad. Acabo recordando que la URSS fue el único estado que ayudo a la Segunda República en su resistencia desesperada contra los terroristas sublevados del 36. Quizás quién portaba ese cartel (¿un comunista?) piensa que el aroma soterrado de la bestia es el mismo.

 

Artículo también publicado el blog del autor: Blog de José Juan Hdez