OTAN, terror y urnas Imprimir
Imperio - Las Guerras USA
Escrito por Manuel Garí   
Lunes, 23 de Noviembre de 2015 00:00

He leído un mensaje de Ada Colau repleto de sentido común (alternativo, contracorriente y antihegemonista): “Si bombardear un país fuera la solución efectiva para acabar con el terrorismo, ya no habría terrorismo”. La brutal y asesina agresión del ISIS en Paris, la persistencia de las masivas matanzas de poblaciones musulmanas en Afganistán, Pakistán, Egipto, Irak, Siria, Líbano, Libia o Túnez que interesadamente Rajoy y el resto de gobernantes occidentales olvidan en sus relatos, son la muestra palpable del estrepitoso fracaso de la estrategia antiterrorista de los Estados Unidos y sus socios europeos. Error que adquirió una envergadura planetaria tras los atentados del 11-S en Nueva York.

 

La introducción a la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos aprobada por George W. Bush el 17 de septiembre de 2002 afirmaba: “Los terroristas están organizados para penetrar las sociedades abiertas y tornar contra nosotros el poder de la tecnología moderna. Para derrotar esta amenaza debemos utilizar cada herramienta de nuestro arsenal: el poderío militar, la defensa mejorada de nuestro territorio nacional, la aplicación de la ley, la recopilación de inteligencia, y gestiones vigorosas para cortarles el financiamiento a los terroristas.” ¿Les suena? Pareciera escrita tras la noche sangrienta de Paris. Pareciera la afirmación de cualquiera de los tertulianos de estas noches fatídicas que hemos vivido.

La guerra y la OTAN irrumpen en las elecciones

Y, sin embargo, parece que desde Hollande a Putin u Obama piensan enrocarse en el horror militarista al abordar el fenómeno del yihadismo armado. Convertir la reacción ante el mismo en una guerra es la coartada jurídica para suspender los derechos y libertades fundamentales en territorio propio, justificar los desmanes contra los derechos humanos y de los pueblos en territorio ajeno y relanzar la enésima edición de la “santa alianza” en la geopolítica del terror.

Como siempre desde su fundación el 4 de abril de 1949, aparece en los momentos oportunos el actor principal de la guerra moderna: la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte, NATO en sus siglas en inglés). No importa que haya cosechado rotundos fracasos como la misión de la ISAF de la OTAN en Afganistán, nada importa la relación existente entre el belicismo norteamericano en Irak y el caos actual en el país. La guerra es la solución para los gobernantes del imperio y para los políticos españoles al uso desde Albert Rivera a Mariano Rajoy pasando por Pedro Sánchez.

Y con ella nuevamente se repiten los mantras de las invocaciones a la obligada cooperación bélica entre las potencias occidentales: artículo 5 del Tratado de la “Alianza Atlántica” y en el caso de los países de la Unión Europea (UE) el artículo 42.7 de los tratados comunitarios. ¿Alguien realista cree que esta suerte de Cruzada del siglo XXI puede erradicar el riesgo terrorista? Nadie, pero pareciera que la historia reciente de la OTAN va en el sentido contrario.

Por ello tendremos que retomar las razones pacifistas y antimilitaristas en la calle y en las urnas. En la jornada del 20 D corremos el riesgo de que ganen las viejas ideas militaristas de los partidos del régimen y su “recambio”. Sabido es que la primera víctima de la guerra, como decía Gandhi, es la verdad. Vamos a evitarlo. Restablecer la verdad frente a la mistificación es fundamental para empezar andar lo desandado en términos de conciencia política. Palabras como seguridad se han vaciado de contenido social y ético, palabras como defensa se han militarizado y militarizan la vida política, palabras como OTAN se han asociado a valores democráticos (sic). En resumen el triunfo del neoliberalismo ha conllevado una gran mentira que atribuye al aparto militar un fundamento moral y lo convierten en un artefacto normalizado que garantiza la paz en nuestra sociedad.

La guerra permanente: del peligro rojo a la amenaza terrorista

Tras la caída del muro de Berlín en 1989 la OTAN quedó sin coartada que justificara su existencia como organización político militar frente a la URSS y sus aliados en suelo europeo. Pero no desapareció pues su verdadera razón de ser no era simplemente hacer frente a su alter ego militar, el Pacto de Varsovia en plena época del equilibrio del terror nuclear. Su última razón de ser era dar soporte a la expansión capitalista durante los años de crecimiento ilimitado de los “Gloriosos treinta”, por lo que en la época de la globalización neoliberal, simplemente muta para adecuarse a los nuevos retos de la expansión capitalista. Tony Blair, siempre tan agudo, reformuló la doctrina atlantista: la OTAN ya no es una necesidad defensiva sino la partera de un nuevo orden global. Más claro y directo, Larry Kudlow tituló un artículo sobre el nuevo orden en junio de 2002 en The Washington Times con el contundente “Volver a dominar el mercado… por la fuerza”.

Primera medida: en abril de 1999, la 50ª cumbre de la OTAN estableció un nuevo “concepto estratégico para el siglo XXI”, lo que implicaba cambiar las fronteras de actuación dejando de ser una organización “regional” para actuar a nivel global sin límite de fronteras. Segunda medida: en la misma cumbre ya se citó al terrorismo como amenaza emergente y objetivo de la OTAN (aunque ese terrorismo sea mero producto de actuaciones y decisiones imperialistas). Tercera medida: se empieza a considerar como amenaza las migraciones masivas. Cuarta medida: se subordina la investigación, la innovación y el avance tecnológico al esfuerzo militar en campos tan “necesarios” como las armas químicas, biológicas y nucleares con la excusa de saber más y poseerlas para lograr la hegemonía en esos campos y evitar que las “fuerzas del mal” se adelanten.

En resumen, la ideología del miedo global. Hay que contener a los bárbaros en las fronteras de Roma, mientras Roma no para de expandirse. Y para ello todos los medios son moralmente válidos. La nueva doctrina se plasma en la actuación en Afganistán por mandato del Consejo de Seguridad de la ONU del 20 de de diciembre de 2001 tras los atentados del 11-S. En 2002 la Cumbre de Praga de la Alianza consagra el concepto militar en la estrategia anti terrorista. El círculo se ha cerrado. Por su parte Estados Unidos y una parte de los aliados extendieron la doctrina en forma de guerra cruel en Irak en 2003, con el resultado conocido.

El papel “otanista” de Europa y España como avanzadilla

No ofrece mejor resultado un juicio equilibrado sobre la virtualidad de una “defensa genuinamente europea” pues hasta el momento solo ha tenido el papel que el socio mayoritario, los Estados Unidos, le ha reservado: el de vigilante avanzado en la frontera este y sobre todo de policía en la frontera sur, en el Mediterráneo. Concretamente vigilar el mundo islámico y a los pobres de Oriente Medio y África. Tanto los socialdemócratas como los verdes europeos han fracasado en su intento de convertir la UEO en pieza autónoma bajo soberanía europea que ha languidecido como mero pilar atlántico de escasa relevancia. No cabe refugiarse en la utopía reaccionaria de una organización militar europea autónoma, que no por serlo dejará de ser un proyecto imperialista, tan execrable como el hegemonizado por Estados Unidos, además de irrealizable. No existen condiciones políticas ni económicas para que la actual UE ponga en pie un sistema defensivo integrado autónomo en el seno de la OTAN. O se está en la OTAN o se sale de la OTAN. Y ello depende de una decisión política.

¿Es posible que exista un poder militar al margen del papel que ocupa económica y políticamente una potencia? La respuesta es, obviamente, no. En el caso español ese papel subalterno queda reflejado en la pervivencia de los Tratados sobre las bases. Las bases norteamericanas en territorio español forman parte del despliegue aéreo se los Estados Unidos contra África y Oriente Medio y son pieza crítica del eje Washington-Tel Aviv. Y romper con este rol subalterno depende de una decisión política.

Ambas decisiones sobre la OTAN y las bases conllevarán también decisiones en el ámbito económico y financiero frente al diktat de la Troika, lo que exige un gobierno valiente, apoyado por un pueblo activo y participante.

Desde la Cumbre de Praga quedó claro que los países miembros no iban a ceñir su actuación a la zona Euroatlántica, lo que supone una nueva exigencia a países como el Estado español que han tenido que intervenir en las operaciones más diversas, modificar sus planteamientos estratégicos e incrementar sus compras de armamento, aumentado sin cesar el porcentaje del presupuesto dedicado a gastos militares que desde 1986 a 2014 se ha incrementado en un 350%. Y, lo que es peor, el Estado español es uno de los sumideros a los que Estados Unidos transfiere, vía OTAN, los gastos improductivos de la industria militar norteamericana. El país, a través del Ministerio de Defensa, se ha convertido en cliente directo o indirecto (y siempre subordinado y dependiente) de las multinacionales norteamericanas Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, Northrop Grumman, General Dynamics y Honeywell, de la británica British Aerospace Systems, de la francesa Thales, de la holandesa EADS y de la italiana Finnmecanica.

La OTAN se nos coló en la papeleta

Hace tiempo que varios de los voceros de Podemos preferían no recordar la postura sobre la OTAN contenida en el programa de las elecciones europeas; algún epígono imprudente llegó a decir que la OTAN era un asunto “viejuno” que ya no interesaba electoralmente. La realidad ha desmentido la imprudencia. El discurso jamás puede evaporar la realidad. Y la realidad es que existen operaciones como la Active Endeavour 2015, que desde San Gregorio a Chinchilla o Los Llanos, Rota, Morón, Torrejón o Mallorca se han visto involucradas en las maniobras de la OTAN recién celebradas y que permanentemente nos recuerdan el papel estratégico del país como Centro de Operaciones Aéreas Combinadas en Europa.

Llegados a este punto cabe preguntarse qué sentido tienen las recientes declaraciones al respecto de algunos candidatos de Podemos a las elecciones generales. La orientación fundamental sobre las instalaciones militares norteamericanas que debe trasladarse a la ciudadanía no es como afirma Sergio Pascual respetar “hasta la última coma los acuerdos sobre las bases militares” sino proponer su denuncia y finiquito. El compromiso electoral debe ser cerrarlas de llegar al gobierno. Para respetar ya estuvo el PSOE que aceptó la herencia franquista de la ignominia.

Tampoco puede ser eje del programa sobre la pertenencia de España a la OTAN, “seguir respetando los acuerdos de las organizaciones a las que pertenecemos, como son la OTAN y la UE, pero apostamos por una defensa integral europea”, como afirma el que fue Jefe del estado Mayor de la Defensa con el PSOE el general Julio Rodríguez sino, bien al contrario, trabajar por salir de la OTAN, por hacer desaparecer la OTAN y cualquier otro bloque militarista.

Y si no ¿para qué sirve la política si no es para limpiar la basura? Y si no ¿para qué hacer el esfuerzo de levantar una herramienta como Podemos si finalmente no es para construir el cambio? Por eso apuesto por el Podemos del ¡OTAN NO! ¡Bases fuera!

 

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Fuente: Viento Sur