Nos equivocamos con Trump Imprimir
Imperio - Estados Unidos
Escrito por Tomás F. Ruiz / UCR   
Miércoles, 16 de Noviembre de 2016 00:00

A la vista del inesperado resultado de las elecciones norteamericanas, no cabe duda de que todos nos equivocamos con Trump. Todos esperábamos que la candidata demócrata fuera la elegida... Pero nos equivocamos y ahora el nuevo presidente del país más beligerante del planeta se prepara para poner en práctica su particular concepción de “defender” los intereses norteamericanos, dentro y fuera de sus fronteras. Para empezar, ha declarado que va a deshacerse de un plumazo nada menos que de tres millones de inmigrantes indeseables.

La verdad es que nadie se ha atrevido a decirlo. Ni comentaristas políticos, ni analistas, ni nadie del resto de países que hay regados por todo el planeta. Nadie se ha atrevido a encarar de frente a frente el gran peligro que este nuevo fuhrer del siglo XXI representa para la humanidad. Ni parece que nadie haya reflexionado sobre las consecuencias internacionales que va a tener la elección de este individuo al frente de Estados Unidos.

Los más atrevidos, han sugerido que Donald Trump ha ganado la presidencia gracias a un sistema electoral corrupto (un sistema que ha demostrado ser tan degenerado como el que en España ha confirmado en el poder a herr Mariano Rajoy). Por ende, en un país donde el dólar es el principal dios en el que cree la gente, no hay duda de que los votos también están en venta. El dinero, la inmensa fortuna de Donald Trump, todo lo puede.

También hay que ser realistas y reconocer que los casi 60 millones de norteamericanos que han votado a Trump no lo han votado por equivocación. En contra de lo que muchos opinan, los votantes de Trump no son tarados mentales. Sabían lo que hacían y no han pestañeado un ápice a la hora de poner su país en manos un individuo como éste. Si lo han votado es porque creen en su políticas segregacionistas, en sus leyes de acoso al inmigrante, en sus delirios de grandeza y en su discriminación sistemática por razón de raza, religión y, especialmente, sexo.

Trump no es un retrasado

Tampoco consuelan aquellos analistas que insisten en que Trump no es el engendro nazi que sus propuestas electorales presumen, aquellos que pretenden autoconvencerse de que todas las políticas xenófobas, pro belicistas, racistas y de limpieza étnica de las que Trump ha alardeado durante su campaña electoral son sólo un escaparate y no se pondrán nunca en marcha. Los ciudadanos alemanes que votaron a Hitler en los años 30, también quisieron después lavarse las manos y evadir la responsabilidad que les correspondía en aquella aberrante elección del canciller que más dañó hizo a Alemania a lo largo de toda su historia.

Seamos sinceros, al menos con nosotros mismos. Aquellos que tachan a Trump de tarado mental se equivocan. El magnate es inteligente. O al menos así se lo podría considerar en Norteamérica, donde el nivel de inteligencia de un individuo se mide por los millones que posee: cuanto más rico es un hombre, más inteligencia tiene.

La campaña electoral no ha sido una sarta de promesas y elucubraciones que Trump siempre tuvo claro que jamás cumpliría. No. En el caso de Donald Trump va a ser todo lo contrario. Esto es, que el magnate se ha quedado corto en sus promesas y que ahora se aplique con mucha mas intensidad de lo que todos esperaban en desintegrar la sociedad norteamericana y arrojar a EE.UU al abismo.

De inmigrantes a esclavos

Como billonario que es, Trump sabe que la economía de Estados Unidos no podría funcionar sin la decisiva y barata mano de obra extranjera. El auténtico objetivo de su política migratoria no es la de echar del país a los millones de trabajadores foráneos que cargan con los empleos más indeseables, los que ningún otro ciudadano estadounidense quiere.

Endurecer las leyes migratorias, así como dificultar el acceso al mercado laboral de los inmigrantes, cortándoles beneficios, rebajándoles los sueldos o creando escuelas segregacionistas para sus hijos, son medidas de empobrecimiento que no tienen en realidad el objetivo de echar a los extranjeros (legales o ilegales) de Estados Unidos. Se trata de crear entre ellos la incertidumbre, dibujándoles un futuro siniestro y sembrando terror entre sus comunidades. Se trata de subvencionar a los pistoleros que “cazan” inmigrantes en la frontera, premiarles su puntería, sugerirles que disparar contra espaldas mojadas indefensos puede ser una rentable profesión, así como una patriótica forma de vida. Se trata de dar a luz un nuevo KKK, éste obsesionado por los “chicanos”, no por los negros. Un inmigrante hambriento trabaja con salarios de hambre. Un inmigrante acosado no pide contratos a los patronos. Un inmigrante aterrorizado no reclama sus derechos.

Aterrorizar a colectivos indefensos

En definitiva, se trata de utilizar el terror para rebajar las aspiraciones a una vida digna que puedan tener los inmigrantes, mantenerlos siempre en sus infectas condiciones de vida, en sus mercados de trabajo clandestinos. Se trata de que trabajen y callen.

Donald Trump lo ha dejado bien claro. Como millonario, sabe que la economía sumergida ‑la que elude los impuestos, contrata ilegales, paga salarios de vergüenza y esclaviza a los trabajadores­‑ es la que ha llevado a Estados Unidos al lugar donde ahora se encuentra. Si quiere ser fiel a su trayectoria política, Trump tendrá que fomentar este mercado ilegal de inmigrantes sin papeles como motor principal de su particular recuperación económica. Amenazar y acosar a los inmigrantes es la fusta con la azotará el país para recuperarlo... Como su slogan electoral decía, para “hacerlo más grande”.

Si el tema de la inmigración va a cambiar sustancialmente durante el mandato de Trump, también lo va a hacer el de la represión policial y el de la política interna. Si ya con Obama (que era de raza negra) los policías podían apalear a negros y dispararles con impunidad absoluta, el practicar el tiro al blanco con hombres negros se convertirá ahora en el deporte oficial de los Estados Unidos.

Se levanta la veda del musulmán

A partir de ahora va a aumentar la conflictividad en las calles de Norteamérica. No solamente por las inevitables movilizaciones de colectivos afectados por las leyes represivas que se impongan para destruir los escasos derechos laborales y beneficios sociales que los inmigrantes han conquistado hasta ahora; también por el acoso y persecución de que van a ser objeto todas las comunidades musulmanas que existen en USA.

Si alguien duda de que Donald Trump va a abrir la veda contra el musulmán en su propio país, no tendrá que esperar mucho para comprobarlo. Eso sí, será necesaria la sanguinaria simulación de otro atentado masivo en suelo norteamericano, para justificar así las políticas represivas que se apliquen y para que la misma población norteamericana clame también por una inmediata y ejemplar revancha. A fin de cuentas, estamos hablando del país donde el linchamiento fue hasta hace poco la peculiar forma que los ciudadanos de a pie tenían de aplicar justicia. Más de treinta estados aun mantienen vigente la pena de muerte en USA.

Si su antecesor republicano, George W. Bush, fue capaz de provocar un atentado del calibre del de las Torres Gemelas, con un balance de casi tres mil víctimas norteamericanas, para conseguir exclusivamente que la población norteamericana apoyara su invasión de Irak... ¿De qué no será capaz Donald Trump para conseguir que la bandera de barras y estrellas imponga en todo el planeta su particular pretensión de control absoluto?