ISIS bajo las bombas: machacado pero no derrotado Imprimir
Imperio - Palestina, Israel y Mundo árabe
Escrito por Patrick Cockburn   
Martes, 17 de Mayo de 2016 04:26

En el norte de Siria las masacres se alternan con los alto el fuego mientras la fuerza aérea siria machaca el sector oriental de Alepo controlado por los rebeldes, en un intento de expulsar a los civiles que permanecen. La artillería rebelde responde en venganza contra las áreas bajo control del gobierno en el oeste de la ciudad, pero no puede igualar la potencia de fuego utilizada en contra de su enclave. Los ataques aéreos del jueves mataron al menos a 28 personas en un campo de refugiados cerca de la frontera con Turquía.

 

El propósito de los ataques aéreos y de artillería del gobierno sirio ha sido el mismo en los últimos cinco años y es separar a los combatientes de la oposición de la población civil. "Es la misma estrategia de contrainsurgencia clásica que fue utilizado por los franceses en Argelia y los EE.UU. en Vietnam", dice Fabrice Balanche, un experto en Siria del Instituto de Política del Cercano Oriente de Washington DC. Las fuerzas del gobierno sirio tienen como objetivo las zonas controladas por los rebeldes y las infraestructuras esenciales, como hospitales y mercados, así que distritos enteros de ciudades como Damasco y Homs han sido  reducidos a escombros.

En Irak, la coalición dirigida por EE.UU. es más cuidadosa a la hora de intentar evitar bajas civiles, pero aún así el 70 por ciento de Ramadi, la capital de la provincia de Anbar, ha sido destruida y las casas supervivientes se han convertido en trampas mortales, minadas y llenas de artefactos explosivos improvisados ​​sembrados por Isis. Tanto en Siria como en Irak, diversas infanterías de pocos efectivos - ejército sirio, kurdos sirios, los kurdos iraquíes, ejército iraquí - proclaman grandes victorias, pero en realidad actúan como fuerzas territoriales que sólo pueden avanzar después de bombardeos aéreos devastadores.

Las campañas aéreas de Siria, Rusia y Estados Unidos y sus aliados han tenido todas sus éxitos, pero tienen también sus limitaciones. El Dr. Balanche afirma que la población de las zonas controladas por la  oposición al este de Alepo puede haberse reducido hasta un mínimo de 100.000 personas a causa de los ataques aéreos, mientras que el oeste controlado por el gobierno es mucho más seguro y todavía tiene una población de dos millones de personas. Los EE.UU. y su coalición han llevado a cabo 8.067 ataques aéreos en Iraq y 3.809 en Siria, que han causado numerosas bajas a Isis e interrumpido sus comunicaciones. Pero las estrictas reglas de combate, destinadas a evitar las bajas civiles, implican que los combatientes de Isis y al-Nusra pueden mantenerse a salvo ocupando una sola planta en un edificio de cinco pisos y dejando los otros cuatro para familias ordinarias. Aunque se ha abusado mucho del término "escudo humano", la oposición armada en lugares como Mosul, Raqqa y Ghouta Oriental prohibe que los civiles huyan, así que la gente aterrorizada debe contrapesar la posibilidad de ser masacrada por los ataques aéreos o ser asesinados o detenidos por los puestos de control yihadistas-salafistas.

Las bombas y los aviones no tripulados debilitan al Estado islámico, pero probablemente no tanto como se esperaba en Washington y las capitales europeas. Los combatientes de Isis por lo general no están luchando hasta el último hombre en ciudades como Ramadi y Palmyra, se retiran y recurren a la guerra de guerrillas. En los últimos días afirman haber capturado el importante campo de gas de Shaer, en el desierto, no lejos de Palmyra. Los muchos enemigos de Isis y Al-Nusra están divididos y persiguen diferentes objetivos. Los EE.UU. y sus aliados quieren derrotar a Isis, pero no quieren que el ejército sirio o las milicias chiítas iraquíes sean instrumentales en su derrota. Los líderes kurdos sirios e iraquíes se detestan entre sí, pero coinciden en el temor de que su utilidad a ojos Occidente desaparezca una vez que Isis sea derrotado y queden a merced de Turquía y de los nuevos regímenes en Bagdad y Damasco.

Probablemente no sucederá durante algún tiempo. EE.UU. está presionando para que se realice un rápido ataque contra Mosul y puede engañarse sobre la fuerza militar real de los kurdos iraquíes y del Ejército iraquí, lo que provocaría que las fuerzas especiales estadounidenses se dejasen atrapar en los combates cuando sus aliados locales fallen. La ayuda militar de Estados Unidos es ahora muy extensa. El Pentágono anunció recientemente que "la artillería estadounidense apoyará la ofensiva por tierra iraquí contra Mosul y los Estados Unidos proporcionará hasta 415 millones de dólares a los peshmerga kurdos". Hay un pequeño pero políticamente significativa goteo de bajas estadounidenses, incluyendo un SEAL de la Marina muerto por los combatientes de Isis en un ataque por sorpresa al norte de Mosul la semana pasada.

Isis está maltrecho y en retirada, pero es poco probable que sea derrotado este año. Está perdiendo territorio, pero es importante tener en cuenta que mucho es desierto o semidesierto. Más importante es su progresiva pérdida de acceso a la frontera turca, que ha sido sellada en gran medida por el avance de la milicia kurda de las YPG sirias, asistidas por el paraguas aéreo estadounidense. El corredor cada vez más estrecho entre Alepo y el Eúfrates que une al autodeclarado Califato con Turquía se ve amenazado por el YPG y sus aliados árabes en el este y el ejército sirio en el oeste. Si esta brecha se cierra, Isis tendrá grandes dificultades para recibir voluntarios extranjeros o enviar terroristas para llevar a cabo ataques en el extranjero.

Si Isis y al-Nusra son derrotados, ¿cuál será el impacto en la geografía política de esta parte del Medio Oriente? Los árabes sunitas en Irak constituyen el 20 por ciento, y en Siria el 60 por ciento de la población, pero en realidad sólo hay un campo de batalla, por lo que, si los salafistas-yihadistas pierden, también lo harán los árabes sunitas en su conjunto en la banda de territorio entre la frontera con Irán y el Mediterráneo. "En Irak, la guerra está destruyendo a la población sunita", dice el profesor Joshua Landis, que dirige el Centro de Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Oklahoma, señalando que la mayoría de las personas desplazadas en los combates en Irak en los últimos dos años son árabes sunitas y que los sunitas ya había sido expulsados de la mayor parte de Bagdad en la masacre sectaria de 2006-7. Una lucha prolongada por Mosul reduciría el último gran bastión sunita del país a ruinas. "Los sunitas en Irak vamos a terminar como los palestinos", predijo un árabe sunita de Ramadi el año pasado antes de que la ciudad fuese destruida en parte.

El presidente Bashar al-Assad, dijo la semana pasada que lucharía hasta recuperar toda Siria y queda un largo camino para lograrlo. Sin embargo, sería el triunfo de un gobierno minoritario que sólo podría mantener su autoridad por medio del terror y la fuerza militar.  Se asemejaría al régimen suní de Saddam Hussein en Irak después de haber aplastado las rebeliones de chiítas y kurdos, junto con el 80 por ciento de la población, en 1991.

Puede que no se llegue a ello. No todas las noticias son malas. El signo más esperanzador en Siria es que Rusia y los EE.UU. actúan, en ocasiones, al unísono y han sido capaces por primera vez en cinco años de obligar a sus aliados para que acepten el alto el fuego, aunque frágil y corto. La lección de los últimos cinco años en Siria y en los últimos 13 años en Irak es que es muy difícil para cualquier ejército, gobierno, milicia, partido, secta o grupo étnico luchar con éxito durante un largo periodo de tiempo sin el apoyo de una potencia extranjera. Es posible que no quieran comprometer su lucha, pero pueden verse obligados a hacerlo si la alternativa es la pérdida de ese respaldo esencial. Dado que las fuerzas pro y anti Assad se odian, quieren destruirse y no tienen intención de compartir el poder en el futuro, tales compromisos de mala gana duraron poco.

La prueba de fuego en los próximos meses será el grado en que los EE.UU. y Rusia quieran y tengan la capacidad de hacer cumplir un cese al fuego, o al menos una de-escalada de los combates. El estado de guerra permanente conviene tanto al gobierno de Damasco como a sus enemigos fundamentalistas, porque muchos sirios a los que no les gusta Assad creen que la única alternativa a su régimen, como los argelinos franceses solía decir, es "la maleta o el ataúd” . Los sirios anti-Assad se enfrentan asimismo a una elección en blanco y negro entre un gobierno asesino y unos islamistas asesinos. Sólo una des-militarización de la política siria podría abrir el camino a otras alternativas y una perspectiva lejana de paz estable.

 

Patrick Cockburn es autor de The Rise of Islamic State: ISIS and the New Sunni Revolution.
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Fuente: counterpunch.org

Traducción: G. Buster (Sin Permiso)