Portugal. Las elecciones legislativas del 5 de junio de 2011: ¡Más de lo mismo! Imprimir
Imperio - Unión Europea
Escrito por Pedro da Nóbrega / Traducido por Manuel Talens   
Lunes, 13 de Junio de 2011 05:12

Caperucita es e loboEs de lamentar que la victoria de la derecha en las elecciones legislativas del 5 de junio en Portugal no cambiará la situación potencialmente explosiva que vive el país, pues si la caída del gobierno socialista de Sócrates (PS) se debió a su voluntad de imponer el drástico plan de austeridad que exigen los acreedores del FMI y del Banco Central Europeo, la nueva mayoría derechista no tiene la menor intención de seguir un camino distinto, sino más bien de endurecer la amarga pócima.

 

No hay que olvidar que aquel plan de austeridad era la prolongación de otras medidas similares y de un presupuesto que sólo había podido aprobarse con la complicidad del ganador de las elecciones actuales, el Partido Socialdemócrata (PSD), que es el más importante de la derecha portuguesa, y que dicha política no difiere en nada de la que este mismo partido ya aplicó cuando gobernaba con el apoyo del aún más derechista Centro Democrático y Social (CDS).
 
Por mucho que pueda sorprender, son estos los tres partidos –PS, PSD y CDS– que desde hace décadas han infiltrado el poder con políticas más o menos liberales, tras someterse dócilmente a las horcas caudinas de una integración europea sin más horizonte que la desregulación capitalista. El número total de diputados es de 230 y, si bien el CDS sigue siendo la tercera fuerza política del país con el 11,74% de los votos y 24 miembros electos (es decir, 3 más que en la anterior legislatura), el ganador de la apuesta es el PSD, que con el 38,63% y 105 diputados aumenta en 24 el número de sus representantes, lo cual no significa que alcance la mayoría absoluta, situada en 116, sea cual sea el resultado final en las circunscripciones reservadas a los emigrantes, que eligen 4 diputados. El Partido Socialista (PS) desciende a su nivel más bajo desde 1987 con el 28,05%, pierde 24 diputados y se queda sólo con 73.
 
Vemos, pues, que el mismo bloque central que provocó la crisis se encuentra por enésima vez al mando del país, lo cual es la prueba más evidente de una alternancia convertida en caricatura de democracia: lejos de ofrecer perspectivas de cambio, de elección en elección únicamente se redistribuyen las cartas de la baraja entre los mismos compadres.
 
Dos cifras resumen esta situación desesperante:
 
La primera está constituida por la suma de los votos obtenidos por estos tres partidos: en las legislativas de 2009 se elevó a 4.323.681; en éstas, a 4.355.510, lo cual demuestra una gran estabilidad, incluso si se trata de un voto proporcional. La segunda es mucho más inquietante, pues ilustra el alejamiento cada vez mayor entre la representación política y el país real: se trata del porcentaje de abstención, que asciende al 41,1%, enormemente elevado para tal escrutinio, sobre todo si se lo compara con el 8,34% de votantes que se abstuvieron en las primeras votaciones libres después de la caída de la dictadura fascista en 1975. A esto se le debe añadir el 4,1% de votos en blanco, nulos.
  
Es preciso constatar que esta alternancia ha ido atenuando las posibilidades democráticas hasta imponer un modelo institucional de democracia de "baja intensidad" que impide cualquier alternativa de cambio social, por mucho que éste sea uno de los elementos fundamentales de la democracia. Un cerrojazo político como éste reduce la participación de los ciudadanos y fragiliza la legitimidad democrática institucional, situación que no es ni mucho menos exclusiva de Portugal.
 
La ausencia de alternativa es una de las razones más importantes que han dado lugar a movimientos espontáneos de contestación social como la geração á rasca (generación sin futuro) en Portugal o los indignados en España, que en el marco de esta democracia por delegación no ven la menor respuesta a las dificultades cotidianas a que deben enfrentarse para sobrevivir.
 
Porque contrariamente a lo que pretenden algunos discursos convencionales, el nivel medio de los salarios en Portugal está entre los más bajos de la Unión Europea; tales discursos silencian la explosión de precariedad que puso de manifiesto el movimiento de los "recibos verdes" iniciado el 12 de marzo de 2011 por miles de jóvenes precarios, en su mayoría diplomados. También silencian la extraordinaria desigualdad salarial del país, pues los salarios más altos, tanto en el sector público como en el privado, se encuentran entre los más pingües de la Unión Europea. Todos estos elementos han convertido de nuevo a Portugal un país de emigración.
 
Es verdad que el espejismo de la integración en el "Eldorado europeo" y su vértigo consumista mantuvieron durante un tiempo la ilusión, pero a la hora de pagar las facturas siempre son los mismos quienes han de hacerlo: aquellos a quienes sin cesar se les exigen sacrificios mientras que a otros, los que elogiaron el espejismo y se beneficiaron de él, mantienen el mismo discurso de rigor, destinado a los más pobres, sin jamás poner en entredicho sus actuaciones políticas y económicas, como si no hubiese otra salida. Es todo este proceso lo que ha alimentado el profundo desencanto que hoy se expresa mediante la abstención, el atractivo de los discursos más demagógicos y la desconfianza en la representación política.
 
 

"Programa de agresión contra el pueblo y el país": de izquierda a derecha, Paulo Portas (CD), Sócrates (PS) y Pedro Passos Coelho (PSD), nuevo Primer Ministro en potencia. Los mismos aquí abajo.

 

"Para bailar el tango hacen falta dos... pero en Portugal son tres"

 

Esto es mucho más evidente en países como Portugal o España, donde no existe una tradición comunitaria entre la izquierda, pues incluso si sus partidos socialistas han adoptado opciones neoliberales, parece improbable un sobresalto como el de 2005 en Francia cuando se votó el proyecto de Constitución europea.
 
Es esa misma izquierda la que en Portugal acaba de conocer destinos distintos:
 
Si bien la Coalición Democrática Unitaria (CDU), que agrupa al Partido Comunista y a los Verdes, no ha salido malparada con cerca del 8% del voto y es la única formación de izquierda que no retrocede, pues no sólo ha logrado mantener a todos sus miembros salientes, sino que ha hecho elegir diputado a uno de los suyos en una región que le había sido hostil desde hace 20 años, no ha obtenido el rédito político que habría cabido esperar del activo papel que ha representado estos últimos meses en los grandes movimientos sociales. Sin embargo, se ha confirmado como la cuarta fuerza del país con 16 diputados.
 
En cuanto al Bloco de Esquerda (miembro del PGE europeo), con sólo un 5,2% pierde la mitad de sus votos y de sus diputados y paga de esta manera su falta de implantación social, así como sus vacilaciones tácticas frente al PS, justificadas por su voluntad de reemplazar a la CDU en la izquierda.
 
Es en el terreno de lo social donde se va a jugar la partida y en la capacidad de la izquierda para replantearse su campo de acción con el fin de reinventar otras relaciones en la acción política que le permitan conectar con las aspiraciones que hoy se expresan en las calles y plazas de las grandes ciudades del país. De hecho, esta semana tendrá lugar una gran huelga de trabajadores del ferrocarril y la intensificación del programa de privatizaciones prometida por la derecha no va a apaciguar el clima social.
 
Pero para rehabilitar la representación política ante todos los que padecen bajo un sistema que los desprecia y los machaca será necesario que el conjunto de la izquierda acepte plantearse la pregunta de la legitimidad democrática actual del marco institucional, en particular el europeo, y ponga en entredicho sus prácticas y posiciones.
 
La izquierda debe hacer creíble la idea de que la política puede cambiar nuevamente la realidad y ensanchar el campo de lo posible.