Ante un mundo crucificado PDF Imprimir E-mail
Imperio - Globalización económica
Escrito por Félix Placer   
Sábado, 04 de Abril de 2015 05:04

Desde Túnez nos llegaba la trágica noticia del atentado criminal contra turistas que  visitaban el museo del Bardo el pasado 18 de marzo. Ahora a los pocos días de aquel criminal suceso y en esta misma localidad africana ha tenido lugar el XIII Foro Social Mundial (24-28 de marzo), importante acontecimiento que afianza la esperanza y ánimo para abrir caminos a fin de cambiar una situación de profunda desigualdad e injusticia que produce permanentes muertes, víctimas de un sistema inhumano.

Son millones de personas que reclaman el pan y el agua de cada día y muchas acaban muriendo de hambre y sed, otras en pateras intentando llegar a tierras supuestamente   mejores, mientras unos pocos viven en la abundancia.

 


Por ello los miles de participantes en este Foro se manifestaron contra el terrorismo  yihadista; para luego, en numerosos debates conferencias, grupos de trabajo, talleres,  denunciar, como lo expresaba el economista africano  Samir Amin, la globalización y la barbarie del capitalismo y la deuda que amenaza con hipotecar el futuro de las generaciones venideras en los cinco continentes.


En efecto, en el capitalismo que generó la llamada por Karl Polanyi «gran transformación» todo quedó convertido en mercado regido por la competitividad y el beneficio a costa de personas y cosas sometidas a una economía neoliberal que abarca no sólo a todo el entramado de las finanzas económicas, sino que además supedita lo político a lo económico-capitalista. Conduce el hundimiento de valores solidarios y destruye de forma sistemática la sostenibilidad del planeta provocando una imparable crisis ecológica de consecuencias mortíferas en la mayor parte de la humanidad: para su alimentación, cultura, convivencia y hábitat, crucificando al mundo en una cruz de miseria, marginación y exclusión. Nunca se había llegado a una situación tan extrema y alarmante para la vida, la justicia y la paz mundiales donde millones de personas son anuladas por un sistema que las condenada a una muerte masiva.


Precisamente en Túnez se ha denunciado el poder totalitario de las transnacionales que todo lo supeditan, incluidos los gobiernos, a su mercado y ganancias. Una vez más, como en otros Foros Mundiales, se ha puesto de manifiesto la confrontación radical de dos paradigmas o formas de ver y organizar el mundo y su economía. Por un lado el sistema capitalista que  ha dominado la humanidad a lo largo de los dos últimos siglos y ha globalizado el mundo en función de sus propios beneficios con consecuencias desastrosas para una gran parte de los habitantes de la tierra y para la tierra misma. Incluso ha provocado una crisis estructural de alto alcance y perniciosos resultados para la mayoría que el mismo capitalismo, con sus poderosos mecanismos de recuperación, intenta superar a fin de afianzar su imperio fortaleciéndolo hasta con leyes «mordaza» que ofrecen seguridad a costa de la libertad.


Por otro lado ante esta invasión y destrucción calculadas  de lo humano han surgido las reacciones globales y locales. Se han planteado alternativas y se han puesto en práctica nuevas maneras de «vivir sencillamente para que todos sencillamente puedan vivir». Y no son sólo respuestas coyunturales. Su amplitud y globalidad, su razón y finalidad van más lejos y proponen en su conjunto un cambio alternativo y decisivo. Buscan satisfacer necesidades sin comprometer las oportunidades de las generaciones venideras, crear comunidades sostenibles. Para ello proponen practicar el decrecimiento, como una forma de vivir en la que, reduciendo tanta producción y gasto innecesarios, se potencien valores como la primacía de la vida social, el ocio creativo, el reparto del trabajo, la renta básica, la ecología, en definitiva la defensa de todos los derechos sociales.


Frente al pensamiento único y consumo cuantitativo de la lógica capitalista, se propone el  pensamiento plural de calidad de vida, de salvaguarda de identidades culturales, de emancipación del dinero, de poesía, de amor, de pasión y fiesta, de búsqueda de solidaridad y responsabilidad, como reclaman  Edgar Morin y Stéphane Hesel desde la indignación contra el sistema dominante.


De un mundo y una economía dirigidos por la tiranía del capital y sus beneficios, estamos pasando, por tanto, –aunque con grandes dificultades, sin duda– a lo que puede ser una nueva civilización, a una nueva época basada en alianzas solidarias que garantizan la vida digna para todas las personas y pueblos. En las múltiples alternativas propuestas y practicadas nacen de nuevo las utopías de otro mundo posible, frente a quienes proclamaban el fin de la historia. La esperanza se renueva y se lucha para bajar de la cruz a tantas personas crucificadas por el beneficio y poder del capital. La solidaridad tiene sentido y la economía se hace ecología para construir un mundo habitable y sostenible.


En este nuevo contexto, la mismas  religiones, duramente criticadas –y con razón en muchos casos– por ser alienantes y aliadas con el poder, sometidas al  imperio, son hoy muchas de ellas rechazo de fundamentalismos y de la falsa religión del dinero, del capital. Un ejemplo es  el actual papa Francisco que no duda en denunciar «un sistema que mata». Expresan su convencimiento de la necesidad de una ética mundial que se comprometen a promover desde la búsqueda de un orden mundial de no violencia y tolerancia, de respeto a la vida, de una cultura de la solidaridad, de igualdad y de un orden económico justo.


Los Foros Sociales Mundiales y otras múltiples iniciativas que en Euskal Herria se desarrollan en múltiples lugares, apuntan hacia una nueva época, hacia otro estilo de reacciones humanas y con la naturaleza. A otra forma de vida. A otros modos de producción y consumo, de sostenibilidad. En definitiva, a otro mundo posible mostrando la capacidad de cambiar de rumbo, de orientar la economía, la política, las relaciones internacionales, la cultura, el pensamiento de una manera sostenible, solidaria, cooperativa, recíproca, desde la soberanía de los pueblos.


Por fin, y esto es muy importante, no se trata de iniciativas aisladas, sin relación ni conexión. Estamos ante un proceso sociológico e histórico de alcance universal que interpela a personas, grupos, pueblos, a la humanidad; que promueve una nueva toma de conciencia colectiva y un  cambio de rumbo hacia una nueva época. Es una tendencia, cada día más extendida y ampliada en muchos contextos y con resultados observables y altamente positivos. Todas estas constataciones son, sin duda, una apremiante llamada a la responsabilidad ética personal y colectiva que impulse un tiempo y ciclo nuevos para la humanidad.

 

 

Félix Placer es teólogo

 

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Fuente: Gara