Algunas reflexiones sobre la constituyente venezolana PDF Imprimir E-mail
Imperio - Latinoamérica
Escrito por José Juan Hdez / UCR   
Jueves, 03 de Agosto de 2017 04:43

8.089.320 venezolanos acudieron el domingo 30 de julio a votar la elección de una asamblea constituyente en Venezuela. Esa cantidad representa el 41,5% del censo habilitado para participar en la votación. Viéndolo así, ateniéndonos exclusivamente a los números, podríamos pensar que la cifra es baja. Sin embargo, y la oposición lo sabe, la cifra es un gran éxito para el chavismo. También lo siente como un avance propio la izquierda que no le baila el agua a la derecha o no quiere vivir en los alegres mundos de Yupi, aquellos pagos angelicales donde no existe barro y la dureza de una situación de lucha de clases, de disputa del poder planteada a cara de perro.

Esa cara colmilluda que enseña la derecha cuando sus privilegios son puestos en cuestión, cuando un pueblo entra en el peligroso proceso, para los intereses de la oligarquía, de pensar, de tomar conciencia, de sentirse un sujeto protagonista de la historia. Es lamentable ver a tanta gente, supuestamente de izquierdas, atacar al proceso bolivariano. Sí, esta palabra es esencial, proceso, ninguna revolución o cambio social importante lleno de tensiones y enemigos se gana en poco tiempo. Tampoco está libre de errores, de burócratas o corruptos, circunstancia que, en ningún caso debería llevar a una persona de izquierdas que sea consecuente a desear la derrota revolucionaria ante una derecha entregada a la violencia y a la coacción y apoyada por poderosas fuerzas extranjeras. Una derecha que está repitiendo en Venezuela, 40 años después, la guerra económica que libró en Chile contra el gobierno de la Unidad Popular encabezado por Allende.

Ese Allende al que cierta izquierda, que denosta a Maduro tratándolo poco menos que de patán, santifica, tal vez porque la derrota, más si esta se tiñe de martirio, despierta una empatía que aunque a la izquierda la dignifica (y hace bien en reconocer heroísmo de Allende) al capital, en el fondo, le importa un pimiento. Son o desconocedores o tergiversadores de la historia. Allende sufrió una guerra económica de la burguesía (es celebre la frase de Nixon: “haremos chillar a la economía chilena”), con acaparamiento y escasez, porque el proyecto de la Unidad Popular era la construcción por vías pacíficas de una sociedad socialista, horizonte que también se plantea el gobierno bolivariano de Venezuela. Por eso, gustos verbales o apariencias estéticas aparte, el guagüero venezolano simboliza hoy, para la izquierda mundial antiimperialista, lo que el médico chileno significó ayer. Con una gran diferencia, la partida chilena se perdió. La venezolana sigue en disputa. Y sobre esta comparativa un último dato: Allende sacó un 36% de los votos populares. Le aupó a la presidencia el hecho de que el centroderecha se presentó dividido.

8.089.320 venezolanos acudiendo a las urnas es la segunda mejor votación histórica del chavismo, solo superado por el propio Chávez, en la elección presidencial de 2012, con 8.191.132 votos. Las fuerzas de la revolución en Venezuela se quedaron a solo 100.000 votos de su mejor resultado histórico, mejorando en más de medio millón los siete millones y medio sacados por Maduro en el año 2013. Y todo esto en unas circunstancias durísimas, con zonas donde la oposición no es que llamara a la abstención, lo que sería absolutamente lícito, es que forzó, ¿dictatorialmente?, la no apertura de colegios electorales en determinados barrios que además se vieron “trancados” con barricadas donde actúa como fuerza de choque el lumpenproletariado, grupo social que Tribuna Popular, órgano de prensa del Partido Comunista de Venezuela define y caracteriza, con clarificadora precisión:

“Es aquella parte de la clase obrera que queda fuera del proceso de producción y socialmente marginada”

(…)

“El lumpenproletariado es extraordinariamente vulnerable y, por ello, es en su seno donde la burguesía ha reclutado la carne de cañón imprescindible para sofocar cualquier rebelión dirigida contra su dominio. La legión de los excluidos no se caracteriza, pues, por su inadaptación, sino por su exceso de adaptación precisamente. Nadie está más aferrado a los valores y símbolos capitalistas que sus primeras víctimas, quienes han padecido en sus carnes con toda crudeza la dialéctica del amo y el esclavo. No se trata sólo de un sector social desclasado sino privado de su conciencia de clase y, en consecuencia, el más expuesto al bombardeo mediático: todas las taras ideológicas de la sociedad actual se manifiestan más acusadamente entre estos desplazados entre los que la burguesía suele reclutar sus fuerzas de choque.”

La “dictadura” venezolana, en aras de no agudizar los enfrentamientos, decidió no forzar la apertura de esos colegios y lo que hizo fue habilitar centros de contingencia, como el Poliedro de Caracas, donde pudieran votar las personas que no tuvieron opción de decidir libremente si hacerlo o no porque, dominados por la “democrática” oposición, en los barrios de clase media o alta, era materialmente imposible. María Alejandra Díaz profesora de derecho constitucional explicaba en TeleSur como ella había tenido que salir de su barrio a las tres de la mañana para evitar el cierre de las vías y poder votar en uno de esos centros de contingencia. A los que sitúan en la cúspide esa abstracta libertad individual que no existe ¿les parece bien que los chavistas de los barrios pudientes tuvieran que desplazarse a kilómetros de distancia a votar? En los barrios de mayoría chavista no sacaron a los opositores a la fuerza para incrementar el saco de la participación, que, una vez la oposición declino la contienda, era el cogollo del asunto ¿Se imaginan grupos de vecinos en el estado español impidiendo la apertura de colegios electorales y declarando “cerrados” barrios enteros? ¿Lo consentiría el gobierno español o lo consideraría un ataque cuasi terrorista a la sagrada constitución y a las libertades de los “mucho” españoles? Curiosamente, en el referéndum que hizo la oposición, fuera de todo cauce legal, el 16 de julio, ningún chavista impidió a ningún opositor, viviera donde viviera, que fuera al lugar que estimara oportuno a participar en esa consulta que todos los “medios de manipulación masiva” españoles bendijeron como culmen democrático a la par que, esos mismos medios, sin asomo de sonrojo, consideran el referéndum en Cataluña una acción antidemocrática y totalitaria de la Generalitat. El “demócrata” Mariano Rajoy, que sobre un censo de más de 36 millones de electores obtuvo menos de 8 millones de votos (22.5% del censo electoral), ha sido taxativo: “El referéndum no se va a celebrar”. En cambio, el extraño “dictador” Maduro sí permitió la consulta de la oposición.

8.089.320 votos de cuya limpieza desconfían (¡pucherazo!) tanto la oposición como esa comunidad internacional que componen EEUU y sus gobiernos acólitos. Para el asco tres ejemplos bastan. Colombia con sus 7 bases norteamericanas, su incremento en presupuesto militar y un goteo tan inexorable como silenciado de líderes sociales asesinados. México con sus 43 de Ayotzinapa que el españolito medio desconoce porque, desgracia dentro de desgracia, no nacieron en Venezuela. Brasil con el golpista Temer acusando a Maduro, electo con más del 50%, de dictador. Los díscolos: Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Rusia… Deben formar lo que denominaríamos, con cierta laxitud lingüística, la anticomunidad internacional. Lo que sería a nivel casero la antiespaña de toda la vida. Es apropiado recordar a los teóricos, tanto internos como externos, del puchero, que el CNE controló las elecciones parlamentarias que ganó la oposición en 2015 e incluso los procesos electorales internos de esa oposición cuando ha elegido un candidato único para enfrentar al chavismo. Cada victoria de las fuerzas revolucionarias en Venezuela ha ido acompañada de las fanfarrias mediáticas lanzando a los cuatro vientos la sospecha, insidiosa, de un fraude que, aunque nunca se demuestre, sirve para apuntalar el concepto con el que los medios trabajan sin descanso: dictadura. Una de esas palabras que sirven para lo que a mí me gusta definir como huída del pensamiento y entrega a una cómoda aquiescencia.

Grupo de personas en el Estado de Táchira que tuvo que cruzar el río Torbes como vía alterna para pode acudir a votar

 

Ártículo también publicado en la página personal del autor: El Blog de José Juan Hdez