Liberalidad revolucionaria frente a fanatismo religioso Imprimir
Imperio - Latinoamérica
Escrito por Arturo del Villar/ UCR   
Miércoles, 28 de Marzo de 2012 00:00

Raúl castro y Ratzinger Gran lección de liberalidad está dando la Revolución Cubana, frente al fanatismo religioso representado mejor que nadie por el antiguo miembro de las Juventudes Hitlerianas Joseph Ratzinger, ahora apodado Benedicto XVI por los seguidores de su secta. La Revolución Cubana recibe como si realmente fuese un jefe de Estado al dictador absoluto que gobierna sobre únicamente 44 hectáreas de terreno, a las que el dictador fascista Mussolini convirtió en Estado ridículo en 1929. Este dictador además está considerado infalible por los secuaces de su secta, vicario de un dios tiránico en la Tierra, capaz de decidir lo que es bueno y lo que es malo para los seres humanos, sobre los que alega poseer un dominio completo de sus vidas.

 

   No cabe imaginar nada más opuesto a la libertad impulsada por la Revolución Cubana que el fanatismo criminal de la Iglesia catolicorromana. La Revolución liberó al pueblo de una dictadura militar sostenida por las multinacionales gringas, le dio educación y cultura para que piense por sí mismo, y le mostró que todos los seres humanos somos iguales y tenemos los mismos derechos. En cambio, la Iglesia catolicorromana impone unos dogmas y lanza unos anatemas contra los que pretenden opinar en libertad.

   La Revolución entregó todo el poder político al pueblo cubano, mientras que la Iglesia catolicorromana está regida por el absolutismo totalitario de un dictador incuestionable. La Revolución se mantiene siempre en marcha, renovándose continuamente, en tanto la Iglesia catolicorromana permanece anclada en su tradición retrógrada, incapaz de ponerse al día, como bien lo ha demostrado el fracaso del pretendido aggiornamento del Concilio Vaticano II (el I es el que declaró infalible al dictador vaticano de turno).

   La Revolución Cubana ha creado universidades y escuelas, ha puesto fin al analfabetismo, edita libros y revistas culturales a precios de coste, organiza eventos para difundir los adelantos científicos, y en una palabra, pone a disposición del pueblo todo el saber actual. Por el contrario, la Iglesia catolicorromana ha perseguido a los científicos y los intelectuales, ha impedido el desarrollo de las investigaciones tecnológicas, ha mantenido hasta hace cincuenta años un Índice de libros prohibidos que vetaba la difusión de las ideas a sus pobres crédulos, y continúa predicando sus absurdas creencias para que sus secuaces se mantengan en la ignorancia favorecedora de las supersticiones.

 

Vírgenes para analfabetos 

   Lo ha demostrado Ratzinger una vez más, en México, al arrodillarse delante del cuadro de la Virgen de Guadalupe, que según declaró en 1531 el indio analfabeto Juan Diego se le había aparecido para exigir que le alzasen un templo en el que ser adorada. Presuntuosa la tal virgen, que dilapidaba para su exhibicionismo el dinero sacado al pueblo esclavizado. Puesto que sus acólitos aseguran que es muy milagrera, podía haber construido el templo de la nada, solamente con mandarlo, en vez de cargar con más impuestos a los trabajadores.

   Al llegar a Santiago leyó torpemente Ratzinger un discurso, en el que mencionó a "la bendita imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre", añadiendo que "también yo deseo ir a El Cobre a postrarme a los pies de la madre de Dios, para agradecerle sus desvelos por todos sus hijos cubanos, y pedirle su intercesión para que guíe los destinos de esta amada nación por los caminos de la justicia, la paz, la libertad y la reconciliación". El mundo ha alcanzado el siglo XXI, pero la Iglesia catolicorromana continúa inmovilizada en el pasado. Fueron tres esclavos analfabetos los que en 1612 aseguraron haber descubierto la imagen de la Virgen de la Caridad: el negro de diez años Juan Moreno, y los hermanos indios Juan y Rodrigo de Hoyos, todos ellos bautizados a juzgar por sus nombres, y en consecuencia fanatizados por los frailes conquistadores llegados desde España para someter a los indígenas a la obediencia, mediante la superstición castradora del pensamiento libre.

   La imagen a la que adora Ratzinger no puede desvelarse por los cubanos, que no son hijos suyos, y no va a guiar los caminos de Cuba de ninguna manera, porque eso lo está haciendo la Revolución muy bien. Y desde luego el integrismo de la Iglesia catolicorromana es imposible que lleve "por los caminos de la justicia, la paz, la libertad y la reconciliación", ya que esas palabras y los conceptos que representan están en las antípodas de su adoctrinamiento tradicional.

 

Una secta diabólica 

   La historia de esta secta aparece cubierta con la sangre derramada por sus víctimas inocentes. En nombre de su dios implacable y tiránico ha asesinado durante siglos a los inconformes con sus dogmas: ha cometido genocidio al exterminar a pueblos enteros como los valdenses o los albigenses, ha organizado cruzadas contra los mahometanos y pogromos contra los judíos para aniquilarlos, ha quemado vivos a los que consideraba brujos, homosexuales, discrepantes calificados de herejes, científicos descubridores de nuevas realidades, traductores de la Biblia a idiomas comunes, a sus impresores y lectores, y a cualquier persona que no acatase plenamente sus doctrinas absurdas y sus mandamientos inhumanos.

   Para cometer sus crímenes creó en 1215 el llamado Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición Romana y Universal, el más cruel y sangriento de los tribunales existentes en toda la historia humana. En 1965 cambió su nombre terrorífico por el de Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que fue prefecto Ratzinger desde 1982. Es, pues, el sucesor de los inquisidores, el heredero de sus métodos de tortura física y psíquica contra sus víctimas.

   Está acusado de haber protegido a los curas y obispos pederastas, que por todo el mundo han abusado de los niños cándidamente entregados a su adoctrinamiento. Y ha tenido la desvergüenza de reunirse en México con unos niños que soltaron globos en su homenaje, y hasta de pedir a los gobiernos que los protejan. La mejor protección para un niño es alejarlo de curas y frailes libidinosos.

 

La realidad de las ideologías 

   En el avión que le trasladó a México, acompañado de una caterva de cardenales y unos periodistas amaestrados, declaró Ratzinger con toda la desfachatez de la que es capaz un manipulador de conciencias: "Es evidente que la ideología marxista no se corresponde ya a la realidad." Lo muy evidente, reconocido por las conferencias episcopales, es que los templos catolicorromanos están vacíos en cualquier lugar del mundo, porque ya la gente no tolera que le cuenten historias absurdas, para sacarle el dinero a cambio de asegurarle la salvación del alma, en ese supuesto cielo conocido únicamente por ellos, en el que existen diferentes clases de habitaciones, según las indulgencias y bulas que se hayan adquirido durante la vida terrenal.

   También se atrevió a manifestar: "Es evidente que el comunismo no funciona en Cuba." El comunismo cubano es tan respetuoso con todas las ideologías que hasta le ha recibido con honores que no le corresponden, y le permite efectuar en público sus rituales sacrílegos, sin echarle en cara que es el jefe de una secta satánica negadora de todas las libertades humanas, con una historia jalonada de crímenes continuados.

Un predecesor de Ratzinger, el llamado Pío IX, publicó en 1864 la encíclica Quanta cura para anatematizar a todos aquellos que disentían de sus ideas totalitarias, acompañada de un Syllabus enumerador de los considerados errores modernos, entre los cuales se hallaba, por supuesto, el comunismo. Pero es evidente que el comunismo constituye una filosofía de la vida al servicio de la humanidad, por lo que mantiene su vigencia plena, mientras que el catolicismo romanista le niega todos los derechos, por lo que se extingue lentamente.

 

¡A predicar a los gringos! 

   Ratzinger se expresa con las mismas palabras definidoras de los mismos conceptos que los jerarcas estadounidenses: el comunismo es malo, y el capitalismo es bueno. Para los capitalistas, naturalmente, porque el pueblo sufre su esclavitud. Debiera ir Ratzinger a predicar a los gringos contra la pena de muerte, y lamentar que el año pasado se ejecutara en sus cárceles a 43 reos, para no mencionar a los asesinados en las calles, como Trayvon Martín, culpable de ser un negro de 17 años que andaba por Sanford el 26 de febrero pasado, sin armas y sin culpas.

   Podía Ratzinger solicitar clemencia por los presos políticos en las cárceles gringas, como los cinco patriotas cubanos falsamente acusados de espionaje, a los que se les niegan los más elementales derechos cívicos.

   También sería muy cristiano que Ratzinger rogase la desaparición del campo de exterminio de Guantánamo, ilegalmente ocupado por los militares gringos contra la voluntad del pueblo cubano, para someter a todo tipo de torturas y vejaciones a quienes sospechan que sean contrarios a su colonialismo internacionalista.

   Igualmente resultaría oportuno que Ratzinger hiciese oír su voz pastoral al emperador de turno, con el fin de disuadirle de invadir países soberanos para cambiar sus regímenes políticos, en evitación de nuevos casos de Irak o Afganistán, o para asesinar porque así les apetece hacerlo a personas desvalidas y enfermas que no salen de su casa para nada, como hicieron con Osama Bin Laden, por no citar más que un solo nombre.

   En los Estados Unidos parece ser que no se le ha ocurrido a la Virgen aparecerse a ningún indio o negro analfabeto, pero en Nueva York se encuentra indebidamente entronizada la estatua de la Libertad, y bien puede Ratzinger postrarse a adorarla. A fin de cuentas, resulta una virgen tal falsa como las de Guadalupe y El Cobre.

   La Revolución Cubana ha demostrado al mundo su respeto por las opiniones de todas las personas, incluso las de quienes predican el fanatismo y se dedican a destruir las ideologías contrarias a las suyas. Un ejemplo para los integristas, si fueran capaces de comprenderlo.

 

Arturo del Villar es Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio