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Europa frente a China: es la geopolítica, es la geopolítica |
Imperio - Las Guerras USA |
Escrito por Manolo Monereo |
Sábado, 25 de Mayo de 2019 00:00 |
No empiezo por aquello de “es la geopolítica, estúpidos” por dos razones, porque me parece de mala educación y, sobre todo, porque ayuda poco a adentrarse en un tema tan complejo como este. Da un poco de vergüenza decirlo, en etapa electoral, ya no se hace política en serio, a lo grande. Todo el mundo quiere cambiar Europa sin saber si es posible o no y en qué dirección. 30 años después, todos defienden la Europa social, un nuevo modelo de desarrollo europeo y la necesidad de una transición energética. De la emigración, lo justo. Y no mucho más. De rondón, se habla de ejército europeo, de una mayor autonomía de EEUU y nada se dice de lo fundamental, a saber: de la suspensión por parte de EEUU del Tratado de las fuerzas nucleares de alcance medio (INF), del incremento sustancial de los presupuestos militares, de una carrera armamentística que se acelera y de una UE que, conforme más se integra, neoliberalmente hablando, menos papel juega en un mundo que está mutando radicalmente.
¿De dónde venimos? De una época histórica muy especial, la que alumbró la II Guerra Mundial y que duró casi 50 años, cuyo elemento central fue un equilibrio bipolar como modo de regulación que articulaba, en el tiempo y en el espacio, fases de “guerra fría”, guerras calientes y de conflictos que hoy se llamarían de “zonas grises”, todo ello presidido por el miedo a un conflicto nuclear que supondría una destrucción mutua asegurada de las grandes potencias. El conflicto nunca desaparece y la lucha se organiza en función de escenarios y de estrategias mejor o peor pensadas. El mundo socialista implosionó y EEUU se convirtió en lo que alguien llamó la hiper potencia; el mundo bipolar terminó y parecía que la tendencia era hacia un mundo unipolar hegemonizado por la gran potencia norteamericana. La globalización fue, una vez más, el proyecto político y la ideología legitimadora de este dominio. Hay una parábola que explica bien el fin de todo esto que es que Hillary Clinton, la compañera del hombre que “decretó” la globalización, fue vencida por Donald Trump que venía a constatar, no solo su agotamiento, sino la necesidad de un cambio radical en la política interna y externa de los EEUU. ¿Cómo interpretar la política de este personaje que parece actuar como un matón en unas relaciones internacionales cada vez más complejas y diferenciadas? Lo primero, tomárselo en serio y pensar que es bastante probable que gane las próximas elecciones norteamericanas. En segundo lugar, más allá de cómo gestiona los conflictos, su estrategia representa un núcleo de poder fuerte y que tiene un consenso popular notable. En tercer lugar, que con él o sin él, la política exterior norteamericana no variará sustancialmente en el futuro.
¿Cómo definir la actual estrategia norteamericana? Lo diré así, un realismo ofensivo, tomando prestado un concepto que ha desplegado convincentemente John Mearsheimer. EEUU se siente desafiado, tiene una clara hegemonía en el hemisferio occidental y, de nuevo, aparece una gran potencia con vocación de hegemonía en el hemisferio oriental. Ese desafío EEUU no lo puede permitir y sabe que, tarde o temprano, se va a enfrentar a él. Su escenario básico está en Asia y, de lo que se trata ahora es de organizar una coalición de Estados con el objetivo de frenar a China e impedir que se acabe convirtiendo en la primera potencia económica, tecnológica, diplomática y político militar de un mundo en transición. Lo que hace EEUU es adelantarse e intentar cuartear un poder al que fundadamente se le teme. La política exterior norteamericana es integral, ya no distingue entre comercio internacional, innovación tecnológica y la llamada “revolución” en los asuntos militares. Como en el caso de China, la administración norteamericana no distingue entre tecnologías civiles y tecnologías militares y se aprestan a una ofensiva larga y difícil en todos los planos, desde el ciberespacio, la inteligencia artificial o el uso de conflictos de baja y variable intensidad. Quien habla de crisis habla de escenarios no siempre bien controlados y de dinámicas donde es fácil perder la dirección. Lo de Irán es un problema real y que tiene detrás, no solo un territorio geopolítico estratégico, sino la presencia en él de un actor en la zona que lo es, a la vez, en la política interna norteamericana; me refiero a Israel. John Mearsheimer y Stephen Walt escribieron una monografía, “El lobby israelí”, que fue un auténtico escándalo y cuya tesis fundamental era que, por la presencia activa de este lobby, EEUU no es capaz de definir una estrategia autónoma en un lugar de enorme importancia para sus intereses.
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