La Transición terminará cuando llegue la Tercera República Imprimir
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Escrito por Iñaki Anasagasti en su Blog   
Lunes, 01 de Agosto de 2011 00:00

¡Fuera el rey! ¡Viva la República!Hace algún tiempo se especulaba sobre el momento en el que terminó la llamada Transición española de la dictadura a la democracia. Para unos fue el 15 de junio de 1977, fecha de cuando se realizaron las primeras elecciones legislativas tras la larga dictadura. Para otros lo fue cuando el intento de golpe de estado del 23-F de 1981 no prosperó y de alguna manera conjuró los continuos intentos golpistas que se producían bajo el nombre de "ruido de sables". Para otros, en octubre de 1982, cuando el partido socialista ganó las elecciones y se produjo la alternancia entre un partido de centro derecha por uno de centro izquierda y, para los más europeístas, cuando España, junto a Portugal, fueron admitidas en la Unión Europea en 1986.

 

Sin embargo para mí, la Transición no habrá terminado de verdad, hasta el día en el que llegue la Tercera República, habida cuenta que la segunda llegó de la mano del voto popular y fue liquidada por el fascismo internacional y por unos militares golpistas, el 18 de julio de 1936, habiendo dejado como herencia y muestra de que ese régimen seguía "atado y bien atado" la figura del jefe del estado actual designado por el dictador "sucesor a título de rey". Mientras esto no se produzca, seguiremos en las mismas y desconociendo una parte fundamental de nuestra historia reciente.

De ahí que desee iniciar esta reflexión haciéndonos presentes en el Congreso de los Diputados en noviembre de 1931. El 14 de abril de aquel año se habían producido unas elecciones municipales que habían hecho que España se acostara monárquica y se levantara republicana en frase del almirante Aznar. Y como consecuencia de aquello, el rey Alfonso XIII tuvo que tomar el portante y marcharse al exilio, desde donde no dejó de conspirar y tratar de volver como rey. Pero, tras las elecciones legislativas de junio de aquel año, quedaba pendiente que hacer con aquella supuesta legitimidad. Y los representantes públicos elegidos democráticamente quisieron dejar las cosas muy claras y, en memorable sesión parlamentaria, prescindieron de la monarquía y le pidieron al rey y a sus sucesores no volvieran al país y devolvieran todo lo robado.

La acusación a Alfonso XIII

Y para que quede claro el acuerdo parlamentario aprobado en aquella misma Cámara y bajo presidencia del socialista Besteiro, he aquí el texto de acusación que era muy contundente. Decía así:

"Texto definitivo que aprobaron las Cortes por mayoría absoluta pasadas las 3,30 de la madrugada entre el día 19 y 20 de noviembre de 1931.

"Las Cortes Constituyentes declaran culpable de alta traición, como fórmula jurídica que resume todos los delitos del acta acusatoria, al que fue rey de España, quien, ejercitando los poderes de su Magistratura contra la Constitución del Estado, ha cometido la más criminal violación del orden jurídico del país; en su consecuencia, el Tribunal soberano de la nación declara solemnemente fuera de la ley a Don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena. Privado de la paz pública, cualquier ciudadano español podrá aprehender su persona si penetrase en territorio nacional.

"Don Alfonso de Borbón será degradado de todas las dignidades, derechos y títulos, que no podrá ostentar legalmente ni dentro ni fuera de España, de los cuales el pueblo español, por boca de sus representantes elegidos para votar las nuevas normas del Estado, le declaran decaído, sin que pueda reivindicarlos jamás para él ni para sus sucesores.

"De todos los bienes, acciones y derechos de su propiedad que se encuentren en territorio nacional se incautará en su beneficio el Estado, que dispondrá del uso más conveniente que deba dárseles.

"Esta sentencia, que aprueban las Cortes soberanas Constituyentes, después de sancionada por el Gobierno provisional de la República, será impresa y fijada en todos los Ayuntamientos de España y comunicada a los representantes diplomáticos de todos los países, así como a la Sociedad de Naciones".

La designación de Juan Carlos como Príncipe de España en 1969, y no Príncipe de Asturias, resaltaba hasta qué punto la Ley de Sucesión rompía con la continuidad y la legitimidad de la dinastía Borbón. La nueva Monarquía iba a ser la de Franco y solamente la de Franco. Pero rompía algo más. Aquel acuerdo democrático de noviembre de 1931.

Como se ve, el acta acusatoria contra Alfonso XIII dice de forma clara y tajante que este Borbón no podría reivindicar ningún derecho ni para él ni para sus descendientes o sucesores.

Sin embargo, en esta España anestesiada, vemos un día sí y otro también, cómo la pareja formada por Felipe de Borbón y Letizia Ortiz son noticia por una cosa o por otra. Por inaugurar un Instituto Cervantes en el mundo, sin hacer alusión nunca a las lenguas cooficiales, por inaugurar un curso de lo que sea leyendo un discurso que nadie sabe a quién representa, por asistir a la toma de posesión de un presidente iberoamericano, sin que nadie pueda controlar parlamentariamente de lo que se habla en estas reuniones ni por qué un señor, por el mero hecho de ser hijo de su padre, merezca tales honores, o bien por sus vacaciones o por los acontecimientos familiares, el caso es que a ésta pareja la tenemos ya hasta en la sopa. Y no solo a ellos, sino a sus hijas que curiosamente no tienen la protección de los demás niños españoles a los que se les tapa la cara en los boletines informativos. Aquí quieren que les conozcamos y los vayamos haciendo poco a poco parte de nuestro paisaje emocional. Y todo esto pagado con dinero público, como es el caso de los Premios Príncipe de Asturias, y sobre todo no queriendo cambiar la Constitución española en su aberrante artículo en el que se le da la primacía al varón sobre la mujer no vaya a ser que en el referéndum que obliga a éste cambio, se produzca alguna sorpresa por parte de unas nuevas generaciones que podrían hacer con su voto, lo que no se les permitió a sus padres en 1978 cuando se aprobó la Constitución, cuando sin referéndum expreso alguno se aprobó que España era la monarquía que había dejado el general Franco de herencia.

El rey está desnudo

Pero ya empiezan a decirse algunas cosas. Últimamente ya no solo se editan tediosas ediciones de libros laudatorios sobre D. Juan Carlos y su hijo, sino que empiezan a asomar por las librerías títulos como "El Pecado Original de la familia Real Española" de Josep Carles Clemente, "Retrato de un Matrimonio" de Jaime Peñafiel,"Juan Carlos I, el Ultimo Borbón", de Amadeo Martínez Inglés, "La Corona está que arde" de Fernando Gracia y otros títulos escritos quizás al calor de las polémicas de 2007 y de los cumpleaños del rey y de su hijo. No son muchos aunque estos libros por otra parte, comienzan a hablar desenfadadamente de los negocios del rey y su familia, de sus amistades peligrosas y de cómo se llevan personalmente unos con otros, cuestiones éstas oportunas pues a fin de cuentas al rey y a su familia le pagamos todos su sueldo y caprichos con dinero público.

Por eso quizás una cierta originalidad del libro que escribí sobre la censura que rodea al rey, consiste en que por primera vez está escrito desde la política y el fallido control parlamentario tratando de apuntar algo que es una evidencia: la actual monarquía española aparece en todas las encuestas como la institución más valorada porque se sabe muy poco de ella y lo que se sabe está perfectamente diseñado para que usted crea que todo el monte es orégano.

Quizás, en los años 1976 y 1977 fue necesario que así lo creyéramos para que el paso de una dictadura a una democracia fuera lo menos traumática posible para la convivencia pero, treinta años después, no creo se puedan seguir manteniendo las mismas fábulas impropias de una democracia madura. ¿O no es una democracia madura la española?.

Parece que no, pues se sigue manteniendo una especie de conspiración de silencio en la que participan políticos, personalidades de todo tipo y medios de comunicación social en torno a la familia real para seguir diariamente manteniendo la convención de que es esta la única fórmula válida en la actualidad para que España no se rompa o para que no acabemos a garrotazos los unos contra los otros.

Quizás esta política se sigue llevando o porque la democracia es frágil y necesita la censura y la autocensura para mantener en pie sus instituciones o bien por una cierta inercia y comodidad porque quien ose levantar el velo se le acusará de desestabilizador o de buscador fácil de notoriedad, dos puñetazos en medio de la nariz, que no todo el mundo está dispuesto a soportar. A fin de de cuentas se vive mucho mejor sin meterse en demasiados líos. Y aludir críticamente a la monarquía no es políticamente correcto ni al parecer de buen gusto.

Y sin embargo es preciso ir diciendo que el rey está desnudo, que su legitimidad de origen no es democrática, por más que aparezca en Títulos y artículos de una Constitución aprobada democráticamente en 1978, que su vida privada no es nada ejemplar, que sus gastos y sus relaciones con amigos comisionistas son impropios y que su falta de responsabilidad ante el delito es algo único en una Europa democrática. Y la explicación del porqué digo estas cosas y del porqué un buen día me harté de seguir haciendo el papel de buen chico en la Villa y Corte fue por la indecente postura real ante la guerra de Irak.

Un periodista, Luis M. Ansón, nada sospechoso de no ser un ejemplar monárquico, aunque no un "Juancarlista" furibundo, sino más bien un "Juanista" consecuente, dijo no ha mucho que "las cosas han cambiado, y las gentes que rodean al rey tienen que recapacitar. Tienen que programar sus actividades teniendo en cuenta lo que pasó en 2007. Si las cosas no se hacen, habrá críticas". Pero no han aprendido.

Ignacio Escolar, director de Público el día del setenta cumpleaños del rey, reflexionaba así:

"Estos días, a cuenta de su 70 cumpleaños, la conspiración de silencio se ha quedado sin adjetivos con los que edulcorar aún más las hagiografías reales. Y es cierto que en estos últimos 32 años España ha vivido el mejor período de su historia. Pero dentro del binomio, "monarquía democrática", tiene más mérito en nuestro éxito la democracia que la monarquía, que es irresponsable según la Constitución tanto para lo bueno como para lo malo. Al rey hay que estarle agradecido por traer sin sangre la democracia a España. Pero para muchos, la Transición es algo tan lejano como la isla de "Perdidos", algo que sólo existe en la tele, en "Cuéntame cómo pasó". Y los agradecimientos se ganan, no se heredan. El tabú real sólo se ha roto en la parte inane del cotilleo, la de la prensa del corazón, y sin tocar nunca al rey. No hay mas libertad de expresión por publicar unas fotos de la princesa en bikini. No hay más transparencia en las cuentas del rey por nombrar a un interventor civil, y no militar, si de todas formas no se cuenta qué se hace con el dinero. Con nuestro dinero. Puede que en España, en el año 2000, existiese una conspiración de silencio en la que participaban todos los medios de comunicación. En el año 2008 que ahora empieza ya no es así".

 

La institución más valorada

Sin embargo hay gente a la que le gusta que le engañen. A mi no. Y si lo hacen, protesto, y, si soy parlamentario, pregunto. De ahí que uno de los comentarios que más me sacan de quicio sea el que dice que la monarquía es la institución más valorada de acuerdo a unas encuestas amañadas cuyas preguntas son genéricas y condicionando previamente las respuestas. Es como si a usted le preguntan si quiere ser más guapo o guapa y usted dice que si, pero si le preguntan si está de acuerdo con pasar por el quirófano y tener un postoperatorio usted seguramente dirá que no quiere complicarse la vida.

Preguntar por el rey sin tener en cuenta sus cacerías, sus dispendios, sus amistades peligrosas y sus negocios con Javier de la Rosa, Mario Conde, Ruiz-Mateos, Manuel Prado y demás comisionistas y sin preguntar por sus aventuras extramatrimoniales o sus extrañas desapariciones, ni por sus larguísimas vacaciones, no deja de ser un imposible y es seguir reconociendo que la censura y la autocensura son permisibles en un sistema democrático. Bien es verdad que a ello colabora un acrítico gobierno que impide el control parlamentario y unos medios de comunicación que siguen manteniendo el discurso souflé de una institución sin lunares.

Pero lo ocurrido en el 2007 no fue cosa menor. Por espacio de dos meses y a raíz del secuestro de la revista El Jueves se abrió la espita, y, sobre todo a la gente joven le gustó aquello, aunque no la quema de fotografías y efigies del monarca, pero sí que se tocara al tabú. No se entiende el viaje de los reyes nada menos que a Ceuta y a Melilla, ni la reunión en octubre del Consejo de Defensa Nacional, ni la celebración del setenta cumpleaños del rey por todo lo alto, de no haber habido aquel fortísimo cuestionamiento público que se saldó silenciando hoy cualquier opinión crítica.

"Me acaban de legalizar" cuenta la leyenda que comentó el rey cuando se aprobó en la Comisión Constitucional el Titulo II referido a la Corona. Ahora, treinta años después, solo falta que comente : "Me tengo que normalizar " y quizás del "Juancarlismo" se pase institucionalmente a la monarquía institucional moderna y controlable, aunque para algunos, para mí, lo más serio y democrático sería una República surgida del sufragio popular.

 

La teoría de la conspiración

Cuando no se quieren abordar los temas de fondo siempre hay alguien que saca a pasear la teoría de la conspiración, (en tiempos de Franco llamada judeo-masónica), y la pone a circular para explicar lo que pasa. Me refiero con esto al hecho de que de repente, la monarquía se pusiera en cuestión y ciertas actitudes reales se han empezado a criticar sin cortapisa alguna. Algo sorprendente porque no estaba en el guión.

Unos dicen que detrás de este terremoto está la derecha más extrema que no admite las carantoñas del rey al socialismo y a los nacionalismos. Otros que son los nacionalismos los que están contra el rey porque el monarca es el símbolo de la unidad y permanencia del estado español y hay que ir a por él.

Creo que las cosas son mucho más sencillas.

Y lo digo por mi experiencia.

Yo me enfrenté con dureza al rey, en la tribuna del Congreso por su actitud en la guerra de Irak. La gente no se acuerda de estas cosas, pero mientras la calle ardía y Aznar nos hurtaba el debate parlamentario, revisé la Constitución y en su artículo 63-3 vi que decía que el Rey, previa autorización de las Cortes Generales, declaraba la guerra y hacía la paz. Y como lo de Irak era una guerra quisimos nos recibiera. Una palabra suya, un gesto quizás, hubiera parado la locura de Aznar o se lo hubiera puesto más difícil. No lo hizo y sólo recibió a Zapatero. Nunca nos dieron la menor explicación, y, aquello para mí fue muy grave. ¿Culpables? El rey y el jefe de la Casa Real, Alberto Aza.

Tras este comportamiento que me demostró que la monarquía no era ni muy útil, ni muy ejemplar, he tratado de lograr que sus gastos sean controlados, que se sepa dónde está cuando desaparece, que su familia, que no está contemplada como tal en la Constitución, como base de poder, pase al ámbito de lo privado y que todo ese cortesanismo barato, de genuflexiones y cabezazos se actualice en saludos respetuosos, pero sin servilismo.

En el verano de 2007, tras el secuestro de El Jueves por el Juez Del Olmo a cuenta de una caricatura, escribí que me parecía más grave que unos empresarios mallorquines le regalasen al Rey el Bribón 14 y que nadie pudiera fiscalizar esas dádivas, que un dibujo, pero debí cometer un grave delito, que fue el de introducir en un escrito la palabra vago, no tanto dirigida al rey, sino a parte de su entorno. Es lo que en todos los corrillos madrileños se comenta pero al parecer no se puede decir en público. Y se armó la marimorena.

Como era de esperar se cogió el rábano por las hojas y vino luego todo lo demás. Curiosamente, fueron los programas llamados rosas quienes rompieron la veda y abrieron la puerta. No los informativos. Y no dejó de ser éste un dato interesante. La monarquía al parecer pierde su status funcional y, al pasar al decorativo, puede comenzar a ser presa de la llamada salsa rosa. Motivos más que suficientes vienen dando. Últimamente todo esto se ha reconducido en lo mediático con una presión directa de la propia Casa Real.

Pacto de silencio

También se le acusó a Zapatero, "el rojo", de todo esto. Se equivocaban quienes así lo hacían. Yo creo que acertaron los que cifraban el malestar en una Transición mal hecha por injusta y rodeada de tabúes. Uno de ellos la monarquía, a la que un pacto de silencio, ausencia de libertad de expresión y censura sobre ella, insensibilidad total con las víctimas de la dictadura franquista, grandes alfombras de la Real Fábrica de Tapices ocultando bajo ellas la inmensa suciedad acumulada en cuarenta años de tiranía, una sociedad anestesiada que pedía pan, circo, fútbol, bodas y bautizos, y el pensar que aquello de atado y bien atado del testamento de Franco se refería quizás mucho más a un rey, símbolo de unidad y permanencia de España, que a una clase política nacida y crecida en el invernadero de su nomenclatura de la que el dictador no se fiaba ni un pelo, mantenía en el escaparate. El resultado puede ser un malestar creciente que empieza con el secuestro de una revista, unas declaraciones llamando vagos a los miembros de la Casa Real, sigue con la quema de fotografías en Cataluña y un abierto desafío a una forma de representación del estado heredero de una dictadura aunque camuflada por lo hecho un 23-F, fecha de la que no se pudo averiguar nada y que ha vuelto a saltar a la luz tras el libro del hijo del Fiscal Herrero Tejedor, padrino de Suárez, que ha escrito que el rey propició la caída de Suárez y fue éste quien impuso, a pesar del presidente del gobierno, al general Alfonso Armada como segundo Jefe de Estado Mayor, uno de los grandes responsables de aquella asonada enloquecida.

Un 23-F por tanto harto sospechoso, del que no se ha podido investigar judicialmente casi nada y mucho menos el papel del Jefe de los Ejércitos pero que ha servido para que los hagiógrafos del monarca marquen con esta fecha la consolidación de la monarquía democrática, cuando fueron aquellos devaneos reales, quienes, quizás propiciaron aquella jornada infausta. Y lo malo es que por fas o por nefas, nadie ha querido o podido saber exactamente que pasó aquella noche y el consabido mes previo, pero esto no ha sido óbice para que el discurso oficial se haya construido alrededor de un hecho falso o hartamente discutible. Yo, personalmente, en las decenas de cenas oficiales a las que he asistido en el Palacio de Oriente no he dejado de escuchar "el invalorable servicio de su Majestad en el afianzamiento de la democracia aquella noche aciaga en la que su valentía y espíritu de servicio consolidó una democracia que daba sus primeros pasos". Pero al parecer no es duro aplaudir este pasaje que todos los jefes de estado en visita oficial siguen pronunciando, como si este hecho no tuviera fecha de caducidad y, sobre todo, como si éste hecho fuera verdad.

Pero se equivocan quienes crean que esta situación se reconduce con campañas y llamamientos de lo políticamente correcto. Quizás este sea el diseño del jefe de la Casa Real, Alberto Aza. El mismo que no acudió en junio del 2007 al homenaje que gentes representativas de toda la sociedad ofrecieron a su antecesor Sabino Fernández Campo. Y se equivocan porque la juventud está en otra onda y es muy difícil ponerle vallas a un campo cada vez más abierto y ventilado.

Silencio

De hecho parece que sorprendió, y, mucho, en La Zarzuela, el silencio catalán y el silencio oficial ante la quema de fotografías del rey el mes de setiembre. Esperaban otra cosa. Le pasó lo mismo que a Luis XVI cuando arrojaban piedras a las ventanas de Versalles. "¿Qué es esto?" preguntaba. "Sire, es la revolución" le contestaron.

Aquí salió a defenderle la última organización que debería haber salido en auxilio del monarca, la CEOE. Y también el otrora portavoz de Jueces para la Democracia y entonces Ministro de Defensa, José Antonio Alonso. Cuando le preguntaron por lo que estaba ocurriendo, contestó: "El gobierno no es republicano sino que el calificativo que mejor lo define es el de constitucional". También hizo hincapié en que "el futuro de la monarquía es inmejorable" mientras le garantizaba aquel 26 de setiembre "todo el apoyo que necesitara en defensa de su papel constitucional como jefe del estado y símbolo de su unidad y permanencia". ¿Querría enviarle algunos tanques en su defensa?

Me llamó la atención que mientras el gobierno trataba de lograr aprobar en la VIII legislatura la Ley de la Memoria Histórica, el Ministro Alonso dijera aquella obviedad de que el gobierno no era republicano. No hacía falta que lo jurase. Lo molesto fue el tono de este socialista dirigido hacia una República llegada de la mano del voto popular, pero ese tono encerraba una de las claves del porqué la monarquía de Juan Carlos ha superado treinta difíciles años de la historia reciente, sin apenas una crisis, aunque si, con algunos rasguños.

El hecho de que Fraga llamara gamberros a los quemadores de fotos, estaba dentro de los análisis y exabruptos de un hombre que ha servido tan eficazmente a una dictadura, porque mientras decía esto, en otra monarquía, como la británica, el líder escocés Salmond, propiciaba un referéndum de autodeterminación para su país y el rey Alberto II de Bélgica seguía colgado a la brocha de su incapacidad para que en Bélgica pudiera formarse un gobierno cien días después de las elecciones realizadas en un estado que unos comenzaban a ver como inviable.

Si a todo esto se le añade un debate en Galicia, con ramificaciones en el Congreso, a cuenta de que la familia del general Franco no quería abrir al público el Pazo de Meirás, regalado a la fuerza y bajo coacción en plena dictadura, mostrando claramente, que treinta años después en España la familia del dictador no sufrió represalia alguna porque estaba bajo el manto de la Corona, cuestión ésta insólita en un país que sufrió la crueldad de un régimen despótico. La pertenencia ilegítima del Pazo de Meirás en herencia a la familia Franco es toda una afrenta, porque aquí, después de la victoria de los aliados en 1945 no hubo como en Alemania, un juicio de Nuremberg. Esto es algo que pone ante los ojos de las nuevas generaciones que esa Transición tan ensalzada está llena de lunares.

"¿Y que se podía haber hecho?" Preguntan muchos.

Desde luego algo más para que una derecha que usufructuó el poder cuatro décadas no nos de a los demás lecciones de democracia. Solo con eso, casi nos podríamos conformar y sobre todo, que no nos digan que esa Inmaculada Transición es un modelo exportable porque se asienta en el silencio, la mentira, y la injusticia. Tengo decenas de casos de honrados sufridores de aquella tiranía que han tenido que morir en silencio y, encima obligados a aplaudir a quienes se beneficiaron de aquel horror.

Todavía recuerdo como en un debate parlamentario Enrique Fernández Miranda, hijo de D. Torcuato, presidente de aquellas Cortes franquistas, le espetó en un debate en el Congreso a Javier Solana que podía hacer aquellas preguntas parlamentarias porque fue su padre quien había traído la democracia a España. Y se quedó tan ancho el uno y tan callado el otro. Ese fue pues el espíritu de la Transición cuyas costuras comienzan ahora a aflojarse un poco.

La sociedad ha cambiado

Pero aquí hay además algunas cosas evidentes.

La sociedad actual no tiene nada que ver con la de hace treinta años. La juventud pasa de monarcas, condes y marqueses y no ve sensato que la elección de un jefe de estado sea por procreación y no por elección. No ven tampoco justa la discriminación hecha en la intocable Constitución española a la figura de la mujer y no está dispuesta a ver derroches e interminables vacaciones, mientras ellos luchan por conseguir su primer pisito. Si a esto se le añade la torpeza del procesamiento de dos periodistas por publicar una caricatura y de la poca simpatía que despierta Letizia Ortiz, antigua colaboradora del nefasto manipulador informativo Urdaci, tienen ustedes un guiso que no obedece a conspiración alguna, sino a que la gente comienza a hablar y comienza a estar harta de que no haya libertad de expresión sobre estos temas.

Tras el debate de 2007 creo que la Casa Real se tendría que poner las pilas en el control de sus gastos de forma pública, en la ejemplaridad de sus conductas sin estar amparados en el secreto oficial y en evitar que a su alrededor se sigan con los usos y costumbres, poco menos, que de la monarquía de Alfonso XIII en cuanto a esas absurdas reverencias tan ridículas como serviles, que afrentan el concepto de igualdad y de democracia.

Estas reflexiones tratan de esto y de otras cosas y sobre todo tratan de demostrar que cuando escribí en Julio de 2007 sobre El Bribón habían existido previamente muchas intervenciones públicas, muchas preguntas parlamentarias, muchas cartas, muchas vivencias de todo tipo, en relación con la Monarquía aunque rodeadas de algo que explica muchas cosas: se silenciaron.

Hoy ese silencio comienza a romperse. Y no está mal. Si la democracia es un régimen de Opinión Pública, conviene que a ésta se le suministren elementos de juicio. Con las ventanas abiertas, la monarquía española, tendrá fecha de caducidad. Y de eso se trata.

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 Iñaki Anasagasti es senador por Vizcaya en representación del Partido Nacionalista Vasco (PNV).

Fuente: http://ianasagasti.blogs.com