De tiroteos, estrenos hollywoodescos y lucrativos shows mediáticos Imprimir
Imperio - Estados Unidos
Escrito por Adán Salgado Andrade   
Martes, 31 de Julio de 2012 00:00
 
Phoenix, Arizona. Me encuentro de nuevo en este desértico estado, en la capital, por razones personales, relacionadas con mi trabajo literario. Tanto en esta visita, como en la anterior, he tenido la oportunidad de tener una más cercana opinión de la forma en que actualmente se conduce la sociedad estadounidense, que en esencia no ha cambiado mucho desde el primer año que visité Estados Unidos, en 1987, aunque en los tiempos que corren su decadencia es cada vez más evidente (ver en este mismo blog mi artículo: “En busca de los signos de la decadencia estadounidense.

Esto porque, para mi, digamos, “buena suerte”, en esta ocasión, coincide mi visita por estos días con un nuevo, dramático acontecimiento que ha cimbrado otra vez a este caótico país. Se trata de un tiroteo que, por si no fuera ya de por sí noticia, tuvo lugar en circunstancias extrañas, pero que al mismo tiempo éstas han enriquecido el nivel de manipulación mediática y los lucrativos resultados de hechos como dicho tiroteo, que son presentados más como shows, que como las tragedias que, en efecto, son.

Resulta que en Aurora, un condado del estado de Colorado, cerca de Denver, en un cine local, el Century, la noche del jueves 19 de junio que se estrenó la nueva cinta de Batman, la tercera de la zaga, un joven de 24 años, James Holmes, se sintió el Guasón, e influenciado por una escena del tráiler de la cinta que muestra un tiroteo en un centro financiero, la quiso llevar a la pantalla grande, así, como una suerte de efectos especiales extras. No sé que rondaría su mente, quizá que los efectos especiales cinematográficos ya están llegando a un nivel de repetitivo desgaste, y que requieren algo que los vuelva más realistas o el darle notoriedad a su existencia, sus obligados quince minutos de fama, pero el caso es que se armó con dos rifles, dos pistolas, más de seis mil municiones, se tiñó el pelo anaranjado, para darle carácter a su personaje, se vistió con ropa negra, se colocó chalecos antibalas y se puso una mascarilla antigás, dado que su plan consistió, primero, en arrojar dos latas de gas lacrimógeno contra la multitud, que en esos momentos miraba absorta las nuevas proezas batmaniacas, y luego se puso a disparar indiscriminadamente, en medio de la obscuridad de la sala, con tal, supongo, de hacer aun más terrible al pánico que siguió y que, según testigos, fue demencial, apocalíptico y tan anárquico, que también muchos de los heridos se hicieron daño por la estampida que siguió. El resultado de la hollywoodesca acción de Holmes fueron 58 heridos, varios de gravedad y doce muertos (En el siguiente link pueden verse los momentos de dramatismo que siguieron al tiroteo: http://www.youtube.com/watch?v=3rwiBKhAI_o&feature=relmfu).

Holmes huyó de la escena del crimen y fue capturado por la policía momentos más tarde. No se trata de alguien con antecedentes criminales, no, sino de un brillante joven que en el año del 2010, se graduó con honores de la carrera de neurociencia y que en el 2011se inscribió en la universidad de Colorado. Quizá eso le haya hecho “razonar” que el crimen cometido, ya de por sí violento, era suficiente para aplicarle una severa condena, la pena de muerte, como piden ya los familiares de las víctimas, que sería mucho más dura si no “prevenía” a los policías que lo capturaron de que si iban a su casa, no abrieran la puerta, pues aquélla estaba llena de trampas explosivas, lo que llevó a las autoridades a emplear una escalera de bomberos telescópica con tal de revisar por una ventana y antes asegurarse de qué era lo que exactamente Holmes había preparado allí. Y, en efecto, por dicha ventana observaron matraces con líquidos, alambres y otras sustancias. Alguien lo llamó “científico loco” (todo eso ya se desactivó, se está analizando el material resultante y los explosivos se detonaron, pues, entre otras cosas, había 40 litros de gasolina). Así que probablemente eso le ayude a Holmes en su juicio, el que podría tardar hasta un año antes de que comience. Pero ya se hizo una presentación inicial el lunes 23 de junio ante un juez, de Holmes, representado por su abogada defensora. El joven apareció, en los videos, con la mirada perdida, ausente, y hermético, sin ganas de cooperar con su abogada y, mucho menos, con las autoridades y declarar sobre el por qué de su homicida acción. Aunque no parecía interesarle realmente lo que pudiera sucederle. Según los pocos amigos que tenía, han declarado que Holmes ya se estaba “desligando” socialmente, y casi siempre estaba solo, callado, inmerso en sus ideas. Quizá estaba ya tan metido en su plan, que por eso lo veían tan ensimismado (En el siguiente video, se le puede ver durante su primer aparición pública ante el juez: http://www.youtube.com/watch?v=TbuIiwv3lX4).

Y problemas psicológicos de Holmes aparte, lo que sí logró es que, como siempre sucede, la prensa y todo el aparato mediático estadounidense, hayan explotado, y lo sigan haciendo, el violento tiroteo por varios días.

Justo el siguiente viernes, canales “noticiosos” (más bien los llamaría sensacionalistas) como Fox, comenzaron con su “cobertura” del suceso, pero de forma tal que, más parecía que los reporteros y comentaristas estuvieran de antemano conduciendo su propia investigación de los hechos y de lo que había llevado a Holmes a perpetrar el crimen. De verdad, el canal televisivo referido, estuvo trasmitiendo por varias horas los “pormenores” del caso James Holmes, repitiendo, por ejemplo, decenas de veces la única grabación existente de cuando Holmes estaba aun dentro del cine disparando a mansalva, un breve video tomado por alguien con celular, que muestra a la gente corriendo aterrorizada del lugar, alcanzándose a distinguir algunas detonaciones y a un afroestadounidense saliendo con sangre en su playera. Esas imágenes se explotaron mucho durante la transmisión, acompañadas, claro, de las captadas en vivo por los camarógrafos de la estación, además de aquéllas que mostraban lo que sucedía en el departamento de Holmes, de cómo la escalera telescópica se empleaba para averiguar que había en ese lugar.

Pero también se entrevistó a cuanto testigo sobreviviente aceptó dar su versión de los hechos, casi todos coincidiendo en que el tiroteo había durado sólo unos cuantos segundos, que parecieron horas, precedidos del gas lacrimógeno arrojado por Holmes, el que les irritó bastante los ojos, dejándolos a muchos momentáneamente ciegos. En esa parte, era evidente la insistencia del comentarista por averiguar hasta el más mínimo detalle que alimentara el grotesco, morboso espectáculo en que se han tendido a convertir ese tipo de hechos de sangre. “¿A ver, díganos, en qué momento vio por primera ves a Holmes y qué pensó?”, “¿dónde estaba cuando comenzaron los balazos?”, “¿qué pensó de cuando Holmes arrojó el gas lacrimógeno, que se trataría de efectos especiales o qué?”, “¿vio a alguien caer herido o muerto a su lado?”, “¿alcanzó a ver a algún muerto?”… y algunas otras muy específicas, pero similares preguntas que, más que permitir conjeturas, alimentaron el chocante morbo de los telespectadores.

Por supuesto que el espectáculo dio lugar a una muy lucrativa sesión publicitaria, ya que eran algo así como diez minutos de “cobertura noticiosa” por cinco minutos de anuncios. Incluso, varios de tales anuncios hasta parecieron ex profesamente elegidos para la ocasión, pues algunos versaban sobre la posibilidad de “sufrir un accidente” y de la lógica conveniencia de contar con un seguro de vida, pero también de autos, de productos médicos… en fin, todo lo que en ese tiempo “triple A”, se pudiera vender. De verdad, es increíble como ese lucrativo caudal publicitario, además de vender, claro, hace ver a las cosas como normales, si, así, como enviando el mensaje a le gente de que aunque hechos tan trágicos suceden, pues la vida sigue, todo es igual, no hay afectación de ninguna especie, hay que seguir comprando esto o aquello… ah, claro, y el irrenunciable derecho a poseer armas y a adquirirlas muy fácilmente, por supuesto que ahí está, intocable. De hecho, curiosamente, las ventas de armas han subido por estos días en Colorado, pues la gente teme que vayan a imponerse restricciones para su venta y, además, para estar más protegidos, lo que es un excelente negocio para vendedores y fabricantes de armas, que hasta pareciera el tiroteo que se hubiera hecho a propósito (ver mi artículo: “La locura por las armas”.

Como dije, el tiroteo fue en Aurora, una ciudad cercana a Littleton, a veinte kilómetros, el lugar en donde el 20 de marzo de 1999, los jóvenes Dylan Klebold y Eric Harris, armados también con pistolas, rifles automáticos y petardos que ellos mismos fabricaron, penetraron a la que hasta esos momentos había sido su escuela, la preparatoria Columbine, e iniciaron un tiroteo que duró varias horas y dejó más de diez estudiantes muertos, además de un profesor y decenas de heridos. Klebold y Harris, se suicidaron, a diferencia de Holmes, pues seguramente previeron que su acción los haría merecedores de la pena de muerte. Hay algunas similitudes entre su acción y la de Holmes, sobre todo que ambas fueron producto de muy elaborados, deliberados planes. Por otro lado, los tres usaron ropa negra e iniciaron los tiroteos con acciones previas, con tal de activar el miedo y aumentar así la letalidad de sus tiroteos.

Sin embargo, la peor de las similitudes es que, en ambos casos, los atacantes adquirieron sus armas con total libertad, compradas directamente en armerías autorizadas, exigiéndoseles muy pocos requisitos, no tener antecedentes penales, sobre todo, para adquirir poderosos rifles, pistolas y hasta municiones. En el caso de Holmes, la única diferencia es que éste compró nada menos que ¡seis mil municiones por Internet!, pero todo fue legal (en alguno de los videos, se entrevista al armero que le vendió las armas, quien dijo estar “muy conmovido” con lo sucedido, pero sigue adelante su “próspero negocio”).
Y ese desafortunado detalle, la facilidad con que en Colorado pueden adquirirse armas, y en muchos otros estados de Estados Unidos, ha sido suficiente para que de nuevo las voces que piden el control de armas en este país resurjan con fuerza.

Pero ya, desde la transmisión misma, ese clamor se estaba desestimando. “Hay muchos que dicen que eso se debe a que no existe control en la venta de armas”, comentó el tendencioso comentarista, desdeñoso de esa exigencia de los grupos anti armas. “Pero eso no tiene que ver nada, no, ese hombre es malo, cometió un acto condenable, pero las armas nada tienen que ver”, agregó, jactancioso.

Por ello, no me sorprendió que algunos amigos estadounidenses con quienes comenté sobre el crimen, estuvieran de acuerdo con la posición del mencionado comentarista. “Mira, lo que a mí me llama la atención – me dice uno de ellos –, es que, en primera, nadie haya estado armado, pues así hubieran matado al tipo ese. Y, en segunda, que el cine podría haber alquilado a un policía, quien, en sus tardes o días libres, podría haber estado al pendiente en cuanto Holmes hubiera comenzado a disparar y actuar al momento”. Otro amigo, un ex policía, agrega “Yo creo que el hombre ya tenía toda la intención de matar y lo hubiera hecho, de todos modos, hasta usando cuchillos”. Sin embargo, un tercero, más juicioso en su opinión, dice “Bueno, sí, hasta con cuchillos matas, pero no lo harías en la escala que lo haces cuando usas un arma o varias”. Y es la opinión que más racional me parece, pues, en efecto, el instinto asesino todos lo traemos, indiscutiblemente, y depende de nuestra cultura, nuestro sentido común y nuestra racionalidad resultante el que lo reprimamos. Sin embargo, una vez que ese instinto salta incontrolable, si al momento de ocurrirnos, contamos con un medio que facilite dar rienda suelta a esa sed asesina, como un arma, una pistola, en efecto, la labor homicida se facilita y se materializa.

Las opiniones que recogí, me llevaron a recordar que al inicio del sexenio foxista, en México, el nefasto PAN, el partido saliente (lástima que sustituido de nuevo por la escoria priista), proponía que en todos los hogares mexicanos se tuviera derecho a poseer hasta dos armas. Esa impráctica iniciativa de ley que, de acuerdo con algunos círculos, fue cabildeada por fabricantes de armas estadounidenses, como Smith & Wesson, basaba sus pobres premisas en que sería una mejor forma de defenderse contra el crimen. Se “razonaba” que al estar armado y que si los criminales lo sabían, eso sería suficiente para que “disminuyera” la violencia (absurdo principio empleado por la NRA en Estados Unidos para seguir defendiendo a ultranza el derecho a poseer armas, incluso esgrimido ya en el caso de Holmes).

Sin embargo, lo que los “dilectos” legisladores ignoraban era que, de acuerdo con las estadísticas en México, mucha de la violencia familiar, por ejemplo, de los hombres golpeadores de sus esposas o hijos, no derivaban, por fortuna, en crímenes dada la ausencia de un arma. Y aunque sí hay crímenes, estos serían más abundantes si el golpeador hubiera contado, al momento de dejar suelta su arrebatada furia, con una pistola. De hecho, las estadísticas en los propios Estados Unidos muestran que cada día se producen alrededor de 82 crímenes relacionados con la posesión de armas, lo cual asciende a casi 30 mil homicidios anuales. Y en muchos casos, las investigaciones concluyeron que fue la existencia de al menos un arma, la causante del deceso (pensemos, por ejemplo, en los que son considerados delitos imprudenciales, que se producen cuando un arma es accionada accidentalmente, lo que es frecuente en Estados Unidos. Así, la abundancia de armas es algo estadísticamente muy significativo, pues en México, por ejemplo, el boom que se ha dado por las corporaciones de seguridad que han surgido, so pretexto de combatir a la criminalidad, ha provocado, en efecto, asesinatos imprudenciales, cuando el arma de algún guardia privado se ha disparado accidentalmente).

Si consideramos asesinatos como los cometidos por Holmes, Klebold y Harris o el de la universidad tecnológica de Virginia, en donde el lunes 16 de abril del 2007 un estudiante inmigrante surcoreano, el joven Cho Seung-Hui, de 23 años, que tenía calidad de residente en Estados Unidos, mató a 32 personas, entre estudiantes y profesores, luego de lo cual, se suicidó, si los revisamos con cuidado, el factor de peso evidente es el de la facilidad con que se consiguieron las armas. Independientemente de que las personas que se deciden a matar, lo hacen y nada, ni nadie, puede hacerlos cambiar en su acción, el hecho es que al poseer una o varias armas en el momento fatal, dicha acción en verdad es perpetrada más fácilmente.

De todos modos, a pesar de lo que sucedió en Columbine hace más de trece años, que, como dije, cimbró las conciencias en su momento de los estadounidenses, no se han implementado medidas que restrinjan la compra de armas en Colorado ni en ningún otro estado de Estados Unidos, esgrimiendo insostenibles argumentos de que si todo mundo estuviera armado, eso desalentaría a los criminales (si así fuera, con los casi 300 millones de armas que existen en Estados Unidos, sería suficiente para ese desaliento, ¿no creen?).

En lo que estoy de acuerdo con las opiniones de mis amigos es que, en efecto, la maldad y el deseo de hacer daño se trae por dentro y ya las armas son el detonante de la acción. Pero, entonces, ¿qué provoca tal maldad, la salida del asesino instinto? Y eso es algo que ya he discutido antes, pero que, resumidamente, podría decirse que se debe al materialismo, al egoísmo y al individualismo en que la sociedad, no sólo la estadounidense, sino la mundial, ha ido enfilándose desde hace años, que han ido convirtiendo a la mayoría de los humanos en simples autómatas, quienes deben de cumplir eficientemente con sus labores, con tal que el capitalismo salvaje se reproduzca, a cambio de recibir una remuneración, baja por lo general, que les permita comprar sus satisfactores, lo que también contribuye a la reproducción del sistema. Ello va creando un vacío existencial, que, en general, no es cuestionado por los autómatas, tan sólo enfrascados en satisfacer sus requerimientos materiales, dejando a un lado el necesario crecimiento espiritual. Sólo quien rebasa el nivel de automatismo para convertirse en un ser consciente y pensante, puede ir haciendo durante su vida actividades que, en efecto, le permitan enaltecer su espíritu. Pero cuando un autómata se da cuenta del vacío existencial en que ha estado sumido o, digamos, se aburra, repentinamente puede estallar y hacerlo en la manera en que muchas de esas personas lo hacen en Estados Unidos, matando a otros, desquitando sus frustraciones existenciales asesinando a mansalva, convertidos en autómatas, pero asesinos, una especie de terminators.

Y si entendemos el problema de la violencia irracional, el de por qué se gesta, mediante los breves conceptos anteriores, entonces eso explicaría lo de la maldad, sí, pero no podemos aislarla, como dije, de la facilidad para armarse que existe en Estados Unidos, que vuelve a dicha maldad una acción letal.

Y con esas reflexiones me quedo, no aceptando la simplista posición de que si alguien hubiera tenido un arma, se habría evitado la matanza, pues eso es justificar la presencia de las armas. En todo caso, lo grave, considero, es que se mantengan e intensifiquen las condiciones materiales, individualistas y egoístas que llevan cada vez más y más a permitir que el automatismo social se mantenga y que, de cuando en cuando, estalle en determinados individuos y se vuelva una acción letal y hasta lucrativa, que tales condiciones, en lugar de disminuir, se vayan reforzando y generalizando como patrón de comportamiento humano.
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Fuente: Argenpress
Eso, sí, está mal.