11 de Septiembre de 1973 . Unas palabras en el aniversario de la vigencia del compañero Salvador Allende Imprimir
Imperio - Latinoamérica
Escrito por Miguel Pastrana / UCR   
Domingo, 11 de Septiembre de 2011 04:04

Salvador AllendeIntervención de Miguel Pastrana en el Acto Público de Conmemoración en el Ateneo de Madrid, 10 de septiembre de 2011 

Buenas noches y gracias por su asistencia. 

Nos reunimos hoy, víspera del once de septiembre, en un lugar emblemático de la sociedad, la cultura y la política españolas, para rendir merecido homenaje a la figura de un gran Presidente de una nación hermana. Hablo de Chile y de Salvador Allende. 

 

Lo primero que me corresponde, en representación de la Junta de Gobierno del Ateneo de Madrid, es el agradecimiento a todos los organizadores e intervinientes en este acto. Nos sentimos verdaderamente honrados de poder acogerlo en nuestras instalaciones y en toda la medida de nuestras posibilidades. Yo quiero personalizar mi reconocimiento en un buen amigo y ateneísta "de pro", Eugenio Carcedo. El verdadero artífice de que estemos hoy aquí. Sin él, no hubiera sido posible. 

Me han pedido los compañeros y compañeras que diga unas palabras sobre Salvador Allende. Sería presunción mía que yo pretendiese descubrirles a Vds. algo nuevo sobre alguien que forma ya, por derecho propio, parte de toda la humanidad que cree en un destino mejor para nuestro mundo. 

Por tanto, me limitaré a compartir brevemente unos sentimientos que nacen, como no podía ser menos, desde la más profunda emoción: 

El pasado 19 de julio, en un acto también en este gran salón y en reconocimiento también a defensores de la Democracia aun a costa de su propia vida –en aquel caso, de los republicanos y republicanas españoles y españolas- , cité las palabras de otro gran Presidente, alguien a quien tenemos igualmente gran aprecio –como a Salvador Allende- en este Ateneo de la Libertad. Me refiero a Juan Negrín, Jefe del Gobierno de la Segunda República Española durante la guerra contra el fascismo, la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. 

Dijo, refiriéndose quienes caían en combate por la Democracia, por la República: "por saber morir, ganaron el sobrevivir". 

¡Cuántas veces no he pensado yo en la justeza de estas palabras de nuestro gran Presidente republicano español, aplicadas también a luchadores del mundo entero, y aplicadas al Presidente del Pueblo Chileno, compañero Salvador Allende! 

Supo vivir con dignidad y honor. Así murió en combate por la Democracia y la Justicia Social. Y donde haya quien se preocupe por ellas, vivirá por siempre. 

Salvador Allende, en su vida y en su muerte, demostró que las causas nobles exigen también rectitud a la hora de defenderlas. Que no todo vale y el fin no justifica los medios. Como en el caso de Negrín, esto es algo que sólo hoy podemos ver en toda su amplitud, pero ya de forma inconmovible: su victoria sobre los verdugos, sobre los asesinos. 

Donde quiera haya un corazón que se preocupe y solidarice con el sufrimiento del prójimo, con no permitir que se le explote, con posibilitar su igualdad de oportunidades y derechos, ahí está Salvador Allende. 

En lo público, en lo colectivo, en lo que es de todos compartido. Ahí está. Como está también en la República Española –que él defendió-, aún pendiente de restituir. ¡Y que restituiremos! Porque no hay privilegios de cuna ni sangre que valgan, ni quien pueda hurtarle al Pueblo el derecho a decidir sobre su propio Gobierno. Lo estamos viendo en lugares del mundo para algunos insospechados. Donde pensaban, algunos, que no se querían Libertad, Igualdad y Fraternidad. ¡Pero la quieren! 

Porque es lo consustancial al ser humano, más allá del poder del dinero, la injusticia y la opresión. 

Pudo haber salvado su vida, incluso –tal vez- su Gobierno, Salvador Allende, de haber renunciado unilateralmente, sin consultarla, a compromisos con la Ciudadanía que le eligió. De conculcar las prácticas cívicas y democráticas que mantuvo hasta el último día de su vida y por las cuales murió; supo morir. 

Pudo haberse salvado de haber hecho eso; de haber entrado en la lógica perversa de sus verdugos. Pero no lo hizo. Y ésa es su victoria. Porque hoy celebramos, también, una victoria en el tiempo: la del Compañero-Presidente de la República de Chile, Salvador Allende. 

Una victoria que se agranda cada día en las naciones de América. Pero también, de África, de Asia... Y yo digo, que no lejano el día en que en Europa y en España en su forma Republicana, de Gobierno del Pueblo y para el Pueblo. 

Conmemoremos pues, hoy, la vigencia de Salvador Allende. De su Ejemplo democrático, republicano, revolucionario. Con el cual, hemos de seguir -tomando sus palabras- todos, "abriendo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor". 

Muchas gracias. ¡Viva el Pueblo, Viva la República!