La muerte en Donetsk PDF Imprimir E-mail
Imperio - Rusia
Escrito por Oleg Yasinsky   
Martes, 04 de Septiembre de 2018 05:48

El 31 de agosto de 2018, a las 16:40 de hora local en la cafetería Separ, ubicada en el centro de la capital de la autoproclamada República Popular de Donetsk, una fuerte explosión puso fin a la vida de Alexandr Zakharchenko, jefe de una región que hace 4 años declaró su independencia en Ucrania, después del golpe de estado que llevó al poder en el país a un gobierno ultraderechista. Una bomba instalada en una lámpara en la entrada fue, al parecer, activada por una señal telefónica y la que mató a dos e hirió a once personas. La comitiva gubernamental de Donetsk iba a rendir homenaje en la cafetería al gran cantante soviético y amigo personal de Zakharcheko, Iosif Kobzon, muerto el día anterior en Moscú.

Pocos minutos después del atentado en toda la línea de fuego que separa la república independentista de Ucrania se activaron las armas pesadas, lo que violentó una vez más la frágil tregua, mientras en Donetsk se declaraba estado de sitio y se iniciaba un operativo en búsqueda de los asesinos.

Es una olvidada guerra en el centro de Europa que sigue cobrando a diario entre cinco y 15 vidas entre civiles y militares y marca un punto de inflexión entre el gobierno ucraniano, subordinado a los intereses político-militares de los Estados Unidos, y las improvisadas republicas independientes de Donetsk y Lugansk, apoyados por Rusia como el ultimo reducto en su frontera occidental.

La guerra de baja y mediana intensidad entre Ucrania y Donbass (término que define el territorio en rebeldía, la región carbonífera de Donetsk) suele ser presentada por los medios como un conflicto ruso-ucraniano, una definición que es parte de otra guerra, la informativa, que esconde la esencia del conflicto: una guerra civil en el territorio ucraniano entre dos capitalismos, norteamericano y ruso, donde los gobiernos y pueblos de Ucrania y Donbass son sólo piezas con prácticamente nulas posibilidades de decisiones propias. Tampoco se trata de un conflicto étnico, por ambos lados de la carnicería está el mismo pueblo, guiado por dos grandes mitos: uno es el sueño Europeo de las elites ucranianas, que fueron impulsoras del golpe de estado contra un gobierno prorruso, y otro es la nostalgia por la Unión Soviética de los mineros de Donbass, que poco tiene que ver con el proyecto político de Rusia actual, pero que se aprovecha por el gobierno de Putin para mantener el apoyo popular. El cuento de “los valores europeos” como bandera de la propaganda oficial ucraniana, poco tiene que ver con realidades de Europa actual que sigue retrocediendo hacia lo más oscuro de su historia.

No sé si sabremos algún día quién realmente mandó a matar a Alexandr Zakharchenko. El gobierno ucraniano de inmediato negó cualquier participación y habló de “ajuste de cuentas entre los terroristas”. A pesar de muchas declaraciones oficiales de Donetsk y de Moscú, acusando a Kiev, cuesta creer que los servicios de inteligencia ucranianos sean capaces para una operación tan compleja. Rusia, a su vez, no tendría ningún interés en asesinar a un aliado incondicional y en caso de la necesidad de desplazarlo del poder tiene posibilidades para hacerlo de una manera más elegante, tal como hicieron con el ex gobernante de la República Popular de Lugansk, Igor Plotnitsky, que simplemente renunció y se alejó de la vida política.

En Ucrania, donde el actual gobierno supera sus propios récords de la desaprobación popular, se acerca la campaña electoral. Frente al desastre económico y social, la única y última coartada es el cuento de la “guerra con Rusia”. El cambio del virrey ucraniano por los Estados Unidos es inevitable, su débil y caótico gobierno no cumple los requisitos para un Pinochet que ellos necesitan. Una verdadera guerra podría ayudar a solucionar el problema.

¿Una operación de algún servicio norteamericano? No lo afirmo, simplemente no se me ocurren otras opciones.

Una mano invisible, hasta el momento con mucho éxito y profesionalismo, moviliza las grandes masas de la gente engañada, reproduciendo el odio hacia el que piensa diferente como el principal combustible del poder. Matar a todos los malos para defender a todos los buenos. En el territorio que hace sólo un par de décadas parecía ser el más culto y avanzado en términos sociales, está triunfando lo más primitivo del ser humano. Un problema de todo nuestro paradigma basado en el juego de los espejos donde la muerte es lo único que se refleja.

 

Oleg Yasinsky es periodista ucraniano independiente, residente en Chile.

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